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Al principio fue curiosidad (final)

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Chupé y chupé ansiando que esa verga me inundara la boca con su leche… Y eso fue lo que ocurrió después de un rato… ¡Ay, qué delicia!...

Tragué todo ese néctar mientras el dedo de doña Herondina me hacía desear algo más grande… ¡la verga de don Antonio!... “¡Ay, por favor… -pensaba yo- que recupere fuerzas y me la meta toda!”…

Y mientras don Antonio se recobraba, doña Herondina me había hecho suyo sin que yo me resistiera, claro… Me tenía en el piso, de costado, y ella encima de mí, besándome y acariciándome las nalgas y los muslos mientras no dejaba de horadarme el ano con uno de sus dedos…

Yo gemía y jadeaba, ardiendo de calentura…

-Querés verga, ¿cierto, bebé?... Te morís por una verga en tu culo…

-Ay, sí… -admití entre suspiros…

-Y claro que te la vas a tragar, putito… Antonio, el nene es todo suyo…

-Y lo voy a usar a fondo… A ver, putito, en cuatro patas…

-Sí, don Antonio… Y le ofrecí mi culo en la posición que me había ordenado…

-Separá las rodillas… -me ordenó doña Herondina…

Lo hice y don Antonio se ubicó entre mis muslos y empezó a acariciarlos… ¡Me mata que me acaricien los muslos!... Y él los acariciaba por afuera y por adentro y alternaba caricias con pellizcos en la parte interior -donde la piel es muy suave y sensible- que me provocaban un dolor delicioso…

-¿No se va a lubricar la pija con alguna crema, Antonio? –preguntó doña Herondina…

-Le voy a poner nada más que saliva, y que el putito se la aguante aunque le duela mientras se la entierro…

“¡Qué sádico!"... pensé dispuesto a sufrir todo lo que fuera necesario a cambio del placer de ser dominado y cogido por ese viejo perverso con la complicidad activa de doña Herondina...

Y sufrí, claro que sufrí un dolor muy fuerte, pero solamente mientras me la estaba metiendo, porque cuando ya la tuve toda adentro ese dolor desapareció y le dejó su lugar al placer, un placer indescriptible de tan intenso… Fue sublime sentir el ir y venir de la verga dentro de mi culo y el golpetear de los huevos en mis nalgas a cada embate…

Mientras tanto, doña Herondina se había arrodillado ante mi cara: -Chupame los dedos, Jorgito… -y alzo los dedos índice y medio de su mano derecha…

-Abrí el hocico, perrito… -lo abrí y lamí y chupé sus dedos sintiendo el goce de la humillación, que es glorioso cuando uno es un putito sensible y sumiso como lo soy yo…

De pronto, mientras yo seguía chupando y lamiendo los dedos de doña Herondina, don Antonio me aferró por las caderas y empezó a jadear con fuerza hasta que esos jadeos se transformaron en rugidos de bestia y fue entonces que sentí en el interior de mi culo varios chorros de semen caliente… El viejo cayó sobre mi espalda y después se deslizó al piso, donde siguió jadeando de espaldas…

-¡Bravo, Antonio! ¡bravo!... –lo alentó doña Herondina y me sacó los dedos de la boca…

Les cuento cómo siguió todo desde aquella tarde… Cuando vuelvo de la escuela al mediodía dejo la mochila y voy a lo de don Antonio aprovechando que papà y mama ya están en sus trabajo…

Todo empieza con la zurra que me da doña Herondina sobre sus rodillas después de hacerme desnudar y que nos calienta tanto a los tres… Después el viejo me usa por la boca y por el culo y me tienen varias horas haciéndome de todo… Una tarde don Antonio dijo que ya está viejo para ocuparse de la limpieza y empezaron a usarme como mucama…

-Pero podés negarte, Jorgito… Aunque claro que si te negaras no venís más… -me dijo doña Herondina y la sola mención de esa posibilidad me aterró:

-¡No!... Eso no, por favor…

-¿Entonces sos la mucamita de don Antonio?...

Tragué saliva y acepté:

-S… sí…

-¿Sí, qué, Jorgito?...

-Sí soy el… la muca… la mu… la mucamita de don Antonio…

Ambos rieron y aplaudieron sádicamente entusiasmados con mi sometimiento a sus deseos…

A partir de ese día primero hago las tareas domésticas y recién después viene el placer… Un placer del cual ya no podría prescindir… Que don Antonio y doña Herondina hagan conmigo lo que quieran, menos abandonarme…

Fin

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