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La enfermera abusó de mi violándome en repetidas ocasiones

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Me llamo Miguel y tengo 25 años. Vivo en una casa de una familia acomodada y desde pequeño nunca me faltó de nada. A los 18 años, en cuanto me saqué el carnet de conducir, mi padre me compró un coche de segunda mano. Aunque era de segunda mano, era un buen coche y me duró bastante tiempo. Entonces era un chico responsable y conducía bien. Supongo que por eso no he tenido que cambiarlo hasta hacer relativamente poco, dos años.

Cuando ya trabajaba, decidí comprarme uno nuevo. Un deportivo, para fardar con las chicas y eso.

Después de un mes, empecé a salir con una chica. Nos llevábamos bien y nos íbamos por ahí en mi coche. La verdad, no sé si le gustaba más yo o mi coche. No me importaba, lo único que quería era llevármela al huerto.

Un día nos lo montamos en el coche. Estaba follándomela sin condón y cuando estaba a punto de correrme, me rayé, no porque pudiera dejarla embarazada, sino porque pudiera manchar la tapicería con mi semen.

-Ah, ah, ah, gemía ella.

Yo estaba a punto y cuando me corrí, casi no me dio gusto por lo preocupado que estaba. Me quedé dentro de ella después de irme.

-¿Qué haces tío? me dijo. Salte ya.

-Espera, ¿tienes un clínex?

-Sí, creo que tengo uno en el pantalón.

Tenía el pantalón y las bragas por los tobillos, y ella se agachó para cogerlo y yo con la polla dentro de ella. La situación era un poco rara.

-Toma, anda.

La saqué con cuidado y me limpié el semen. Después nos vestimos y la llevé a su casa.

-Hasta otra. Me dijo.

No sabía aunque no la volvería a ver más.

Cogí la carretera de la playa para volver a casa y a los 5 km más o menos, otro coche adelantó por el carril contrario y acabó estrellándose contra el mío.

Me llevaron al hospital, de eso me enteré después. Tenía varias costillas rotas y estaba todo escayolado.

Cuando mis padres se enteraron, enseguida acudieron a verme. Estaba grave, pero me habían dicho que saldría adelante. Solo que me esperaban unas cuantas operaciones.

Unas semanas después de mi primera operación, un clavo en la rodilla, me aconsejaron que empezara a andar por la habitación. La tenía para mí solo, porque como mis padres tenían mucho dinero, me habían llevado a un hospital privado, y además era grande.

Aunque no me desenvolvía mal andando solo, (me habían quitado la escayola del pecho) no podía ducharme solo, con el suero, la escayola y eso.

Tenía una cuña puesta y la enfermera me la cambiaba cada poco. Al principio no me importó que pudiera verme el pene.

Me dijeron que avisara enseguida en cuanto necesitara ir a ducharme. Así que ese día toqué el timbre para avisar de que tenía que ducharme.

Carmen, la enfermera del turno de mañana, que llevaba mi habitación y alguna más, se presentó enseguida.

-Hola Miguel, ¿qué tal te encuentras hoy?

-Mejor, gracias.

-Anda, vamos a la ducha.

La verdad es que Carmen era guapísima, debía de tener un año o dos más que yo, y mientras me llevaba a la ducha, me vino a la cabeza el morbo ese que nos dan a los hombres los uniformes y más el de enfermera.

Me quitó la bata con cuidado y me dejó desnudo. Tenía los brazos escayolados y la verdad es que ella tendría que hacer casi todo el trabajo.

Abrió el grifo y me mojó todo el cuerpo. Me había cubierto los brazos y la pierna con un plástico especial para que no se mojaran.

Entonces vino lo peor. Empezó a enjabonarme y claro, cuando bajó a mi pene, este reaccionó. Ella pareció no enterarse de que se estaba poniendo duro como una piedra.

Siguió con pecho y espalda y bajó hasta el culo. Para entonces estaba a punto de estallar. Ella seguía a lo suyo, sin decir nada.

