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Inmigrante (07)

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Y el domingo celebramos la boda. Esta vez fue por todo lo alto. Más de 200 personas invitadas, cinco de ellas de mi parte. No tuve que preocuparme de nada. Todo fue organizado por Ana y una empresa especializada, yo solamente introduje un pequeño cambio de última hora.

La ceremonia estuvo bien. Me hizo gracia que en su discurso hiciese mención al amor que nos teníamos y que por eso dábamos ese paso importante y que debíamos criar a nuestros hijos dentro de ese amor. Me mantuve respetuosamente al margen de los actos estrictamente religiosos y salimos al terminar.

Como en el boda civil, volvieron a echarnos arroz, besos, presentaciones de personas que no volvería a ver en la vida, etc. Y luego una gran comida con todos los invitados. Nosotros, siguiendo la tradición, fuimos a donde el fotógrafo quiso para realizar lo que llaman reportaje de boda. Fotos y más fotos de ella sola y juntos en los lugares supuestamente más bonitos para fotografiar.

Cuando fuimos nosotros a comer ya estaban todos ubicados. Nos recibieron con toda la parafernalia habitual en estos casos y ocupamos nuestros lugares en la mesa de la presidencia, no sin antes echar un vistazo comprobando que las cosas estaban como había previsto.

Mediada la comida, Ana me dijo:

-Ha debido pasar algo.

-¿Por qué lo dices?

-Porque veo al fondo una mesa redonda con mis amigas y cuatro mujeres más que no conozco, pero que me suena la cara cara de alguna, y no recuerdo que hubiese mesas tan grandes.

-Es un cambio mío de última hora. Como no había mesas de ese tamaño, pedí a un cliente que tiene algo que callar que me fabricase una y lo hizo de un día para otro. Por otro lado, de mis seis invitados, dos son mis antiguos compañeros de piso, las tres mujeres que te suenan, son las tres putas con las que van los maridos de tus amigas, que les he pagado para que vengan a comer y se pongan en la misma mesa y la cuarta es la compañera de piso de las otras. Tus amigas estaban de acuerdo y la idea es amargarles la comida a los maridos. Las putas habrán entrado primero y cogido a mesa, y tus amigas tenían que llegar tarde para que solamente esa estuviese libre.

Ana se echó a reír a carcajadas diciéndome que era un cabrón, pero que le gustaba la idea.

Los maridos, a diferencia de la otra celebración que no hacían más que dar voces y reírse, estaban serios, se les veía hablar algo, pero solo cuando les preguntaban, mientras todas las mujeres hablaban en franca camaradería. Fijándome bien en ellos, se les veía pálidos, casi blancos, comían poco y bebían menos. Tenían que estar acojonados.

Se lo comenté a Ana, que también se estuvo fijando, lo que fue motivo de regocijo durante toda la comida.

Nuestros padrinos fueron un primo de ella y su prima Cristina, que estaban sentados en nuestra mesa. Él junto a Ana y ella junto a mí.

Cuando empezamos a comentar lo de las amigas, sentí la mano de Cristina en mi muslo, recorriéndolo desde la rodilla a la ingle varias veces. Yo llené de vino mi copa para el agua y la mantuve en la mano, mientras le dije al oído a Ana:

-No digas ni hagas nada, pero tu prima me está metiendo mano y le voy a dar un escarmiento.

Puso mala cara, miró de reojo y vio que, efectivamente, su mano estaba por debajo de la mesa. Le señalé mi copa con vino mientras le decía que esperase. Seguimos hablando y comentando, hasta que su prima echó mano a mi polla. En ese momento, simulé un sobresalto y volqué todo el contenido de la copa de vino sobre el generoso escote, dejando marcados sus pechos sin sujetador y transparentándose sus aureolas y pezones.

Al haberla llenado hasta arriba, el líquido le llegó hasta las bragas. Todos los de la mesa nos pusimos de pie junto con ella para ayudarla a limpiarse. Cuando empezó a intentar secarse con la servilleta, se dio cuenta de que quedaba prácticamente desnuda a la vista de todos. Enseguida vino su madre y se la llevó al lavabo y ya no la volví a ver.

