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Mi Breve Guía Sobre Cómo Escribir un Buen Relato

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Esto que voy a decir ahora es, ante todo, una visión muy personal sobre cómo deben ser los relatos eróticos, y por tanto habrá quienes estén de acuerdo y quienes no. Son cosas que se de escribir otro tipo de relatos, o que he ido descubriendo escribiendo y leyendo relatos eróticos y escuchando los comentarios que a menudo se hacen al respecto.

Ante todo, es una breve guía para aquellos que buscan escribir un buen relato, que vaya más allá de servir como máquina de pajas para alguien que busca simplemente porno en palabras. Y, para ello hay muchas cosas que considerar. Seguramente muchas de ellas, sino todas, ya las sepáis pero, por si acaso, voy a escribir todo lo que se me ocurre al respecto. Espero que, al menos un poco, os sea de utilidad.

Primer Punto: La Persona que Narra

Antes de nada, debemos tener muy claro en qué persona vamos a narrar la historia, y mantenerla continuadamente a lo largo de todo el texto. En caso de que queramos cambiar de persona en algunos momentos para dar otros tipos de énfasis o conseguir efectos sobre el lector, debe indicarse que hay una diferencia entre una parte del texto y otra de modo que no queden dudas (más espaciado entre párrafos, guiones que los separen, usar cursiva, etc.). Así pues, las personas de la narración pueden ser tres:

-Primera persona: “yo entré por la puerta con confianza, buscando lo que sabía que iba a encontrar”. Usada muy a menudo, la primera persona centra la narración en el punto de vista de un personaje sobre lo que ocurre, y narra su historia en detalle. Es una narrativa muy directa y visceral, que mete al lector mucho en la acción ya que reduce la distancia entre él y el protagonista (la mayor parte de los lectores probablemente se sientan como quien escucha las confidencias de alguien). Al narrar en primera persona debemos tener muy claro que debemos separar lo que el personaje sabe de lo que no. Por ejemplo, un personaje probablemente no pueda decir que estuvo mamando una polla durante 18 minutos, porque presumiblemente no estaba mirando el reloj, y si lo dice debería ser introducido en la historia “miré el reloj y vi que sus manecillas se habían desplazado velozmente más de un cuarto de hora”. Es una narración además que exige muchas limitaciones (no se pueden introducir los pensamientos de otros personajes, o sus sensaciones, a menos que las manifiesten con palabras), y a cambio exige que nos metamos en profundidad en las sensaciones y sentimientos del personaje que narra. A la hora de narrar en primera persona, siempre imaginaros que es como si vosotros fueseis los protagonistas, y qué habríais visto, olido y sentido en su lugar.

-Tercera persona: “entró por la puerta con confianza, ella buscaba lo que sabía que iba a encontrar”. Probablemente la más usada, y la más sencilla, el uso de la tercera persona nos sitúa como espectadores de la historia que se desarrolla delante nuestra, como si la viésemos en una película. Es menos directa porque distancia al espectador de los protagonistas, pero en cambio no tiene por qué centrarse en ninguno de ellos en especial, sino que puede narrar todo lo que ocurre por igual, como si fuésemos un dios que mirase la historia por completo. Como somos dioses, una narración en tercera persona puede introducir elementos que cada uno de los personajes desconoce, alternando por ejemplo entre los pensamientos de uno y otro, o con descripciones alternativas de la historia en varias localizaciones que ocurren al mismo tiempo. Hay que tener cuidado, sin embargo, con introducir todo tipo de cosas que los personajes desconozcan ya que puede limitar el vínculo que se establece entre lector y personaje, y por tanto romper la experiencia y las emociones y sensaciones que el lector debe tener al leer, pero a cambio puede introducir elementos sin que sean parte de la narración de sus personajes, como una referencia al tiempo que pasa. Finalmente, exige menos detalle que la primera persona, aunque se sigue beneficiando de ese detalle a la hora de cautivar al lector.

