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s) Alex y su amistad

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Continuación de: Davy - Alex - Rafael

Llegué al hospital antes de la hora de visitas, podía haberme quedado a comer en la casa de Davy pero tampoco tenía mucho apetito. Busqué una cafetería para tomar un café con leche y esperar a que llegara la hora, elegí el local que tenían dentro del hospital, así podría vigilar la llegada de Rafael.

Había bastantes mesas libres, algunas ocupadas por personal del hospital que llevaban las bandejas con su comida, muchos vestían la ropa de trabajo, seguramente habrían tenido un descanso y podían permitirse un refrigerio y rato de charla con sus compañeros.

Pedí mi café con leche y me senté en un taburete en la barra, mientras me lo servían busqué el mejor lugar para vigilar la entrada, estaba pasando la vista por las mesas y encontré la mirada de Alex que me observaba, estaba en un grupo de cuatro doctores sentados y hablando de sus cosas.

Se levantó y habló con uno de sus compañeros, después se encaminó a donde yo estaba con andar decidido, tenía algo de barba, como si llevara más de veinticuatro horas trabajando de guardia en su puesto, llevaba un botón de la bata suelto y se le podía ver el pelo rubio de su pecho descubierto. Me dije para mi mismo que el hermano de María resultaba atractivo y deslumbrante, tan alto como Davy, un semental en plena sazón.

-Me parece que llegas un poco pronto para la visita, ¿qué tal estas? -en lugar de darme la mano me cogió el brazo por encima del codo.

-¡Ohh! Yo bien, pero lo que interesa es mi padre. -se sentó en otro taburete a mi lado, el liviano pantalón de su uniforme se le pegaba a los muslos, señalando lo musculosos que eran.

-En mi última ronda seguía vivo y con ganas de volar para su casa. -me quedé sin comprender.

-¡Ohh! Perdona la broma, su estado es mejor de lo que esperábamos después de haber perdido tanta sangre. -me miraba insistentemente a los ojos y tuve que desviarlos.

-Cuando María me dijo que tenía un compañero con los ojos como los míos no la creí hasta que lo pude comprobar. -soltó una risa nerviosa y echo una ojeada a lo que contenía mi taza.

-De verdad, eres mas atractivo de lo que ella me decía, no exageraba nada. ¿Como anda Davy? -cambió de un tema a otro sin detenerse, el que María y él hubieran hablado sobre mi me dejaba algo confuso.

-A Davy y sus pupilos los acabo de dejar comiendo y luego marcharían al aeropuerto, se van a pasar un mes en su casa de Norfolk. -volvió a mirar mi taza.

-Si quieres puedes venir conmigo a mí despacho, te informo y subirás después para ver a tu padre, así hablamos un rato antes de que vuelva al trabajo y te pongo al día sobre su estado. -pensé que Rafael, al no verme cuando llegara, tendría la idea de subir a planta pensando que estaría arriba.

-De cuerdo, voy contigo. -terminé mi café y Alex lo pagó cuando llegó el camarero con la nota. Ninguno de los guardas le preguntó el motivo de que yo fuera a su lado y pude entrar sin problemas. Nos cruzamos con uno de sus compañeros que le hizo señas para que se diera prisa.

-Tengo mi guardia en urgencias, hoy es un día tranquilo y sin muchos ingresos, te informo y me incorporo a mi puesto. -habíamos llegado a la puerta donde nos recibió la vez pasada.

-Entra, voy a ser breve. -me empujó colocando la mano en mi cintura para que me sentara enfrente de él, luego me enseñó una radiografía que para mí no significada nada.

-Si la evolución sigue como hasta ahora creemos que en una semana podremos darle el alta y enviarlo para casa. Hoy termino mi guardia y faltaré dos días, no tienes que preocuparte, dejaré el encargo a un compañero para que me tenga informado. -se puso de pie dando por terminado su informe y yo lo hice a mi vez, se acercó para acompañarme a la puerta.

-Gracias Alex, me abruma lo mal que te traté aquel día al no querer escucharte. -de nuevo me sujetó por la cintura en un mínimo e imperceptible abrazo.

-No te preocupes Alonso, tampoco nos conocíamos, para ti era un extraño. -a todo esto su mano había ascendido hasta mi cara y la pasó por ella en una suave caricia.

-Me gustaría conocerte más a fondo, eres precioso chiquillo, si tú quieres y después de que tu padre esté en casa podíamos quedar para un día. -sus nervudos dedos se habían posado en mis labios y mi corazón brincaba. Miraba sus ojos y me parecía verme a mí en un espejo y sin pensarlo le dije que si quería.

