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(6) Cuestión de bragas

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Era su primera cita en ocho años, de ahí que Fabián González estuviese exultante de alegría. Nunca tuvo suerte en el amor y a sus 31 años ya tiró la toalla, pero en la web de contactos Meetic encontró a una chica interesada en él, una chica majísima, simpática y, sobre todo, hermosísima, y esta noche ella lo recogería en coche para ir a cenar a un restaurante francés. Por supuesto, Fabián invitaba y la emoción se extendió a toda su familia.

Gomina en el pelo. Encorbatado. Axe por todo el pecho. Y su mejor chaqueta para afrontar una de las noches más importantes de su vida. Por fin una cita y por fin la ilusión volvía a su aburrida y rutinaria vida. Todo era del trabajo a casa y de casa al trabajo. Fabián ya estaba un poco harto de tanto ordenador y fibra óptica, de hecho en eso consistía su trabajo, en la seguridad informática de una empresa privada de chips surcoreanos. Pero eso hoy pasó a segundo plano y solo tenía cuerpo y alma para ella, para su cita, para Ana Etxeberría.

Y allí estaba Fabián. Esperando en la esquina de su calle pendiente de si venía o no Ana. Cuando pasaron cinco minutos de la hora, los miedos llegaron. ¿Le daría plantón? No, esta noche debía salir todo bien. Fuera malos humos.

Un rugido de motor le avisó de que llegaba un coche de gran cilindrada, más concretamente un pedazo de Corvette Stingray reluciendo con el paso de la luz de farolas. Esa no podía ser Ana. Fabián se imaginó que vendría en un Golf o un Citroën, pero el coche deportivo frenó a su lado en seco.

-Hola, sube.

¡Era ella!

Alucinado, Fabián entró como si lo hiciese en una nave espacial.

-¿Este coche es tuyo?

-Uno de tantos –rió ella. Fue cuando Fabián se fijó en lo elegante y sofitiscada que vestía, con maquillaje Max Factor, el pelo lacado y moldeado y un conjunto de noche de Zara que rondaría los 200 euros. No podía ir más hermosa. A Fabián casi se le corta la respiración. En persona era el doble de bella y erótica. ¿Y este cacho de hembra se fijó en él? Fabián no cabía en sí de felicidad-. Hey, ¿todo bien?

-¿Qué? Oh, sí, es que… no sé…

-¿No me das dos besos?

-Ah, claro.

Fue cuando Fabián olió su fragancia J´adore y su aliento mentolado. Tuvo una erección espóntanea, por eso se colocó las manos sobre las caderas, para evitar ser descubierto.

-Bueno, ¿nos ponemos en marcha?

-Claro, acelera. ¿Sabes dónde queda el restaurante?

-Lo he puesto en mi GPS. Nos llevará directos.

-Pues venga, pisa el acelerador.

-Eso está hecho. Ponte el cinturón. Esto se va a mover un poco.

-Claro.

Ana sonrió con malicia para luego pisar a fondo el acelerador. El Corvette salió disparado como una bala.

-Joder… -se agarró Fabián al asiento.

Ana rió divertida.

-Sí que va rápido. Comprobado. Ahora baja marchas.

-No.

-¿Cómo que no?

-Me gusta la velocidad. Me pone muy cachonda.

-Ya veo.

Ana aulló mientras salía a la autovía a todo gas.

-Tranquilo. Yo controlo.

-Eso se suele decir hasta que te estrellas.

-Yo nunca he sufrido un accidente. Soy una experta al volante, como ves. Mira, sin manos.

-¿Qué coño haces? ¡Coge el volante!

-Se dice por favor.

-Por favor, coge el volante. Por favor te lo pido.

-Es un Chevrolet Corvette de 60 mil euros. No soy la gilipollas que va y lo empotra contra una farola.

-Por favor, Ana…

-Vale –volvió a colocar las manos en el volante-. Esto va solo, no te preocupes.

-No tanto en las curvas.

-Fabián, relájate y disfruta. Lo tengo todo controlado.

-Joder, me has hecho sudar.

-Yo sudo por dos motivos: el calor y el sexo. ¿Te gusta el sexo, Fabián?

-Pues… no, bueno, sí… -Ana se rió con ganas-. Qué mala eres. Se te ve muy guasona.

-Esto no es nada. Soy la más guasona del centro urbano. Ya te lo demostraré.

-Yo soy de espíritu más tranquilo.

-Lo sé, pero te voy a sacar del cascarón esta noche.

-Yo me conformo con cenar y pasar una buena velada.

-Aquí mando yo, ¿vale? Déjate llevar. ¿Confías en mí?