Obviamente, he de hacer notar aquí que hay muchas narraciones en tercera persona que se centran exclusivamente en un personaje y cómo él ve esa historia. Si vas a usar esta ruta, los consejos de primera persona deben ser introducidos también aunque sea narrado todo en tercera.

-Segunda persona: “entraste por la puerta con confianza, y buscaste lo que sabías que ibas a encontrar”. La más difícil e incómoda de todas, la segunda persona raramente se emplea. Y la razón es que sitúa al lector en el centro de la acción, le mete de lleno como protagonista, haciendo cosas que el lector sabe que no ha hecho, o que incluso no haría de esa manera. Eso puede crear un morbo enorme, o puede resultar confuso, molesto, o extraño para muchos, y por tanto es complicado de hacer bien. A todos los efectos, la narración en segunda persona sigue las reglas generales de la narración en primera persona, pero es más importante que nunca que no des detalles sobre el protagonista, ya que el lector debe ser quien se ponga en su lugar.

Por todo esto, es importante tener muy clara la persona en que se escribe desde el principio, ya que a menudo ocurre que a lo largo de un relato se salta de una persona a otra, o se emplean verbos en personas equivocadas, lo cual rompe toda la atmósfera y produce desconcierto en el lector. Y si se cambia de una persona a otra (una técnica muy efectiva para narrar una historia con dos protagonistas, por ejemplo, marcando así quien está siendo protagonista en cada momento) debe quedar muy claro el salto.

Segundo Punto: Tiempo

Un elemento que a menudo recibe poca reflexión es el tiempo. No es lo mismo narrar cosas a medida que ocurren, que las ensoñaciones futuras de un personaje o sus recuerdos. Cada uno ofrece oportunidades y dificultades diferentes, que valen la pena tener en cuenta.

-Pasado: una de las formas más tradicionales de narrar las cosas, la voz que se usa se centra en verbos en pretérito perfecto (“hice”) o imperfecto (“hacía”) que narran cosas que para los que cuentan la historia ya han ocurrido. Como principal ventaja, este tiempo es particularmente sencillo y cómodo de emplear. A mayores, permite hacer una narración que avance y retroceda entre eventos que son posteriores pero que para el protagonista también son cosa del pasado (“me negó su delicioso culo, pero a la semana siguiente si que me dio aquel capricho”), lo cual puede añadir complejidad e interés a la trama, pero también puede romper a veces la sorpresa. Y este elemento es importante también, ya que como en tantas películas, al final el relato puede llegar a completar el círculo y transformarse en un presente que termine la historia con un giro imprevisto, que de mayor contundencia, morbo e interés a la misma. A mayores, dado que hay una distancia entre lo que ocurre y el presente, es más fácil incluir explicaciones de sentimientos y emociones complejos sobre los que el personaje haya tenido tiempo para reflexionar.

-Presente: quizás algo más complicado, porque tendemos a hablar en pasado generalmente a la hora de narrar, el presente permite contar una historia que incluso para el protagonista es desconocida. Es una narración mucho más cercana y que permite que nos introduzcamos más en la historia, especialmente adecuada para ser empleada en primera o segunda persona. Debería ser también una narración más visceral, más emotiva y menos racional, ya que la mente humana a menudo funciona de muchas maneras poco lógicas antes de darse tiempo de racionalizarse y entenderse a si misma. Así, deberían primar descripciones de emociones y sensaciones, cosas que se ven y se hacen, por encima de reflexiones, y con esas descripciones construir la psicología de los personajes.

-¿Futuro?: nunca he visto un buen relato escrito de esta forma, y no tengo muy claro que sea posible. A nivel teórico, al menos, debería ser adecuado para narrar ensoñaciones y similares, aunque no tengo muy claro nada más allá de eso. Si alguien se atreve, el reto queda planteado. ;)

Como es obvio, una vez que el tiempo principal de la narración ha sido escogido, se puede saltar de uno a otro en diferentes momentos para enfatizar diferentes cuestiones. Por ejemplo, si narramos directamente un diálogo, lo habitual es usar el presente, ya que las personas generalmente hablamos así. Igual que si transcribimos directamente un pensamiento. Y si transcribimos planes, lo normal sería usar el futuro. Usar estos cambios con cuidado y habilidad permite enfatizar muchas cosas, y jugar con elementos que mejoren mucho la historia; pero siempre debe quedar claro los límites y las razones de los cambios, de modo que no de la sensación de que la historia ha quedado confusa porque el tiempo no ha sido manejado con cuidado (“esperé aburrido junto a la puerta. “A ver cuando llega esta chica”, pensé para mi”).