-Como tú quieras Alex, como compensación por lo que pasó aquel día. -sin darme cuenta sentía sus labios depositándose en la comisura de mi boca y me quedé rígido, me soltó rápidamente.

-Deberías darme tu móvil para poder llamarte, para informarte sobre tu padre si resulta necesario. -nos intercambiamos los números y salí de su consulta.

Cuando subí a la planta Rafael había llegado y hablaba con papá, le di un beso y parecía animado, sonreía por lo menos.

-¿Estas bien papá?

-Para que me llevéis a casa, tendrás que decirle a tu amigo que me prepare el alta, estoy ocupando una cama que otro necesitará más que yo. -se le notaba satisfecho aunque alguna vez dejaba que una mueca de dolor apareciera en sus labios.

Estuvimos un rato hablando, él preguntaba si en casa estaba todo bien y la teníamos recogida y en orden, y si nosotros nos valíamos por nuestra cuenta, simple rutina para hablar de algo, él sabía que no había ningún problema. Luego me dispuse a afeitarle, su barba cerrada y abundante lo hacía aparentar mayor. Mi hermano marchó con la excusa de que tenía que estudiar y a nosotros nos pareció bien.

Le afeitaba al estilo antiguo, con jabón y maniquilla de cuchillas, como él acostumbraba a hacer. Llegaban a mi cabeza los recuerdos de lo pasado hacía un momento con Alex, su intempestiva pre invitación para estar un día. Reconocía que me gustaba su físico y su carácter y…, no, no quería hacerme ilusión alguna, yo le gustaba y él querría lo que todo el mundo deseaba de mí, me sentía en deuda con él, y tampoco me desagradaba pasar una noche a su ladol.

Siempre había sido muy sensible y desde hacía un año ese enojoso sentimiento se me había incrementado. Los fracasos acumulados en mi vida sentimental me influían. Pensé que Óliver me amaba, me lo decía al principio, Creí que Davy sentía algo por mí más allá del deseo sexual, y sí que me querían ambos, no lo ponía en duda, pero lo que en verdad les interesaba, al final, era mi cuerpo y tener sexo conmigo, y no me disgustaba, sentía ganas de tener sexo a menudo, me había convertido en un adicto al sexo hasta tener dependencia de él algunos días. Era posible que necesitara consultarlo con un psicólogo pero lo dejaba para más adelante, ahora me sentía satisfecho.

Alex tendría la edad de Davy, ahora veintinueve, nueve más que yo, no sentía una atracción especial en función de la edad de los hombres, simplemente me interesaban y gustaban o no. Con las diferencias de edad y corporales que había entre ellos podía sentirme atraído, tanto por mi hermano Rafa, como por uno mayor como mi padre, en teoría todo hombre atractivo me gustaba, ya que éste no me había querido penetrar me sentía algo frustrado también..

Por eso deseaba mantenerme atento a lo que Alex pudiera querer de mi, seguramente sería sexo, y pensaba ya, en como sería nuestro encuentro hasta llegar a llevarme a su cama. Con estos pensamientos me había excitado y no me gustaría que papá notara el bulto de mi entrepierna, aparté todos esos pensamientos para centrarme en no cortarle la cara al pasarle la afeitadora.

El metro me llevó a la parada más cercana de mi casa, aún jugaban los chiquillos en la calle, era verano y en mi barrio pocos eran los que podían escapar de aquel infierno caluroso y pasar unos días en una playa o la montaña.

Pasé delante de la casa de J.C., no había luces en las dos ventanas que daban a la calle, me había llamado estando en el hospital, para quedar al día siguiente y hacerle una visita a mi padre, también porque quería consultarme un asunto que no quiso revelarme. Ahora no había nadie en la casa y seguí calle abajo hasta llegar a la nuestra.

Rafael estaba utilizando la mesa de la cocina para estudiar, no se movió de su lugar al verme entrar y fui hasta él para darle un beso, me sujetó del cuello y me hizo sentarme a su lado.

-¿Cómo has dejado a papá? -se estaba bastante bien en la casa al tener abiertas las ventanas, permanecía sin camisa y me llegaba el tenue olor a sudor juvenil.

-Tardabas tanto que pensé que se podría haber complicado.

-Lo de papá no es grave, ni creo que tenga complicaciones fuera del tiempo que necesite para que las heridas cicatricen y se curen. -continuaba con la mano en mi cuello acariciándolo.