Ana, entre lo de sus amigas y su prima, se lo estaba pasando en grande. Al final de la comida, sus amigas, junto con las putas, se la llevaron aparte para contarle todo, y el marido de Marisa vino hasta mí, enseñando los dientes en lo que quería ser una sonrisa pero que parecía más al gruñido del lobo antes de atacar.

-Eres un cabrón hijo de puta. No te parto la cara por no dar el espectáculo el día de tu boda, pero voy a joderte todo lo que pueda.

Me soltó sin levantar la voz.

-¿Qué te he hecho yo para que vengas atacando de esa forma?

-Ya lo sabes bien, cabrón. Has colocado a nuestras amigas en la misma mesa que nosotros.

-Creo que te equivocas doblemente. Primero, no he colocado a nadie en ninguna mesa, y segundo, no sé si son tus amigas, pero sí son mis putas, a las que me follo cuando me apetece, y junto a mis dos antiguos compañeros de piso son las únicas personas con las que tengo relación personal y que he invitado a la boda.

Si habéis elegido la misma mesa que ellas o ellas la vuestra, no es mi problema.

-Pero sabías quienes eran cuando nos viste en la discoteca y no dijiste nada.

-No tengo costumbre de informar sobre mi vida privada a nadie si no es necesario. De todas formas, si no te gusta, puedes marcharte.

Y dicho esto, me fui en busca de Ana que estaba riéndose con las mujeres. Sonriendo, les conté lo sucedido, haciéndolas reír nuevamente y presenté a las putas a mi esposa, aunque ya se las habían presentado, pero que ante la mirada del marido de Marisa, que no perdía detalle, pareció una presentación formal.

Poco antes de las siete de la tarde, ya se habían ido todos. Yo tenía que trabajar porque el que me sustituía en estos casos estaba enfermo. Para facilitar la salida de los que quedaban, invité a todos con los que teníamos confianza, incluidos primos y prima de Ana, a bailar a la sala.

Bailamos nosotros, bailaron las mujeres, bailaron las parejas y todos bebieron como cosacos. A la hora de cierre, nadie se quería ir. Poco a poco los fui echando, las tres putas, los maridos correspondientes y las amigas, se fueron todos juntos, no sin quedar antes con Marta en el piso y decirles a las tres que teníamos que quedar para hablar. Ana, con una borrachera increíble, se empeñó en que la otra puta y ella eran íntimas amigas y la invitaba a su casa. Al fin, cerramos y me llevé a Ana y a la puta a casa.

Entramos en la mía, las llevé al dormitorio, donde cayeron ya sin conocimiento, por lo que tuve que desnudarlas a ambas y acostarlas en mi cama, yéndome yo a la otra habitación.

Por la mañana, me levanté, fui a la ducha y a desayunar, observando que Marga había preparado dos desayunos. Cuando terminé, pasé a casa de Ana para decirle que trajese un desayuno más, porque teníamos una invitada.

Cuando volví, se oían gemidos en mi habitación, ahora ocupada por las dos mujeres, por lo que me asomé y quedé sorprendido por la escena. Mi mujer debajo y con la cabeza a los pies de la cama le comía el coño a la puta colocada encima en un perfecto 69. Ante la escena mi polla respondió al instante. Me quité la toalla que todavía tenía puesta, y me subí a la cama poniéndome de rodillas tras la puta, que por cierto, se llama Susana, para meterle la polla en el coño y empezar a follarla.

Recorrí la entrada con la punta, humedeciéndola en su abundante flujo, incrementado por la saliva de Ana, y la fui metiendo por su coño, despacio, sintiendo cada centímetro que penetraba al tiempo que la lengua de Ana hacía recorridos desde su clítoris hasta mis huevos pasando por la parte de polla que todavía quedaba fuera.

