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Desafío de galaxias (capitulo 44)

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Estridente, la señal de alarma saltó en la sala de estrategia del Cuartel General en Mandoria. Marisol, salio rápidamente de su despacho mirando a las pantallas murales que todavía no recogían información.

—¿Qué tenemos? ¿dónde ha sido? —apremio a los operadores de las terminales mientras veía a Hirell entrar a la carrera con ropa deportiva sudada y ocupar una de ellas.

—Todavía no lo sabemos mi señora, —contestó un oficial claramente acobardado.

—¡Me cago en la leche puta! ¿cómo que…?

—Sensor Alfa 615, —informó Hirell.

—¿Un Alfa? —preguntó Marisol frunciendo las cejas.

—Afirmativo, el 615.

—Llegan datos. Naves enemigas en rumbo 493227.6… en progresión a Nar. Tiempo de llegada… 49 horas a la velocidad actual.

—¿49 horas? ¿Cuantas naves?, ¡joder!, ¿cuántas naves?

—Los computadores están procesando los datos mi señora, —intervino Hirell, mientras Marión aparecía abrochándose la guerrera— están a mucha distancia y los datos son parciales.

—¿Una noche intensa? —comentó Marisol a Marión con humor cuándo llegó a su lado. Hacia mucho que había descubierto que meterse con su amiga la tranquilizaba.

—¡No empieces!

—¡Quiero un rastreo sistemático e intensivo de todos los grupos de sensores! —ordenó Marisol, y mirando a Marión, añadió bajando la voz—: habla con Loewen.

—¡Detectadas 978 naves!

—¿Sabemos cuántos transportes? —preguntó Marisol poniendo una mano sobre el hombro de Hirell, al tiempo que veía a Anahis llegar con su padre, que habían desayunado juntos.

—No mi señora, los computadores todavía no discriminan los datos. Hay que esperar unos minutos.

—¿Es el ataque principal? —preguntó Anahis.

—No está claro, hay que esperar: esos cabrones van a paso de tortuga ¡joder!

Con los brazos cruzados, Marisol, paseaba por donde lo hacia normalmente en momentos tensos. Pasaron interminables minutos mientras los computadores trabajaban, y Marión salio de su despacho y se dirigió a ella.

—En el Sector 25, todo está tranquilo, no hay actividad anómala de ningún tipo.

—Mi señora, — dijo Hirell— 259 naves de transporte, pero no son estándar.

—¿A que te refieres?

—Transportes estándar, de los que utilizan habitualmente, son 192, el resto son distintas, de cuatro tipos distintos, más pequeñas.

—Por favor, Hirell, averigua todo lo que puedas de esas naves.

—Si mi señora, pero tardaré un poco, tienen que estar más cerca.

—No te preocupes.

—Se ha completado el rastreo de todos los grupos de sensores, —informó un oficial desde su consola— todos negativos, pero hemos perdido el enlace con algunos del grupo Beta.

—¿Con cuáles?

—Del 202 al 207: os que cubren… el Mar Angosto.

Marión y Anahis, con cara desencajada, miraron a Marisol que permanecía impasible mirando a las pantallas.

—Marión, necesitamos saber que está pasando, que patrulleras de reconocimiento, partan urgentemente desde Kalinao, —Marión salio corriendo rumbo a su despacho—. ¡Que salten a destino, miren, y salten de regreso cagando hostias! Quiero saber que está pasado, no que se líen a tiros.

—¿Qué está pasando hija? —preguntó el canciller de Mandoria que había permanecido en silencio todo el tiempo.

—Que es casi seguro de que la hemos cagado, —respondió mirándole con ojos tristes y culpables.

—¿Todavía no es seguro?

—Hay que esperar a que las patrulleras informen, y tardaran varias horas, pero parece que el ataque es de distracción, quieren hacernos creer que mandan una fuerza de invasión de cuatro millones, pero un tercio de los transportes son de otro tipo, pueden ser para hacer bulto, y lo más importante, nunca intentarían atacar Nar con solo 600 fragatas, es un suicidio incluso para ellos.

