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La seducción de mi esposa

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Sábado, 6 de junio. Son las 19:14 de la tarde y al final parece que no va a llover.

-¡PERFECTO! – pensé.

Hoy era la noche en que salíamos a cenar, hoy era nuestra noche.

Hacía ya dos meses de la última cena entre Mónica y yo, realmente estaba ilusionado y expectante.

Mónica es mi esposa, es la mujer que lleva conmigo más de 20 años. Realmente es una mujer impresionante en todos los sentidos. Y yo sigo enamorado de ella.

Es una mujer rubia con unos 42 años muy bien puestos. De esas mujeres que no aparentan su edad, una mujer que no tardaría mucho tiempo en encontrar pareja si yo la dejase, del tipo de mujer que solo conoces una vez en la vida. Y a pesar de haber tenido dos niños, su cuerpo no ha experimentado grandes cambios, v continúa teniendo un cuerpo precioso y un culo que muchas de 20-25 años envidiarían.

Alumbra la vida con unos preciosos ojos verde-esmeralda y su piel es de un color tan claro que en verano la hace parecer extranjera.

Como decía, ya llevamos unos años reservándonos una noche para nosotros. Una noche en la que se cambia el chip.

Lo hacemos porque entre el trabajo de cada uno, los peques, la casa y otros problemas, al final nos dimos cuenta que no estábamos disfrutando de lo que nos apetecía el uno del otro. Nos dimos cuenta también que como se dice “los años no pasan en balde” y que ya no somos unos críos.

Intentamos que esa sea una noche de amor, una noche para conversar sobre nosotros, para expresar las ganas de estar el uno con el otro. Una noche donde de nuevo nos cogemos de la mano y paseamos. Donde ella de nuevo vuelve a sonreír con mis chorradas y yo la encuentro de nuevo impresionantemente bella.

Es una de esas veladas en las que vuelves a ver realmente lo que os enamoró a ambos. Pero también una noche de erotismo puro, de sensualidad y de morbo. Ella lo sabe.

Sabe que tiene que ser una de esas noches donde no puedes acabar como siempre, así se pactó. Tiene que acabar bien y, bien no es lo convencional, bien, para mí es encontrarme con mi esposa en situaciones totalmente diferentes a las rutinarias. Diferentes a las de hoy toca y “espera salgo del cuarto de baño y lo hacemos”.

Si vamos en coche, podemos acabar follando como cuando éramos jóvenes. Quién sabe dónde. De hecho, la última acabó a las 3 y pico de la madrugada, con mi esposa en cuclillas chupándome la polla, para después yo ponerla de pie, bajar sus “leggins” negros hasta los tobillos y comenzar a follármela por detrás, de pie en el ascensor de la escalera de nuestro piso.

(Deberíais creerme lectores, estas licencias con mi esposa hacen que diariamente la vea de otra manera muy distinta. Y si vuestro matrimonio se resiente por la rutina es algo que os aconsejo.

Me gusta vivir la sexualidad con mi pareja a tope. No me considero un salido ni un enfermo por contar lo que ahora leeréis y sé que es la fantasía de muchos de vosotros. También la mía hasta que decidí dar el paso a realizarla).

A pesar del fracaso obtenido con la visita al local de intercambios, el pasado mes de septiembre, yo seguía obsesionado en ver a mi esposa disfrutar aunque fuese solo de las caricias de otro hombre. Quizás allí fue todo muy a saco.

Realmente la visión de aquellas parejas desnudas follando, y además “el calvo” aquel, tapado solo con una toalla blanca, que con la mirada desnudó a mi esposa, comiéndosela con los ojos, acabaron por arruinar la experiencia.

¡¡El resultado fue un cubata en 10 minutos y 25 eurazos!! Y lo peor es que la noche al traste.

Me pregunté en realidad ¿Qué había fallado? ¡El tacto! Estaba seguro de que mi esposa con un tacto adecuado entraría en el juego. A veces, se lo preguntaba cuando más excitada estaba y su contestación acababa siendo siempre sí. Solo necesitaba alguien que la sedujese, alguien con tacto para las mujeres que le entrase poco a poco pero que la hiciese sentirse cómoda, que la cautivase y prácticamente la hipnotizase con sus palabras. Alguien como Iván con quien había contactado hace ya un mes por mil anuncios.com.

