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Las capacidades de Luis (I)

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Este relato es fruto de mi imaginación y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Luis era un chico de instituto que se podría considerar friky. Él tenía 18 años recién cumplidos y aún no había mantenido relaciones sexuales con chicas. Poco sabía el protagonista que su vida iba a cambiar para siempre…

Luis era un apasionado del ocultismo / esoterismo pero nunca encontró el material adecuado. Un día, mientras estaba mirando con poco interés dentro de una librería de barrio, encontró un libro sobre ocultismo que le llamó poderosamente la atención. Sin dudarlo, lo compró.

El libro consistía en cómo entrenar la mente para poder influir en otros seres: animales y personas. En un principio le pareció un libro poco creíble pero le dio una oportunidad…

El entrenamiento fue duro, tuvo que ‘entrenar’ cada día de 2 a 3 horas durante 2 meses pero los resultados fueron poco más que asombrosos. Primero practicó con pequeños animales y tuvo éxito. Después practicó con las personas. Les enviaba pequeñas órdenes y funcionó también. La cosa prometía se dijo a sí mismo.

Luis hacía girar a las personas que veía por la calle como si fuesen títeres. También atraía hacia él a pájaros, ardillas e insectos. Con la práctica constante tuvo éxito el 100% de las veces. Pero claro, el ser humano es ambicioso por naturaleza así que pensó en realizar unos experimentos un poco más contundentes.

Al igual que todos los chicos y chicas de su edad, Luis tenía en mente el sexo y el libro le podría ayudar a facilitar las cosas con las chicas. Eligió a una cobaya humana para poder ir un poco más allá con sus experimentos. La candidata fue la panadera del barrio.

La panadera del barrio era una chica de unos 25 años que realmente era muy sexy. Era rubia con unos ojos verdes muy grandes e intensos que hacía que a Luis se le pusiese dura con sólo pensar en ella.

Luis era muy tímido y aunque parecía que tenía la situación controlada, intentó hacer el experimento desde la ventana de su habitación a través de la cual se veía la panadería perfectamente, ya que ésta se encontraba en la calle de enfrente. A través del escaparate, se veía perfectamente a la chica. Luis mandó órdenes telepáticas para que la panadera, que se llamaba Clara, se sintiera excitada. Muy excitada.

A los pocos segundos de empezar con la manipulación a distancia, Clara se empezó a poner nerviosa. La influencia de Luis estaba funcionando. La chica se veía claramente alterada y confundida, ya que no sabía que le estaba ocurriendo. Mentalmente, Luis le ‘propuso’ que se tocara los pechos y la chica lo hizo. La chica se abrió la blusa y empezó a manosearse las tetas con total descaro. Le daba igual que algún cliente pudiese entrar en el establecimiento. Ella estaba muy cachonda y quería tocarse.

Nuestro protagonista, Luis, no pudo evitar sentirse excitado también. Pero el chico era bastante tímido y dejó de centrarse en la chica, con lo que la excitación de Clara finalizó.

La chica no daba crédito. Nunca antes le había pasado eso antes. Era como si de repente hubiesen tocado el ‘botón’ de la sexualidad de su cerebro y no importara nada más. La chica sintió pena de sí misma ya que si hubiese entrado algún cliente, su jefe la hubiese despedido.

Luis estaba muy contento, su influencia funcionaba también con el sexo. Podía alterar a distancia las voluntades de los demás y parece ser que ellos no se daban ni cuenta de que estaban siendo manipulados. Pero por desgracia, Luis era muy tímido. Tenía que dejar de serlo porque se abría ante él un universo de posibilidades…

-Tengo que dejar de ser un chico tímido - se dijo a sí mismo.

Después de mucho pensar se dijo que tenía que hacerlo, tenía que abusar de la panadera. Le encantaba su cara. La chica realmente tenía un rostro angelical y quería ver ese rostro mientras ella estuviese de rodillas chupándole la polla.

- Vaya hombre, tengo que comprar el pan para la merienda de hoy - se dijo a sí mismo sonriendo.

Se puso otra vez en la ventana de su habitación y volvió a ‘acribillar mentalmente’ a la pobre Clara. Ésta vez la excitó de nuevo, pero en vez de forzarla a tocarse sus pechos, Luis le hizo tener unas ganas locas de chupar pollas.