Tercer Punto: Contenido

Sin embargo, un relato no es, ni de lejos, un trabajo únicamente de estrategia, sino que esa se debe transformar en una historia que enganche, seduzca, excite e interese. Para ello, en un relato erótico, debemos considerar numerosas cosas que en este género tienen especial importancia.

-Realismo: a menudo, este aspecto es dejado de lado en los relatos a favor de otros elementos, pero yo creo que es uno de los principales. En la medida en que un relato es realista y creíble (que no necesariamente real) nos podemos sentir identificados con los personajes, sentirnos implicados en sus historias, y motivarnos con sus razones y sensaciones. Por el contrario, si la historia es completamente inverosímil, lo que nos encontramos es que los lectores se retraen, se alejan y se desvinculan de la “fantasmada” narrada. Y, con ello, pierden interés. A menudo, sin embargo, el realismo puede ir en contra o dificultar otras cosas, como el morbo, ya que lo realista normalmente no es muy espectacular ni especial, de modo que ambas cosas deben ser equilibradas.

-Morbo: claramente, las situaciones deben apelar a nuestra gónada, provocar las reacciones viscerales relacionadas con la lujuria, y una de las mejores maneras de lograr esto es hacer volar la imaginación. Jugar con lo imposible (bien porque sea imposible por ley, como el incesto, o imposible por inalcanzable, como una chica guapísima y un chico feo), con lo prohibido (como la esposa de otro), con lo peligroso (sexo en lugares públicos, o en lugares donde la vida puede correr riesgos literales como una guerra), o incluso lo odioso (violaciones, y similares) pueden ser todos fuente de morbo, y muchos de ellos se pueden combinar muy bien entre si. A mayores, hay fuentes de morbo no directamente relacionadas con el sexo pero que pueden ser muy útiles, como es el poder en si mismo (jefes con secretarias, por ejemplo), el conflicto (historias de odio o competición), etc. En cualquier caso, exagerar el morbo de las situaciones llevándolas a la inverosimilitud acaba por convertir el relato en una caricatura de sí mismo, y creando el efecto contrario al que se esperaba.

-Interés: un relato erótico no es sólo una escena de sexo duro y morboso con una excusa detrás, sino que es mucho más que eso. La trama en si misma puede ser interesante, animando a seguir leyendo con pasión cómo se desarrollan los hechos, las relaciones y las vidas de los personajes a medida que los hechos se producen. Es importante en este sentido que las historias evolucionen, y no se queden en repeticiones sistemáticas de los mismos hechos con diferentes personajes y lugares como único cambio. Un modo típico de hacer esto es hacer que la relación entre protagonistas sea escalar, donde en un primer relato se consigue una mamada, en el siguiente sexo normal, luego anal, etc. Eso anima a continuar leyendo y a prestar atención. Pero también se puede hacer con una historia que tenga giros y motivaciones por si misma (asesinatos, poder, lo que sea) o donde el simple desarrollo de la personalidad y la relación entre personajes sea interesante. Las situaciones complejas son especialmente buenas en este sentido, con dilemas morales y de deber que además son buena fuente de morbo.

-Imperfección: la perfección no es tan interesante como la imperfección, pues la primera no existe en el mundo. Así, cuando un personaje traza un plan perfecto para seducir a alguien y lo consigue sin problemas, se pierde capacidad de profundizar. Por el contrario, si se crean conflictos, imprevistos, cosas que salen mal o que tienen consecuencias inesperadas, la historia gana enteros en morbo y en narratividad, y resulta mucho más interesante. En este sentido, la imperfección añade complejidad a la historia, haciéndola más redonda en todos sus sentidos.