Habíamos quedado un par de veces para tomar un café y plantearle una idea que le entusiasmó.

– Me gustaría que alguien sedujese a mi esposa hasta el límite que ella quiera – le dije.

El me miró y me preguntó:

– ¿Ella lo sabe? Las hay que saben de antemano que van a ser seducidas.

– No, tampoco quiero que se sienta incomoda. Debe ser algo que surja solo – le conteste.

Había llevado alguna foto de Mónica, siempre vestida por supuesto, y a él le pareció una mujer muy bella e interesante.

– ¡Es muy guapa! – me contestó – ¿Cuándo?

– El primer fin de semana de junio, el sábado. Estamos en contacto por mail y te llamaré antes.

Los dos habíamos llegado a la conclusión de que no forzaríamos nada, de que si no pasaba nada, NO PASABA NADA. Solo intentaríamos crear un clima donde se pudiese dar esa opción. Por supuesto unas copas ayudarían.

Iván, tenía entre 35 y 38 años más o menos. Muy cuidado en general, moreno con pelo abundante y con unos ojos claros que llamaban la atención. Realmente tenía un buen cuerpo sin llegar a esos que solo cultivan bíceps y pectorales, olía bien y era educado.

Su anuncio no me pareció soez. Simplemente ponía.

——————

– ¿Me dejas seducir a tu esposa?

No hará nada que ella no desee hacer.

Iván. 663 768 555 (Tengo whatsapp)

——————

Eso me convenció del todo. No buscaba alguien que se pasara de la raya ni que tuviese un anuncio lleno de proposiciones explicitas y fotos de su nabo.

A las 19’30 regresé de dejar a los críos en casa de los abuelos.

Un aroma embriagador envolvía la estancia. Dulce, mezcla de canela y coco, hacía que cada exhalación fuese un delirio de excitación.

Mi esposa estaba en el cuarto de baño, se estaba secando su larga y rubia melena.

– Estás muy sensual con el cabello húmedo, cariño – le dije.

De pie, frente al espejo, me encantaba verla así, ver como dedicaba tiempo a cuidarse.

Se había puesto ese vestido negro que compró en Desigual y que costó una pasta. Había decidido no ponerse sujetador, decía que como el vestido era de una tela muy fina, se notaba y no le gustaba. Tenía poco pecho pero, aún bien colocado así que podía permitirse esa frivolidad de mostrar su figura sin ningún tipo de reparo.

– ¿Llevas tanga, verdad? – le pregunté, confirmando manualmente, que ninguna marca de ropa interior se notaba con ese vestido.

– Sí, ¿se nota? – preguntó preocupada

Y yo negué con la cabeza y le dije:

– ¡Estas preciosa!

Le quedaba perfecto con los zapatos de tacón negros. Aquellos taconazos la ponían a mi altura.

– Estás preciosa – le dije por segunda vez, sin dejar de mirarla.

Me gustaba mucho aquella mujer. Comenzó a pintar sus labios con un toque suave de color rojo y que hacía que deseara besarlos.

– Si no fuese porque tenemos hora concertada en el restaurante te follaba ahora mismo – dije abrazando su cintura por detrás.

Se giró hacia mí, me miró con dulzura, me besó, me sonrió y después me limpió con el pulgar el carmín que dejó impregnado en mis labios.

– Anda, déjame que llegaremos tarde.

Cogió el lápiz de “rímel” y empezó a pintar la raya de sus ojos, de esa manera tan hábil que tienen las mujeres para no meterse el lápiz en el interior del ojo.

Me alejé pensando que bien olía y me fui al vestidor para cambiarme de ropa. Lo tenía claro, quería ir fresco. Escogí para esa ocasión un pantalón blanco de lino, una camisa azul de manga corta y unos zapatos cómodos, sin calcetín.

Sobre las 20’30 salíamos de casa, de la mano y caminamos hasta el coche.

Cuando llegamos al restaurante nuestro amigo de toda la vida Pepe ya nos estaba esperando.

– ¿Qué pasa pareja? – nos preguntó sonriendo.