—General, —el canciller se aproximó a Marisol que permanecía tranquila— ¿informo ya al presidente?

—Si, infórmele, pero es pronto para sacar conclusiones, tenemos…

—¿Pero tú que opinas?

—Tengo un mal palpito, y esas naves extrañas… y navegando tan despacio… no sé que pensar.

—Para mi es suficiente, voy a hablar con él.

—¡Anahis! Ordena a Pulqueria que se traslade urgentemente con dos grupos de batalla a Kalinao, que transfiera el mando de la flota en Nar, e infórmale de lo que está pasando. Después habla con Oriyan y ponla al corriente.

—Mi señora, son naves federales,  —dijo Hirell—. Todas ellas.

—Me lo temía. ¿De qué tipo?

—Son cargueros de largo rango.

—Y por lo tanto tienen motores de salto y pueden abrir vórtices. Y supongo que tendrán tecnología mística.

—Afirmativo: todas.

—Las patrulleras ya han partido y se preparan para saltar, —informó Marión que había salido de su despacho, y aproximándose a ella, añadió en voz baja—: lo siento, lo siento muchísimo.

—¡No te vayas a comer el coco ahora! —exclamo Marisol mirándola a los ojos—. Tenemos mucho que hacer y te necesito a mi lado, ¿de acuerdo? —Marión asintió con la cabeza—. Decreta la movilización total en Kalinao, que se activen todas las defensas planetarias y la rejilla defensiva de Evangelium. Que todas las naves de patrulla regresen, salvo las que hemos mandado al Mar Angosto.

—Pulqueria ha partido hacia Kalinao, —dijo Anahis reuniéndose con ella y sentándose en un terminal.

—Llama a Loewen y Opx, e informales de que es posible que el enemigo disponga de motores de salto y puedan abrir vórtices. Que estén muy alerta, —Anahis la miró con cara seria, se colocó un comunicador y se puso a operar la terminal, mientras su padre regresaba de hablar con el presidente—. Hirell, por favor, cuándo puedas necesito una línea con el general Esteban.

—Ahora mismo mi señora.

—¿Qué ha dicho el presidente? —preguntó Marisol al canciller.

—¿Que, qué ha dicho? Mejor no te lo digo, pero todavía debe de estar dando voces. ¿En cuánto tiempo pueden estar las fuerzas del Ares aquí? El presidente quiere saberlo.

—Mínimo diez días, posiblemente más. Bertil está todavía a tres días de viaje, y le persiguen más de quince mil naves enemigas, pero de lejos, no le comen terreno. Hay otros tres vectores por donde se aproxima el enemigo, en total otras ocho mil naves, pero llegaran después de Bertil. Como alguna de las naves pierda los motores de salto, está jodida. De todas maneras, la evacuación final va a ser critica y para agilizarlo, casi todo el ejército aliado ya está en este lado. Ya me están preparando una línea para hablar con el general Esteban, pero, ahora mismo, lo que más necesitamos son naves, no infantería, y la flota permanece en Magallanes.

—Mi señora, el general Esteban.

—Pásamelo al despacho.

—Vale Marisol, habla con él, —dijo el canciller— yo voy a informar al presidente otra vez, si ha dejado de dar voces.

—De acuerdo.

 

 

Seis horas después, continuaba la espera en el Cuartel General. De las patrulleras no se sabía nada.

—¿Seguimos sin tener noticias de las patrulleras, Hirell? ­—preguntó Marisol saliendo de su despacho donde había estado comiendo algo con Anahis y Marión. Hirell estaba hablando con varios oficiales en torno a uno de los terminales.

—Los canales están abiertos, pero hay mucha distorsión en la fuente.

—¿Y tú que opinas?

—Parece un bloqueo de comunicaciones, el patrón parece el mismo que utilizo el enemigo en Trumzely Prime.

—Eso puede confirmar que hay actividad en las proximidades del Mar Angosto.