-Detalles innecesarios: a menudo, la mente humana se fija en detalles que nada tienen que ver con la historia, y los toma como algo importantes. Introducir esto en la narración crea, por tanto, ambiente en el mundo que estamos creando, dándole marco a la historia. Así, pueden ocurrir cosas que nada tengan que ver con esta (“fui a por el coche, que estaba aparcado al lado de un chico que vendía a gritos periódicos”). Esto puede darnos ocasión de profundizar en la psique de los personajes también, porque los humanos tendemos a relacionar todo con lo que nos pasa a nosotros (“la noticia de los titulares era un nuevo escándalo político de sexo y corrupción, y eso golpeaba mi mente con fuerza, recordándome lo mucho que me estaba jugando”). Sin embargo, hay que introducir estos elementos con algo de cuidado, porque al mismo tiempo que redondean la historia pueden hacer que el lector se distraiga o se pierda. Un ejemplo clásico de esto es darle nombre a todos los personajes de la historia, lo cual puede llevar a que el lector no se sepa de quien se habla en cada momento al ser complicado retener quien es quien.

-Antelación: cuando alguien comienza a leer un relato erótico sabe que, antes o después la chica, el chico o quien sea que aparece en el mismo va a acabar acostándose con alguien. Esto genera una anticipación que es enormemente erótica y estimulante, porque deseamos algo que va a venir, que se acerca, pero no llega. Esto es enormemente erótico si se cultiva con cuidado. Sin embargo, hay que hacer que esos pasos intermedios permanezcan con tensión sexual, sea por medio de descripciones de los juegos de seducción, de la simple persona del otro, de juegos de palabras de doble sentido, o lo que sea; si no se logra mantener esta tensión, el efecto se pierde, siendo sustituido por aburrimiento o pesadez ante una expectativa que no se cumple.

-Estructura: toda narración debe tener un comienzo, un desarrollo y una conclusión, y es importante que se dedique tiempo a cada una de las partes. El comienzo normalmente incluye la presentación de los personajes clave, sus descripciones, y la situación general. Es importante porque es la que marca el ambiente del relato, y mucho de lo que se escriba después se leerá en relación con las primeras impresiones, que tan importantes son con los relatos como con todo lo demás. Los primeros juegos, ligeros, de seducción pertenecen al comienzo.

Le sigue el nudo, que incluye las partes más “fuertes” de los juegos de seducción, así como el acto sexual en sí mismo. Normalmente, como mínimo, el nudo debería ocupar la mitad de la narración, si no más. Es importante no forzar la historia en este punto, apresurarla de manera poco creíble, sino dejar que se desarrolle con el tiempo que requiera, ya que el relato normalmente es juzgado en base a esta parte del mismo.

Finalmente viene el cierre. Mucha gente lo omite o lo considera poco importante, porque ocurre después del sexo, pero toda historia debe tener algo que le de sentido de cierre, de completarse. Sea un solo párrafo con unas conclusiones esbozadas, o varios describiendo lo que ocurrió después con todo detalle, hemos de dedicar tiempo a cerrar la historia con garbo y elegancia. Sino, por muy bueno que haya sido el polvo descrito, nos quedamos “en el aire”, y con la sensación de que el relato está incompleto.

Cuarto Punto: Forma

Pero un relato de nada sirve que sea complejo, completo y morboso si no tiene una forma al nivel. Obviamente, el mejor consejo para esto es, inevitablemente, leer mucho y escribir mucho, pues así es como se mejora en estilo. Pero, aún sin eso, hay unas cuestiones claves a tratar.