– Mónica, ¡tan guapa como siempre! – le dedicó a ella.

Pepe me dio un abrazo y se acercó a Mónica para darle dos besos.

Comenzamos a cenar, acompañándolo todo con una sangría de vino, algo suave para mi gusto. Al finalizar el primer plato, mi esposa me comentó que necesitaba ir al servicio y yo aproveché para pedir una sangría de cava, puesto que la otra se había aguado un pelín ya. También aproveché para enviar un “whatsapp” a Iván.

_________

– Sobre las 00:00 estaremos en un local de la calle Tajo llamado SAMBA-BRASIL. (Enviar)

-“”””ding””ok, sé cuál es (contestó).

– Descríbeme un poco como vas vestido. (Enviar)

-“””””ding”””” Pantalón corto azul marino, y polo blanco.

– “””””ding”””” Por cierto, nos conocemos del curro.

– Ok… Intentaremos sentarnos cerca. (Enviar)

-“””””ding””””” Ok.

_________

Lo dejamos ahí porque Mónica bajaba ya las escaleras del servicio.

– He pedido otra sangría, cari – le dije.

– Bien, pero de cava.

Continuamos charlando y reíamos distendidamente. Al finalizar la cena prácticamente nos habíamos acabado la sangría de cava. Yo le decía lo bella que estaba, lo que la amaba, ella me escuchaba y de vez en cuando acariciaba con sus dedos mi mano sobre la mesa. Le gustaba oírme decir esas cosas.

Yo observaba que sus ojos brillaban. Era evidente que las tres o cuatro copas de sangría le habían hecho efecto. Sonreía más efusivamente, gesticulaba más y hablaba un pelín más fuerte de lo normal aunque todo esto, sin exagerar demasiado.

Sobre las 23’55 nos levantamos de la mesa y nos dirigimos al local que estaba al lado.

Samba-Brasil era uno de esos locales donde puedes hablar y tomarte una copa sin agobios ni empujones, sentado y cómodo. Si te apetecía bailar también tenía una sala al lado donde sonaba música española y latina.

Yo estaba nervioso. Sabía que en cuanto entrase por la puerta del samba-Brasil en cualquier momento podría comenzar lo que habíamos tramado.

Entré primero, con ella de la mano. Ella cogía mi mano con fuerza. Echando un vistazo rápido en el interior de la sala no me costó nada localizar a Iván. Estaba situado al fondo de la sala junto a unas cuantas mesas vacías.

Nos situamos en una de ellas y mi esposa se sentó a mi lado cruzando las piernas. En seguida vino la camarera morena de siempre y le pedimos dos mojitos. Nos los trajo con rapidez.

– Se está bien aquí – le dije.

Y di un trago y ella me copió bebiendo de su vaso.

– Si, se está bien y está aquí al lado además.

– ¿Para qué hemos cogido el coche? – me preguntó.

– Bueno, quien sabe dónde acabaremos hoy.

Me miró de reojo y sonrió.

Después de 10 minutos que me parecieron eternos mi esposa se acercó a mí y me dijo señalando con la mirada.

– Aquel tío de allí, el del polo blanco, nos está mirando todo el rato. De hecho, desde que nos hemos sentado ¿Que lo conoces?

Yo miré.

– Ahora que lo dices – hice el gesto de pensar – me suena mucho.

Iván se levantó. Y se acercó a nosotros.

– ¿David? – en apariencia indeciso.

Me lo miré sin saber que contestarle.

– ¡Iván! … de la fábrica – me dijo.

– ¡Coño! – efusivamente como si hubiese reencontrado alguien de mi niñez – ¿Que pasa Iván?

Iván miró a mi esposa solo un segundo y le dedicó un saludo que ella le devolvió.

– ¿Has quedado con alguien? – le pregunté y pensé… contigo para follarme a tu mujer.

– Bueno en la otra sala, pero acaban de llamarme diciendo que aún tardaran.

– Pues siéntate con nosotros – le invité.

No hizo falta insistirle mucho con la casualidad de que la única silla de la mesa que había libre estaba en el lado de Mónica e Iván se sentó en ella dejando a mi esposa entre los dos. Los presenté y se dieron dos besos.

– ¿Quieres tomar algo, Iván?