Al poco de sentir cómo le entraba, comenzó a decir:

-Por el culo. Métemela por el culo.

Le hice caso, la saqué de su coño y la coloqué a la entrada de su ano. Hice presión y conseguí que entrase la punta, pero los gritos de “para, para, para”, me detuvieron. Al parecer no era un camino lo suficientemente recorrido y abierto, lo que me pareció extraño en una puta. Me levanté y tomé de la mesilla el lubricante, llenando bien su ano y lubricando mi polla.

Metí varios dedos para dilatar, pero nuevamente volvió a insistir en que se la metiese por el culo, así que la enfilé y de un empujón se la metí toda. Dio un fuerte grito, pero enseguida se calmó y pude moverme con libertad.

La lengua de Ana acariciaba mis pelotas cuando la tenía toda dentro, lo que, junto a la presión de su culo sobre mi polla, hicieron que me corriese bastante pronto. Creo que Susana se corrió varias veces, pero no sé si fue mi enculada, la comida de coño de Ana o ambas cosas.

Después de correrme, me retiré para ducharme de nuevo y vestirme. Cuando lo estaba haciendo, Ana me preguntó si ya me iba, a lo que respondí que tenía una cita ineludible y que iba tarde.

Puso cara de disgusto, pero se le pasó rápidamente con el trabajo de Susana.

Cuando llegué al piso, Marta estaba esperándome desnuda junto a la puerta. La hice acompañarme hasta la habitación y le ordené desnudarme. Lo hizo con diligencia y alegría. Cuando terminó, le ordené que me hiciese una mamada hasta ponérmela bien dura. Cuando lo consiguió, me acosté en el centro de la cama, con la espalda ligeramente incorporada, y la hice ponerse larga, al cruzado sobre mi pelvis, y metiéndose la polla en el coño.

Resultó algo complicado, pero al final consiguió colocarse

Con una mano acaricié su espalda y con la otra su culo. En su espalda iba de su cuello a los riñones y desde el costado de un pecho hasta el otro. En su culo iba de un cachete a otro y bajaba con el dedo entre ellos para acariciar su ano.

Ella movía su pelvis en respuesta a mis caricias, haciéndole sentir el movimiento de mi polla en su coño entrando y saliendo, por lo que acentuaba esos movimientos. Entonces yo le propinaba unas cuantas palmadas en su culo hasta que se calmaba, y vuelta a empezar.

Llevábamos como un cuarto de hora con este juego, cuando sonó mi teléfono, que por suerte siempre dejaba en la mesita de noche, y como estaba en el lado de Marta, le dije que me lo pasase.

Era Marisa, que estaba junto con Sonia en el portal y preguntaba si podían subir para hablar. Le dije que podían e informé a Marta.

-Son tus amigas, que vienen a hablar.

-¡Pero ahora no es posible!

-¿Por qué no lo es?

-¡Porque no hemos terminado!

-Bueno, pues terminaremos mientras hablamos.

-¡Pero me van a ver así!

-Y qué más te da. Además, seguro que les has informado de que venías ¿Verdad?

-Si

-Pues ahora te atienes a las consecuencias.

No hablamos más porque en ese momento entraron las otras.

Tomad cada una, una silla del salón y sentaos junto a la cama.

-¿Y no podemos meternos en ella contigo? –Dijo Marisa.

-No. Vosotras habéis venido a hablar.

Seguí acariciando el culo y la espalda de Marta y dándole alguna palmada en el culo para estimularla, ya que la presencia de sus amigas la tenía bastante cortada y no disfrutaba.

Sin dejar de hacerlo, abrí la conversación en general, preguntando qué pensaban hacer con sus maridos, Marisa y Sonia dijeron que divorciarse inmediatamente, Marta solamente gimió como consecuencia de mi palmada en el culo.

-No debéis precipitaros. Ahora no tenéis pruebas y os quedaríais en la calle. Primero tenéis que hablar con un abogado y ponerles un investigador privado para que os facilite las pruebas. Deberían ser lo bastante fuertes para que los comprometan en sus empleos…

No había dejado de trabajarme a Marta, que entre palmadas y movimientos había alcanzado tal nivel de excitación que se corrió interrumpiendo mi perorata.

