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(1) Cuestión de bragas

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1

Alaska Air Group ha completado la compra de Virgin America por 2.600 millones de dólares (2.439 millones de euros), que se convierte así en la quinta mayor aerolínea estadounidense por volumen de pasajeros, y cuya fusión dará lugar a la primera compañía de la Costa Oeste de EEUU.

El acuerdo de fusión definitivo, firmado en abril y aprobado por los accionistas de Virgin America en julio, supone una alternativa a las cuatro grandes -American Airlines, United Airlines, Delta Airlines y Southwest Airlines- que controlan el 84% del mercado aéreo interno y cubrirá una amplia red de rutas con casi 1.200 vuelos diarios a 118 destinos en EEUU, México, Canadá, Costa Rica y Cuba.

Las flotas de Virgin America y Alaska Airlines, propiedad de Alaska Airlines Group, suman 286 aviones con una edad media de 8,1 años, la más joven de las cinco aerolíneas del país.

El grupo tendrá su sede corporativa en Seattle y sus 'hubs' -centros de conexión de vuelos- Portland, Anchorage, San Francisco y Los Ángeles, además de la base en Seattle. Juntas ofrecen ya 289 vuelos diarios a 52 destinos de California, incluyendo 113 vuelos diarios sin escalas a 32 destinos de California.

Se espera que su fusión sea rentable en el primer año completo, para unos ingresos anuales de 7.400 millones de dólares (6.944 millones de euros), un 27% más. Juntas emplean a 18.800 personas y cuentan con 40 millones de clientes anuales.

La combinación de los principales mercados de Alaska Airlines en el noroeste del Pacífico, el Estado de Alaska y ahora en California sumará más de 175.000 movimientos desde los aeropuertos de Golden State, incluidos San Francisco y Los Ángeles.

Alaska Airlines, junto a sus filiales, transporta al año a 32 millones de pasajeros y cubre una red de 110 destinos, con un promedio de 970 vuelos diarios a través de los Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, México y próximamente Cuba.

2

Nada más entrar en la discoteca, los flashes luminosos cegaron a Lourdes Castro y a sus cinco amigas. Luego las primeras gogós bailando en jaulas doradas anunciaban la maravilla que se avecinaba: un océano humano de personas acaparando los tres pisos y al son de la música techno house.

Entre empujones y salpicaduras de sudor, Lourdes y sus amigas alcanzaron la barra del bar. Tenían ganas de chopitos, de zorrear y de emborracharse. Y Lourdes la primera. A grito pelado llamaron al barman. Dos rondas de chopitos. La engulleron a la vez y seguidamente. Enseguida se acercaron los tres primeros buitreros de pelo engominado. Eligieron chica y cada una se perdió entre el gentío mientras el buitre la magreaba el culo. La cuarta amiga se largó a bailar. Y la quinta se puso a discutir por el móvil durante largo rato.

-Joder… -Lourdes vio que se quedó sola y pidió un Gin tonic. Putas de mierda. Siempre hacían lo mismo. Lourdes se abrió el escote, se subió más aún la minifalda, enseñó sujetador y esperó que el buitre viera la apetitosa carroña, pero pasaban los minutos y nada.

Ni siquiera la vio. Llevaba un minuto bailando enfrente, bebiendo una copa y lo más hermoso que alguien se podía imaginar. Y lo mejor de todo es que parecía coquetear con Lourdes. Ella tardó en reaccionar. Aquella jovencita de maquillaje caro y vestido de Zara de 190 euros no podía estar mirándola a ella, pero no había equivocación. Las miradas se entrelazaron en el aire y Ana Etxeberría se aproximó con pasos de baile y recordando a una stripper en un lap dance privado.

-Me pregunto qué hace una cosita como tú sola en un lugar como este –se sentó Ana a su lado.

-Pues…

-No me lo digas. Tus cinco amigas se han ido a zorrear y han pasado de ti.

-¿Cómo lo sabes?

-Te he observado desde que has llegado.

-¿A mí?

-Eres un bomboncito de chocolate. Muy zorrona pero un bomboncito.

-Perdona, pero es que me has dejado descolocada.

-Esperabas una polla dura, ¿verdad?

-Pues sí, algo así.

-¿Nunca has tenido una experiencia lésbica?

-No, soy hetero.

-Yo soy lesbiana hasta las bragas. Me gustan tus tetas.

-Gracias.

-Y tu pelo trenzado está muy bien conseguido. No sé qué haces en esta zona cuando podrías encajar en el lounge VIP. ¿Te animas?

-¿Cómo? No nos dejarán entrar.

-A mi sí.

-¿Tienes entrada VIP?

-¿Lo dudas? Yo hago lo que me sale del potorro en esta discoteca. Me follo a la dueña, seis gogós son follamigas mías y con el jefe de seguridad hago y deshago. Vamos, verás cosas flipantes.