– Lo mismo que vosotros.

Durante esa copa estuvimos hablando de todo un poco. De mi curro, de los críos, de mi etapa en la que coincidimos en la fábrica. Él de vez en cuando dedicaba una mirada a mi esposa y ella unas veces le devolvía la mirada y otras me miraba a mí. Mientras tanto, nosotros pedimos un par de mojitos más.

Conseguí que mi esposa aceptara este último mojito a pesar que me dijo que no. Me dijo casi al oído y con cierta dificultad, que verificaba su estado, que ya estaba con un puntillo muy alegre pero que si abusaba la noche no acabaría bien.

– No me dijiste que tenías una mujer tan hermosa – ella se río medio avergonzada.

Yo solo sonreí, va a empezar pensé.

Volvió a mirar a Mónica y le dijo:

– Puedo averiguar tu edad solo viendo las líneas de tus manos.

– Jajajaja – se rio mi esposa, por no saber qué otra cosa contestar – ¡¡Venga!! – y le extendió su mano abierta.

Iván cogió la muñeca de Mónica con muchísima suavidad y con sus dos dedos seguía acariciando con las yemas de los dedos los pliegues de su mano.

Ella, escuchaba atentamente lo que él le decía mirándole. Su voz era cautivadora y le hablaba con mucha calma. Su tono era templado y dulce a la vez. De esos tonos de voz que hacen que te sientas bien y a gusto.

Estoy seguro que mi esposa estaba teniendo alguna sensación parecida a la excitación aunque fuese mínima.

– Ummm… cuarentaaaaaa y… ¡UNO!

– Nooo, pero casi – dijo mi esposa riendo y mirándome.

Yo que escuchaba, disfrutaba a sabiendas de lo que se estaba tramando. Le acompañé con una sonrisa y observé que Iván también había cruzado sus piernas de manera que de vez en cuando su zapato rozaba el sensual zapato de tacón de mi esposa y en ocasiones su tobillo. Ella al contrario no retiraba su pie.

Realmente mi esposa se encontraba a gusto conversando con nosotros dos.

De vez en cuando yo apoyaba mi mano en la rodilla de mi esposa, o en su hombro, acariciando con mis dedos la parte trasera de su cuello. Notaba como se le erizaba el bello, como su piel reaccionaba.

Me levanté un momento para ir al lavabo.

– Ahora vuelvo – les dije – voy al servicio.

Mientras avanzaba hacia el servicio observaba por los espejos que tenía en frente como ellos dos conversaban.

Pasados unos dos minutos regresé. Iván se había acercado más a mi esposa y aunque no sé de qué hablaban ella reía.

Me senté de nuevo y al instante él se levantó.

– ¿Me perdonáis un momento, por favor? – nos dijo.

Pensé que había desistido.

Cuando se alejaba de nuestra mesa hacia la sala de baile observé que Mónica por un momento lo seguía con la mirada y también a su culo.

– ¿Bonito culo? – le pregunté.

– Ummm – en gesto de aprobación.

– Es guapo y muy simpático contestó – cogiendo de nuevo su vaso para beber.

– ¿De qué hablabais?

– Me había preguntado si me gustaba bailar música latina y le he dicho que no sabía demasiado.

Yo la miré curiosamente por la respuesta que me había dado.

Y ella me devolvió la mirada y sonriendo me dijo.

– ¿Qué? Tú también miras a otras tías, ¿no? – sonriendo.

Me hizo gracia esta respuesta. En un instante me vino a la cabeza la imagen de ella chupándole la polla, no sé.

Iván regreso a nuestra mesa.

– He visto a unos amigos. Me preguntaba si queríais acompañarnos en la sala de aquí al lado.

-Ponen buena música, que se puede bailar.

Y mirándome, extendió la mano hacia ella, diciéndole:

-¡Ven! ¡No decías que no sabías bailar latina, pues hoy aprenderás!

Ella me miró con un pelín de duda. Como vio que yo me levantaba y cogía su bolso mirándola, ella entregó su mano y él se la cogió ayudándola a levantarse para soltarla después, diciéndole:

– Ahora te la suelto, pero luego bailas una conmigo, ¿De acuerdo?

