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Viajando en el tiempo (7)

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A su vuelta del servicio en el futuro, le retiraron los brillantes para devolverlos a origen, a visándole de sería bien recompensada.

Le explicaron que no podía quedárselos porque crearía un problema en el espacio-tiempo colocando los brillantes en círculo en el que ella los llevaría a su tiempo para, al cabo de los años, volver de nuevo, en un bucle infinito.

No entendió mucho lo que le dijeron, como tampoco cuando le contaron que eran artificiales, pero tan perfectos en su imitación que era imposible identificarlos en su tiempo, pero que cuando se los habían dado, también tenían un valor importante.

Por fin, un día la llamaron para un servicio especial:

-Nos ha vuelto a solicitar una chica el inglés al que no fuiste la otra vez. Para no tener que castigarte, te diré que ha vivido muchos años en Gibraltar y habla español. Se trata de un servicio muy especial, porque el cliente tiene gustos especiales, pero paga muy bien. Espero que quede muy contento contigo.

Cuando llegó a su destino, segundos después, le esperaba una nueva acompañante, como en todos los lugares, que la llevó a una antigua mansión en un vehículo de modelo antiguo y la dejó ante la puerta de entrada.

Eva llamó y le abrió una doncella, que, tras mirarla unos segundos, le dijo con cara seria lo que ella entendió como “venga conmigo”, al tiempo que hacía el gesto de que entrase y la siguiera.

Subieron por una escalera de dos tramos. El primero central y ancho hasta un rellano en el que se dividía en otros dos más estrechos que subían hasta la primera planta

La llevó por un largo pasillo alfombrado, con puertas a ambos lados, hasta una de las habitaciones. Abrió la puerta y le cedió el paso. Cerrando nada más entrar ella y quedándose fuera.

No le dijo ni una sola palabra más.

Como no llevaba equipaje, Eva se entretuvo mirando la habitación. Era enorme, con una cama enorme también, con un gran ventanal de acuerdo al conjunto y gruesas cortinas a ambos lados.

En un rincón, una mesa de escritorio con su correspondiente silla. Todo era antiguo y bien cuidado.

El tiempo pasaba y nadie aparecía, por lo que se sentó en la silla y siguió observando todos los objetos de la sala.

Reparó en varios cuadros, entre los que destacaba uno en el que se veía a una mujer desnuda, con brazos y piernas en cruz sujetos por cadenas, una mano que sostenía un látigo de varias colas desaparecía por un lado y ella mostraba su cuerpo cruzado por finas líneas rojas.

El autor había conseguido crear una representación altamente erótica, y Eva sucumbió a ella, notando enseguida cómo se encharcaba su coño.

Varias horas después, calculó por lo avanzado del sol, le pareció oír un vehículo y al poco tiempo se abrió la puerta y entró un hombre vestido con pantalón de cuero ajustado, botas y con el pecho descubierto. Recorrió la sala con la vista y fue directamente hacia ella.

Eva se puso en pie inmediatamente, coincidiendo con la llegada a su lado del hombre.

-ZASSS

De una fuerte bofetada la tiró al suelo, la agarró del pelo y tiró de él para levantarla, al tiempo que un hilillo de sangre caía desde sus labios.

-Maldita zorra. ¿Por qué no estás esperando desnuda y de rodillas? –Le dijo en un español con fuerte acento inglés.

-Señor, nadie me dijo nada.

-ZASSS

Una nueva bofetada que no la hizo caer por estar sujeta del pelo.

-Puta cerda. En esta semana vas a aprender lo que tienes que hacer sin que tengan que mandártelo. No puedo matarte, pero vas a sufrir como nunca ha sufrido nadie.

Por lo menos ya se había enterado de que aquello iba de maltrato y que duraría una semana.

-ZASSS, ZASSS ¡Desnúdate zorra! – Le decía mientras la golpeaba.

Por suerte, solamente llevaba un vestido y los zapatos. Tomó el borde inferior y tirando hacia arriba, se lo sacó por la cabeza, quedando colgado del brazo que le agarraba el pelo.

