Nuevos relatos publicados: 13

Elvirita

  • 3
  • 17.408
  • 9,53 (15 Val.)
  • 0

Aunque parezca mentira, esto ocurrió en una aldea gallega hace 70 años.

José, en su 62 cumpleaños, comía en la más completa soledad. Su esposa estaba trabajando de jornalera. Sus hijos, ya criados, estaban lejos de casa. Aquellos mejillones y aquellos chorizos que se había preparado le estaban sentando mal al acompañarlos con gaseosa. Mataría por un vino, pero como en sus tiempos mozos fuera alcohólico, su esposa le tenía prohibido el alcohol... Lo cierto es que se casara con una mujer como Dios manda que ahora mandaba más que Dios.

Elvirita entró en la cocina, como lo hacía desde muy niña, como Perico por su casa. Traía una botella de vino blanco del país en la mano. La puso sobre la mesa y le dijo.

-Felicidades, señor José.

-Gracias, bonita.

José se levantó de la mesa. Cogió un abridor. Abrió la botella. Llenó un vaso de vino y lo mandó de un trago.

-¡¡Diooooos!! -exclamó.

Elvirita, que sabía la manía de la mujer de José con el vino, sonrió, y le preguntó:

-¿Cuánto tiempo hace que no lo cataba?

-Desde las Navidades. En esta casa solo entra alcohol en las Navidades.

-¿Por qué no la manda a mierda?

-Supongo que es porque la quiero. Son 40 años juntos...

-Eso no es amor, es miedo a explorar nuevos horizontes.

-Si no lo hice antes, ahora con 62 tacos...

-Mire, la verdad, a mí, cada vez que vengo aquí y lo trata como si fuera una mierda, me dan ganas de darle dos hostias.

-¿A Manuela?

-No, a usted, por gallina.

Elvirita, que era una jovencita, alta, morenita, delgadita, de cabello largo y negro, se sentó en una silla. Cruzó las piernas, puso los pies encima de la silla y las manos en la nuca. Fue cuando José se fijó en como vestía. Llevaba una blusa blanca, sin mangas, que dejaba ver el negro vello de sus sobacos y que marcaba los pezones de sus grandes y redondas tetas. Unas sandalias y un pantalón vaquero, cortado, que hacía un short, en el que pudo ver, por los lados, el vello negro de su sexo. No se cortó:

-¿Me estás provocando, Elvirita?

-Mis padres no están en casa.

-Lo imaginaba. No cogerías el vino en la bodega si estuvieran, pero la pregunta era: ¿Me estás provocando?

-Su mujer no está en casa.

José le echó otro vistazo al vello de los sobacos y del sexo. Se estaba empalmando. Echó otro lingotazo de vino.

-¿No crees que soy un poco mayor para ti?

-Claro que lo es, pero eso me da igual.

-¿Qué es lo que quieres?

-Que me la enseñe.

-¿La qué?

-La polla.

-¡¿La polla?!

-Sí, nunca vi una. Si me la enseña yo le enseño mi chochito. Así es como se hace, ¿no?

-¿Lo qué?

-Fornicar... Me la enseña... se lo enseño... me la enseña...

-¿Quién te dijo eso?

-Mi madre.

-Ya, y quedó preñada de ti con el olor de los calzoncillos de tu padre.

-Si no es así. ¿Cómo se hace?´

-¿De verdad quieres saberlo?

-Sí.

José se bebió el vaso vino, y le dijo a Elvirita.

-Ven aquí.

Elvirita fue junto a José, que estaba sentado en una silla. Le subió la blusa. Le acarició y le chupó aquellas tetas duras como piedras. Al rato, José, desabotonó el short. Elvirita se quitó la blusa, y le dijo a José:

-Estoy más caliente que si estuviese toda la tarde bajo el sol en la huerta.

-¿Tienes el chochito mojado?

-Empapado, lo tengo empapado.

José, después de quitarle el short y las bragas. Le metió un dedo.

-¡Ay, ay, que me mareó!

José, la besó, y Elvirita se corrió en su mano.

La jovencita, después de correrse, estaba tan contenta, que le preguntó a José:

-¿Cómo se sigue fornicando?

José, sacó la polla, empalmada.

-Metiéndotela en tu chochito.

-¡Eso no me va a caber!

-Siéntate sobre mis piernas y trata de meterla.

Elvirita, casi de pie, puso la punta de la polla en la entrada de su chochito. Y le dijo a José:

-La puntita, no me meta más que la puntita.

José, besó con lengua a Elvirita. Era la primera vez que le daban un beso así. José le metió la puntita de la polla y se detuvo. Elvirita, le dijo:

-Un poquito más... más... más... más... ¡Mas! ¡¡Mas!! ¡¡¡Me vuelvo a marear!!!

Elvirita, se volvió a correr como una bendita y José se corrió dentro de ella.

En la aldea no supieron más de ellos.

FIN

(9,53)