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Cogiendo con mi ahijada

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La primera vez que cogimos con Gisel, fue el día que cumplía sus 20 años. Lo recuerdo, pues fue su madre la que me pidió de favor que le comprara un pastel de su parte.

Gisel tenía ya alrededor de dos años viviendo conmigo. Su madre o mi comadre me la habían encargado por aquella época, pues Gisel asistía a una universidad cerca de mi casa y ellos vivían a dos horas del campo universitario. Un buen día vinieron a visitarme y a pedirme de favor si le rentaba una habitación, pues no querían que su hija estuviera en los dormitorios de la universidad, y el campo de mi casa solamente está a 20 minutos en coche.

Ya dos años viviendo juntos, ya Gisel había dejado de llamarme Padrino, pues yo fui su padrino para cuando ella cumplió sus 15 años y ya para este tiempo con mucha confianza me llamaba Tony. Aquel día de su cumpleaños, les pedí a los del restaurante, que le hicieran un pastel a Gisel y nos fuimos juntos a celebrar por la tarde.

Debo reconocer que Gisel en una chica muy linda: piel de tez clara, cabello rubio, unos labios carnosos que siempre los cubre con un brío incoloro, una pequeña nariz puntiaguda que va acorde con su bello rostro y con un cuerpo que ha desarrollado a sus veinte, con bustos de mediano tamaño y un trasero muy bonito, el cual algunas veces he visto en bikini cuando baja a nadar a la piscina. No creo que sobrepase las 110 libras y quizá medirá un metro con 55 centímetros. Nunca me ha hablado de novios y las veces que ha traído a compañeros de la universidad, regularmente o la mayoría han sido chicas de su edad.

Nunca me ha llamado la atención sexualmente, pues creo que mi actividad sexual con muchas otras mujeres, no me daba el tiempo o no me dieron la motivación de mirar a la pequeñuela Gisel. Recuerdo que en los primeros meses entré a su cuarto cuando sabía ella estaba en clases. Cuidadosamente esculqué sus cosas, más que todo, para ver si encontraba drogas ilegales, aunque honestamente nunca me dio motivos, pero siendo extra cuidadoso, pues con aquella excusa entré. Recuerdo esculqué su ropa sucia que tenía tan bien doblada como la ropa limpia en su gavetero. Vi su ropa interior y como dejaba esa mancha blancuzca de sus jugos vaginales en esa parte que regularmente la cubren de algodón, para no irritar el sexo de una mujer. Aquella vez también le encontré entre sus cosas un consolador con vibrador a tres escalas de un mediano tamaño. Imaginé como desaparecía aquel objeto entre los labios jugosos de la pequeña Gisel. Obviamente, aquello me llenó de morbo, pero un año y medio después, no había intentado con traspasarme de los límites que aparentemente existían entre mi ahijada y yo.

El día de su cumpleaños, ese día que cumplía sus 20 octubres, aquel día fue diferente. De repente sentí que la pequeña Gisel era otra, especialmente después que consumió su tercera margarita, que por cierto estaba bien cargada. Yo con dos tuve, pues también debía de manejar para la casa, pero la pequeña Gisel en los 10 minutos que nos tomó llegar a casa, parecía que el alcohol la había hecho dormir. Llegamos al guarda coches y le hablé pero no respondió. Por un momento pensé que simulaba que dormitaba, pero en realidad si dormía. Fui a su lado y me dispuse a ayudarla, y finalmente la tuve que llevar cargada hasta el segundo nivel donde está su habitación. Recuerdo llevaba este vestido con estampados de flores, un vestido que le marcaba simétricamente su esbelto y bonito cuerpo. Cuando la levante y la puse sobre mi hombro, tuve la oportunidad por primera vez de rozar su delicada piel al nivel de su rodilla y finalmente cuando llegué a la habitación, al posarla sobre su cama, tuve la oportunidad de mirar el color de su prenda interior. Me iba a retirar cuando Gisel me habla con ese tartamudeo característico de los borrachos:

- Tony, no te vayas, quédate a dormir conmigo… Padrino no sea malo, venga y me cuenta un cuento. –y me señalaba la cama con una sonrisa coqueta que nunca había visto en ella.

- Gisel, realmente no pensé que estuvieras tan borracha. No sabes lo que dices. –le dije.

Mientras ella continuaba diciéndome que no me retirara y que durmiera con ella, me recordé de aquel calzón sucio que un día esculqué en su habitación y el consolador que a saber cuántas veces había tenido en el orificio exquisito de su conchita. No me hice de rogar y solamente me acerque con la excusa de ofrecerle café.

- Gisel, ¿te preparo un café?

- No, no quiero café, solo quiero que duermas conmigo.