El hombre la soltó un instante para dejar caer la prenda y volvió a agarrarla de nuevo. La obligó a arrodillarse y mantener sus manos a la espalda, luego le frotó la cara contra su polla, aprisionada por el estrecho pantalón, donde se marcaba larga y dura.

-Lame, puta. Aprende a tratar a un macho.

Eva recorrió con la lengua la zona del pantalón donde se apreciaba el bulto, guiada por la mano que agarraba su pelo y que la hacía subir y bajar a base de tirones y empujones.

Cuando se cansó, la arrastró del pelo hacia la puerta. La hacía andar de rodillas y al tirar la obligaba a moverse deprisa para no caer y quedar colgada del pelo.

Le hacía mucho daño estando a punto de gritar, pero por suerte, solamente la hizo salir de la habitación, cruzar el pasillo y entrar por la puerta de enfrente a una enorme sala con gran cantidad de objetos, muchos de los cuales identificó como instrumentos de tortura.

La hizo subirse y quedar sentada en la fría superficie de una mesa metálica, mientras él se dirigía a un armario, cuyo contenido no pudo ver y de donde sacó un collar, muñequeras y tobilleras de un estilo parecido al que ya conocía.

Tras colocarlas en muñecas y tobillos, la hizo recostarse sobre la mesa con brusquedad, consiguiendo que su cuerpo temblase al ser recorrido por un escalofrío cuando su espalda quedó sobre el frío metal.

La mesa disponía de argollas equidistantes, a lo largo de todo su perímetro y sujetó el collar a una de las de un extremo, quedando su cabeza colgando por un lado.

Las muñecas quedaron sujetas a ambos lados de la mesa, después de añadir unos tensores para que quedasen bien tirantes, y a las que unió las anillas de los tobillos, dejando sus piernas dobladas y los talones prácticamente pegados al culo.

Dos tramos de cuerda atados a sus rodillas y a las argollas, sirvieron para obligarla a mantener sus piernas separadas.

Cuando terminó de sujetarla, dejando su cuerpo totalmente expuesto por delante, volvió al armario y regresó con un látigo enrollado en la mano y una bola en la otra.

-Ahora vas a conocer cómo disciplino yo a mis esclavas y las espabilo para que sepan lo que deseo, incluso antes de pedirlo. Te pongo esta bola porque no quiero oír tus gritos. Porque gritarás, te aseguro que gritarás.

Sin más preámbulos, se colocó a cierta distancia de su costado, desenrolló el látigo y le dio el primer latigazo. Cruzó su vientre hasta el otro costado, y cuando lo retiró, dejó una fina marca rosada, que poco a poco fue cambiado a roja.

-MMMMMM –Fue lo único que pudo decir ella.

Un nuevo golpe dio sobre sus tetas, rozando sus pezones, y haciéndola lanzar un nuevo grito apagado.

Siguió lanzando azotes al tiempo que giraba alrededor de su cuerpo. Su pecho y vientre fue marcado por múltiples líneas rojas.

Igual sus muslos y piernas, tanto por dentro como por fuera, pero lo que más sintió fue cuando estaba ubicado junto a su cabeza y los latigazos alcanzaban su coño, su clítoris o las ingles.

A la tercera vuelta, se encontraba cansado, pero con una tremenda erección. Tiró el látigo sobre su cuerpo y fue hasta su cabeza para meterle la polla en la boca, tras soltar sus pantalones.

Durante un par de minutos, se la estuvo follando, clavándola hasta lo más profundo, aprovechando la inclinación de la cabeza. Sujeta a la mesa, no podía evitar que la polla llegase a su garganta y solamente la preparación que tenía, le permitió tragarla entera sin que le dieran arcadas.

La gran excitación que tenía, no le dejó aguantar mucho, por lo que varios minutos después la clavaba completamente y descargaba en su garganta una abundante corrida.

Tras obligarla a chupar un poco más y considerarla limpia, se marchó dejándola atada y dolorida. Las tetas, cruzadas de rayas rojas y con alguna gotita de sangre le dolían y escocían, pero eso no era nada como el dolor del interior de sus muslos y el coño.