-A 200 kilómetros por hora en un cochazo me cuesta.

Ana volvió a reír.

-¿Quieres vomitar? Si quieres te bajo la ventanilla.

-Serás hija de…

Más risas de Ana.

Fabián la acompañó en las risas.

EL GPS avisó de coger el siguiente desvío y volvieron a la ciudad por otro lado. Callejeando llegaron al restaurante. En la entrada un empleado del restaurante se encargaba de aparcar los coches. Cuando vio frenar el Corvette babeó como un crío de diez años pero más aún al ver salir a Ana.

-Cuídamelo, pimpollo –le lanzó Ana las llaves.

-Por supuesto… wow…

Taconeando con andares de modelo, Ana se encaminó al restaurante con su bolsito de Louis Vuitton. Esta estampa remató a Fabián. La flecha de Cupido acertó de pleno y para siempre.

Una vez dentro, un camarero los llevó a la mesa reservada.

-Me encanta el sitio –se fijó Ana en las tulipas en forma de rosa o el ramo de flores que decoraba la mesa.

-¿Nunca has comido menú francés?

-Si te soy sincera no.

-Ya somos dos.

Ambos rieron.

El mismo camarero uniformado de antes llegó con las cartas.

-¿Qué van a beber?

-Queremos un moscatel blanco de Rivasaltes del 2011.

-Muy bien. ¿Y de comer? ¿Ya saben?

-Yo no… -dudó Fabián, pero Ana intervino con rapidez.

-Sí, de primero queremos una ensalada Niçoise y de segundo una Cassoulet, pero la carne de cerdo que esté sangrienta.

-Veo que entiende, mademoiselle. Monsier, debo decirle que su novia es un délice.

-Gracias… creo…

-Il n'est pas mon petit ami –habló Ana en un perfecto francés.

-Connaisse-t-il le français? –comentó el camarero.

-Non.

-Je finis de travailler à midi. Si vous voulez, je vous invite à un château dans ma maison.

-Merci. Autre jour.

-Je vais attendre.

-Bien sûr, beau.

Y el camarero se marchó maravillado por aquella joven.

-Creo que me has mentido –se sinceró Fabián.

-¿En qué? Yo nunca miento.

-No solo sabes de gastronomía francesa sino que sabes hablarlo a la perfección.

-También sé hablar alemán, inglés y chaspurreo el ruso.

-No dejas de sorprenderme. ¿Qué te ha dicho el camarero?

-Que está loquito por follarme.

-Y será verdad.

Ana rió como solo ella sabía hacerlo.

-Eres una chica fantástica aunque también enigmática. Más enigmática que fantástica.

-No me has visto borracha a las dos de la madrugada y con las bragas en la cabeza.

-Esa imagen vale su dinero.

Ambos rieron.

-La verdad es que soy muy afortunado.

-¿Y eso?

-Estoy con la chica más guapa del restaurante.

-¿Y cómo puedes saber eso?

-Hay dos hombres que no dejan de mirarte. Lo que pasa es que están detrás de ti y no puedes verlos, pero ha sido desde el minuto uno.

-¿Ah, sí? ¿Y cómo son?

-Uno lleva un bigote a lo Poirot.

-¿Edad?

-No sé, unos 40 años.

-¿Y el otro?

-Tiene el pelo canoso y gafas azuless.

-¿Edad?

-No pasará de los 55 años.

-¿Están sentados juntos?

-No. Separados.

-¿Están solos en la mesa?

-Sí, supongo que esperan a alguien. Oye, ¿a qué viene tanta pregunta? Pareces más interesada en ellos que en mí.

-No me seas celoso.

-¿Adónde vas?

-A mear. ¿Te vale así? –le guiñó Ana un ojo mientras abandonaba el salón. Cogió el pasillo hasta el servicio de mujeres. Comprobó que no había nadie y se retocó el maquillaje frente al espejo. No le dio tiempo a más. El hombre del bigote de Poitor entró en los baños como una centella de rápido. Agarró a Ana y la lanzó contra una pared violentamente. Ella respondió con una patada de karate, un puñetazo y un rodillazo que tumbó al hombre, pero volvió a levantarse como una gacela y un cuchillo en la mano. Lanzó varias cuchilladas. Todas las esquivó Ana que contestó con varias patadas en el estómago y una última en la rodilla que se la partió. El hombre gritó de dolor y se medio cayó. Momento idóneo para coger su cabeza y reventársela contra uno de los lavabos.

