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Gabriela me regaló su culito virgen

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El día de mi 36 cumpleaños  se convertió en el más feliz y al mismo tiempo en uno de los más embarazosos y tristes que me han tocado vivir.

El día lo inicié desayunando en casa y luego de una mañana de trabajo y de recibir las felicitaciones del personal con el que trabajo almorcé con ellos y bailamos hasta cerca de las cuatro de la tarde. A esa hora me despedí porque debía reunirme con mi familia y porque sabía que esa noche recibiría un "Regalito muy especial" de manos de mi sobrinita Gabriela (ver relato "La Estrecha Chuchita de Gabriela"); por lo menos esas fueron sus palabras cuando me telefoneó en la mañana y la curiosidad me mataba.

Al llegar todos me esperaban muy alegres; pero, yo me concentré sólo en Gabriela. A ella me unía la complicidad de ser amantes desde hacía medio año atrás y me enloquecía su cuerpo de apenas 18 años recién cumplidos que cada día lucía mejor.

Me parecía mentira verla yendo de un lugar a otro, preparando junto con mi mujer –su tía- la cena de aquella noche de mi cumpleaños. Por un momento la conciencia me remordió al ver a mi mujer y a mi amante juntas en aquella cena y me sentí ruin y hasta pensé en terminar con todo; pero, fue mi inocente esposa quien me hizo desistir cuando en un momento de confidencia me dijo "¿Qué linda luce Gaby hoy, verdad?...... Créeme que a su edad yo lucía igualita..... cuanto me hubiese gustado que me conocieses de esa edad...". Su inocente comentario me despertó el libido y decidí seguir; aunque aquella situación empezaba a incomodarme, pues, el serle infiel a una mujer tan buena, digna y honesta como la mía; ya era bastante malo, pues, ella no se lo merecía; pero, hacerlo con la hija de su hermana....., me resultó monstruoso.

Estaba entonces sentado en un sofá bebiendo un vaso de vino cuando Gaby me interrumpió diciéndome a la volada que mi regalo estaba listo y que terminada la cena recibiría una llamada a mi móvil y que saliese en mi auto y me detuviese a dos cuadras de la casa en donde ella me encontraría pasados cinco minutos. El plan no me parecía perfecto; pero accedí, pues, esa noche pensaba hablar con ella para dar fin a nuestra relación que empezaba a resultarme insostenible.

Tal como me explicó, al terminar la cena; mientras ella estaba en el baño, sonó mi móvil y me repitió las instrucciones. Yo fingí que era el guardián y me excusé diciendo que uno de los perros guardianes del colegio había sido envenenado y que al veterinario le urgía mi presencia.

Muy nervioso me excusé y salí casi sin despedirme. Hice lo que Gaby me indicó y a los pocos minutos ella se subía a mi auto y emprendíamos una rauda partida. En el camino me entregó un paquetito envuelto en papel de regalo y me dijo:

-Ábrelo – Al hacerlo me encontré con un tubo de LUBE-LOVE (un conocido

lubricante vaginal) y añadí.

-No entiendo..... ¿Qué significa esto?

-Que sí...Ay no seas así...¿no entiendes?

-No.

-Que mi regalo es... que hoy me dejaré que me lo hagas por mi potito

(entiéndase culo).

Sus palabras me dejaron perplejo, anonadado y dejando mis escrúpulos de lado apreté el acelerador y me dirigí al "Safari Suite" en donde me comería el culo que más había deseado en toda mi aventurera vida, el culito de mi sobrinita Gaby; un culito de apenas 18 añitos que jamás nadie había tocado. Era el regalo perfecto. El regalo soñado por todos los hombres el día de su cumpleaños. Ella apoyó su cabeza en mi hombro y con su diestra iba frotando el duro paquete que guardaba mi bragueta; mientras las ideas más libidinosas se agolpaban en mi cabeza. Y pensar que cuando ese culito era cubierto por sus primeros pañales, yo ya había enterrado mi verga en distintas chuchitas. Me sentía como el "lobo feroz"a punto de comerse a su "Caperucita Roja" con todo y zapatos.

Apenas hubimos ingresado a la Suite la besé y y noté que sus manitas estaban frías como un témpano de hielo y la interrogué:

-¿Qué te ocurre mi "conejita"?

-No es nada, son los nervios de esta nueva primera vez.

-Pero, nervios ¿Por qué?

-¡Ay , te parece poco!... Me vas a meter todo eso en mi pobre potito... ¿Me

imagino que me dolerá?

-Si quieres no lo hacemos – dije fingiéndome resentido.

-Ay no mi vida, yo también me muero de ganas; pero, no se, me imagino que

debe doler.

La besé apasionadamente y guardé silencio; mientras mis manos empezaban a recorrer aquel curvilíneo cuerpo de mujer que a pesar de encontrarse aún vestido ya empezaba a vibrar con mis caricias al tiempo que de sus labios empezaban a brotar los primeros gemidos de placer.

En cuestión de minutos nuestras pieles volvieron a reencontrarse y la temperatura de nuestros cuerpos ya no podía ser sofocada ni con el aire acondicionado del lugar.