Intentaba moverse, buscando una posición en la que no sufriese tanto pero estaba muy sujeta y escasamente podía realizar ligerísimos movimientos.

No supo cuantos minutos u horas estuvo así. Poco a poco se fue sumiendo en un estado de semiinconsciencia, aunque no llegó a perderla totalmente.

La mujer que le había acompañado a la habitación, entró con una palangana, esponja y paños y se puso a limpiar las heridas haciéndole más daño todavía, mientras murmuraba palabras que Eva no entendía.

Cuando terminó de limpiarla, extendió y repasó con profusión una crema cicatrizante por toda la zona castigada. Luego, recogió todo y se marchó.

Bastante tiempo después y muy aliviada de sus dolores, volvió a entrar su castigador totalmente desnudo, la soltó de los enganches y la hizo bajar de la mesa. Nuevos dolores sacudieron su cuerpo al intentar moverse después de tanto tiempo inactiva.

El amo la arrastró del pelo hasta una jaula alargada, de barrotes cruzados formando cuadrados y abierta por los extremos, en la que la obligó a entrar a gatas y agachándose más, casi arrastras, dada su poca altura.

Los laterales tampoco daban mucha anchura, por lo que quedaba encajada a presión. Por detrás, las rodillas quedaban cerca en el borde de la jaula, eso hacía que gran parte de las pantorrillas quedaran fuera y notaba que una parte de su culo sobresalía por la parte superior.

-“No voy a caber en esta jaula” –Pensó

El hombre sujetó la anilla de su cuello, que todavía estaba en su nuca, a la barra del borde superior, impidiendo subir y bajar la cabeza. Los brazos, doblados por el codo, le permitieron sujetar las muñequeras al borde inferior.

A continuación, tomó unas piezas del estilo de la jaula, que cada una era la mitad de la tapa de un extremo. Una de ellas tenía un espacio de media luna en un extremo, que colocó y sujetó en la parte superior y que dejaba la cabeza fuera. La otra parte la colocó en la mitad inferior y tenía los huecos para que las manos quedasen fuera.

Pasó a la parte posterior, donde forzó la entrada de los pies dentro de la jaula, colocando otra pieza, algo menor de la mitad del hueco, que le impedía sacarlos.

Así, privada de todo movimiento, quedó enjaulada en una caja que dejaba su cabeza y sus manos fuera por un extremo y su culo y coño sobresaliendo por el otro, al tiempo que mantenía sus piernas abiertas.

Una polea y una cadena con cuatro ganchos, le permitieron subir la jaula sobre una mesa baja, sobresaliendo por un lado la cabeza y por el otro el culo y que dejaba los orificios de la mujer a la altura de su polla.

Se situó ante ella, la agarró del pelo y le metió la polla semi erecta en la boca.

-Chupa hasta que me la pongas bien dura. –Le dijo.

En eso no se podía quejar. Tenía experiencia y técnica, y enseguida consiguió que se pusiese como una barra de hierro.

Entonces, dio la vuelta a la jaula, situándose detrás, y sin más preparativos, se la clavó en el culo, hasta la mitad de un golpe y hasta el fondo en el segundo. Su ano, aunque entrenado, no dilató con suficiente rapidez, por lo que le produjo un fuerte dolor en ambos empujones que la hicieron gritar.

-AAAAAAYYYY.

Su grito tuvo añadido algo de engaño, para simular que lo tenía casi virgen.

-MMMMMMM. Así me gusta. Tienes un culo muy apretadito. –Dijo con su acento inglés.

Su sodomizador emitió una risita de placer y empezó a follarla con fuerza. Increíblemente, Eva empezó a excitarse. La droga que les daban hacía su efecto y tenía que disimular mucho para que sus gemidos pareciesen de dolor en lugar de placer.

De repente sintió que su sodomizador salía de su culo y se alejaba, para volver segundos más tarde y volverla a clavar hasta el fondo de un solo golpe, originándole molestias en el ano, al haber empezado a contraerse.

El enrejado de la jaula constaba de cuadrados de buen tamaño y lo supo bien al recibir un fustazo en la espalda que no pudieron retener las barras cruzadas.

-ZASSS

-AAAAAAYYYYY.