-Mmmmm. Me corrooo. Siiiii. Me corroooo.

Un par de palmadas en el culo y la orden de no decir nada si no era sobre el tema, convirtieron sus gemidos en fuertes soplidos al alcanzar un nuevo orgasmo.

Mientras seguía con el tratamiento, continué hablando con ellas que, al llevar faldas ambas, se habían quitado las bragas y se estaban masturbando, convirtiendo la conversación en una serie de palabras separadas por suspiros, gemidos, chapoteos y palmadas.

-Si conseguís comprometerlos, podréis sacarles todo lo que queráis. ¿Habéis pensado dónde y cómo viviréis una vez separadas?

Marisa dijo que la asesoría estaba a su nombre, porque era la que tenía los estudios. Su marido no tenía titulación. Lo conoció siendo vendedor de coches y cuando se casaron se puso al frente del negocio como si fuese el dueño. Reconoció que era muy buen vendedor y que el negocio había prosperado gracias a él, pero que la solución de problemas y el trabajo corrían a cargo de ella y dos secretarias.

No sería problema dejarlo en la calle, pero le interesaba que siguiera en el negocio para convencer a los clientes.

Sonia dijo que ella no tenía trabajo ni medio alternativo de subsistencia y que dependía de lo que pudiese sacar a su marido.

Marta, entre gemidos de placer, explicó que con lo que ella ganaba, no podría mantenerse sola y terminó con una nueva corrida con la que consiguió que sus amigas suspendiesen la conversación para lanzarse a una masturbación frenética hasta que se corrieron.

Mi empresa de distribución de productos de belleza estaba lista para empezar. Tenía los proveedores y algunos clientes, el trabajo era sencillo: buscar nuevos clientes y pasar pedidos a los laboratorios. A Sonia le ofrecí trabajar en mi empresa buscando clientes nuevos y tomando pedidos de los existentes. Inicialmente a comisión y luego con sueldo y comisiones.

A Marta le ofrecí gestionar la oficina en la otra media jornada, en principio con participación sobre las ventas, hasta que todo funcionase al 100%.

Ambas aceptaron y acordamos juntarnos nuevamente para preparar los papeles. Luego les dije a Marisa y Sonia que se fuesen para poder terminar nosotros tranquilamente. Protestaron por dejarlas excitadas todavía y despacharlas sin follar. Les dije que si querían que se comiesen el coño en el sofá y que me dejasen en paz.

Cuando volví mi atención a Marta, me di cuenta de dos cosas: La primera era el dolor en mi mano de pegarle en el culo y la segunda, el color rojo tan intenso de su culo, en contraste con el blanco que lo rodeaba.

Estaba babeando. La hice ponerse a cuatro patas, me agarré a sus caderas y me la estuve follando con fuerza por el coño hasta que me corrí. Ella no sé cuántas veces lo hizo. Cuando la solté, cayó desmadejada sobre la cama, con los ojos cerrados como si estuviese sin sentido. La sentí respirar y eso me tranquilizó.

Ya estaba próxima la hora de ir a trabajar, por lo que fui a darme una ducha. A mi vuelta, ya estaba bastante recuperada, y me preguntó:

-Entonces… ¿En qué hemos quedado?...

A partir de ese día, Ana venía todas las tardes a verme al trabajo, y pasábamos juntos de una a dos horas. Los días de fiesta míos que coincidían con los de ella, salíamos a pasarlos fuera de casa o de la ciudad, pero en otro ambiente.

En el primer fin de semana que salimos, pasamos sábado y domingo visitando algunos pueblos de los alrededores de Madrid, a los que nunca se nos había ocurrido ir. Hablábamos mucho y el domingo, antes de volver, nos dimos un beso distinto.