-¿Has estado con el doctor?

-Sí, no te preocupes, si surgiera algún contratiempo me llamará, le he dado mi teléfono. -hizo que girara la cabeza y me miró intensamente.

-Creo que tú les gustas.

-¿De qué hablas?

-Del doctor y de tu jefe, no hace falta ser muy observador, te comen con las miradas. -le di un beso en la mejilla e intenté separarme.

-Tú que sabrás. -volvió a apretar la mano en el cuello para que no me retirara y se reía mientras acercaba su boca a la mía.

-Es fácil de adivinar, te miran igual que Óliver, o papá, deseándote igual que yo. -sus labios abrasaban los míos, exigentes, esperando una respuesta que no tardó en llegar e hice que los míos resbalaran acariciando los de él. Acaricié su cara y le susurré en el oído.

-Déjame que prepare la cena. -sin contestar se levantó llevándome con él y me puso apoyando las manos sobre la mesa, con la mano izquierda en el cuello haciendo que bajara la cabeza y con la otra mano tiraba de mis pantalones hasta dejarme el culo al aire, los pantalones eran de tubo ajustados y difíciles de sacar.

Se había bajado los suyos y colocó la polla bastante crecida entre mis nalgas. No me oponía, le dejaba hacer también con ganas de que me follara, había pasado la tarde en una calentura constante por lo de Alex y ahora me iba a dar lo que mi culo necesitaba.

-Voy a quitarme los pantalones. – susurré rendido, resultaría más interesante y fácil sin ellos, me dejó y con rapidez me los quité, en realidad me quedé desnudo y él hizo lo mismo volviendo a colocarme en la posición que tenía.

Cogió mis piernas entre las suyas y metió la verga entre ellas con su abdomen sobre mi culo oprimiendo, la sacó para besarme la espalda hasta llegar al coxis, y me abrió las piernas tirando con las manos de mis nalgas para mirar mi ano. Acercó la nariz hasta tocarme con ella la sensible entrada.

-Hueles a hembra en celo, así nos haces sentir, percibimos tu perfume a gatita deseosa de un macho y nuestras vergas despiertan a tu llamada. -dejó la lengua aplastada en mi ano, sin moverla un momento, y a pasarla unos segundos después por el culo haciendo círculos. Empiné mi culo abriéndolo, me hacía temblar y gemir.

-¿Ohh! Que gusto, sigue, me encanta, ¡que rico! -mi hermanito sabía darme placer comiéndome el culo y me sabía delicioso, echaba mucha saliva y pasaba la lengua sin cesar haciendo fuerza hasta que sentí como metía la punta, hasta que me hizo gritar de gusto.

-¡Grita!, ¡grita!, estamos solos, me gusta oírte gritar. -también tiraba el culo para atrás cuando dejaba de chuparme, no deseaba que abandonara mi culo y se quedara frío, el calor de su aliento me encantaba y la lengua me volvía loco al penetrarme.

Se posicionó de pie y me latigueaba con la verga las nalgas.

-Chúpamela. mójala bien putito que te la voy a meter y quiero que entre fácil. -me volví e inclinado metí la polla en mi boca, deseaba como él pedía, dejársela bien ensalivada y que me la metiera rápido.

El rabo de mi hermano sabía de locura pero lo saqué pasándole la mano para envolverlo en la saliva y me coloqué de espaldas a él entregándole mi culo, entregándome del todo para que me hiciera su puta.

Apoyé el pecho en la mesa y con las manos me abría las nalgas, podía sentirle la punta del pene empujando en el ano.

-Dale Rafi, métela. -apretó demasiado y me lanzó contra el borde de la mesa golpeándola con la pelvis, comenzó a embestirme tirando de mi cintura para que echara el culo hacía él, entraba como un torbellino de verano moviendo todo mi cuerpo por la fuerza con que me daba…

Me la sacó y cogiéndome por la cintura me sentó sobre la mesa dejándome caer de espaldas, me arrastro hasta dejarme el culo en el borde y la volvió a meter, me elevé sobre los codos para verle agarrado a mis piernas y llevándolas a su cintura para que le abrazara.

-Estas buenísimo, tu culito es delicioso, me vuelves loco. -alargaba las manos y me pellizcaba los pezones, breves puntos morenos en mi pecho haciendo que gritara ahogado.

-¡Me haces daño! -pero a él no le importaba y luego me soltó uno de ellos para pasar la mano por mi abdomen que se movía al sentir su verga dentro de él.

