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Pasaba por ahí

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Estábamos a mediados de los años noventa cuando conocí a Julio, un amigo en común de mi amiga Ady, nuestra convivencia era muy mínima, él sabía que, aunque yo no era novio de Ady, pasaba algo entre los dos. Muy a menudo nos encontrábamos cuando yo paseaba con alguna novia por el barrio. Así pasó algún tiempo, algunas noches cuando regresaba de la escuela me lo encontraba en una calle por la que me gustaba volver a casa, era una calle larga de aceras anchas, llena de eucaliptos que en las noches de viento olía muy bien, refrescaba el paseo, disfrutaba mucho esas caminatas nocturnas y un buen día apareció Julio y el encuentro nos causó sorpresa y agrado.

Los encuentros se volvieron más casuales, la conversación se hizo más extensa, un tema nos llevaba a otro y así, hasta que llegó el momento en que acordamos ir a cenar y beber en algún lugar, entre los dos, olvidándonos por completo de los amigos que teníamos en común.

Julio tenía 27 años y yo apenas 18, sin embargo, nuestra plática era muy asertiva en cada tema que tratábamos. No recuerdo que alguien mencionara que él era gay o algo similar, no, ni menos de mí, era una parte que había experimentado muy poco, de más joven y con un solo amigo de la infancia. Nunca me pareció que él fuera gay, ni lo parecía, nunca me intereso saberlo, yo iba de hetero, aún no definía bien mi bisexualidad, lo que si me quedó claro desde hacía mucho tiempo cuando empecé a verlo, fue que me la pasaba muy bien, que disfrutaba su compañía y que ambos teníamos planes a diario para hacer alguna actividad; supongo ahora que han pasado tantos años, que estuvimos enamorados, así de simple, sin mencionarlo, sin sufrirlo, sólo gozando cada momento de los que nos fueron llegando. Así que él se convirtió en esa gran experiencia, todo fue pasando lentamente, una cosa nos llevó a la otra, hasta que cierto día quedamos de ir a su casa para disfrutar de unos tragos.

Aquel día en su casa, no llevábamos ni dos tragos cuando nos acercamos en silencio, sin tocarnos y sin decir nada; pero yo ya estaba que ardía de deseo por abrazarlo, por besarlo, por sentir su cuerpo, por sonreírle y decirle todo lo que me encantaba. Apenas estaba reconociendo todos mis deseos cuando él se me abalanzó para besarme, me estrujaba contra su cuerpo, me recorría las nalgas y la espalda con sus manos y sus brazos. Yo disfrutaba de su cuerpo musculoso sobre el mío, un cuerpo más delgado. Recuerdo mucho la imagen y la sensación que me causaba su boca y su lengua recorriendo mi cuello, bajando por mi pecho, sus labios succionando mis tetillas, su lengua jugando y humedeciendo mis axilas y el borde de mi abdomen hasta llegar a mi pene, en ese momento me miro y nos volvimos a besar y en seguida se regresó a lamer mis testículos, lamió mi ano, sentía la calidez de su saliva y la dureza de su lengua intentando entrar, recorría desde mi ano hasta la raíz de mi verga, hasta que llegó el momento en que me sacó del trance de placer en el que me tenía para darme otra explosión de placer, fue el momento en el que me empezó a mamar la verga, succionaba mi glande igual de rico que lo hizo con mis tetillas. Mientras me la mamaba, con sus manos masajeaba mis nalgas y pronto sentí la yema de sus dedos masajeando mi ano. Sentí como succionaba todos mis jugos, estaba empezando a experimentar un orgasmo y sentí desde el vientre un deseo inminente de eyacular, de venirme en su boca. Fue en ese momento que me soltó, me volteó y comenzó a lamer nuevamente, ahora desde las corvas, subiendo por las piernas, me daba pequeños mordiscos en las nalgas, así siguió por mi espalda hasta llegar a mis hombros y mi cuello, en ese momento sentí su verga dura y babeante chocar y rozar entre mis piernas y las nalgas, estaba disfrutando su aliento fresco y su lengua húmeda entre mi nuca y las orejas cuando sentí su glande en la entrada del ano, sentí como se relaja mi esfínter y tuve la sensación de querer absorberlo, que mi ano lo succionara en automático, sufrí un instante, casi se lo pido, pero en el momento que más lo desee fue cuando sentí sus manos separando mis nalgas, sentí como me lubricaba con sus jugos y lentamente fui sintiendo como se iba abriendo paso su verga dura y jugosa hasta sentirla dentro casi por completo. Mi cuerpo estaba tan relajado y mi culo tan deseoso que pronto comencé a moverme un poco para disfrutar de su verga, mientras él me acariciaba la espalda y las nalgas. Yo estaba hincado sobre la alfombra y con medio cuerpo sobre el sillón en la sala de su casa. Mientras me penetraba me dijo que le encantaba el sabor de mi verga, de mis tetillas, de todo mi cuerpo, que estaba loco de ganas, que por más que las cosas iban bien, no acaba de creerse lo que estábamos haciendo, fue en ese momento que me relaje y deje que él se moviera y me envistiera con toda su lujuria, y así fue, sentí como se inclinó sobre mí y empezó a morder mis hombros, a lamer mi espalda, sentí como tomó mi verga y empezó a masturbarme. Sentía como escurría mi ano, el golpeteo y lo mojado que estábamos causaba un sonido magnífico, sentí como se contorsionaba dentro de mi esa verga generosa y estupenda, al mismo tiempo él se quedó quieto con tan solo sus testículos fuera de mí, la sensación fue intensa, sentía su mano masturbándome y su verga muy dura y rica dentro, así que eyaculé, fue un orgasmo cósmico, todo mi cuerpo lo disfrutó, también mi alma. En cuanto sintió cómo se erizaba y se contraía mi cuerpo comenzó a penetrarme frenéticamente, me masturbaba y lubricaba con mi propio semen, así estábamos cuando sentí como su verga se chorreaba dentro de mi culo, y mi culo se lo agradecía succionando cada gota.

Nos separamos y nos recostamos sobre la alfombra, nos mirábamos y sonreíamos totalmente cansados y llenos de placer.

Descansamos cerca de veinte minutos, nos servimos varios tragos y volvimos a hacerlo, esta vez me tocó probar la delicia de su ano, morder sus hombros y lamer el sudor de su espalda.

Y ese día empezó una de las más grandes experiencias de mi vida.

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