Nuevos relatos publicados: 16

(4) Cuestión de bragas

  • 7
  • 24.853
  • 9,27 (11 Val.)
  • 0

Aquella tarde era especialmente helada en el campus universitario. Adrián Martos sólo deseaba una ducha larga y caliente para hacer desaparecer los dolores de frío en las manos y la nuca. Cuando vio llegar a su amigo Alexandro Ejido comprobó que se encontraba con una temperatura más cálida e incluso con gotas de sudor por la frente.

-Hey, Alex, ¿de dónde vienes? ¿De una sauna? –más que risa, le fastidió a Adrián.

-Mucho mejor que eso. –Y se calló.

-¿Y bien? ¿No me lo vas a contar?

-No todo el mundo en este campus pasa frío.

-Pues dime quién es y le pregunto cuál es el truco.

-No hay ningún truco. Ella siempre está caliente como la fiebre. Cómo lo hace nadie lo sabe.

-¿Ella?

-Como eres nuevo no la conoces, pero se llama Ana Etxeberría. Sus sábanas están ardiendo las 24 horas del día. Todos y todas lo saben, y el que tiene frío se pasa por su cama. Ella te dará calor, cariño y mucho sexo.

-¿Y de ahí vienes tú?

-Sí, por 200 euros te cambia la temperatura y la vida.

-Yo quiero ir. ¿Dónde se aloja?

-No creo que puedas. Tiene toda la tarde pillada. Además, son servicios por cita. Si hubiese un invierno nuclear, Ana sería el único punto de calor en la zona. Es como un refugio. El que lo necesita va, paga y a disfrutar.

-¿Qué es? ¿Puta?

-Más que eso. Es una diosa del sexo. Una brisa cálida en medio de la heladez.

-Me da igual. Dime qué habitación es.

-Vale. 37-C. En el pabellón dos. Pero no creo que te…

Adrián no le dejó acabar. Cogió el pasillo casi a la carrera y llegó en tiempo récord. Encontró la puerta y entró sin llamar. Enseguida notó un aire caluroso y pegajoso. Y el olor a coño sucio se te metía por las fosas nasales. Los primeros desnudos llegaron con dos chicas vaiviniendo por la habitación. Las persianas estaban medio bajadas y el sol de la tarde se filtraba como rayos luminosos. Habían apagado las luces pero pese a esto se veían las siluetas y se distinguían las caras. Aquello era el paraíso terrenal en medio de tanto frío otoñal.

Y entre la penumbra, Adrián localizó a Ana revolcándose en la cama con una tercera chica desnuda. Era como una pelea salvaje entre besos, gemidos y arañazos.

-Hey, tú –se le acercó Gabriela Olmedo desnudita y hermosa-. ¿Tienes hora con Ana?

-No.

-Entonces largo. En esta habitación todo se paga.

-¿Puedo mirar?

-Diez minutos. Treinta euros.

-Joder, vale –le pagó Adrián.

-Pero nada de cascártela. Miras sin tocar y luego te vas. Estaré pendiente de los diez minutos.

-Vale.

-Quédate aquí sin moverte. Como hagas algo que me joda te saco a hostias, ¿queda claro?

-Muy claro.

Y Gabriela se mezcló entre la penumbra.

Desde su posición tenía una vista completa de la habitación. Ana rebuznó como un animal. Eso parecía ser un orgasmo. La chica gritó largo y tendido, hasta llegar el silencio. Las dos chicas que esperaban aplaudieron el buen final.

-Me toca –dijo una.

La de la cama se bajó asfixiada pero encantada.

Gabriela avisó a la chica que podía subir a la cama con un “hala vamos” en el culo. Y empezó el proceso sexual nuevamente. Pero esta vez el toque salvaje de antes se sustituyó por un beso apasionado que excitó a ambas.

-Tu. La follada. Mueve el coño y te largas –fue directa Gabriela.

-Puta… -masculló ella mientras recogía su ropa y se iba. Gabriela recibió a la nueva con dos besos y un caluroso abrazo.

-Vaya, no sabía que venías hoy –admitió Gabriela.

-¿Me puedes hacer un hueco?

-El que haga falta. Vete desnudando. Ahora aviso a Ana.

-Esto es tuyo –le pasó la concejala de 23 años un buen fajo de billetes.

-Muchas gracias. En nada te recibe Ana.

Gabriela se dirigió a la segunda chica que esperaba.

-Tú, zorra, toma tu dinero y vuelve mañana.

-¿Cómo? De eso nada. Tengo derecho a follarme a Ana.

-Tienes derecho mañana. Hoy no.

-¡Y una mierda! He pedido mi cita, mi hora y no pienso marcharme.

-¿Te lo explico con el puño en la cara? ¡Que te largues, zorra bollera! Vente mañana por la tarde a esta hora y tendrás tu follada, ¿contenta?

-Puta de mierda… -recogió su ropa y se fue muy malhumorada.