Nuestros besos y caricias pronto alcanzaron su nivel habitual; mientras que mi miembro, enhiesto como un sable, se preparaba palpitante para atravesar de una sola estocada su estrecha chuchita; abierta, húmeda y sonrosada; que me esperaba deseosa para invadirla; mientras ella, puesta a gatas sobre nuestro lecho ocasional elevaba hacia el techo su carnoso y deseable culito virgen aún. No dudé ni un instante y con la precisión de la primera vez sepulté, literalmente -en su palpitante coño- mi caliente mazorca no pudiendo evitar arrancarle un gritillo de dolor, habitual en nuestros encuentros carnales, en vista de que su estrecha cuquita siempre caprichosa protestaba al recibir mi aparato a causa de su grosor; aunque después se dilatase hasta chorrear sus jugos satisfaciéndome y satisfaciéndose a sí misma.

Pasado el acoplamiento inicial bombeé con lujuria su juvenil cuerpo y disfruté del panorama que su culo me ofrecía mientras ella deliraba y chillaba en "cuatro patas" con mi miembro enterrado en el interior de su intimidad. No tarde en enloquecerme con aquel cuerpo de niña-mujer y comencé a dar de nalgadas a aquél delicioso culito que en cuestión de minutos habría de probar lo que era tener la herramienta de un hombre enterrada en su interior. No perdí la oportunidad de abrirle sus nalguitas y tuve ante mis ojos su pequeño esfínter estrecho y relajado; impávido e inocente del trajín coital al que pronto lo iba a someter.

No pude reprimirme y sin consultarle siquiera comencé a masajear en círculos su hermoso anito con mi pulgar derecho; pero, ella, no protestó. Esa piel arrugadita sobre la yema de mi dedo me excitó mucho y presioné inmisericordiosamente sobre su virgen culito y un salto violento acompañado de un excitante –"1Ayyyyy.......! mi amor, despacito"- fueron el indicativo que me delató la hipersensibilidad de Gabriela sobre aquella delicada parte de su anatomía.

Temerosa de mi insistencia, Gaby, cambio de pose y me situó entre sus piernas mientras su intacto culito reposaba a salvo de mis ímpetus sobre uno de los almohadones de la cama; sin embargo, no me opuse y recuperé su calentura y me devolví su confianza prestándole atención a sus esféricas, carnosas y bien labradas tetitas que captaban mas de una mirada atrevida cuando las lucía con alguna blusita apretada por la calle.

Trascurridos varios minutos y cuando nos acercábamos a tener una hora follando; después de haberme venido dentro de ella y de haberla llevado varias veces al orgasmo total ambos sentimos que era el momento de iniciar su sodomización; entonces, me pidió que se lo hiciera de costadito, ubicándome yo tras de ella.

Se acomodó entonces sobre su lado derecho –al igual que yo- y procedí a untar mi miembro con abundante crema (de la que ella me había obsequiado al iniciar la noche). Desde donde estaba untando mi miembro con aquel frío producto pude verla de espaldas, apoyando su cabeza sobre su brazo derecho; mientras que con su mano izquierda, sujetaba su piernita –del mismo lado- doblada hacia su pecho y la otra pierna entendida a lo largo. De ese modo su culito quedaba más expuesto y con las nalguitas ligeramente separadas. Me acosté detrás suyo y mientras le abría las nalguitas y colocaba mi miembro a la entrada de su anito la escuche decirme:

-¡Ay!. Esta helado.

-Es la crema mi amos.

-Martín

-¿Si?

-Te amo.

-Yo también, Gabisita. –le respondí al tiempo que besaba su espalda.

-Despacito, porfi, tengo miedo que me duela y que le hagas daño a mi potito.

-No te preocupes –respondí; mientras empezaba a ejercer presión sobre su

intacto orificio anal- ¿Te duele?

-Si; pero, muy poquito.

A partir de ese momento presioné constantemente, con mi verga, sobre el carnoso, frío y tembloroso culito de mi sobrinita de 18 años; y se la retiraba cada vez que me lo pedía o que la oía quejarse por el dolor. Finalmente, transcurridos casi 25 minutos, mi miembro estaba completamente introducido en aquella cavidad anal y mis huevos en contacto con su tibia y húmeda chuchita. Ella giro su cabecita y mirándome con ojos inquiriosos me escucho decirle –"Ya mi amor, ya lo tienes todo adentro, hasta el fondo de tu potito"-, y como incrédula de mis palabras llevó su manito izquierda hasta su culito y exclamo "Uuufffff, más fue el susto que el dolor" y ambos sonreímos. Lentamente fui moviéndoselo para no hacerle daño, hasta que agarramos ritmo y entre sus movimientos de caderas y mis embestidas pélvicas follé aquel delicioso culito hasta mas no poder. La sensación de placer que me proporcionó su apretado anito y los orgasmos que ella alcanzó gracias a nuestros movimientos y el palpitar de su esfínter; son sencillamente indescriptibles, sólo añadiré que descargué dentro de su delicioso culo gran cantidad de semen caliente y espeso que ella disfrutó en medio de un gran estallido orgásmico acompañado de sonoros gemidos.

Lo triste de esta historia es que al regresar a su casa, cerca de la media noche, Angélica, nos esperaba y confirmo sus sospechas y me abandonó. A Gaby la regresaron de vuelta a la amazonía y yo no pierdo las esperanzas de recuperar a mi familia; aunque sigo siendo el incorregible y suertudo Caballero Azul.

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