Me cogí la polla y empecé a masturbarme, aunque no quería terminar él iba muy rápido y su eyaculación era inminente.

-Me corro Rafi, me corro. -tiré el pellejo con fuerza hacia abajo antes de curvar la espalda sobre la mesa y sentir los latigazos de placer sacudirme el cuerpo.

El semen salía salpicándolo todo a mí alrededor, el vientre y estómago, y los papeles que había arrinconado sobre la mesa.

Rafael miraba fijamente mi verga disparando el precioso líquido, y su cara se contrajo lanzando la pelvis, metiendo toda lo que pudo la verga para empezar a vaciarse. Me alcé sentándome sobre la mesa para abrazarle y besarle sintiendo los últimos chorros como los dejaba en el fondo de mi culo.

Lo dejé limpiando el semen caído sobre la mesa y subí al baño a lavarme. Cuando bajé se había puesto el slip, cogí el mío tirado sobre una silla para vestirme.

-No te lo pongas quiero verte desnudo.

-Tengo que preparar la cena.

-Hazlo como estás. -me encogí de hombros, si ese era su gusto por mí que no quedara. Le observaba mientras el recogía sus libros y luego se sentó mirando hacia donde trabajaba, no dejaba de mirarme y me estaba empezando a sentir cohibido, cortado ante su insistencia. Deseaba terminar y sentarme para que la mesa cubriera mi desnudez genital.

Esa noche Rafael me volvió a follar en dos ocasiones más, en la sala colocándome arrodillado en una butaca y después en la cama, se le encaprichó que fuera en la de nuestro padre más grande y cómoda y también con más temperatura en la habitación.

-Quiero follarte donde se la mamabas a papá. -me parecía caricaturesco ese deseo morboso de recordar lo que había pasado tanto tiempo atrás. Para él debía resultar excitante y hasta a mí me gustaba cuando me lo recordaba jodidamente mordaz.

-Gozabas como una puta, te escuchábamos gemir y a papá gritar.

-¿Recuerdas como te pedía más?, ¿qué te la metieras en la boca hasta que no pudiera verla? Y te ahogas, pero tú no dejabas de chupar y chupar, escuchábamos los ruidos de tu boca y a Óliver masturbarse a nuestro lado jadeando, deseoso de ocupar el lugar de nuestro padre.

Me excitaba al recordarlo mientras me bombeaba en distintas posturas, hasta que no pudimos más y volvió a dejarme el semen dentro del culo preñándome en abundancia. Comprobaba la exactitud de lo que me aseguraba, sus huevos eran una máquina incansable productora de esperma, y su calentura juvenil hacía que no se cansara y quisiera más.

A la mañana siguiente le encargué que me hiciera unas compras de comida que se había agotado y yo marché a la casa de Davy, no estuve más de dos horas, la mayor parte hablando con Juan. Habían llegado bien y estaban instalados. Imaginé a los niños corriendo y jugando en el inmenso parque de la casa de sus abuelos, me la había enseñado en fotografías y videos, y esperaba poder ir algún día y verlo todo en real.

Hice la comida, parte con lo que me había comprado de mi encargo y luego salimos para ir al hospital, subimos la calle para encontrarnos con J.C. que nos iba a llevar y así visitaba a mi padre.

No pregunté por Alex porque sabía que no estaría y esperamos a que nos permitieran subir, papá me comunico lo que le había dicho el médico, todo estaba normal y seguía su proceso. Después de estar un rato hablando, sobre todo mi padre con J.C. que le agradeció la visita y un pastel que le enviaba su madre le dije que tenía que irme con mi amigo.

Teníamos que marchar y J.C. parecía inquieto, quería que habláramos en privado, dejamos allí a mi hermano y nos despedimos hasta el día siguiente de papá.

-¿Me vas a decir lo que te tiene intranquilo y nervioso? -habíamos montado en su coche y no sabía donde me llevaba.

-No te lo vas a creer y quiero que lo veas.

-¡Pero de qué se trata? -una enorme sonrisa en su cara me decía que tenía que ser algo bueno.

-He comprado un apartamento y quiero que lo veas.

-¿Que te has qué? -sonreía incrédulo, si mi amigo era incapaz de ahorrar un euro. Él reía ilusionado, si me hubiera dicho que lo comprado era un nuevo coche, me resultaría más creíble.

-Un apartamento, un lugar donde vivir, ya verás, creo que te va a gustar, estoy seguro, es muy bonito y no tan caro como suponía, faltan los muebles, algunos ya están, los demás vendrán después. -ilusionado era poco, entusiasmado lo describía mejor.