-Narración: lo primero es tener muy claro que estamos narrando algo, no se lo contamos a alguien. Así, cuando normalmente a un amigo le explicamos las cosas (“pues el sábado salí y ligué”), cuando narramos tenemos que conseguir que esas cosas se vuelvan vívidas para el lector. Esto implica que necesitamos dedicarle muchas palabras a cada cosa que ocurre no sólo para decir lo que pasa, sino cómo se sienten los personajes, que piensan, qué sensaciones físicas tienen, qué dicen sus sentidos… Al fin y al cabo, no estamos haciendo un esquema ni un resumen, sino que estamos introduciendo al lector en el mundo y la historia que hemos creado.

-Sobreadjetivación: muy relacionado con lo anterior, en la vida diaria apenas usamos un adjetivo o dos para contar algo (“¡Qué tía más buena conocí ayer!”); sin embargo, en un relato debemos usar adjetivos en todo momento porque transmiten sensaciones e imágenes que son enormemente poderosas para la imaginación a la que hacemos objetivo. Así no narramos “la agarré por el culo”, sino “la agarré por su culo duro y firme”. Y da igual cuántas veces salga mencionado su culo, siempre que podamos volveremos a recalcar sus adjetivos, o le añadiremos nuevas características “su culo en forma de corazón se movía frente a mi”. Es importante que estos adjetivos vayan cambiando, o sino se vuelve pesado, ya que leer quince veces “sus firmes tetas” acaba consiguiendo resultar más molesto que otra cosa.

-Claridad: es importante que escribamos bien a nivel técnico. La historia debe estar organizada en párrafos claros, con sus buenos signos de puntuación y separaciones. Los diálogos deben ir claramente separados del núcleo del texto, precedidos por guiones o cosas así que indiquen sin duda que eso es una frase dicha en alto. Los pensamientos deben ir también indicados de modo claro cuando se formulan expresamente. Debemos siempre intentar corregir el texto con correctores como el word para evitar la máxima cantidad posible de faltas de ortografía. Todo esto, que es aburrido y aparentemente poco importante, a cambio nos recompensa con un relato que es fluido de leer, y que no exige esfuerzo del lector, que a cambio se puede centrar en la historia y cómo es contada.

-Hechos que no sean confusos: a la hora de narrar, es importante que el lector sepa en cada momento lo que está ocurriendo. No hay nada peor que encontrarte a mitad de una lectura que el escritor se ha olvidado de decir que los personajes habían cambiado de postura, o que habían ocurrido cosas que no nos habían dicho. Esto no implica que haya que decirlo todo, pero si que lo que se diga debe ser claro y sencillo de seguir, y lo que se omita no debe suponer una complicación al lector, sino que debe ser explicado más adelante o ser superfluo y sin importancia.

-Variedad de vocabulario: igual que el caso de los adjetivos, un vocabulario lo más variado posible hace que el relato fluya con suavidad e interés, recompensando enormemente al lector por la atención.

-Onomatopeyas: decenas de relatos están llenos de “ah, ah, ah, ufff, mmm” y otras formas de escribir lo que son básicamente sonidos, como las vocales arrastradas para mostrar gritos y falta de control al hablar (“¡Mmaaassss!”). Aunque no es un mal modo de hacerlo, existen alternativas con verbos que se refieren a esos sonidos como suspirar, gemir, gruñir, etc. Es importante que se empleen a poder ser estos verbos en lugar de la onomatopeya correspondiente, porque sino el efecto de las mismas se pierde, ya que al final los relatos se convierten en enormes colecciones de cosas sin sentido que representan el sexo de un modo aburrido y repetitivo. Por el contrario, si empleamos sobretodo verbos podemos añadir descripción (“gimió quedamente, de un modo entrecortado”) que no se puede traducir con onomatopeyas, y si usamos estas ligeramente potenciamos su impacto porque no son un abuso ni la norma, sino que se usan como énfasis.

-Lenguaje: el uso de lenguaje soez por parte de los personajes es común como modo de provocar morbo, pero sólo es el modo más básico de emplearlo. Puede ser igual de morboso escuchar a una “chica bien” decir cosas sucias, como oírla decir cosas perfectamente formales. Todo depende del contexto. Incluso variar los vocabularios de los personajes puede servir para mostrar diversos grados de excitación y autocontrol.

