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Coco

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Coco viene a alegrarme la vida. Cuando Coco llega a mi casa, todos los malos humores desaparecen. ¡Tendríais que verla!: una mujer de la cabeza a los pies: bien formada: de rostro bellamente mofletudo, robusta de hombros, tetas grandes y redondas, cintura ancha, culo carnoso, muslos blandos y largos, pies pequeños. ¿Os he descrito a una Venus ancestral?, pues eso es.

Cuando Coco llama al telefonillo de mi casa sé que seré feliz. ¿Que cómo lo sé?, ¡vaya preguntita me hacéis! Mirad, Coco entra, me planta un beso en los labios, me tantea la entrepierna y, acto seguido, se sienta en mi sofá y me llama. Y hablamos... ¡de muchas cosas! Hablamos. ¿Follar? No, ella no folla, hace el amor.

A veces Coco se pone a limpiar mi mugrienta cocina, y yo aprovecho, y, por detrás, sin que ella note que me acerco, apoyo mi pecho sobre su ancha espalda y meto mis manos por debajo de su camiseta, le acaricio sus tibios y gomosos pechos. Entonces, Coco nota mi erección en su espalda y se contonea mientras termina de enjugar un sucio trapo en el fregadero. Y me dice algo sobre que mi bichito está travieso, sobre capullos que se han abierto, sobre desesperezamientos y cosas por el estilo. ¿Que si me masturba? No, ella no me masturba, me provoca poluciones.

Tendríais que ver a Coco semidesnuda sobre mi cama deshecha: una pierna estirada, la otra plegada bajo el peso de su cuerpo, su torso desnudo erguido, las palmas de sus manos apoyadas en el colchón, así como a la espera. Yo entonces me inclino y beso su cuello, la comisura de sus labios, su barbilla, y ella siente que desfallece. ¿Que cómo lo sé?, ¡bah, no sabes nada de mujeres!

Siempre que Coco me ve deprimido me practica una felación porque quiere que yo obtenga un orgasmo sin esfuerzos. Su cabeza baja y sube entre mis muslos mientras observo mi pene ocultarse y aparecer en su boca y mis manos estrujarle las hermosas tetas bamboleantes a la altura de mis rodillas alzadas en ángulo. ¿Que si se traga mi semen? Eso es muy personal, aunque diría que sí.

Coco se difumina. Vamos viéndola cada vez con menos luminosidad. Hay momentos, breves, en los que la vemos botando sobre el pubis de él, mordiéndose los labios, lanzando femeninos y lastimeros quejidos al encerrado aire de la habitación, pero apenas es un esbozo de un recuerdo. Incluso hay segundos en el que su cuerpo se metamorfosea, y ya no es una, sino que son varias mujeres las que vemos: un segundo, una; otro segundo, otra; y así. Sin embargo, Coco es la última que él ve cuando se vierte.

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