– Por mí, no hay problema – contesté ante la mirada de mi esposa.

– Vale – dijo Mónica siguiéndole, pero cogiendo mi mano.

Entramos en la sala contigua. Había bastante gente bailando, tanta que tenías que juntarte un poco para poder estar cómodo.

– ¿Qué queréis tomar? Ahora os invito yo – nos preguntó Iván.

– ¿Mónica, otro Mojito? – le preguntó.

– No gracias, beberé de la tuya – contestó ella dirigiéndose a mí.

Mi esposa me miró. Era evidente que estaba bastante afectada por el alcohol aunque ella intentaba disimularlo como podía. Yo tampoco andaba muy fino, pero tenía más aguante que ella.

Iván, trajo dos mojitos y me dio uno a mí. Poco después, comenzó a sonar un tema de Romeo Santos, y dejó el suyo en la barra.

– Vamos – le dijo a mi esposa.

Cogiendo tan sutilmente a mi esposa de la cintura, hizo que ella lo acompañase hacía el centro de la pista sin darse cuenta. Los observé durante unos minutos, mientras caminaba Iván bailaba de manera muy rítmica. Desde allí me hizo un gesto sugiriéndome que los acompañase. Yo dejé mi mojito y fui también. Este tío sabía moverse y sabía mover a su pareja. Mi esposa no había bailado nunca de esa manera, la manejaba con seguridad, pero también con ritmo y sensualidad.

Sus manos posadas en las caderas de Mónica hacían que ella también se moviese a su compás. Él con sus brazos y sus manos conducía los movimientos de mi esposa, todo a ritmo de salsa. Nos colocamos en una zona un poco más reservada del local, detrás de unas columnas en una de sus esquinas. Allí ellos dos continuaron bailando y yo me separé unos pasos para observarlos.

Iván se colocó detrás de ella. Puso sus manos sobre los hombros de mi esposa y las fue deslizando hacia abajo acariciando sus brazos desnudos. Eran caricias suaves que hacían que Mónica entornase los ojos y disfrutase del momento, parecía como cuando acaricias a un gato y ronronea. Me fijé que se le habían puesto los pezones duros, y no era por el aire acondicionado.

Poco después Iván y mi esposa se me acercaron y ella me abrazó por el cuello. Iván volvió a colocarse detrás de mi esposa, pero esta vez más arrimado, tanto que de seguro ella tuvo que notar algo. Yo la cogí por la cintura e intentaba seguir los movimientos rítmicos de los dos. Ella me miraba, noté que en su mirada había mucha excitación y ansiedad. Mi esposa me besó, mientras duraba ese beso Iván se acercó de nuevo a mi esposa presionando su cuerpo contra el suyo. Comenzó a acariciar sutilmente su cintura. Mi esposa seguía mirándome y besándome de nuevo.

Era evidente que Mónica notaba en su trasero la polla de Iván queriendo salir, pero no dijo nada. Una mirada, un beso, unas caricias de Iván.

Iván acariciaba el contorno de la cintura de mi esposa y de vez en cuando bajaba poco a poco por sus caderas. Cuando subía sus manos arrastraban hacía arriba el vestido dejando al descubierto parte de las piernas de mi esposa.

Ella seguía mirándome a mí.

En el tercer o cuarto beso intenso, Iván acompaño la mano de mi esposa hasta su abultado pantalón e hizo que ella acariciase su polla tres o cuatro veces por fuera muy sutilmente. Él acariciaba buscando ya sus piernas y ella se dejaba llevar hasta cierto punto, ya que con sus manos buscaba las de él para no dejarle seguir. Después, mi esposa cedía poco a poco mientras se fundía en caricias a cuatro manos que le estábamos practicando.

Él acercó su cara al cuello de mi esposa por detrás, acarició su melena echándosela para un lado y le inclinó levemente el cuello para que empezara a recibir sus respiraciones y besos. Mi esposa apoyó hacia atrás la cabeza sobre el hombro de nuestro amigo y cerró los ojos mientras seguía abrazada a mi cuello. Yo besaba sus labios, sus mejillas, su cuello y acariciaba su cuerpo esplendido.