Ni siquiera le escuchó entrar. El canoso agarró a Ana por detrás y la estrelló contra una de las puertas de los toliets, pero ella se recuperó con rapidez. El canoso quiso atacarla con otro cuchillo, pero se quedó en el intento. Ana lo noqueó de un brutal puñetazo que lo dejó medio KO en el suelo.

Ana se levantó la falda donde escondía una pistola agarrada a una liga negra y la empuñó. Mientras enroscaba un silenciador, el canoso se iba recuperando.

-Hija de puta…

Una vez acoplado el silenciador, Ana apuntó al canoso y, sin más, le pegó tres tiros en la cabeza. Luego remató al bigote de Poirot con otros dos tiros. A continuación volvió a quitar el silenciador y guardarse la pistola.

Se miró al espejo y se arregló el pelo y el vestido. Comprobó que no tenía heridas o sangre salpicada. Y volvió a la mesa de Fabián como si nada hubiese pasado.

-Fabián, nos vamos.

-¿Cómo que nos vamos?

-Tengo ganas de follar, levanta.

Y abandonaron el restaurante.

-Pimpollo, mi coche –avisó Ana.

-Voy.

-¿No tienes hambre, Ana?

-Mi coño tiene hambre.

-Es la primera cita. ¿No vas muy rápida?

-¿Quieres a una mujer de verdad o a las estúpidas de tus amigas? Ya va siendo hora de que te comportes como un hombre. Yo no quiero nenazas en mi vida.

-Vale.

-Ahí viene mi coche. Sube.

-¿Adónde vamos?

-Sube, joder.

-Voy.

Nada más entrar, Ana arrancó y aceleró.

-Espera, que no me he puesto el cinturón.

-Lo del cinturón es como el condón. Es para pijos y estrechos.

-¿Tú practicas sexo sin condón?

-Claro. Como debe ser.

-¿Y no te quedas embarazada?

-Aborto. Para eso pagamos una sanidad. Por ahora yo encabezo la lista.

-¿Qué lista?

-Gabriela Olmedo, Claudia Vergara, Alba Torrijos y yo hemos hecho una apuesta. La que más aborte durante el año se llevo el bote. Son unos cinco mil euros. La puta de Gabriela está a dos abortos de mí. A veces pienso que solo folla para vencerme.

-¿Me hablas en serio?

-Prefiero gastarme mi dinero en tampax que en condones. Sangro como una condenada.

-Oye, creo que te has equivocado de persona.

-Calla, coño, y relájate.

-¿Adónde me llevas?

-A mi casa.

-¿A qué?

-Te lo he dicho. Sexo.

-No pienso dejarte preñada.

-No te preocupes. Haremos sexo anal. ¿Te quedas más tranquilo?

-Ana, estás pirada.

-¿Quieres música? Te sentará bien. ¿Qué quieres? Tengo una lista de música de unas 600 canciones.

-Wow, qué guay. ¿Tienes algo de Luis Miguel?

-¿Luis Miguel? No me jodas.

Ana seleccionó una pista y sonó a todo volumen una canción de guitarras eléctricas y voz electrizante.

-¿Qué coño es eso?

-Linkin Park y Slipknot. The Victimized Anthem. Lo más enfermizo que te puedes encontrar. –Y Ana metió la quinta marcha. El Corvette avanzaba a una velocidad endiablada.

-Ana, no vayas tan rápido.

-He llamado a unas amigas. Nos están esperando en mi casa.

-¿Cómo dices?

-Esto es música de verdad, lo demás son gilipolleces.

-Ana, ¿quién eres?

-¡Gilipollas! ¡Quítate de en medio! –tocó Ana el claxon con un puñetazo.

-Ana, para. Quiero bajarme.

-¿En mitad de la autovía? Tardarías dos horas en llegar a tu casa andando. Sé un hombre y no despegues el culo del asiento.

-Al menos quita esa música. No la soporto.

-Fabián, esta noche te hago un hombre, por mi santo coño.

-Joder…

-¡Auuuuuu!

Fabián cerró los ojos y aguantó el tipo.

La canción acabó y la velocidad del coche fue bajando de revoluciones poco a poco. Ahora Ana parecía más tranquila.

-Estamos llegando.

-Bufff…

-¿Te has meado en los slips? –rió Ana.

-Eres una…

-¿Zorra? Dalo por seguro.

Fabián comprobó que recorrían una urbanización acotada de alto standing. Ana aparcó el coche en un garaje privado y dando por finalizado el viaje.

-Fin del trayecto. Baja el culo.

A Fabián le costó, pero pudo bajarse.