—Si, pero todavía hay que averiguar que cojones están haciendo allí.

—Mi señora. —dijo Hirell llamando la atención de Marisol— si tiene un momento me gustaría comentarle algo que hemos descubierto y que puede ser importante.

—Para ti siempre tengo un momento. Dime.

—Ahora podemos escanear mejor esos cargueros federales, y hemos detectado algunas estructuras extrañas en ellas. Al cotejarlo con la información que hay en los bancos de datos, hemos podido aislar esas estructuras, —y señalo a una de las pantallas.

—¿Eso es lo que parece que es? —preguntó Marión apesadumbrada.

—Creo que sí. Es artillería naval bulban.

—¿Han adaptado nuestros cargueros convirtiéndolos en naves de guerra? —preguntó Anahis.

—Eso parece, y además, no solo tienen motores de salto, también tienen escudos de energía. La pregunta es: ¿solo tienen esas naves, o tienen más?

—¡Mi señora! —exclamó uno de los oficiales— hay cambios en la flota enemiga. Las naves federales han desaparecido.

—¿Han saltado? —preguntó Marisol.

—Afirmativo, han saltado.

—Ya ha comenzado. Hirell, forma un equipo, quiero cálculos, todo lo aproximados que sea posible, sobre cuanto tardaran esas naves en llegar: a Nar y a Kalinao. También quiero cálculos de lo que tardaría una flota enemiga en llegar desde el mar Angosto a Nar y Kalinao desde el momento que perdimos las sensores. Además, necesitamos saber si esas naves pueden enlazar sus vórtices para agrandarlos y permitir que sus fragatas los utilicen.

—Ahora mismo mi señora.

—Marión, ¿ha cuanto está Pulqueria?

—A catorce horas, pero ya está en contacto con las fuerzas de defensa.

—Aun así, no va a llegar a tiempo.

 

 

Marisol estaba en su despacho; dormitaba tumbada en el sofá intentando descansar algo, ante las intensas horas que se avecinaban. El presidente llegó a la sala de operaciones acompañado por el canciller, y Anahis y Marión se ocuparon de informarle sobre la situación. El presidente, visiblemente molesto con las dos, no quiso que se molestara a Marisol, pero esta le oyó, y salio del despacho un poco alterada por la reprimenda que estaban recibiendo.

—¡Señor presidente! Está usted metiéndose en cuestiones que solo me corresponden a mí.

—¡No me jodas Marisol! Esto no es una cuestión militar, es una cuestión personal.

—¡La decisión fue mía y las ordenes las di yo! Yo soy la única responsable.

—¿Pero que cojones estás diciendo? Tú eres la que lo ha visto venir y Oriyan, la única que te apoyó.

—¡Eso da igual! Se lo repito, la responsabilidad es mía y usted no tiene derecho a…

—¡Me cago en la leche puta! no me vengas con tú puto corporativismo ¿cómo los puedes defender? —el tono había ido subiendo y ya casi se estaban gritando ante la vista de todos, mientras Marión permanecía sentada con la vista fija en el suelo y Anahis se enjugaba las lágrimas con un pañuelo.

—¡Son mi gente! —ya si gritó Marisol—¡Y los defenderé siempre!

—¡No me calientes Marisol!

—¡Silencio los dos de una puta vez! —gritó Hirell dando un fuerte golpe en la mesa. Todos en silencio, le miraron estupefactos por algo tan inusitado como lo que acababa de ocurrir—. ¡Si quieren seguir haciendo el idiota, de acuerdo, pero váyanse al despacho! Aquí estamos trabajando y tenemos muchas cosas que hacer.

—¡Eh…! Si, lo sentimos, discúlpenos Hirell, —atino a decir el presidente, y con un gesto de la mano se llevó a todos hacia el despacho. Todos entraron en el y cerraron la puerta. Todos se miraron entre si mientras las voces arreciaban en el interior.

—¡Vamos chicos! Que hay mucho que hacer, —ordenó Hirell que se había quedado como oficial de más graduación— ¡A la tarea!

