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Mis vecinos mirones

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Me miraban desde sus balcones de una forma muy indiscreta, mientras yo me bañaba en la piscina, miraban todos; ¡padres e hijos! Decidí bañarme desnuda y hacer que se sintieran incómodos mirando y, ¡nos dejaran en paz!

La casa de mis padres, al principio, no tenía vecinos; solo había solares alrededor. El bum inmobiliario hizo que construyeran bloques de pisos a nuestro alrededor. Todos esos bloques lindaban con mi casa y no tenían ventanas que miraran a nuestro hogar, ¡pero el último bloque que construyeron!, lo separaron dos metros de nuestro terreno; para poder llenarlo de balcones que miraban directamente a nuestra piscina. Al principio no perdimos la intimidad, porque con la crisis, ¡no vendieron ni un solo piso!, cosa que a nosotros nos benefició. Todo cambió cuando, hace poco, se vendió uno de los apartamentos de la segunda planta. Lo ha comprado una familia que, ¡siempre están asomados a los balcones!, como lagartos al sol.

Mientras yo tomaba el sol en bañador, observaba a los vecinos apoyados en sus barandillas, mirándome. Yo ocultaba mis ojos tras las gafas de sol. Los nuevos vecinos son un matrimonio con tres hijas, a cual más guapa, y un chico que no está mal. Mis padres ya casi no se bañan en la piscina y están pensando en vender la casa... el otro día dijo mi padre:

—Nuestra piscina, parece un espectáculo y nosotros los "actores".

Mis padres se marcharon con el yate a Córcega y me quedé en casa sola, no quise ir con ellos porque este mes de agosto tengo más de cinco fiestas "de las buenas" además de lo de Pedro y Juan. Antes de marcharse mis padres, mi madre me dijo que la casa estaba ya vendida y que nos mudaremos en septiembre. Me dio coraje tener que mudarnos por culpa de unos vecinos mirones y me quise vengar.

Hace varios días y, estando ya sola, comencé a poner mis tetas al sol bajo la atenta mirada de los vecinos, el padre de familia me dijo mientras se zampaba un bocadillo en su balcón:

—Bonitos pechos jovencita.

Pensé en lo que había dicho mi padre antes de zarpar, que éramos: ¡un espectáculo!

Empecé a idear… observándolos a fondo: el padre se ve educado pero un poco vulgar, la madre está muy gruesa y siempre lleva vestidos anchos; es algo fea de cara. El matrimonio tendrá unos sesenta años; el hijo, unos treinta años y las tres hijas entre los dieciocho la pequeña unos veinte y veintiocho las otras dos. Todos se ven muy anticuados en el vestir, las hijas salen muy poco; siempre están asomadas al " gallinero".

Tumbada en mi hamaca vi a la hija más joven de los nuevos vecinos mirándome las tetas, es preciosa, morenita y alta, de grandes pechos y ojos muy bonitos. Miré hacia arriba y le pregunté la edad, diecinueve, me sentí tranquila de que no fuera menor.

Me di crema en todo el cuerpo, untando bien mis desnudos y grandes pechos. Mis pezones rosados eran dos bolitas. Mi clara piel de pelirroja necesita un factor cincuenta de crema solar. Yo nunca antes había hecho toples en mi piscina, (siempre estaban mis primos alrededor); pero ahora estaba sola.

Decidí excitar a la jovencita y a cualquiera de su familia que se asomara; que se sintieran incómodos con mi sensualidad. Mi cuerpo es bonito, mi culo "de un diez", mi cabellera larga y pelirroja es sensual. Mi cintura es delgada, pero parece más delgada aún contrastada con "mi culazo". Me desprendí también de la parte inferior de mi bikini, con mis piernas apuntando hacia ellos. El vello de mi pubis ha crecido algo desde el último afeitado total y ya se ven mis pelitos pelirrojos brillando. Abrí las piernas como una prostituta, mostrando mi gordito chocho al vecindario, me sentía mejor que yendo a la playa nudista; me gusta exhibirme y, ante los vecinos, sentí como si mi coño estuviera en el centro de un anfiteatro. Cerré los ojos sintiendo como el sol calentaba todo mi cuerpo. Mis piernas abiertas eran un reclamo para los vecinos, al poco, abrí los ojos y vi a toda la familia mirándome desde sus tres balcones, las hijas en uno, su hermano en otro y sus padres en el tercero. Cerré nuevamente los ojos y me sentí muy excitada mostrando mi cuerpo. Perdí cualquier rastro de pudor que me quedara.