-Vale, venga.

-Coge tu copa.

Todos los movimientos y gestos de Ana eran cada más y más sensuales y evocadores. Lourdes la siguió detrás e hiptonizada con su portentoso culo. Lo movía con un meneo brasileño que no dejaba indiferente a nadie del alrededor. Todos se abrían paso para deleitarse con los andares de Ana y su cuerpo gimnástico ceñido en el conjunto de noche.

Subieron unas escaleras hasta el segundo piso. Aquí Ana cogió el pasillo de la derecha donde la música era menos ensordecedora. Todos y todas saludaban a Ana. A veces ella ponía el culo como saludo para que lo palmearan. Lourdes no salía de su impresión. Qué pedazo de hembra. Qué raza de chica.

-Oye, ¿llevas bragas? –se giró Ana un momento.

-Sí, ¿por?

-Quítatelas. Donde vamos está mal visto.

-Ah, vale.

Así lo hizo Lourdes.

Ana no se perdió ese momento.

-¿Y qué hago con ellas? –preguntó con las bragas en las manos.

-¿Están sucias?

-Creo que sí, no sé.

-Dámelas a ver –Ana las olió con satisfacción al comprobar la suciedad de ambos lados-. Me las quedo. Las colecciono.

Ana se las guardó en su bolsito de Loewe de 900 euros.

-¿Te gusta el olor a coño sudado? –se extrañó Lourdes.

-Me gusta todo lo que sea coño –la guiñó un ojo con picardía-. Vamos, es por ahí.

Cruzaron una puerta custodiada por dos gorilas y aquí empezaron las sorpresas. Lourdes se vio en una sala ambientada con todo lujo de detalle, música chillout y camareras uniformadas de una belleza indescriptible. Ana saludó a todas con un morrito en los labios. Empezaron a desfilar guaperas y bellezones que vaivenían como suspiros de amor. Las paredes parecían desprender luz. Flashes de neón surgían de aquí y allá como señales de tráfico por la noche.

-Ven, es esa mesa de ahí –señaló Ana una mesa con luz fluorescente y cómodos sofás que hacían de sillas.

A causa de los nervios, Lourdes se rebajó la minifalda, casi sin darse cuenta.

-¿Qué coño haces? –la vio Ana-. Aquí cuenta la carne, no la ropa.

-Ups, lo siento… -Y Lourdes se la volvió a subir casi al filo del culo.

-Así me gusta. Oye, ¿te ha bajado la regla?

-¿A mí? No. ¿Por qué?

-Estos sofás cuestan 3000 euros cada uno y hay que dejarlos limpios.

Ambas rieron en total sintonía la una con la otra.

Lourdes tomó asiento y Ana pegadita a ella.

-¿A qué hueles? –le llegó a Lourdes su aliento mentolado y fresco.

-Oh, perdona, ha sido un pedete cortito pero oloroso.

-Tonta… -rió Lourdes y luego Ana.

-¿Te gusta esto?

-¿Que si me gusta? Este sitio es la hostia.

-No mojes, ¿vale? Aguántate un poco.

-Vale, a ver si puedo.

Más risas.

Enseguida una camarera las atendió.

-Hola –la saludó tímida Lourdes.

-Hola, ¿qué os pongo?

-Un ron portugués con coca-cola acompañado con unos dátiles de Israel. Mi amiga tomará lo mismo.

-Perfecto –anotó la camarera.

-Cindy, se te han puesto las tetas de punta. Me das en la cara y me dejas tuerta –se fijó Ana en su blusa.

-Cuando quieras follamos en los baños. Estoy más salida que el pitón de un toro –reconoció la camarera.

-Eso se puede arreglar. Dile a Sony que te tomas 20 minutos libres, que se lo pide Ana Etxeberría. ¿Con 20 minutos tendrás tiempo suficiente para follarnos a las dos?

-¡Hecho! –Y Cindy casi se fue corriendo

-Muy guapa pero muy zorra –sonrió Ana.

-Creo que esto se sale de madre. Ni siquiera sé tu nombre y el ron con coca-cola costará un óvulo. No tengo dinero para pagarlo.

-Tranquila, date por invitada.

-Oye, yo no pienso follar contigo ni con esa camarera.

-Cindy García.

-Bueno, con Cindy García. Te lo he dicho. No soy bollera. Además, todas las bolleras sois unas viciosas de mierda.

-Le das mil vueltas a la cabeza. No pienses. Vive el momento.

-Será mejor que me vaya.

Ana respondió abriéndose la blusa y enseñando sus tetas firmes y preciosas.

-Joder… -es lo primero que opinó Lourdes-. ¿Son tuyas?

-Naturales.

-Y una mierda. Llevas implantes.

-Compruébalo.

-¿Puedo tocar?

-Tocar y chupar si quieres.