-¡Te gusta, eh, perra! He visto tus muslos mojados y tu coño brillante. ¡Prepárate a disfrutar!

Le folló el culo con fuerza y rapidez. Ella se sentía cada vez más excitada. Los golpes que caían sobre su espalda contribuían a aumentar su excitación, en una mezcla de dolor y placer.

-AAAAAAHHHHYYYYY.

Consiguió engañarle dos veces, escondiendo su orgasmo con doloridas quejas y el tercero le alcanzó cuando se la clavó profundamente y se corrió en su interior.

Cuando se relajó, se situó nuevamente delante de su cabeza y metió su polla en la boca hasta que consideró que estaba limpia. Tras esto, se marchó sin decir nada.

Eva pensó que la iba a dejar así toda la noche. Se sentía agotada, por lo que intentó buscar la forma menos incómoda para descansar, sin lograr moverse lo más mínimo.

Cuando empezaba a cerrar los ojos, se abrió nuevamente la puerta, dando paso a la mujer nuevamente.

Dio pomada en su espalda para cicatrizar y calmar el dolor, luego, manejando las poleas, dio la vuelta a la jaula, dejándola boca arriba. La espalda, a través del enrejado de la jaula, tocaba la mesa y le molestaba en las heridas.

Al estar boca arriba y con las piernas en postura forzada, su ano y coño quedaban ofrecidos, sobresaliendo ligeramente del borde de la jaula. L a mujer empezó a pasar el dedo, como distraídamente, mientras se mordía el labio. Recorría su coño, rodeándolo por todo su exterior, muy despacio. Se veía que estaba dudando.

Eva no podía evitar que su cuerpo respondiese a la caricia. Su coño se iba abriendo a la vez que se llenaba de humedad. La –llamémosle ama- bajaba el dedo hasta su ano, del que todavía salían algunos grumos que recogió para llevarlos a su boca.

Tras saborearlo, se inclinó para lamer el coño que se le ofrecía. Al principio sustituyo el dedo por la lengua y siguió su recorrido, pero pronto cambió de posición.

Arrodillada, pasaba la lengua desde el clítoris hasta el ano, llevándose todos los líquidos que encontraba. Chupaba su clítoris, metía la lengua en el coño y bajaba hasta puntear su ano.

Eva tuvo un primer orgasmo que no disimuló. El ama la dejó disfrutarlo plenamente mientras acariciaba su vulva, y cuando terminó, prosiguió chupando y lamiendo, a la vez que le metía dos dedos y la follaba con ellos.

Volvió a excitarse y a seguir lubricando. El ama añadió otro dedo más aprovechando su humedad, lo que incrementó más su excitación. Añadió un cuarto y siguió follándola.

Ya le entraba hasta la palma y Eva se había corrido dos veces más, sin que el ama se detuviese. Entonces, añadió el pulgar y siguió forzando la entrada.

Un plof y el fuerte gemido anunciador de una nueva corrida, señalaron la entrada de la mano entera en su coño. Siguió follándola con la mano en el interior.

Las puntas de sus dedos rozaban el cuello del útero. Una extraña sensación, mezcla de dolor y placer, con origen en su interior, recorría su cuerpo.

El ama quería meterle la mano también en el útero, para lo que rodeaba la entrada con cuatro de ellos y realizaba con ellos un medio giro de vaivén a derecha e izquierda, mientras apoyaba y presionaba en el centro con otro dedo.

-AAAAHHHH

Un intensísimo orgasmo la sorprendió con rapidez, dejándola desmadejada. Cuando se recuperó sentía malestar por todas las partes. Espalda piernas, y sobre todo el coño.

-Por favor, no más, no más, no, no…

El ama debió entenderlo. Sacó la mano oyéndose un fuerte CHOP y dejando en Eva una gran sensación de vacío, después se quitó el vestido que llevaba y que se cerraba con botones por delante, dio la vuelta a la jaula y le colocó el peludo coño sobre la boca. No llevaba bragas.

Bien abierta de piernas, bajó ligeramente hasta que la nariz quedó en su raja y el clítoris en la boca.