-Referencias: introducir canciones mencionadas, o libros, o películas es una forma sencilla de incluir elementos que no queremos explicar pero queremos que el lector tenga en mente. Por ejemplo, si decimos “estaba más solo que Humphrey Bogart al final de Casablanca” estamos introduciendo con una sola frase toda la psicología que el personaje tiene descrita a lo largo de toda una película, el ambiente de muchas escenas, etc., introduciendo con ello mucha complejidad e interés de un modo sencillo. De igual modo, introducir canciones nos permite jugar con sonidos y ambientes, así como con las letras de la misma: “nos movimos juntos al sensual ritmo de la Lambada”  hace que todos instantáneamente recordemos el sonido de esa canción, y la letra de cómo el amor fue perdido. Y los libros nos sirven en el mismo sentido. Obviamente, no hay que abusar de esto, pero es un recurso útil que puede servirnos para marcar campos amplios de conceptos con solo un par de líneas.

Una alternativa más básica de esto mismo es usar los arquetipos. Hay palabras que comportan muchas cosas, y que pueden ser empleadas para dar rápidos trazos. Por ejemplo, decir que una chica es “pija” nos dice mucho sobre cómo se viste y comporta estereotípicamente, y que un chico es un “vaquero” nos dice mucho sobre su actitud.

-Variedad en el sexo: el polvo es, por supuesto, el colofón del relato y debe por tanto estar a la altura del mismo. Solucionarlo con un párrafo será escaso para muchos, y no satisfará toda la expectativa creada. Dedicarle párrafos, diálogos y texto al mismo es importante, pero no basta caer en repetitivos “entré en ella una y otra vez como un martillo neumático”, sino que hay que jugar con toda la situación: sensaciones, emociones, etc. En cierto sentido, el polvo es, en sí mismo, un relato completo que debe jugar con todos los elementos que debe tener el relato como conjunto, y que debe servir para arropar todo lo que ha sido desarrollado hasta entonces. Y para hacerlo bien, como con el sexo real, hay que echarle mucha imaginación, pero el elemento clave creo que es no caer en la monotonía.

Quinto Punto: Yendo a por Nota

Con todo lo anterior ya debería estar terminado un relato de muy alto nivel, pero hay algunos que consideramos que se puede ir más allá. Una historia no tiene por qué ser peor por pertenecer al estilo erótico, de modo que aún quedan unas cuantas cosas más que pueden ser empleadas:

-Metáforas: como en cualquier novela publicada, o poema escrito, el uso de todos los recursos literarios está abierto en nuestro género. Así, podemos acudir perfectamente a metonimias (“sus ojos eran negros y profundos como dos minas de carbón”), así como a las propias metáforas (“sus dos minas de carbón me contemplaron sin pestañear”). Todo esto añade un nivel de complejidad a la lectura y a la escritura, pero también añade interés para compensar, ya que hace el texto más variado, más imaginativo y que despierta más los sentidos.

-Lo Inesperado: cuando un personaje es descrito físicamente, lo que sabemos es que a ciencia cierta va a ser follado. Si todo sucede como esperamos, leemos la historia con la antelación de saber el desenlace que se aproxima, con la misma tensión que tenemos cuando desempaquetamos un regalo. Sin embargo, podemos usar eso a nuestro favor introduciendo giros inesperados, de modo que el lector sea sorprendido y sea enganchado a la historia que narramos. Así, salirse de lo predecible a veces puede ser muy útil. Es especialmente útil cuando jugamos con los arquetipos, ya que cogemos la imagen preconcebida del personaje y la cambiamos inesperadamente (un vaquero sensible, por ejemplo). Y también podemos hacer inesperadas las descripciones, ya que no todos los culos tienen que ser “prietos”, ni los pechos “desafiantes de la gravedad”.