-Es que son dos mamas… madre mía…

-Lourdes, no mojes o te pongo un corcho de vino.

Lourdes palpó una teta impresionada. Luego la otra. Otra vez la primera. Y la segunda con más ímpetu.

-Hazlo ya, lo estás deseando.

Y la boca de Lourdes atacó al pezón derecho como un bebé de tres meses.

-Mmmmmm… eso es… -disfrutaba Ana.

Lourdes se cebó con las tetas de Ana a base de lengüetazos y sobeos.

-Ya estoy aquí –apareció Cindy totalmente desnuda.

-Coño… -quedó Lourdes fascinada al verla.

-Sigue mamando leche y calla –la obligó Ana y Lourdes continuó entretenida con ambos pechos otro minuto más-. Ponte a mi lado, Cindy.

-Voy.

-Lourdes –la llamó Ana pero estaba embelesada chupando sus pezones-. Oye, tú… Lourdes… -Nada. Tuvo que empujarla hacia atrás para luego besarla con lengua. Hubo un intercambio de salivas que a Lourdes le cambió la vida.

-Hey, yo también quiero –se hizo notar Cindy.

-Lourdes, métela la lengua hasta la garganta.

Lourdes dudó, pero finalmente lo hizo y otra vez surgieron lengüetazos y chorreo de salivas. Mientras tanto Ana se fue desnudando hasta quedar sin ningún vestigio de ropa. Lourdes y Cindy seguían enfrascadas en un beso largo y apasionado.

-Cindy, que me la corres sola. Para ya –ordenó Ana.

A Cindy le costó porque no podía pero logró despegarse de Lourdes.

-Fuera ropa, zorrita impulsiva –le desabrochó Ana el top y se lo quitó. Lourdes misma se quitó la minifalda y se descalzó los tacones. Todo a trompicones y con un calentón que podía con ella.

-Cindy, a por ella –la animó Ana.

-Túmbate, perra –la obligó Cindy en el sofá, la agarró de los muslos y entró con toda la lengua vagina adentro.

-Ohhhhh joder… -encorvó Lourdes la espalda de extremo placer.

-Que tarde en correrse, Cindy –la susurró Ana para que Lourdes no escuchara y luego se levantó de la mesa a coger el móvil.

Lourdes andaba tan extasiada de gozo que ni se percató que Ana grababa el instante con el móvil. Usando el zoom y los ángulos perfeccionó el vídeo porno hasta límites de cine X comercial.

-Madre mía… jodeeeeer… -Lourdes se agarraba la cabeza del alucine. Se sentía una imbécil por no haber probado esto antes.

-Cindy, dale –avisó Ana.

Y Cindy intensificó los chupetones durante un minuto hasta que Lourdes no pudo más y se corrió con un orgasmo espectacular. Los poros se abrieron y el sudor cubrió todo su cuerpo. Sofocada abría la boca buscando aire. Fue la mejor experiencia de su vida.

-¿Cómo te sientes, nena? –seguía Ana grabando.

-¡Muy puta! ¡Yeahhh!

-Esta es mi chica –rió Ana.

Cindy se reincorporó para besar a Lourdes primero y luego hacer la pregunta pertinente:

-¿Te ha gustado?

-No me ha gustado. Me ha encantado.

Y Cindy volvió a besarla, esta vez con la lengua sacada.

Ana se apartó junto a un hombre trajeado de Armani y semblante serio.

-¿Lo tienes?

-Todo.

-¿Se ve su cara?

-Y su coño –sonrió Ana-. Tranqui, joder, soy una experta en videos de sexo.

-Pásamelo.

-Lo acabo de hacer. No soy una aficionada. Quizás el palurdo sea usted.

-No quiero fallos.

-Yo el único fallo que temo es el período. Sonríe un poco, hostias. ¿No lo pasas bien? Porque yo me divierto como una perra.

-Admito tu belleza.

-Admito tu belleza –puso Ana voz burlona de hombre-. Tomaré eso como un “estás de puta madre”.

-¿Qué hora es?

-Calma, está todo controlado.

-Hay que avisar para hacer la llamada.

-Te invito a un Martini con hielo. Luego haremos la puta llamada. ¿Vale? Ya me estás tocando el coño. Hazme caso y suelta la polla un poco. Admito tu belleza. Hay que joderse. ¿De dónde te han sacado? ¿De una academia pija de Nueva York? Escucha a la profesional –y Ana soltó un pedo largo y sonoro. Esta vez el hombre sonrió pese al tufazo-. Eso me gusta más. Y tómate el puto Martini. Lo necesitas.

3

Como las paredes eran en realidad ventanales, la luz de la tarde iluminaba perfectamente la sala de reuniones. Un grupo de seis hombres miraban y atendían al cargo principal de la compañía aérea.