-Ana, está aquí. Córrete deprisa –la avisó Gabriela.

Dicho y hecho. Ana usó sus artes amatorias para arrastrar a la chica a un clímax clitoridiano que desembocó en un orgasmo descomunal que la hizo gritar.

-Venga, fuera de la cama –ordenó Gabriela.

Pero la chica no se podía ni mover del extremo placer recibido.

-Déjala ahí unos minutos. No podrías moverla ni con una grúa –dio Ana un saltito y se bajó de su cama. Cuando se aproximó a la concejala ya se encontraba desnuda y estimulándose el clítoris con los dedos.

-Hola, Isa –la dio Ana un morrito en los labios.

-Hola, preciosa.

-¿Te han visto llegar?

-He tomado muchas precauciones. Nadie sabe que estoy aquí.

-¿Y cómo va lo nuestro?

-Ya tenemos ocho firmas. Solo quedan dos y el proyecto se aprobará.

-De puta madre. Es lo que necesita Málaga. Un macrocasino donde podamos multiplicar nuestras ganancias. Vente conmigo, cariño.

Juntas se subieron a la cama y empezó el intercambio de besos y gemidos. La otra chica de antes se quedó dormida en un rincón de la cama pero sin molestar.

-Oye, tú, ven conmigo –le cogió Gabriela de la mano y llevó a Adrián a su cama-. Siéntate ahí.

Adrián obedeció.

Gabriela le cortejó con movimientos sensuales y meneo de caderas.

-¿Te gusto?

-Ya lo creo.

Gabriela le puso el culo en la cara…

-Come.

… y Adrián mordió sus nalgas.

-Au, me ha dolido, joder.

-Lo… lo siento…

-Es broma, gilipollas –rió Gabriela mientras se subía encima de sus muslos como si fuese un lap dance privado pero sin música de fondo-. Puedes tocarme. No seas nenaza.

-Ups, lo siento… -Y Adrián chupó su pezón derecho.

Gabriela movió su pelvis para rozar la de Adrián, notándola dura a través del pantalón.

-Mmmm… ahhhhh… -abría la boca Adrián de tanta excitación.

El movimiento de Gabriela con las caderas continuaron.

Adrián se confió y se agarró al culo de ella.

-Oye, ¿cómo te llamas?

-¿Yo? Adrián Martos.

Adrián la abofeteó una nalga con esmero.

-¡Auuu! ¡Mmmmm! Veo que sabes tratar a una chica, Adrián.

-Eres maravillosa, joder…

-¿Reconoces a esa mujer que está follando con Ana?

-No…

-¿La has visto la cara?

-Que va. Está muy oscuro.

-¿Y sabes de qué han hablado antes?

-No sé. Estaba pendiente de Ana.

Y automáticamente, Gabriela se bajó de encima.

-¿Qué haces?

-A la puta calle. Largo.

-¿Cómo dices?

-Si quieres te lo digo otra vez pero a base de hostias. Coges tu polla dura y a estudiar como un niño bueno.

-Pero… no entiendo…

-¿Te cojo de los pelos y te saco yo? ¡Fuera, hijo de puta!

Adrián no tuvo otro remedio que hacer caso.

-Ah, y me debes cinco euros. Has estado cinco minutos de más –puso Gabriela la mano.

-Joder… -Adrián le dio el billete y Gabriela lo cogió con satisfacción.

-Dinero fácil. Ahora vete y cierra la puerta al salir, que hace corriente fuera y se me hiela el potorro.

-Puta asquerosa… -susurró Adrián.

-¿Qué coño has dicho?

-Nada, nada.

-Ah, creía, porque puedes salir de esta habitación con una dentellada en la polla. No sería la primera vez. A tomar por culo, novato.

Y Adrián se marchó humillado y muy afectado.

Gabriela cerró la puerta con llave y ambientó un poco la habitación con música chillout y aire fresco en el aire-acondicionado.

Ana y la concejala se enzarzaban en un combate de besos, bofetadas y revolcones.

-Gabri, ya sabes –pudo hablar Ana pese a los embites de la concejala.

Gabriela comprendió y encendió la lamparilla de su mesita. Luego cogió el móvil y se puso a grabar en vídeo el coito lésbico entre Ana y la concejala del ayuntamiento.

-Mmmmm… -sonreía Gabriela-. Ya tenemos las dos firmas que nos quedan.

Ana se agarró al cabecero de la cama y la concejala se encajó con las piernas para realizar las tijeras.

-Isa, saluda al gestor tributario Raúl González y al interventor municipal José Luis Belgrado. Esto va para ellos –reía Gabriela.

La concejala respondió sacando la lengua obscenamente.

-Con eso basta –rió Gabriela con gozo-. Bueno, Isa, hay que correrse a lo bestia. Todo depende de esta follada. Hay que poner coño y alma yeahhhhh…

(9,27)