-Tensión: quizás una de las cosas más complicadas de hacer es mantener el nivel de excitación en el lector incluso durante las fases en que no está ocurriendo nada erótico en sí mismo. Para esto hay infinidad de trucos, aunque quizás el más sencillo de emplear sea la indirecta. El uso de descripciones con toques eróticos incluso cuando no corresponden (“unas cortinas suaves como una piel”), o simplemente recalcar elementos eróticos en el medio de otros (“mientras me explicaba la posición económica de su empresa, no podía quitar mis ojos de sus labios húmedos por el nerviosismo”). Estos y otros trucos permiten que los lectores no se aburran ni se baje su excitación mientras desarrollamos otros elementos de la historia.

-Relatos por Capítulos: si queremos contar una historia que se alarga en el tiempo, una posible técnica es escribirla por capítulos. Antes de intentar plantearse algo así, hemos de tener muy claro que este tipo de relatos son muy largos de escribir y requieren paciencia y constancia para que se complete la historia y no quede interrumpida como tantas veces ocurre. A mayores, hemos de planear la historia con antelación, haciendo un esbozo de qué ocurrirá en cada capítulo, de modo que no se caiga en la típica dinámica de “sexo por sexo” que rápidamente hace que pierda morbo, interés y atracción porque todo pierde sentido o se vuelve monótono. Si somos capaces de mantener el nivel y el plan, un relato por capítulos es útil ya que permite dedicar tiempo a cada parte de la historia, e ir teniendo comentarios y críticas que nos permitan saber si vamos por buen camino o malo. Quizás incluso nos ofrezcan ideas interesantes que ni siquiera se nos habían ocurrido.

-Sentidos: normalmente, los relatos se escriben centrándose en la vista y el sonido. Es normal, ya que es el centro de la forma de pensar y funcionar del cerebro humano, pero existen otras alternativas. Introducir el olfato, el gusto y el tacto puede ser algo más complicado que decir simplemente (“sus dulces labios”), pero no mucho más, y en cambio permite activar zonas adicionales del cerebro del lector. La dificultad estriba en ir más allá de eso, de simples epítetos, para intentar realmente describir cosas para las que sólo existen palabras poco adecuadas. Intentar explicar un sonido, por ejemplo, es mucho más que decir si es agudo o grave, y sin embargo si lo hacemos bien es enormemente gratificante.

Conclusiones

Todo esto es, simplemente, lo que se me ha ocurrido. Seguro que he dicho mucho menos de lo que se podría decir, y que hay mucho que yo no conozco y que aún he de aprender. Espero sencillamente que sirva como breve guía a una forma particular de hacer relatos.

Quizás sólo me queda un breve añadido por decir: la clave de todo es no tener miedo. Escribir, leer, escribir, mejorar, independientemente de lo que se diga o lo que ocurra. Nadie nace sabiendo, ni los que tienen valoraciones más bajas ni los que las tienen más altas, y sólo con la práctica se consigue la perfección. Así que escribid cosas que os gusten y motiven, ¡ánimo, a llenar la página vacía con magia en negro!

Ideas Adicionales:

Las siguientes son ideas que no estaban en el texto cuando lo colgué la primera vez, sino que las sugirieron los lectores. Sin embargo, creo que vale la pena incluirlas, de modo que no se pierdan unas ideas tan buenas:

-Usar un corrector de texto para asegurarse de minimizar el número de faltas de ortografía posibles. Muchas veces encontraremos que el diccionario de Word o similar no incluye ciertas palabras, para lo cual vale la pena echarle un vistazo al de la RAE o similar e ir añadiendo las palabras que nos hagan falta tras comprobar su correcta ortografía.

-Releer el texto una vez que lo hayamos terminado, especialmente si dejamos pasar un par de días en el medio. Eso nos permitirá tomar distancia sobre lo escrito y abordarlo de nuevo y, al hacerlo, veremos un montón de cosas que queremos cambiar y errores que se nos habían pasado. Incluso mejor, si otra persona puede leerlo y criticarlo a fondo antes de publicarlo. Eso si, tampoco hay que hacer un millón de relecturas espaciadas una semana cada una de la anterior, llega un punto que hay que aceptar que el relato no va a estar perfecto y que es hora de publicarlo y someterlo a la crítica de los demás.

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