La chica realmente se estaba poniendo muy nerviosa y alterada. Lo que estaba sintiendo no era normal en ella. Clara era una chica nada promiscua que tenía una pareja estable, un chico, con quien tenía una relación de 2 años. Pero ella estaba perdiendo el control de sí misma y eso era un shock para ella.

Luis salió de su habitación y de su casa. Entró en la panadería y encontró a Clara visiblemente alterada con gotas de sudor en su frente. Luis le deseó las buenas tardes.

- Buenas t-tardes, Luis - dijo la chica, sonriendo, intentando aparentar una falsa normalidad.

- Te encuentras bien, Clara? - El chico intensificó su influencia mental.

Clara cerró los ojos. Estaba muy excitada. Luis no lo veía pero su coño estaba chorreando como una catarata. Clara estaba terriblemente asustada porque en su mente no podía pensar otra cosa que en hacer una mamada a alguien. Y justamente ahora aparece Luis, el vecino de 18 años que ella conoce desde que era un crío. Lo que estaba pensando no estaba bien, quizá se estaba volviendo loca.

Luis se acercó al lugar donde estaba Clara y entonces lo vio. Clara jadeaba y su vagina estaba goteando por la excitación sexual que ella sentía. Luis le tocó la cara con dulzura.

- Clara, estás bien? Puedo hacer algo para que te sientas mejor? - Luis puso cara de inocente.

La chica abrió los ojos y sin mediar palabra cogió a Luis y lo llevó a la trastienda de la panadería. Con cara de tigresa, se puso de rodillas y mirándolo con esos ojos verde esmeralda de gata que tenía le puso la mano en el pene.

- Clara, qué haces? - intentó hacerse el sorprendido aunque en su interior deseaba que la chica se pusiese en acción.

- Sinceramente, Luis, no tengo ni idea de porque hago esto, pero lo haré y tú lo disfrutarás - dijo con cara de viciosa.

Clara le bajó los pantalones y luego los calzoncillos con los dientes. El soldado de Luis ya estaba preparado para la ‘guerra’. Clara cogió el pene de Luis y se lo puso en la boca. Acto seguido empezó a lamerlo y chuparlo.

Luis no se lo podía creer. Él no tenía ni idea de cómo sería el sexo oral pero le pareció mucho más placentero que las pajas que se hacía a diario. La lengua de Clara jugaba con su glande con maestría. Además, sentía el aliento cálido de la chica en su pene y eso le excitaba muchísimo. Luis lo estaba pasando en grande.

- Sigue, preciosa. - Dijo Luis acariciando la cara de su panadera preferida.

Clara chupaba el pene de Luis como una posesa. Se lo metía hasta el fondo de su garganta y no dejaba de lamerle el glande con auténtica profesionalidad. Luis estaba en el paraíso, una de las chicas más guapas que había visto nunca en su vida estaba en una situación completamente sumisa. Al cabo de unos minutos, Luis estuvo a punto de eyacular.

- Cariño, me voy a correr… - Dijo Luis.

- Dame tu leche, dámela toda. Quiero hasta la última gota! - Clara realmente estaba poseída por la lujuria y Luis no haría nada para cambiar eso.

Luis se corrió en la boca de la preciosa Clara. Tuvo, con diferencia, el orgasmo más fuerte que había tenido en toda su corta vida. Clara, como buena sumisa, se tragó toda la leche de Luis. Una vez el pene de éste estaba completamente libre de semen, la chica le miró y sonrió.

- Luis, tu leche estaba deliciosa.

- Gracias, guapa. Tú me hiciste ver las estrellas si quieres mi opinión.

La chica sonrió y le dio un abrazo. El abrazo duró unos segundos bastantes largos. Acto seguido, la chica pareció volver en sí y se empezó a asustar de lo que acababa de hacer.

- Por favor, Luis, te lo ruego… No le digas nada de esto a nadie, yo tengo novio… - Dijo bastante apenada.

- Será nuestro secreto, guapa. No te preocupes. - Le acarició el rostro.

Luis se puso los calzoncillos y los pantalones, compró una barra de pan y se fue de la panadería después de despedirse de Clara con un beso en la frente. Vaya orgasmo le había dado la chica. Luis se encontraba muy feliz.

Luis entró en su casa y guardó el pan en el armario de la cocina. Acto seguido, se sentó en el sofá del comedor y se puso a pensar. El libro que compró era simplemente genial, genial de veras. Y tenía que sacarle todo el jugo (y que otras chicas le sacasen el jugo a su pene).

CONTINUARÁ…

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