Luego volvió de la espalda al frente y frotó con la esponja todo mi pene. Si no fuera por como estaba, le habría preguntado qué forma tan rara era esa de lavarme. Porque ella estaba subiendo y bajando la esponja por mi pene, claramente masturbándome.

Ella aceleró un poco más el movimiento y entonces no pude más, me agarré a su hombro y me corrí con un gemido, que esperé que el agua de la ducha tapara.

Como si no hubiera pasado nada, ella terminó de aclararme, llevándose el desagüe todo el jabón y el semen. Después me secó y me vistió y me tumbó en la cama.

-¿Que, que tal? ¿Te has relajado con la ducha?

Iba a contestarle que me había relajado con la paja que me había hecho, pero preferí callarme.

Me dormí un poco y mas tarde, me despertó porque traía la comida.

-¿Tienes hambre? La comida está muy rica. Anda, pruébala.

Comí y la miré a la cara. Estaba a punto de decirle algo, pero me callé.

El día pasó relativamente rápido y llegó la hora de acostarme. Carmen me ayudó y luego se despidió de mi, apagó la luz y cerró la puerta.

Tuve un sueño algo raro, en el cual tenía relaciones sexuales con una de mis amigas. Aunque también me había parecido oír abrirse la puerta de la habitación y luego cerrarse.

Me desperté pronto y Carmen entró al poco a tomarme la temperatura y la tensión. Después retiró la sabana para incorporarme y estaba manchada de semen. Vaya por dios, había tenido una polución nocturna. Bueno, eso pensé entonces.

Ella me llevó al baño y me lavó el pene con cuidado.

-Eres un poco guarrote, me dijo sonriendo. Tu amiguito ha tenido una noche movida.

-Pues si. Eso parece.

-No te preocupes. Estoy acostumbrada a ver de todo en mi trabajo. Al menos tu pene es hermoso.

¿Hermoso había dicho? No podía creerlo.

El día volvió a transcurrir relativamente rápido, con visitas de mi familia y eso, y volvió a llegar la hora de acostarse. Estuve pensando todo el día en una cosa, después de lo de la paja en la ducha y la polución nocturna.

Cogí mi móvil, que estaba cargado a tope de batería y lo puse en un rinconcito de un armario que tenía justo enfrente de mi cama, pese al esfuerzo que tuve que hacer, supuse que valdría la pena. Esperaba que al día siguiente tuviera la prueba de que, si tenía otra polución nocturna, era ella que me habría hecho una paja.

Al día siguiente, en cuanto me quedé solo, miré el teléfono y vi que solo había grabado el vacío. ¿Se habría imaginado algo y había preferido no hacer nada esa noche? No tenía ni idea.

Al poco rato entró Carmen.

-Hola buenos días, me dijo muy sonriente. ¿Listo para la ducha?

No dije nada e intenté incorporarme yo solo.

-¿Qué haces? No te muevas, yo te levanto. Es mi trabajo.

Llegamos a la ducha y otra vez el mismo proceso, me moja bien y me enjabona y empieza a frotarme todo el cuerpo. Intento resistir para no tener una erección, pero no sé cómo lo hace, que enseguida mi pene vuelve a empinarse.

Ella sigue frotando y un poco más tarde que el día anterior, vuelve con el movimiento masturbatorio.

-¿Porque haces esto? Le digo.

-Porque soy tu enfermera y estoy aquí para cuidarte, es mi trabajo y eso incluye ducharte y aliviarte un poco.

-No quiero. Solo quiero que me laves, pero no que me la menees.

-¿Ah, no te gusta?

Ella empieza a acelerar, estoy al límite y casi no puedo hablar.

-No, si, si, me...me... no puedes hacerme esto. Estas... estas... abusando de mi... Me voy a correr si no para enseguida.

-Si dices algo a alguien, no volveré a verte, ni a ducharte, ni a cambiarte la cuña. Así que ya sabes, calladito estas más guapo.

En eso que acelera al máximo y yo me vuelvo a correr. Una corrida larga. Mi polla expulsa varios chorros de semen. La tía es una experta haciendo pajas.