Mi hamaca es muy amplia, bajé mis piernas por los lados hasta tocar con mis talones las losetas de gravilla. Mi sexo me ardía atacado por el sol, mis pliegues íntimos salieron "como a saludar" a la familia feliz... unnn el coño me chorreaba sobre la hamaca, me sentí vulgar pero muy a gusto.

Abrí los ojos otra vez y vi al padre con expresión algo avergonzada al estar viéndome el coño delante de sus retoños; me dijo, al ver que lo miraba a los ojos:

—Chica, que fresquita te has puesto, ¿no te da vergüenza? —le respondí:

—Ninguna vergüenza señor, estoy en mi casa y estoy como quiero, ¿a usted no le da vergüenza estar todo el día en el balcón mirando nuestra piscina?

—Los balcones dan ahí chica, ¡y ya está! —le respondí delante de su familia:

—Mi coño también "da ahí", así que si no le gusta verme desnuda, ponga el aire acondicionado y, ¡para dentro mirón!

No dijo nada, ni se marchó. Me cabreé viendo su cara dura y, cerrando los ojos, me di la vuelta poniéndome boca abajo. En esa postura mi culazo se tenía que ver "tremendo"... separé mis muslos y llevé mi mano derecha hacia mi culo. Mi chochito claro se salía por detrás como un pastelito tierno, con mi dedo índice me toqué los labios menores, ¡abriéndolos! Separé mis muslos, dejando colgando mis piernas por los laterales de la hamaca, rozando, ahora de espaldas, el suelo con las uñas pintadas de mis dedos gordos de los pies. Me empecé a masturbar con toda la mano derecha, también rozaba mi ano. Giré la cabeza y los vi a todos mirándome con la boca abierta, menos el padre, que se había metido dentro de su piso. Mi mirada se fijó en la de la madre mientras me masturbaba; al cruzarse nuestras miradas parpadeó y se metió en su piso.

Me levanté de la hamaca y, mirando al chico, me acaricié los pechos puesta de pie. Luego miré a sus hermanas y les dije:

—Chicas veo que os gusta verme masturbarme, ¿os gustan las chicas?, que bien.

El chico se sintió incómodo al decirles yo eso a sus hermanas y se metió en el interior también.

Me puse de rodillas en el suelo con mi culo apuntando a las tres chicas y me metí en mi coño el juguete de goma del perro, con forma de zanahoria. Me sentía muy puta y muy bien, nunca habría imaginado que haría semejante exhibición, ¡en mi casa además!, cuando mi familia no sabe, ni que escribo, ni que he tenido tantas experiencias sexuales. Pero quería despedirme "a lo grande" de la que había sido mi casa durante años.

Me saqué el juguete de la vagina y me puse de pie, al darme la vuelta vi que de las tres hermanas solo quedaba la de diecinueve años. La jovencita estaba acariciándose el chocho, sutilmente, sobre su falda mientras me miraba. Le hice señas con la mano de que viniera a mi casa, y le tiré dos besos.

Entró en su piso cerrando el balcón. Yo creí que se había sentido avergonzada; pero no... A los cinco minutos sonó el timbre de la puerta, mire por la mirilla y allí estaba la morenita. Abrí la puerta como estaba, desnuda, ella entró en silencio y le dije:

—He visto que te tocabas y he deseado tocarte yo, ¿me dejas? —me respondió:

—Vecina, nunca me he acostado con otra chica, pero después de verte hacer "esas cosas" quiero probar, contigo.

Se desnudó, acaricié su coño de vello espeso. La llevé a mi habitación, nos lavamos las dos "los bajos" en el bidé, le comí el coño unos minutos, luego me tumbé abriendo mucho las piernas y, la morenita, ¡me hizo una comida de coño!, sobre mi cama, ¡qué barbaridad!, tan bien lo hizo que me corrió tres veces, que zorrita más rica. Su boca absorbía mi gran bollo como si se lo fuera a comer, ¡me miró y me clavó los dientes en el borde exterior de mi coño! Luego jugueteó con su lengua haciendo sonidos en el centro de mi coño, como si "hiciera cantar" a mi sexo.

Salió de mi casa dándome las gracias, yo le di un buen azote en el culo y le "lance" un beso.

El otro día nos dijo mi papa:

—Ya no se asoman los vecinos pesados, ¡si llego a saber que se cansarían de mirarnos!, no habría vendido la casa.

No se cansaron, solo es que le dije a la jovencita que si me quería comerme el coño más veces tenía que conseguir que su familia no se asomara a los balcones. No sé qué le dijo a su familia, o si les hablo de "nuestro encuentro", pero desde ese día los balcones de los vecinos están todo el día, ¡cerrados a cal y canto!

(C) {Margaryt}

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