-Bueno, estamos esperando –hablaba Héctor Ramírez con su traje impoluto.

-¿De verdad creéis que voy a firmar esta bazofia? No pienso dar cobertura aérea a ningún cargamento de drogas y menos de trata de blancas. No soy tan gilipollas.

-Lo pasará mal si no firma.

-No os tengo miedo. Con peores gentuza me he mezclado.

-Escuche bien, la fusión de aerolíneas abarca infinidad de rutas. Solo pedimos unas cuantas hacia México y del Golfo a Madrid.

-¿Crees que me chupo el dedo? Ustedes representan a diferentes carteles de la droga mexicana. Prefiero morir destripado antes que daros vía libre para vuestros chanchullos. Vamos, ¿qué vais a hacer? ¿Torturarme? Porque no pienso firmar esta mierda de papeles. Se acabó esta conversación. ¿Algo más?

Pero los hombres rieron entre ellos.

-¿Qué coño os hace gracia?

En ese momento sonó su móvil.

-Cójalo. Es importante.

El hombre se puso.

-¿Quién es?

-Mire su whatsapp privado –habló una voz varonil y luego colgó. Aunque temeroso, consultó su whatsapp encontrado un canal nuevo no agregado y con un vídeo enviado. Tardó pero pulsó con el dedo y el vídeo se descargó. Quedó horrorizado al ver a su hija de 18 años, Lourdes Castro, espatarrada en un sofá y con la boca de Cindy García entre sus piernas. Y así durante 7 largos minutos hasta que su hija chilla con mesura y se corre a lo salvaje.

-¿Comprende ahora por qué nos reímos?

-Esa no es mi hija. Es un montaje.

-Deje de decir pendejadas y firme. O su hijita del alma acabará en el canal pornotube, en las redes sociales y porqué no, en la web oficial de su instituto. No querrá eso, ¿no? Su hija. La alegría de su vida. El hazmerreír de sus amigas. La burla de su familia. Eso no lo llevaría muy bien usted en su trabajo. Todos riéndose a sus espaldas. Y además…

-¡Basta! Vale. Firmaré. Pero antes debo hacer una llamada.

-Tiene dos minutos.

-¿Pueden salir un momento? Es una llamada privada.

-Ya sabemos a quién va a llamar. Hágalo.

El señor Castro la realizó pese a todo. Era a su secretario y contable.

-Hola, soy yo, Shelton Castro.

-Ya lo sabes, ¿no?

-Claro… ¿Qué tengo que saber?

-Creí que por eso me llamabas. No sueles hacerlo a estas horas.

-Benet, ¿qué ha pasado?

-Me chantajean con un vídeo porno de sobrina de 17 años. Me amenazan con divulgarlo y ridiculizar a mi familia si no accedo.

-¿Acceder a qué?

-A que tú firmes. No sé el qué pero hazlo, joder. No me importa lo que sea, pero hazlo, Shelton. Deseo acabar con esta pesadilla. No voy a consentir que ese vídeo acabe en webs privadas de pederastas. Así que ya sabes. Firma, joder.

El señor Castro colgó pálido y con la cara desencajada.

-Muy bien. Ya hemos perdido demasiado tiempo. ¿Firma o no?

-Está bien. Firmaré. Pero con la condición de que esos vídeos desaparezcan. Sin copias ni trucos.

-Nos parece bien, pero firme de una puta vez.

Temblándole la mano, el señor Shelton Castro fue firmando acuerdo tras acuerdo en la docena de documentos.

-Sois unos hijos de puta –casi lloraba el señor Castro.

-No, su hija es una puta –rió Héctor mientras guardaba los documentos en una carpeta. Luego hizo una llamada con su móvil a Ana Etxeberría-. Kity, ya está hecho. Ha firmado.

-Buen trabajo. ¿A qué hora coges el vuelo a Málaga?

-Dentro de cinco horas.

-Muy bien. Aquí nos vemos.

-Ha pedido este pendejo que se destruya el vídeo sexual de su hija y el de su secretario.

-Ya están circulando por facebook, pero dile que sí, para que mañana se lleven una sorpresa.

-Eres muy mala. Y eso me encanta.

-Mueve el culo hasta aquí y te premiaré con una sesión de sexo duro.

-Mmmm, eres la puta hostia. Nos vemos esta madrugada. –Y colgó.

-¿Con quién hablabas? –se interesó Shelton Castro.

-Con mi jefa.

-¿Es una mujer?

-No, no es una mujer. Ella va más allá de eso. Es la que baila con el diablo y vuelve para contarlo.

-No entiendo…

-Ni falta que hace. Que tengas buena tarde –volvió a reír.

-¿Por qué te ríes?

-¿Yo? ¿Reírme? No. Bueys, nos largamos. –Y abandonaron la sala en fila.

Shelton Castro se hundió en sus pensamientos y su desazón.

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