De vuelta a la cama se despide tras dejarme la comida en la bandeja. Me quedo pensando si decir algo a mis padres o que. Mi padre conoce al director del hospital. Pero si digo algo o la denuncio, ella podría tomar represalias.

Estoy en sus manos y seguro que está loca, o es una adicta al sexo. Mejor me callo y espero a que me den el alta. Espero que no tarden mucho pienso.

Pasan dos días y ella no ha vuelto a masturbarme en la ducha. La verdad, me siento un poco mas tranquilo, aunque no sabía lo que estaba a punto de ocurrir.

Esa noche, serían las nueve o así, tenía mucho sueño. No acababa de encontrar nada que me gustara en la televisión, así que la apagué y decidí dormirme.

Estaba girado del lado derecho intentando dormirme, cuando oigo un ruido. Me giré y no vi nada.

Horas más tarde, un ruido me despertó. La puerta se había abierto y era Carmen que entraba en la habitación. Me tomó la temperatura y tras comprobar que estaba bien, cerró la puerta. Me quitó la sabana de un tirón. Abrió mi bata y como estaba desnudo debajo, tenía acceso a mi pene.

Empezó a chupármela. Lo hacía con ansia, como si nada más importara. Yo di un empujón e intenté zafarme.

Ella me pegó en la cara. Entonces cogió unas vendas que llevaba preparadas en el bolsillo de su bata. Supongo que lo esperaba, y me ató con ellas de pies y manos a la cama.

-Pórtate bien y no digas nadas.

-Maldita puta. Alcancé a decir.

Me tapó la boca con otra venda. Se quitó la bata y la dejó en el sofá que había junto a mi cama. Luego se quitó también el sujetador y las bragas, y se quedó en pelotas delante de mí.

Cogió un condón que traía preparado también del bolsillo de su bata y me lo puso. Para entonces, después de ver su culo inclinado cogiendo el condón, yo estaba empalmado. Se subió encima mío y despacio, fue bajando sobre mi, hasta que se la clavó toda.

Comenzó a follarme, cabalgándome con fuerza. Me estaba violando literalmente, y yo no podía hacer nada. Pese a que estaba disfrutando, me sentía ultrajado. Intenté liberarme, pero no podía soltarme.

Después de estar un rato así, ella se corrió con un gemido que ahogó metiéndose unos dedos en la boca. Se salió de mi, y se dio la vuelta. Ahora me montó de espaldas. Siguió follándome un rato más de espaldas. La visión de su culo me hizo tranquilizarme un poco. Ella se corrió de nuevo unos minutos después.

Luego inclinó aún más su espalda y terminó de violarme, porque entonces me corrí yo. Salió de mi de nuevo y me quitó el condón, me limpió el pene y me desató. Después de limpiarse sus jugos, se vistió y salió de la habitación, deseándome buenas noches.

Durante un mes más, estuvo violándome un día sí y otro no. Pensaba que seguía atemorizado por sus amenazas y que no diría nada. Una noche después de haberlo hecho, ni siquiera me limpió el semen y me dejó todo el pene pringoso. Después de que se fuera, cogí mi móvil y le envié un mensaje a mi hermana, para que me trajera su otro móvil. Carmen siempre guardaba mi teléfono en el armario mientras me follaba, para que así no pudiera grabar nada.

Pero no se imaginaba que al día siguiente mi hermana me trajo su móvil y así puede grabarla violándome.

Cuando mis padres se enteraron, se pusieron muy nerviosos y se sintieron humillados como yo. Carmen fue denunciada y despedida del hospital.

Meses después, yo ya estaba de alta, me enteré de que había tenido un accidente similar al mío. Me enteré en que hospital estaba y fui a llevarle un ramo de flores.

-Soy un amigo de Carmen. Les dije a sus familiares que estaban en la habitación. Ella se quedó de piedra al verme. Estaba escayolada casi como yo.

Cuando dejé las flores junto a ella, me acerqué para darle un beso y le dije al oído:

-Esta noche vendré a visitarte.

Casi se muere del susto.

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