No fue algo sexual, ni tenía nada que ver con nuestras relaciones sexuales. Era una señal de que algo empezaba a surgir dentro de nosotros. Era una relación más profunda que la que habíamos tenido hasta entonces, aunque no era amor en el sentido que se entiende entre un hombre y una mujer que se quieren y juntan para formar una familia.

Cuando llegamos a casa, ya anochecido, estuvimos largo rato besándonos en el rellano, como si fuésemos dos novios que se despiden en la puerta de casa de ella. Aunque así era, en el fondo.

Durante el mes siguiente fuimos normalizando nuestra relación, al tiempo que Sonia se descubrió como una gran vendedora, ampliando en mucho la cartera de clientes, y que junto a los que yo conseguía de otras ciudades cercanas, a las que me desplazaba con mi utilitario, hicieron que la empresa se pusiese al 100%, teniendo que contratar a Marta como administrativa y hacer socia a Silvia.

Encontrándose en situación de ser independientes y con numerosas pruebas que les habían facilitado los detectives puestos a investigar a los maridos, consiguieron ponerlos en la calle y, excepto Marisa, que simplemente lo degradó en la gestoría, a los demás les obligaron a pasarles una pensión que les dejaba lo justo para sobrevivir.

El día que firmamos la sociedad con Sonia, me encontré a Ana en mi cama cuando llegué de madrugada a dormir. Al no esperarlo, iba por el pasillo desabrochándome la ropa y no tuve la precaución de no hacer ruidos. Al encender la luz del dormitorio, me di cuenta de que la había despertado.

-Perdona por despertarte, Ana, no sabía que estabas aquí.

-No te preocupes. Realmente, quería estar despierta cuando llegases, pero la falta de costumbre ha hecho que me venciera el sueño.

-Ah, vale. ¿Y cómo es que vienes a dormir conmigo?

Ella, por toda respuesta, retiró la ropa de cama y apareció totalmente desnuda. Yo que acababa de quitarme los pantalones y calzoncillos, quedando solamente con la camisa desabrochada, no pude evitar que mi polla se pusiese a tope. No había quedado con las amigas en los dos últimos días porque estaban liadas con el trabajo y los restos de sus divorcios y por eso llevaba todo ese tiempo sin follar.

-¿Significa esto que ya estás preparada? –Le dije, al tiempo que quedaba desnudo.

-¿Tú que crees? Ven aquí de una vez.

Me metí en la cama abrazándonos puestos de costado. Acaricié su espalda y su culo, bajando hasta su muslo para hacerle doblar la pierna y ponerla sobre mí. En el hueco que quedó entre sus piernas, encajé mi polla, dura ya como una piedra. En ese momento, pensé en hacerle el amor de la forma más clásica.

Pasé a darle piquitos en sus labios, ignorando su boca entreabierta y me moví por su cuello, orejas y hombros, depositando múltiples besos en mi recorrido, para terminar de nuevo en su boca con un beso profundo, al tiempo que la hacía girar hasta colocarla boca arriba.

Mis labios bajaron por su cuello, dirigiéndose a sus pechos besuqueándolos al tiempo que mí mano recorría su costado y bajaba por la parte exterior de su muslo. Abrí mi boca totalmente, para introducir el pezón junto a la mayor parte posible de su pecho, para ir dejándolo salir poco a poco, mientras lo sujetaba con una ligera succión.

Al llegar su pezón a mis labios y acariciarlo con la lengua, lo encontré ya duro. Lo acaricié unos momentos y cambié al otro pecho para chuparlo también y sentir la dureza de su otro pezón.

-Mmmmm. Me gustan tus tetas. Las tienes preciosas.

-Gracias. –Me dijo, al tiempo que presionaba mi cabeza contra ellas.

Le correspondí lamiendo y chupando nuevamente los pezones y acariciando sus muslos por fuera y por dentro, pero sin llegar a su punto de placer.

Mi mano recorrió la cara interna de su muslo, sin llegar a tocar su clítoris. Únicamente rozaba sus labios cuando llegaba a su ingle, pero solo lo justo para estimular e incrementar su deseo.