- No quiero perder la amistad con tus padres.

- Pues no se lo cuentes… yo menos que lo mencionaría. Ven, acuéstate a la par mía.

Recuerdo que Gisel con un maniobrar típico de una persona bajo la influencia del alcohol, me ha removido la corbata y el chaleco de mi traje, me remueve el cinto del pantalón, me desabrocha el pantalón y baja el cierre. Ella se quita los zapatos y yo hago lo mismo con los míos, me pide que le baje el cierre de su vestido y le desabroche su brassier, lo hago y queda ante mí con solo su prenda más intima, un pequeño bikini color negro que cubre ese rico culo y esa rica conchita. Me toma de nuevo de la mano y me conduce a la cama y ella se pone de lado, como dándome su rico trasero y pone una de mis manos para que le tome uno de sus pechos. Increíblemente, pensé que continuaríamos, pues Gisel me había puesto la verga erecta con su desnudez, pero nos hemos quedado dormidos.

Recuerdo que eran las diez de la noche y me he despertado a las tres de la mañana. Gisel ya está despierta y siento que ella juega tocándome los pectorales. Se mira que ya se ha recuperado de las tres margaritas y vuelvo de nuevo a confrontarla:

- ¿De verdad lo quieres hacer?

- ¿Tu no?

- Obvio que lo quiero hacer, eres una chica muy linda.

- Y tú, un hombre muy guapo. Quiero que me cojas como tú quieras, las veces que quieras… quiero sentirte adentro de mi.

Recuerdo que yo continuaba con mi pantalón desabrochado y Gisel me lo ha removido completamente y a la vez me ha despojado del bóxer. Veo los ojos claros de Gisel arder de la emoción, pues ante su vista ha quedado mi verga bien erecta.

- ¡Eres bien dotado! Me la imaginaba grande, pero no tan grande. – me dijo.

- ¿Te la imaginabas?

- Sí, siempre que sales a nadar con tus bikinis. No sabes lo caliente que me pones y te voy a confesar, que me imagino que me haces el amor al punto que me he masturbado pensando en ti. ¡Qué rico! Me la voy a comer.

Se vino por sobre mí y comenzó con darme un oral, el cual solo la cabeza de mi verga lograba ensartarse en su pequeña boca. Me recorría toda la verga hasta llegar a los huevos, los cuales halaba a placer mientras con su mano me pajeaba la verga. Estuvo así por unos minutos, hasta que tomamos posición para hacer un 69. Su concha estaba bien mojada, cuando le removí el bikini negro, una espesa liga se desprendió al hacerlo. Su conchita era pequeña y bien afeitada… olía al perfume que usaba y su sabor fresco y salado me excitaba enormemente. Mi lengua rozaba todo su clítoris y su mojada abertura, mientras mis manos y mis dedos jugaban con sus nalgas, con la intención de dilatarle su rico ano. Fue ella la que llegó al orgasmo primero, pues de repente sentí sus movimientos y como movía su pelvis al sentir ese delicioso temblor eléctrico. Jadeaba y debido a mi posición, pues ella estaba sobre mí al hacer el 69, podía ver esa contracción que llegaba, que expandía a la vez la pequeña abertura de su ano.

Como mi rostro estaba empapado de sus jugos, fui al lavamanos a limpiarme apresuradamente. Quería regresar y dejarle ir mi verga en el delicioso orificio de su pequeña conchita. Gisel tenía otros planes y ella quería que me masturbara frente a ella y que le dejara venir mi esperma por sobro su rostro. Creo que después de coger a tantas mujeres, Gisel es la primera que me pide algo así. Regularmente yo no siento placer en masturbarme, pero ella me asistió y mientras ella estaba sentada en su cama, me masturba y me mamaba la verga por otros 15 minutos, pues ya había perdido el ritmo y la excitación del otro momento. Finalmente me hace acabar. Gisel se hinca ante mi verga y le cubro el rostro y las tetas con una extraordinaria eyaculación. Regularmente no hago aquello, pues habitualmente me vengo adentro de la boca, la conchita o el ano, pero me quede sorprendido de la cantidad de esperma por sobre la pequeña Gisel. Ella se lo restregaba por su rostro y tetas y lo probaba con mucha excitación.

El baño en la regadera nos relajó y nos motivó la fuerza. Gisel se puso de perrito y fue una delicia ver como mi verga desaparecía en la pequeña conchita bien afeitada de Gisel. Gisel es muy reducida y no podía meterle toda la verga, así que con mucho cuidado la taladraba, pues varias veces se quejó del dolor cuando intenté o debido por la emoción del momento, no calculé mi violenta sacudida. Creo que Gisel y Verónica, han sido las chicas más reducidas de su vientre, que he tenido que tener mucho cuidado con no lastimarlas. Después de darle de perrito por algunos 6 o 8 minutos, la cargué frente a mí con las piernas abiertas y le di y le di mientras nos caía agua caliente hasta que por primera vez siento como las paredes de su vientre se contraen, puedo sentir como me aprietan la verga, ella se apoya colgándose de mi cuello y solo exclama: ¡Que rico, Tony me estoy viniendo!

