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Sonia

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Basilio, un cuarentón español, moreno, de estatura mediana, pelo castaño y rizado, llegó del hospital, donde quedara ingresada su esposa Rosa, una morenaza cubana, flaca de 36 años, de 1.80 de estatura, de largo cabello negro, labios carnosos, grandes tetas, tremendo trasero y grandes ojos negros.

En la sala de estar, sentada en un sillón se encontró a su hija Sonia, que era un cuadro de su madre, en versión jovencita. Sonia le preguntó a Basilio:

-¿Cómo está mi mami?

-Bien. Sólo fue un susto. El médico dijo que se tiene que quedar una noche en observación. Dijo que los golpes en la cabeza son muy traicioneros.

-¡Bien!

-Si, gracias a Dios todo va bien.

Sonia no lo decía por eso. Basilio pronto iba a descubrir porque lo decía.

-¿Cenaste, papí?

-No. ¿Pido una pizza?

-No hace falta. Hice curry, picante, muy picante

-No sé cómo os gustan tanto las comidas picantes.

Sonia, que llevaba puestos unos jeans que marcaban su impresionante trasero, y una camiseta escotada que dejaba ver el canalillo de sus enormes tetas, se levantó y le dijo:

-El picante hace hervir la sangre. ¿Cenamos aquí o en la mesa de la cocina?

-En la mesa de la cocina,

Cenando en la mesa de la cocina. Sonia, quitó una de las zapatillas. Por debajo de la mesa estiró una pierna y puso su pie en la entrepierna de Basilio.

-¡¿Qué haces, Sonia?!

-Lo que llevas tiempo deseando que te haga. Mírame a las tetas y dime que estoy equivocada.

Basilio le miró para el canalillo y le empezó a latir y a engordar la polla.

-Estás en lo cierto, pero no voy a hacerle esa faena a tu madre.

-¡Déjate de tonterías! Mi madre se casó contigo por los papeles y tú con ella por el dinero que te dio.

-Eso fue hace un año. Ahora nos amamos. Y a ti te quiero como a una hija.

Sonia quitó el pie de la entrepierna de Basilio, bajó la cabeza, y mostrando falsa vergüenza, dijo:

-Creo que metí la pata hasta el fondo.

Basilio, que seguía empalmado, le dijo:

-Metiste, ¡Vaya si se la metiste!

Poco después, Basilio, estaba sentado en el sillón grande de la salita de estar. Sonia estaba a su lado.

Y Basilio le preguntó:

-¿Ya te pasó la tontería?

-No. Me muero por tener esa polla tuya dentro de mi chochito.

-No debí preguntar.

Sonia, con voz de mimosita, dijo;

-Anímate, papi, anímate. No vamos a tener otra oportunidad como esta.

-Mejor. No está entre mis planes futuros el acostarme contigo.

-¿Y no me puedes hacer un dedo, papi? Estoy muy, muy caliente.

-Vete a tu habitación y hazlo tú.

-Quiero correrme mirándote a los ojos.

-Sería bonito verlo, pero se entera tu madre y me deja.

Basilio nunca debió decir esas palabras. Sonia se vino arriba.

-Y si se entera de esta conversación también te manda a paseo.

-¿Se la vas a contar?

-Depende. ¿Me haces un dedo?

Basilio, cedió.

-¿Sin besos?

-Sin besos.

Sonia se quitó los jeans y se quedó en bragas y camiseta. Se reclinó hacia atrás y abrió sus largas y moldeadas piernas. Basilio metió su mano derecha entre las piernas de Sonia. Tenía las bragas mojadas. Se las apartó y comenzó a meterle un dedo en el chochito empapado... Basilio no se lo podía creer. Su dedo medio le entraba apretado.

-Me gusta, papito, me gusta mucho. ¿Me comes el chochito?

-No.

Sonia comenzó a magrearse las tetas.

-¿Cómemelo, por favor?

-Que no.

-¿Y las tetas, me comes las tetas?

-No.

Basilio empezó a follarla con el dedo. Al meterlo, su chochito, lo dejaba entrar, pero al sacarlo, sus paredes lo apretaban.

Sonia se deshacía en gemidos.

-¡Qué bien lo haces, papi!

Sonia buscó con sus labios los labios de su padre.

-Dame un beso, papi.

Basilio, le hizo la cobra.

-Ese no era el trato.

Sonia le quiso abrir la cremallera del pantalón. Basilio le quitó la mano.

Sonia ya empezaba a sentir el cosquilleó y desesperaba.

-¡Joder, papi, déjame agarrar algo!

Sonia le puso la mano sobre la polla. La humedad ya manchara el pantalón de Basilio. Le abrió la cremallera. -ahora, Basilio la dejó hacer- Le quitó la polla y empezó a masturbarla.

Sonia volvió a buscar con sus labios los labios de Basilio.

-Dame un beso que me viene, papi.

Basilio le volvió a hacer la cobra.

-No.

-Bésame... -se puso tensa- ¡Me cooooorro!

Basilio, besó a su hija, Sonia, con el dedo dentro de su chochito, contorsionándose y sacudiéndose con el placer, le devoraba la lengua con sus labios. Basilio no se pudo aguantar y se corrió en la mano de su hija.

Continuará.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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