Las voces fueron bajando de intensidad hasta que se hizo el silencio. Unos minutos después, la puerta se abrió y fueron saliendo del despacho. El presidente, con una silla de la mano, se colocó junto a la pared para no molestar y se sentó. Marión, con la cara desencajada y los brazos cruzados, se colocó detrás de Hirell que la miró y la acaricio discretamente la pierna. Anahis se sentó en un terminal, todavía con el pañuelo de la mano, y su padre, aproximándose por detrás la beso en la cabeza. Marisol, que salio la última, se quedó mirando las pantallas con una cara de mala hostia que no podía ocultar. Según pasaban los minutos, su gesto se fue suavizando, hasta que al final, rezongando, se aproximó a un suboficial español de seguridad del Tercio de Voluntarios al que conocía desde pequeña. Sin decirle nada, rebusco en uno de los bolsillos de su uniforme y sacó una petaca de licor que agito para comprobar que estaba llena. Después, se acercó al presidente, aproximo una silla y se sentó frente a él. Abrió la petaca, llenó el vasito y se lo ofreció al presidente. Con el ceño fruncido y mirándola fijamente, acepto el vaso y se lo bebió de un trago.

—¡Joder! Esto no es de lo que hace tu padre.

—No, lo hacen los chicos en el sótano… clandestinamente, ya sabe, —respondió Marisol llenado el vasito y dando el trago y poniendo cara rara—. Creo que también lo usan para desatascar cañerías.

—¡Con toda seguridad! —añadió el presidente dando otro trago. Después, mirándola fijamente—. Un día de estos, te voy a ahogar y no vas a tener a ningún canciller que te salve.

—¿Y con quien se va a cabrear entonces?

—¡Ay hija!  En el parlamento tengo candidatos de sobra, —la rodeo el cuello con el brazo, mientras con la otra mano hacia que la pegaba un par de collejas—. Pero no tienes razón, y eres una puta cabezona.

—Eso es algo que usted sabe hace muchos años.

—¡Sí! Y debo de ser masoquista. Y dile a tu sargento que cuándo yo este por aquí, llene la petaca con algo mejor. Y si lo hacen clandestinamente, ¿cómo es que tú lo sabes? —Marisol se hecho a reír y no contestó.

—Señor presidente, mi señora, —dijo Hirell después de aproximarse a ellos—. Quiero pedirles disculpas por haberles gritado…

—¡Venga Hirell! No digas bobadas, —exclamó Marisol—. Deberíamos ser nosotros los que pidiéramos disculpas.

—Además Hirell, en ocasiones, necesitamos que alguien nos de una patada en el trasero.

—A unos más que a otros, pero si, es cierto.

—No empieces Marisol, no empieces.

 

Las horas pasaban inexorables y Marisol trabajaba incansable en su despacho con varias tabletas y un mapa holográfico y la ayuda de Sarita. En una esquina de la habitación, el presidente y su secretaria, trabajaban en la mesa auxiliar que en ocasiones ocupaban Marión y Anahis cuándo despachaban con ella.

—Mi señora, —dijo Hirell entrando en el despacho—. Seguimos sin noticias de las patrulleras, y ya no espero que aparezcan.

—Eso creo yo también, —respondió Marisol recostándose en la butaca—. ¿Cuánto llevan de retraso?

—Una hora mi señora. Además, ya se ha sobrepasado el tiempo en que las naves federales del enemigo tenían que haber llegado a Nar.

—Ya lo esperaba. La cosa está clara: es hora de tomar decisiones. Hirell, llama a Marión y Anahis y venid todos al despacho.

—Ahora mismo mi señora.

—¿Qué ocurre con esas patrulleras, Marisol? —preguntó el presidente.

—Que hemos perdido siete patrulleras que tenían orden de saltar, mirar y volver cagando hostias. Eso es porque no han tenido la más mínima oportunidad de regresar, y eso, solo es posible si se han encontrado con una presencia enemiga abrumadora.