Continué con mi boca por su cintura, pasé por su ombligo y llegué a pasar mi lengua sobre su clítoris, cubierto todavía por los labios que empezaban a abrirse.

Abrió sus piernas para facilitar mi tarea y yo aproveché para situarme entre ellas y recorrer los bordes con la lengua.

-Mmmmm. Siii. Sigue. Me gusta

Me dediqué a recorrerlo con mi lengua, repasando los bordes una y otra vez, hasta que se abrieron totalmente. Sentí su flujo en mi boca y proveché para meter un dedo en busca de su punto G. Su clítoris apareció hinchado y fue presa de mis labios que los masturbaban con suavidad y de mi lengua que lo acariciaba.

Tardó muy poco en coger mi cabeza y presionarla contra su coño, al tiempo que un largo siii me informaba de su orgasmo.

-Siiiiiii. Siiiiiiiii. Ooooohhhh.

Dejé su clítoris pero no su coño. Añadí un nuevo dedo y empecé a follarla con ambos, pero ella me cortó diciendo.

-¡Métemela ya! ¡La quiero dentro!

No me hice derogar. Tenía tantas ganas que me subí hasta quedar sentado sobre mis rodillas junto a ella, levanté sus piernas y tiré de ella, quedando su culo apoyado en mis muslos hasta que mi polla rozó su coño. Me entretuve unos momentos recorriendo su raja arriba y abajo para humedecerla bien. Una de las veces, resbaló hacia adentro y seguí el camino hasta que la punta chocó con algo.

-Pfssssss. Jodeeer. Nunca me había sentido tan llena ni la había notado tan adentro.

-Aún te queda un trozo por recibir.

-Por favor, ten cuidado. Ve despacio hasta que me acostumbre.

-Eso pensaba hacer.

Y comencé a moverme despacio. La posición forzaba mi polla hacia abajo, lo que nos proporcionaba a ambos un roce intenso y un placer adicional. Fui acelerando mis movimientos, lo que hacía que su cuerpo fuese bajando de mis piernas y mi polla llegase a entrar completamente.

Se corrió nuevamente con más gemidos y palabras de estímulo.

-Sigueee. Sigueee. Me voy a correeer. Siiii. Sigueee. Me corroooo.

A partir de entonces, no sé si tuvo un orgasmo encadenado o fueron varios seguidos, pero no paraba de decir:

-Siiii Métemela toda. Ooohhh siiii. Cómo me llenaaaa. Aaaaahhhh.

Cuando no pude aguantarme más, la clavé todo lo que pude y lancé toda mi carga en su interior. Supongo que alguna de las descargas debió de entrar directamente a su útero. La mantuve dentro hasta que empezó a bajar la erección. Entonces, volví a colocarme arrodillado entre sus piernas y levanté su culo, apoyado en ellas, para que no se saliese mi corrida.

Casi amanecía cuando nos quedamos dormidos.

Me despertó el horrible sonido del despertador. Me costó identificarlo y llegar a despertarme lo suficiente para darme cuenta de que una mano me estaba masturbando y que ya la tenía dura.

Ana se puso a caballo sobre mí y se metió la polla dejándose caer sobre ella.

-Pfffffssss. No sé si llegaré a acostumbrarme a ella. Como no me quede pronto embarazada, me vas a destrozar.

Pero empezó a moverse cada vez más rápido, dando botes sobre ella, alcanzando varios orgasmos, hasta que la hice acostarse al verla cansada, siendo yo ahora el que la follaba con rapidez y dureza. Tuvo un nuevo orgasmo y me corrí junto a ella más tarde.

Puse sus rodillas en mis hombros para que su cuerpo colgase y no se saliese mí corrida demasiado pronto. Estuvimos como una hora en esa posición, y para entretenerme estuve acariciando con movimientos circulares la zona alrededor de su clítoris, arrancándole dos nuevos orgasmos.