De repente mi esposa se giró hacía Iván y comenzó a besarlo igual que antes hacía conmigo. Mientras me besaba a mí, había estado acariciándole el pene a Iván, ya no con tanta sutileza sino con ansiedad de tenerlo y, ahora comenzaba a hacer lo propio conmigo.

De vez en cuando mis manos y las de Iván coincidían en el cuerpo de mi esposa y rápidamente se separaban. Aunque pudiese parecer descarado lo que hacíamos ninguno de los que estaban en la pista se estaba percatando de esa situación, allí cada uno iba a la suya.

Mi esposa paró por un momento. Los dos nos separamos de ella.

– Queréis que vayamos a otro sitio – sugirió Iván.

Ella me miró. Se la notaba nerviosa y sobretodo muy excitada.

– Tranquila mi amor – le dije – yo estaré contigo.

La cogí de la mano y nos dirigimos hacia la salida. Iván salió detrás de nosotros.

– ¿Habéis venido en coche? – Preguntó – Dejadme las llaves y sentaros detrás.

Así lo hicimos… Nos sentamos detrás como si de un taxi se tratase.

– Yo os llevo – y arrancó el motor – vosotros disfrutad del camino.

Mientras salíamos del parking yo miraba a mi esposa que tenía la cabeza apoyada en el reposacabezas y me miraba. Esa mirada con una expresión de desear que me acercase a ella y comenzase a devorarla, así que no me lo pensé demasiado.

Me acerqué a su cuerpo. Mi esposa respiraba frenéticamente, estaba muy excitada y en una postura de ofrecimiento total hacía mí. Comencé a besar su cuello suavemente, mientras ella acariciaba mi pelo y suspiraba con mis besos. Mientras, desbrochaba los botones de mi camisa acariciándome el torso.

¡¡La situación era súper morbosa y no podía más!! Estaba muy excitado.

Observaba como Iván había puesto el espejo retrovisor interior del vehículo de tal forma que conducía y no se perdía detalle de lo que allí dentro sucedía. Se me pasó por un momento que nos podían parar los mossos o nos podían ver otros conductores, así que obligué a mi esposa a estirarse casi totalmente en el asiento doblando sus piernas.

Me recosté sobre ella y comencé a acariciar sus tetas, se las apretaba por encima del vestido y ella automáticamente buscaba mi polla acariciándomela sobre el pantalón. Poco a poco buscó la cremallera de mi pantalón para bajarla, metió la mano y me la sacó a punto de explotar para comenzar a masajearla. La paja que mi esposa me hacía en el asiento trasero del mi coche fue de las memorables. La cantidad de líquido pre-seminal que fluía, hizo que la paja fuese de las más suaves y lubricadas de mi vida.

Yo, a esas alturas, ya tenía mis manos por debajo del vestido de Mónica. Acariciaba sus senos y de paso se lo iba subiendo para dejar al descubierto su vagina, tapada simplemente con un tanga negro que prácticamente estaba mojado. Se lo quité rápido y lo tiré en el suelo aunque ella hizo un tímido gesto para que no se lo quitara. Tenía el coño totalmente mojado. Lubricado. No lo pensé y le metí dos dedos de golpe hasta el fondo. Mónica comenzó a gemir:

-¡¡¡OOOOoogggh… OOOoooogh¡¡¡… ¡¡¡UUUUUughh… ¡¡¡UUuummm¡

Ella movía su cadera al compás de mis dedos y seguía gimiendo. Había acelerado la paja sobre mi polla con la misma intensidad que ella sentía mis dedos en su coño.

– ¡ME VOY A CORRER¡ – le dije casi al oído.

– ¡OOOooogh!… ¡UUUUuuugh!

-¡OOOOOooghh ¡HAZLO¡… UUUuuMMm! CORRETE SOBRE MI  ¡OOOoogh¡

Así que, lo que era inevitable pasó y, cuanto más rápido me masturbaba mi esposa, más rápido comencé yo a eyacular sobre su mano y su estómago. Después de esto ella soltó mi polla para acariciarme con las manos totalmente untadas en mi semen, pero no me importaba. Mientras yo seguía masturbándola con los dedos.