-Ven, es por aquí –abrió Ana una puerta metálica que accedía a una apartamento de lujo de dos pisos, con piscina, paredes acristaladas, jardín y todo lujo de detalles a donde ponías la mirada.

-Ponte cómodo. ¿Deseas beber algo? –le preguntó Ana.

-Vale. Una cola.

-Mejor un Gin Tonic y no me discutas.

-¿Qué quieres? ¿Emborracharme?

-No, eso lo harán ellas.

-¿Quiénes?

-Por ahí llegan –señaló Ana a dos chicas desnudas y de lo más exuberantes-. Saluda, Fabián. Ella es Brandy y ella Paola.

-Hola –tragó Fabián saliva con dificultad.

-Hola, guapo –se sentó Brandy a su derecha y Paola lo hizo a su izquierda.

Fabián se relamía viendo tanta carne apetitosa a mano. Ana sonrió satisfecha y ella también se fue desnudando a medida que salía del salón. Hurgó en una habitación hasta encontrar lo que ella deseaba: su ordenador portátil HP. Cuando volvió al salón, Fabián ya estaba desnudado y Paola se lo follaba en el tresillo. Ella saltando desde arriba y él agarrándola de las tetas desde abajo.

Brandy se aproximó a Ana con una tarjeta plastificada en la mano.

-¿Cómo va nuestro chico?

-Como todos los tíos. Ven un coño bonito y se vuelven gilipollas.

-¿Lo has encontrado?

-Sí, toma, esto es.

-Genial, Brandy. Encárgate de que Fabián esté ocupado una hora. Iros turnando. Que no pare de follar.

-Hecho.

-¡Choca!

-¡Yeahhhh! –aulló Brandy.

-Venga, zorrón, yo aviso cuando acabe.

Se dieron un besito en los morritos y Brandy se unió a Paola en el coito.

-Hey, yo también quiero.

-Genial. Un trío –vitoreó Paola sin dejar de saltar.

Ana se encerró en otro salón contiguo desnuda y tomándose un Martini con hielo. Desde aquí podía percibir el jaleo sexual de sus dos amigas con Fabián. Se conectó a Internet con su portátil y de aquí a la website de una empresa privada de chips surcoreanos. En el login introduzco el código de seguridad de la tarjeta plastificada, la que Brandy robó Fabián.

ACCESO COMPLETADO.

-Bien…

Fabián tenía acceso a todo el sistema empresarial y Ana se fue directa a proyectos y fusiones. Copió todos los archivos, esquemas y planos en un pen de 1000 TB, y a continuación hizo una llamada.

-Ya lo tengo todo… Exacto, todo… Vale…

Sin más dilación, Ana salió del apartamento a la calle donde le esperaba un norcoreano trajeado en negro.

-Esto es tuyo –le entregó Ana el pen-. ¿Qué coño miras?

-Nada.

Ana sonrió complacida. Seguía desnuda y no era común hacerlo en mitad de una calle.

-Saluda a Kim Jong-un de mi parte. Me muero por follármelo. ¿Se lo dirás?

-Ya lo sabe.

-¿Recibió mis bragas sucias?

-Por supuesto. Y quedó fascinado. Contactará contigo este mismo mes.

-Mi coño espera caliente y ansioso.

El norcoreano bajó la mirada a su entremuslo un segundo, pero Ana, muy observadora, se percató y sonrió feliz. Volvió al apartamento y al salón donde la polla de Fabián seguía dura y en acción.

-¿Cómo vais, chicas?

-Este tío es un cerdo. No deja de babearme las tetas –reía Poala.

-Y parecía gilipollas el menda –rió Ana también. Asió con la cabeza y Brandy la entendió-. Paola, ¿meamos juntas?

-Vale.

Y ambas chicas desaparecieron del salón.

-¿Adónde han ido? –ni las vio irse Fabián.

-Creo que no has dado la talla.

-¿Cómo dices?

-Que esperaban una polla hecha y derecha, y no esa mierda tiesa que te cuelga.

-Pero no entiendo… yo creía que…

-Llamaré a un taxi para que te recoja. Ya te lo dije. Nenitas no quiero.

-Puedo hacerlo mejor, de verdad.

-Coge esa pilila de chico de 10 años y te largas a tu puta casa, ¿queda claro?

-Muy claro.

-Me voy a ver porno en mi móvil. Cuando vuelva en cinco minutos no quiero verte aquí, o si no grito por la ventana violación y estará la policía aquí de inmediato. ¿Te lo explico todo otra vez?

-No hace falta.

-Venga, hopo, a tomar por culo –salió Ana del salón y conteniendo la risa. Todo lo contrario de Fabián, que no contuvo las lágrimas.

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