Después de eso, se levantó y se fue a su casa como pudo. Yo vi que todavía no eran las nueve de la mañana y me volví a dormir hasta pasado mediodía, que me despertó una mamada de Ana, que insistió hasta que le avisé que me tenía a punto de correrme, entonces, se subió sobre mí y se empaló, moviéndose con mucha rapidez. Había estado masturbándose, por lo que entró con facilidad al tener el coño encharcado.

Cuando sentí acercarse mi orgasmo, la giré poniéndola debajo, y tras unos movimientos rápidos, volví a clavarla hasta lo más profundo y le solté todo a la entrada de su útero. Este gesto y el mantenerla con las piernas y el cuerpo levantado se convirtieron en una rutina.

También se convirtió en una rutina el follar mañana tarde y noche, por lo que empecé a tomar un complejo vitamínico a partir del segundo día.

Al quinto día no vino a medio día, por lo que llamé a su casa para preguntar qué ocurría, porque me parecía muy pronto para saber si estaba embarazada. La sirvienta me informó que estaba con su indisposición periódica. O sea, tenía la regla. Le di las gracias y volví a mis cosas.

Continuamos seis días después, con el mismo ritmo y durante todo el mes. Transcurrido éste y una semana más, una mañana se quejó de molestias en el estómago y náuseas, achacándolo a la cena.

Desde ese día, dejó de quedarse a dormir conmigo, con la excusa de que no dormía bien y que prefería hacerlo en su cama, pero seguíamos follando por las noches y a medio día.

Yo no soy experto, pero sabía perfectamente que estaba embarazada, pero me hice el tonto y la situación siguió todo el mes y la mayor parte del siguiente, cuando ya empezaba a notarse algo de tripa y un ligero abultamiento de los pechos.

Entonces me anunció que estaba embarazada, pero seguimos con la misma técnica una semana más, pasada la cual, nos fuimos a visitar al abogado y con él, al notario para entregar los resultados de los análisis.

A la salida, tomando unas cervezas nosotros y Ana agua, soltó el abogado.

-Bueno, ya has cumplido otra de las condiciones del contrato. Ahora ya puedes volver a tu rutina anterior. Te recuerdo que este embarazo no te da ningún derecho sobre mi cliente y que si la acosas, intentas acostarte con ella o la violas, te denunciaremos y terminarás en la cárcel.

Yo miré a Ana sonriendo, esperando que ella dijese algo, pero la sonrisa se me heló en la boca cuando vi que bajaba los ojos y no decía nada.

Con la rabia de ese momento por haberme hecho creer que había algo entre nosotros y que había estado follando casi dos meses más conmigo a pesar de saber que ya estaba embarazada y disfrutando de muchos orgasmos, que me habían hecho pensar que le gustaba follar conmigo y que seguiríamos haciéndolo en el futuro, les dije que tenía que irme y me marché sin pagar la cuenta ni decir nada más.

Por el camino me fui dándole vueltas a la cabeza, debatiendo conmigo mismo entre que tenía razón ella porque era lo que decía el contrato pero por otro lado, me había hecho pensar que había algo más y que hubiese quedado mejor si nos hubiésemos limitado a follar como conejos y luego separarnos sin más.

Esa tarde, en la sala, me tomé alguna copa, sin llegar a estar borracho, pero mi mal humor se lo llevó un cliente que se puso a molestar a una belleza de mujer que estaba con una pareja, y que, al no hacer caso a mis consejos de dejarla tranquila, lo saqué hasta la calle cogido de la pechera y en la misma puerta le sacudí dos guantazos.

A la muchacha le debí de caer bien, porque largó a su pareja y estuvo acosándome hasta la salida. Me la subí al piso y estuvimos follando hasta la salida del sol, con breves intervalos para tomarnos alguna copa y comer algo de embutido al vacío que tenía.

La follé por todos los agujeros, le comí el coño y ella a mí la polla. Se corrió no sé cuántas veces, pero fueron muchas. A la salida del sol, nos quedamos dormidos, totalmente agotados.

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