-Sucks whore. Eat the pussy

No supo lo que decía, pero entendió perfectamente lo que quería. Se puso a lamerle el clítoris con pasión e interés. Mucho más interés y pasión cuando vio que no podía respirar por la nariz y que tampoco podía hacerlo por la boca cuando presionaba para sentir más fuerte el roce de su lengua.

Por suerte, la mujer estaba muy excitada ya, corriéndose rápidamente una primera vez y una segunda un rato después, dejando a Eva prácticamente al borde de la asfixia y el agotamiento.

Cuando se consideró satisfecha, volvió a ponerse la bata, la colocó otra vez boca abajo y se marchó.

Agotada, se durmió durante un rato que no supo precisar y continuó en un duerme vela durante mucho tiempo. Le dolía todo el cuerpo. Unas partes por los golpes y otras por la posición.

A la mañana siguiente, volvió a entrar la mujer, esta vez con una bandeja con dos boles, uno con una comida en forma de puré y otro con agua. Le puso el recipiente con agua delante y lo sostuvo mientras bebía, hizo lo mismo con el de comida y nuevamente con el agua.

Eva comió y bebió con apetito. Llevaba un día entero sin comida ni agua. Cuando terminó con todo, la mujer se fue. No hablaron. Era inútil porque no se entendían.

Un buen rato después, volvió a entrar el amo, que se dirigió a la jaula, la colocó en el suelo y retiró las tapas de los extremos.

-Sal –Ordenó

Eva intentó salir, pero tenía los músculos agarrotados. Cualquier movimiento le producía dolores y calambres. Poco a poco fue sacando la cabeza para luego echar las piernas hacia atrás y salir a gatas.

Después de ese esfuerzo, le resultó imposible moverse más. Conforme la circulación de la sangre se iba normalizando, los dolores se hacían más agudos y la dejaban paralizada.

El amo, carente de paciencia, la agarró del pelo y la arrastró hasta unas cadenas que colgaban desde el techo. Sujetó sus muñecas a ellas y la levantó tirando del otro extremo hasta que quedó casi totalmente en pie.

Sujetó los pies a unas fijaciones del suelo y volvió a estirar de la cadena, hasta conseguir que el cuerpo quedase totalmente erecto.

Tomó un látigo, se situó a su espalda y le dio un golpe que la marcó desde el hombro hasta el culo. Tras este, siguieron otros en todas las direcciones. Estuvo dándole latigazos por todo el cuerpo, brazos y piernas, pero, a pesar de ser doloroso, no lo fue tanto como la paliza del día anterior.

Cuando alcanzó una buena erección, soltó sus pies del suelo y, levantándola por las rodillas, le clavó la polla en el coño.

Ella tensó los músculos y a él le pareció que la estaba violando contra su voluntad, por la fuerza que tenía que realizar. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. De no ser por la contracción, habría entrado como si lo hubiese hecho en una piscina.

Tuvo que volver a fingir fuertes dolores para encubrir sus orgasmos hasta que poco después de obtener el tercero, se corrió metiéndosela hasta lo más profundo de su vagina.

Cuando terminó, la soltó y la llevó arrastras hasta la pared, donde había una cadena que enganchó a su collar dejándola allí tirada, sobre una mugrienta cosa de tela que quizá fuera, en algún momento, una colchoneta.

A pesar de lo duros que eran los entrenamientos en la organización, Eva no había sufrido nunca tanto como en aquel lugar. Las piernas y brazos le dolían tanto que no podía moverse ni tocar su dolorido cuerpo para aliviar el dolor de los latigazos, que esta vez al menos, no le habían hecho heridas.

Un tiempo después, apareció el ama nuevamente con un bol de comida y otro y una botella, con agua, que dejó en el suelo a su lado y se quedó en pie delante de ella.

Eva, que estaba sentada con las piernas recogidas, se abalanzó y bebió casi todo el contenido del bol de agua. Cuando terminó, el ama levantó su falda, dejando expuesto su coño, la agarró del pelo y la obligó a ponerse de rodillas. Le acercó la cara e hizo que su boca presionase contra su clítoris.