Vi como su piel se erizaba y ella se retuerce mientras me da besos y cuya lengua se enreda con la mía y de esa manera llega ese relajamiento para ella. Yo sigo con mi verga parada y quiero que ella sienta lo caliente de mi esperma en su conchita. Llegamos de nuevo a la cama y la pongo de perrito. Que delicia es ver tener a una linda chica así. Nalgas jóvenes, atléticas, sin extrilla alguna, chocando contra mi verga y haciendo que mis huevos se mezan con placer. A mi edad, que en aquella época tenía 45, y con una buena corrida que me sacó Gisel minutos atrás, pues me toma más tiempo para poder llegar al orgasmo, y de esta manera veo como Gisel llega a su tercero y cuarto orgasmo. Para este tiempo Gisel ya ha asimilado el grosor y lo grande de mi verga, ya no se queja mucho. Son casi las cinco de la mañana y Gisel me pregunta:

- ¿No te puedes ir?

- Quiero darte placer, quiero sacarte todos los orgasmos posibles.

- Me duele la cintura.

Le había dado tanto de perrito, que ella está agotada en esa posición. Y luego me dijo:

- ¡Quiero sentir que te vengas adentro de mí!

La invite a cambiar de posición y ahora ella se subía sobre mí para cabalgarme. Que rico era ver a Gisel tomando posición para meterse mi verga. Yo comencé a taladrarla en aquella posición, hasta que nuevamente ella tomó el ritmo después de atarse su cabello con una liga y sostenerse los pechos que se sacudían con el movimiento violento de mi embestida. De nuevo, aquello le llevó a otro orgasmo a Gisel, y sus jadeos, su expresión gozando la magia del sexo, hicieron que yo explotara con mi segunda eyaculación. Gisel solo volvió a exclamar: ¡Que rico, que rico sentir eso calientito! Se levantó después de algunos minutos sentándose frente a mí y pude ver como mi esperma abundante salía de la conchita rica de Gisel.

Debo decir que hasta el día de hoy de vez en cuando cogemos con Gisel. Al día, ella tiene 25 años, y sigue estudiando una maestría, aunque ahora también trabaja. No sé si tiene novio, regularmente nunca hablamos de ello. Como sabe que vivo solo, que no pienso en casarme, de repente me llama y me pregunta: ¿Tienes tiempo para Gisel? – y sé que ella quiere sexo. Quizá tenemos esos encuentros 4 veces al año, pero realmente el sexo con Gisel es delicioso. Ahora ya con mucha más experiencia, sabe dar un mejor placer oral, y ahora hasta me complace dándome su rico culo.

Siempre le he preguntado el por qué una chica linda como ella se envuelve con una persona mayor como yo. Y no sé si por cumplido me dice que le parezco un hombre guapo, que al verme en ropa de baño en la piscina se imaginó lo potente de mi paquete, y que por mi edad no se podía equivocar que podría encontrar ese placer que imaginó obtener.

Le confesé lo que había hecho al esculcar su habitación y que había olido su ropa íntima. Ella me confesó que hacía lo mismo, que incluso se llevaba mis bóxers sucios y mientras los olía, se masturbaba con un vibrador que se compró. Le dije que también lo había encontrado en su gaveta.

El día que hablábamos todo esto, recuerdo que ese día fue la primera vez que me dio su rico culito. Se lo había insinuado, pero no sé si tenía miedo y evitaba llegar a la acción, pero aquel día acordamos que experimentaría doble penetración y mientras yo estaba sobre mi espalda en la cama, Gisel se venía sobre de mi dándome ese rico culo que tanto ansiaba, y mientras yo gozaba de ese rico y apretado orificio, ella se masturbaba su conchita con el vibrador, el cual yo sentía como me llegaban sus ondas a través de las paredes de su ano. Explotó con un enorme y extraordinario orgasmo que hasta ataque epiléptico parecía y desde entonces, esa doble penetración, con mi verga en su culo y su vibrador en su rica conchita, Gisel goza los más extensos orgasmos que he visto en mi vida.

La he filmado y tomado fotos cuando experimenta esos orgasmos y a mí me gusta revivirlos de vez en cuando. Ver esa expresión de su lindo rostro y ver cuando frunce sus labios cuando experimenta la fuerza impactante del sexo.

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