-¿Y quién te lo ha regalado, Guillermo? -reforzó la risa que se llevaba.

-Eres listísimo chaval, un crédito para pagar toda la vida, los bancos están para eso, se supone.

Llagamos al lugar, una zona de nuevas construcciones donde la urbanización ya estaba terminada, las calles, jardines y zonas de juegos para animar a los potenciales compradores, pero había pocos bloques que se levantaban al cielo, dos terminados y tres enormes esqueletos de hormigón.

En una de esas grandes torres estaba su futura vivienda, llegamos a las oficinas donde tenían modelos amueblados de las diferentes opciones, cinco viviendas por planta de distintas dimensiones y me llevó, como si lo conociera de memoria a uno de ellos.

Dos dormitorios pequeños, una sala grande, un baño y la cocina, más que suficiente para él, pequeño pero así tendría menos trabajo que hacer.

-Enhorabuena señor conservador, desde ahora serás un hombre preocupado por los problemas de otros, tus vecinos de escalera, ¿y para que necesitas dos dormitorios? -tomó un largo trago de su cerveza antes de hablar.

-Igual un día te decides a dejar a tu familia y ahí tienes tu habitación, preparada para vivir. -hablaba con tono chistoso y de repente se puso serio.

-Lo que digo es verdad, pero inicialmente cuando me decidí lo hice por Noa, si no quiere deshacerse de lo que lleva dentro, necesitaría un lugar para criarlo. Si ahora su jefe lo reconoce como suyo ya no es mi problema. Imagino que algún día se enterará de que en lugar de ser suyo es de su hijo y tendrá problemas.

-¿Entonces se casarán?

-Así lo han decidido, pero sin prisas y será por el juzgado.

Al fin nuestra amiga iba a sentar la cabeza a sus veintidós años, una criatura con un niño y casada con un hombre mayor, y viviendo bajo el mismo techo del que sería su hijastro y amante. Un montón de problemas, y secretos que algún día le estallarían en las manos.

Sabía que nuestro amigo era un hombre extraordinario, pero no llegaba a entender que se preocupara tanto por nosotros, nuestra amistad de niños continuaba inquebrantable, aunque ahora, al hacernos mayores y por motivos de trabajo, nos hubiéramos distanciado.

Ya no nos encontrábamos tanto como antes, cuando jugábamos los tres y aprendíamos sobre el sexo haciéndolo entre nosotros.

Le confié lo que mi hermano me había dicho respecto de los farmacéuticos, sin contarle lo que hacía conmigo y parecía de lo más tranquilo.

-No tienes que preocuparte a esos se los han follado todos los chicos del barrio y algún padre que otro, pero sí tienes que tener cuidado con los amigos con los que andan el Rulo y Óliver, para que no se dejen seducir por el dinero que se gana fácilmente con la droga.

Me llevó a casa y aún no había vuelto Rafael, estuve un rato sentado en el huerto, esperaba que papá se repusiera pronto, su trabajo había quedado pendiente y aquí no tenía sustituto como en la fábrica, todo dependía de él y, en todo caso, lo que nosotros pudiéramos ayudarle.

Como tardaba en llegar me dispuse a hacer la cena y coloqué la mesa del exterior de la cocina, no quería preocuparme pero su tardanza lo estaba consiguiendo, las palabras de J.C. me habían puesto sobre aviso de las amistades que frecuentaban mis hermanos, claro que sabía de la existencia de ese comercio y las detenciones y redadas que hacía la policía, pero nunca lo ves cercano hasta que te toca.

Pude respirar tranquilo al escuchar la puerta de la entrada.

-Hoy eres tú el que se ha retrasado. -venía sudado y con la respiración fatigada, como si hubiera venido corriendo desde la parada del metro.

-Ya ves que he venido lo más rápido que he podido, la visita del médico se retrasó y quise esperar para saber lo que opinaba, quiero que se cure cuanto antes y que vuelva a casa. -Rafa estaba más preocupado que yo por la evolución de nuestro padre, su responsabilidad en el accidente y sentirse culpable lo mataba.

-¿Quieres ducharte o termino de preparar la cena? -sin más me di la vuelta para comenzar a picar la lechuga que terminaba de coger en el huerto y la tenía en un balde de agua fría, se me acercó abrazándome la cintura.

-Pareces una mujercita preciosa, vestida de nena podríamos confundirte. -me dio un mordisco en el cuello y luego me dejó suelto.