—Entiendo, —dijo con resignación mientras todos entraban en el despacho y cerraban la puerta.

—Señor presidente, necesito una orden de nombramiento temporal como general para la canciller Aunie, —y ante su cara de extrañeza, añadió—: todo el estado mayor de Esteban está todavía en Magallanes y como se puede imaginar, están muy ocupados. Necesito alguien con los cojones necesarios para coger las riendas. Déjeme cursar las ordenes, ahora lo entenderá.

—De acuerdo, —el presidente se inclinó hacia su secretaria y cuchichearon mientras ella escribía.

—Muy bien chicos, no podemos esperar más y los planes de contingencia que esbozamos en la última reunión, en la situación actual no nos valen. Marión, habla con Aunie y dile que con cuatro cuerpos de ejército de novatos kedar, se traslade urgentemente y por cualquier medio disponible a Rulas 3, —Marión se levantó y salio del despacho—. Anahis, llama a Oriyan y dile que transfiera el mando en Nar, embarque dos ejércitos completos, y se traslade cagando hostias al sistema Dreylhan, —el presidente activo su mapa holográfico y se puso a buscar el sistema con la ayuda de su secretaria, mientras Anahis salía—. Hirell, llama a Pulqueria y dile que si cuándo llegue a Kalinao, el ataque enemigo ya ha comenzado, que sin entablar contacto con ellos, se dirija a Evangelium y se ponga al frente de las fuerzas de defensa, pero antes conéctame con el Centro de Mando de Kalinao, —Hirell rodeo la mesa y opero la terminal mientras Marión entraba en el despacho— y después con los ingenieros de Rulas 3. Marión, para todo el personal del Cuartel General, permisos y vacaciones quedan anulados definitivamente. Pasamos a máximo nivel de seguridad y activa todos los protocolos de emergencia.

—Mi señora, tengo al oficial al mando, el general Cimuxtel.

—Gracias Hirell. General Cimuxtel, preste mucha atención: quiero que urgentemente, y sin perdida de tiempo, evacue todas las fuerzas hacia el sistema Dreylhan. Estamos seguros de que está en marcha un ataque enemigo contra Kalinao…

—¿Sin pasar por Nar mi señora?

—Si general, un ataque directo contra ustedes. Bien. Cuándo se produzca, quiero que tome todas las medidas necesarias para facilitar la evacuación con el menor número de bajas posibles. Máxima prioridad a las divisiones acorazadas, escuadrones de interceptores, y depósitos de cohetes Delta. Todos los depósitos de armas y municiones, que no puedan ser trasladados, así como los centros de inteligencia, y cualquier tipo de tecnología de uso militar o civil, deben ser totalmente destruidos sin falta, y si hay tiempo, todo lo demás: edificios e infraestructura. Estás ordenes son definitivas y solo pueden ser anuladas por mí, personalmente. Muy posiblemente, el enemigo creara una zona de interferencias que bloqueara las comunicaciones, aun así, las ordenes se mantienen. También quiero que active el campo de distorsión electromagnética: no quiero que el enemigo sepa que estamos haciendo en el planeta. General, soy consciente de las enormes dificultades de la tarea que le estoy encomendando, pero estoy convencida de que usted estará a la altura. Nunca, un maradoniano me ha defraudado, y estoy segura de que usted no va a ser la excepción. Cuento con usted, general.

—Estaré a la altura mi señora, no la defraudaré. Se lo garantizo.

—Lo sé general Cimuxtel, lo sé. Buena suerte.

—Siempre a sus ordenes mi señora.

La secretaria del presidente se levantó y la entregó una tableta con el nombramiento de Aunie firmada por el presidente. Marisol introdujo su código y lo firmó también.

—Cúrsalo de inmediato, por favor.

—Ahora mismo mi señora.

—¿Lo podrá hacer? El general Cimuxtel ¿lo podrá hacer? —preguntó el presidente.

—Sí, lo hará, no le quepa la mejor duda. No voy a permitir otra carnicería como la de Sigma Trumzely.

 

 

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