Aunque no estaba totalmente repuesta, pero con una situación más cómoda, Eva se dedicó a dar placer a la mujer. Recorría con la lengua la raja, separando los pelos para dejarla libre, pero sin profundizar en ella.

Estaba ya empapada, por lo que ya debía venir excitada, y Eva contribuyó a aumentar su excitación al no aplicarse directamente a lo que el ama quería. La una intentaba que atacase directamente al clítoris y la otra buscaba el evitar ese ataque.

Sin bien no quería tocar directamente su clítoris, no tuvo inconveniente en meterle dos dedos en el coño y follarla con ellos.

-Wow. Yes, yes, yees. –Decía mientras abría más sus piernas y bajaba su pelvis y la echaba hacia adelante.

Aprovechó la gran separación entre sus piernas para pasar la otra mano y, después de mojarlo en su coño, meterle un dedo en el culo.

La folló con los dedos por ambos lados, unas veces rápido y otras, cuando notaba mayor excitación, lento. El ama sujetaba su cabeza intentando llevarla donde ella quería, pero se abandonó cuando vio que era mejor rendirse al placer que le estaba dando la esclava.

Cuando Eva vio que la respiración era muy agitada, que su posición era totalmente arqueada hacia adelante y que abría la boca pero solamente emitía un suave estertor, se metió el clítoris en la boca, que ya sobresalía como un pequeño pene, y se dedicó a chuparlo y lamerlo.

No tardó ni diez segundos en agarrar fuertemente la cabeza y presionarla contra su coño, mientras emitía un fuerte grito de placer.

-AAAAAHHHHH.

La tuvo sujeta un largo rato, mientras ella terminaba el potente orgasmo y se dejaba caer al suelo para recuperarse, arrastrando a Eva con ella.

Cuando la soltó, la atrajo hacia ella y le dio un intenso beso en la boca, al cual Eva respondió con pasión. Cuando se separaron, el ama se marchó, dejando a Eva frustrada porque pensaba que le iba a dar placer a ella.

Quedó sentada dudando entre masturbarse o no. No sabía si había cámaras vigilando, ni si el amo se lo permitía.

Algo más tarde, entró el amo y Eva se apresuró a ponerse de rodillas, en posición de sumisión.

-¿Ves cómo vas aprendiendo?

El amo trabó sus manos a la espalda, se colocó ante ella y sacándose la polla que estaba ya dura, se la puso en la boca. Eva aplicó sus técnicas mamatorias, a base se penetraciones profundas y presiones con la lengua.

Escasamente cinco minutos después, él le sujetó la cabeza, se la metió todo lo profundamente que pudo y soltó su corrida.

-OOOOHHHH SIIII, TRAGA, PUTA, TRÁGATELO TODO.

Cuando terminó y ella se la hubo limpiado, se la recogió en el pantalón y se marchó.

Con las manos a la espalda, tuvo que comer y beber como los perros, pero lo más difícil fue el volver a llenar el bol del agua para calmar su sed.

Al atardecer, volvió el amo, que soltó la cadena de su cuello y la arrastró prácticamente, mientras tiraba del pelo, hasta una silla de alto respaldo y apoyabrazos, donde soltó sus manos.

La hizo sentar, fijó el collar al respaldo y las manos a los apoyabrazos, en los enganches que tenía para ello, así como los pies a las patas de la silla y terminó haciendo que desplazase el culo al borde de la silla y fijando las rodillas con una cuerda que rodeaba la misma y que la obligaba a mantener las piernas totalmente abiertas.

Una vez que estaba sujeta, se dirigió a un armario y sacó varios objetos. Uno de ellos, un huevo con cable de mando a distancia que metió en su coño. Otros, unas pinzas dentadas, que colocó en sus pezones y clítoris, que hicieron gemir de dolor a la mujer.

Seguidamente se aproximó con tres cables que enganchó a las pinzas situándose después a la espalda de Eva, sentado en la silla que había junto al armario de donde había sacado los “juguetes”.

Mediante un interruptor, conectó el huevo que se puso a vibrar con suavidad. Al principio, la invadió una suave excitación que la hizo relajar su cuerpo dejándose llevar por ella.