-Te ayudaré y antes de acostarnos me lavaré para que no protestes en la cama. -ya tenía pensado dormir en mi cama aunque fueran unas horas, el resto lo adivinaba.

Cenábamos e intentaba llevar la conversación a sus amigos y conocer más sobre ellos, pero hábilmente me esquivaba, derivando la conversación a como lo estaría pasando José, o los países que visitaría Óliver.

Quería ver un programa de la televisión, una película que trataba sobre los niños robados en la época franquista en España y mi hermano subió para ducharse.

Cuando regresó lo hacía vestido con solo su slip blanco, pude notar el bulto de su pene erecto que le marcaba un respetable bulto en el calzoncillo.

-Quítate algo de ropa, hace un calor de mil diablos. -sin dejar de mirar la pantalla empecé a quitarme la camisa y el pantalón quedándome en slip como él estaba.

Se sentó a mi lado y me tiró sobre el sofá, y le dije adiós a la película cuando se colocó encima de mí apoyándose en las rodillas y las manos, me miraba fijamente y comenzó a acariciarme los muslos.

-Siempre te hemos sentido especial, diferente a todos nosotros. -metió la mano por la cintura del slip y empezó a deslizarlos de mis caderas.

Me besaba mientras se iba quitando los suyos hasta que en un momento estábamos desnudos los dos.

-Te gustaría chupármela. -fue como una orden para mí y al unísono que él se levantó y quedó ante mí, yo me senté sintiendo pegar en mis labios la punta del glande de su hermosa polla. A pesar de su juventud tenía ya una verga que llegaría a los dieciocho centímetros, le besé el pubis sintiendo los bellos en mis labios picándolos, me gustaba besarle el duro pene y lamer todo su contorno.

Permanecía de pie ante mi sentado en la butaca, comiéndole la verga y pasando las manos por su bonito y duro trasero.

-Más, más hermanito, métela más en tu boquita tan rica. -y los sonidos de placer que salía de su boca me encendían la sangre.

Me detuvo para levantarme la cabeza y que lo mirara, su mirada mostraba la turbia lujuria que le animaba, y bajó la cabeza para besarme chupando la boca húmeda de saliva y sus jugos.

-Eres nuestra putita, la hembra de los machos de esta casa, te vamos a gozar todos, tu culito es nuestro. -se sentó a mi lado y yo mantenía su polla en la mano.

-Dime como te lo hace Oliver, ¿te folla mejor que yo?, ¿es más macho?, quiero saber lo que te hacen disfrutar, me calienta. -le gustaba como le iba explicando el comienzo con nuestro hermano y cada vez se excitaba más, lo podía sentir en la dureza de la verga que no soltaba de mi mano.

Terminé de contarle como Óliver me penetraba y como lo gozaba, pero que él lo hacía muy bien y me volvía loco, no quería que se encelara de ninguna manera y que se pelearan por mí, era preferible tenerlos a todos satisfechos, ser la hembra de todos sin que alguno se sintiera inferior.

Estaba tan excitado que, a pesar de haberme pedido otras revelaciones, no esperó y me colocó arrodillado sobre el sillón, apoyado el pecho en el respaldo y tirando para sacar mi trasero al borde del asiento.

Empezó a penetrarme el culo sin ser brusco, pero sin detenerse hasta tener toda la verga dentro de mí. Lo sentía moverse y me hacía girar los ojos embrujado por el placer que el joven chico me daba.

Algunas veces dejaba de follarme para besarme la espalda y el cuello, o tirarme del cabello para que girara la cabeza y besarme en la boca. Se iba a correr y entonces sacó la polla y me tiró el semen en la espalda y la hendidura del culo, luego me esparcía la lechada por la espalda, primero con la verga y después con la mano.

Me sentía muy caliente, muy puto, y me había dejado en la puerta del orgasmo, si me hubiera follado un minuto más me hubiera vaciado. Sin dejar que me limpiara me sentó en la butaca y me sacó el culo abriéndome las piernas, él se arrodilló en el suelo y comenzó a perforarme metiéndome los dedos.

-Ahora mastúrbate, quiero ver como te corres. -no podía negarme, ni quería a pesar de lo humillante de la postura y situación.

Empezó a mover los dedos y meter más hasta que sentí tres follándome el culo, así me tuvo hasta que grité sintiendo llegarme el semen a la punta de la polla.

Fue recogiendo el semen que me había salido y lo llevaba a mi boca con la mano que antes me follaba el ano, sabía también a mi culo y su semen, y me di cuenta de lo perverso y carnal que era mi hermanito en el sexo.

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