-OOOOoohhgg¡… UUUuuugh¡¡…

Cada vez movía más rápidos mis dedos y cada vez ella movía más rápida su cadera. Saqué mis dedos de su coño y me posicioné con mi cabeza entre sus piernas separadas para comenzar a comérselo, chorreaba líquido vaginal con un sabor salado. Jamás había visto a Mónica tan excitada.

Noté que el coche se paraba, pero yo continué comiéndole el coño a mi esposa. De repente, la puerta trasera se abrió, pero mi esposa no pareció inmutarse. No podía ni darse cuenta porque estaba en otro mundo. El mundo de la entrega total. Iván sin camisa, ni pantalón, ni nada se acariciaba la polla que presentaba una erección descomunal. Ella abrió los ojos, lo miró deseosa y comenzó a masturbarlo como antes me había hecho a mí.

Así estaban las cosas: Mónica estaba estirada sobre el asiento trasero del A6, yo de rodillas le comía el coño y ella a su vez masturbaba la polla de Iván que se encontraba fuera del coche y de pie.

Mi esposa comenzó a besar sus huevos, a lamerlos, e inclinó la polla de Iván para metérsela en la boca. El movía la cadera para facilitarle la mamada, para que entrara más carne en su boca. Nunca había visto esa escena. Me quedé perplejo con la ansiedad con la que le chupaba la verga.

Iván le sacó la polla de la boca un momento y le ayudo a quitarse el vestido hacia arriba. Mi esposa solo tuvo que levantar sus brazos y se quedó tan solo con los zapatos de tacón. Después volvió a colocarla como antes estaba para volver a introducir su miembro en la boca de mi esposa.

Iván alargó sus brazos para comenzar a masajear los pechos de mi mujer. Ella gemía con mi comida de coño y con notar las manos de un desconocido en sus pechos.

-OOOOoogggh… OOOoooogh¡¡¡… UUUUUughh… UUuummm¡

Con una mano Mónica acariciaba mi cabello, presionaba para que le chupara más fuerte y con la otra acariciaba el torso desnudo de Iván. Comenzó a mover la cadera con más ritmo e intensidad y eso hizo que también le chupara la polla igualmente. Después de unos minutos así, Iván le volvió a sacar el miembro de la boca y la ayudó para que se incorporara sobre el asiento colocándola a cuatro patas y de cara a mi polla que ya pedía ser de nuevo chupada.

Y yo pensé, se la va a follar.

Ella automáticamente me la cogió y se la metió en la boca, mientras escuché un gemido más fuerte aún, que hizo que mi esposa abriese los ojos y la boca dejando mi polla por un momento.

-OOOoohhgg¡¡¡

Ella giró el cuello para ver a su follador, pero era tal el placer que le estaba produciendo que no pudo evitarlo y comenzó a gemir rápida y sonoramente.

-OOOOOooohgg¡¡… OOOoogghh¡¡¡…

-OOOOhhhgg¡¡… UUUUuuuugh¡¡… UUUhhg

Se volvió de nuevo hacía mí y metiéndose mi polla en la boca para continuar con la mamada. Iván la tenía cogida por las caderas moviéndola de adelante hacia atrás y follándola con fuerza. Con tal fuerza que me llamaba la atención como se movían sus tetas. La verdad es que se la estaba follando bien. Ella gemía a cada arremetida de él. Creo que ella deseaba eso desde que lo vio la primera vez.

-OOOOoogggh… OOOoooogh¡¡¡… UUUUUughh… UUuummm¡

Lento, rápido, otra vez lento, pero se la clavaba siempre hasta el fondo. Yo notaba los movimientos hasta en la polla y escuchaba sus gemidos, que de seguro serían más frenéticos de no ser porque tenía toda mi miembro en su boca. Mi esposa sudaba, sudábamos los tres. A pesar de estar la puerta abierta, los cristales del coche estaban totalmente empañados por el calor.

Mónica gozaba, gemía y se estremecía, estaba totalmente desinhibida por el efecto del alcohol, la excitación y el mandoble que la estaba perforando hasta las entrañas. Estaba siendo follada por otro tío y se estaba volviendo loca. Eso le causaba una sensación extraña contra la que no podía luchar, solo gozar.

Iván me miró y me sonrió, para después continuar clavándole la polla en el coño a lo perro, luego se inclinó totalmente sobre ella buscando con su boca la boca de mi esposa.