Pero cuando estaba disfrutando con esa calma que le producían esas sensaciones, el amo la detuvo y acto seguido aplicó una pequeña descarga a sus pezones, que no por pequeña resultó menos dolorosa.

-AAAAAAGGGGG

El grito fue inevitable y salió de su garganta con una fuerza y volumen que tuvo que ser oído desde muy lejos.

-Grita, puta esclava, grita. Pero reserva tus fuerzas porque esto es lo más suave que vas a recibir. –Le dijo el amo.

Inmediatamente volvió a activar el huevo, y, aunque seguía en tensión esperando una nueva descarga, no pudo evitar la excitación que le producía la suave vibración.

El amo la aumentó en un punto la vibración, de los cinco que tenía el control, lo que repercutió en otro incremento en la excitación de Eva y en el aumento de su humedad.

Una nueva descarga, esta vez en su clítoris le hizo lanzar un nuevo grito:

-AAAAAAAGGGGG.

-Así, puta. Cómo me excitan tus gritos.

Y de nuevo vibración y un nuevo punto de incremento. Poco a poco fue relajando su cuerpo y empezando a disfrutar de nuevo. Cuando vio que ya estaba disfrutando, incrementó un punto la potencia de la descarga y la lanzó sobre los pezones…

-AAAAAAGGGGG

Un nuevo grito desgarrador de Eva que puso la polla de su castigador en un buen tamaño, y nuevamente vibración y nuevo punto.

Prosiguió con el castigo durante un tiempo que a Eva le pareció eterno. Sus pezones recibieron innumerables descargas, así como su clítoris.

Cada grito de ella era un incremento en la dureza de la polla de él. Cuando ya no pudo aguantar más, la soltó con rapidez de la silla y pinzas para arrastrarla a la mesa donde la había azotado anteriormente y, doblándola por la cintura, le metió la polla en el coño y la estuvo follando con urgencia.

La polla entraba y salía con rapidez, haciéndola gritar de dolor, pues el castigo había terminado con su excitación y estaba poco lubricada. Pero eso le gustaba a él y era lo que más le excitaba.

Por fin se corrió abundantemente, clavando la polla hasta lo más profundo y llenándole el coño de leche.

Una vez satisfecho, la volvió a atar a la pared y la dejó tirada en la mugrienta colchoneta, marchándose.

Al poco, entró el ama, que se quedó horrorizada al ver el estado que había quedado, sobre todo sus pezones y coño. Las descargas habían quemado esas partes y las pinzas habían abierto heridas que sangraban.

Estuvo mucho tiempo realizando curas, que resultaron dolorosas para Eva en principio, pero que luego la aliviaron mucho.

El resto de la semana fue una repetición de escenas. Los golpes, descargas y las violaciones unidas a que al no recibir la dosis diaria de la droga excitante, hicieron que Eva pasase un auténtico martirio.

Solamente el ama se preocupaba de curar las heridas y calmar con su boca los dolores que el maltrato producía en sus partes más sensibles.

Transcurrida la semana, entró el ama en la sala para llevarla a la calle. Eva estaba totalmente desorientada. Cuando la soltó de la cadena que sujetaba su cuello, no sabía ponerse en pie, no sabía vestirse. El ama tuvo que ayudarla en todo, incluso lavar su cuerpo para que saliese un poco adecentada.

Apoyada en el ama, consiguió llegar al vehículo que había ido a recogerla y cuando por fin volvió a la sede de la organización, quedaron horrorizados por el lamentable estado en que volvía.

No supo cuando tiempo estuvo, pero la llevaron a una enfermería, donde la sedaron y estuvieron pasándola por todos los sistemas de recuperación de que disponían.

Cuando la consideraron totalmente recuperada, la llevaron, desnuda, ante uno de los entrenadores. No le quedaba ninguna huella de las heridas producidas por los malos tratos.

El entrenador le pidió disculpas y le contó que era la primera vez que trabajaban con él y la última. Que sería debidamente compensada y que solamente le quedaban unas finísimas marcas, solamente visibles con algún aumento y que desaparecerían con el tiempo.

(9,21)