Ella dejó de chupármela para incorporarse un poco con los brazos y, girando el cuello, sacaba la lengua buscando la de él. Se besaban con besos sucios y lascivos. Le miraba como si no se creyese que él que se la estaba follando y dándole tanto placer no era su esposo. Y aun así, no podía negarse a recibir su polla. Ella movía su cadera hacia atrás con fuerza para sentir todavía más adentro ese trozo de carne. Por un momento parecía que yo no estuviese allí. Iván la cogía bruscamente, pero a ella no le importaba. Besaba y recorría con su lengua su cuello y espalda. Yo me incorporé de nuevo y me acerqué a ellos. Mi esposa me miró y se acercó, lo que pudo, para besarme aunque de vez en cuando intentaba besarlo a él.

Iván comenzó a gemir. Mi esposa gemía también con él, mientras a mí me masturbaba de nuevo.

-OOOOoogggh… OOOoooogh¡¡¡… UUUUUughh… UUuummm¡

La incorporó del todo haciendo que su espalda estuviese totalmente recta. Ella continuaba masturbándome. Iván apretó los dientes y dijo:

-¡!OOOOoooghhh¡¡¡… OOOooogh¡¡¡… ME CORRO¡¡¡… ME VOY A CORRER DENTRO¡¡… OOOOooogh¡¡

– ¡Llénala de leche! – le dije yo.

– ¿Quieres mi amor? – le pregunté a ella.

-¡OOOoohhg¡… si¡¡… oooooOOOGH SI¡¡ CORRETE¡¡… !!YO TAMBIEN¡¡… !!!VOY A CORRERME¡¡¡… OOOUUGGH… OOOOOGGHH UUUGGH ( mi esposa se estaba corriendo)

– OOOoggh… OOOooogh¡¡¡… UUUugh (gemía él)… OOGGH¡… SSSIII… TOOAAGGH¡¡ (mientras contraía espasmódicamente y descargaba chorros de semen en el interior de mi esposa)

-UUUUuughh… UUUumm… uuuUuUUMM…! que calieeente¡ (decía Mónica notando cada uno de los chorros de semen de Iván)

Creo que se corrieron los dos a la vez. Iván sacó la polla del coño de mi esposa y un hilo de semen se quedó colgando entre su vagina y su rabo. Mi esposa continuó masturbándome a mí ya con su coño libre. Se inclinó de nuevo hacía mí y se la metió en la boca. Tardé 10 segundos más en correrme dentro de ella. Me había hecho dos mamadas y una paja mientras a ella se la follaba otro, se incorporó de nuevo y me besó. Del coño de Mónica comenzó a deslizarse el semen hacia abajo cayendo en el asiento del coche.

Iván acariciaba suavemente la espalda desnuda de ella y nos preguntó:

– ¿Queréis continuar? ¿Podemos hacer una doble penetración?

– O quedar otro día.

Realmente después de aquello, el lívido de los tres había bajado bastante y, ella, quizás asimilando lo que acababa de suceder, tardó unos segundos en responder, pero su respuesta fue:

– Mejor otro día.

Nos vestimos los tres. Mónica no encontró su tanga.

Al cabo de unos minutos bajábamos por la carretera dirección al barrio de Horta, esta vez conducía yo con mi esposa a mi lado e Iván detrás. Lo dejamos cerca del Samba Brasil. Me dio la mano y un leve beso en los labios a mi esposa, nos dejó, no sin antes decirme que desearía volver a vernos. Le dije que debíamos pensarlo. Salió y cerró tras de sí.

Aparcamos el coche en la plaza de parking y mi esposa me preguntó.

– ¿Lo tenías planeado?

– Si – mirándola.

– ¿Y ahora qué piensas de mí?

– Mi amor, te adoro.

Ella acarició mi mejilla, se acercó a mí y volvió a besarme. Yo, correspondí a sus besos con los míos recorriendo su cuello. Mi esposa suspiraba de nuevo y yo estaba frenético.

Su mano bajó para buscar mi entrepierna y volvió a bajar mi cremallera metiendo la mano en su interior.

© eroslifewoman

(9,54)