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v) El día a día

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Continuación de: Lo que Alex desea de mi

Al día siguiente llegó Óliver, éste sin tantos daños aparentes en la piel, pero tuvimos que pedirle que se metiera en la ducha de inmediato, no se podía estar a su lado por el olor a cueva de animales que traía. Mientras que al resto de la familia les daba un simple beso y abrazo como saludo, a mi me besó en los labios unos segundos ante la mirada de todos, marcando que se sentía mi dueño.

-Te he recordado todas las noches hermanito. -no le importaba que los demás lo vieran y me agarró una nalga apretándomela, miré a Rafa y le vi como torcía el gesto, mi padre y José intentaban no mirar.

Óliver quería dejar clara su posición de macho dominante y que yo le pertenecía; ante la pasividad y consentimiento de papá, se erigía en el macho alfa de la familia. Aún no sabía que Rafael no iba a permitírselo y tampoco lo que había pasado en su ausencia salvo el accidente que sufrió papá.

Se dirigió a la escalera con la mochila y una bolsa que traía y se detuvo antes de subir el primer peldaño.

-Vamos Alonso, ayúdame a vaciar lo que traigo, quiero hablar contigo mientras me baño. -creo que para todos quedó claro lo que pretendía, llegaba con muchas ganas de descargarse, yo detectaba en el aire y por sus miradas su deseo sexual, y quería hacerme suyo sin esperar a más. Me encaminé hacía él para seguirle sumiso como me pedía y entonces Rafa se colocó delante de mí.

-No, antes tengo que hablar con Óliver y aclararle lo que pasa. -me colocó las manos sobre el pecho echándome hacía atrás y luego se dirigió a mi hermano.

-Soy yo el que va a ir contigo y vamos a dejarlo todo aclarado de una vez. -la cara de Óliver parecía la del cuadro El Grito de Van Gogh, pero le duró unos segundos.

-Tú no te metas, Alonso hará lo que yo le ordene. -nos miró a todos desafiante, y entonces nuestro padre decidió intervenir.

-Rafael tiene que hablarte, escúchale y será mejor que lleguéis a un acuerdo, luego hablamos entre todos. -sin perder su postura de reto petulante y fanfarrón comenzó a subir a la plata alta seguido de Rafa.

-Veamos lo que me tienes que decir. –alcanzamos a escucharle antes de que cerraran la puerta de nuestra habitación, nos quedamos los tres sin saber de que hablar y al momento comenzaron a escucharse los gritos de Óliver, a veces cortos silencios donde imaginaba que era Rafa el que le hablaba.

Papá y José permanecían serios, estaba claro que habían hablado algo entre ellos, aunque los que más tuvieron que hacerlo fueron mi padre y Rafa durante mis ausencias cuando yo iba a trabajar.

Los gritos entre mis hermanos continuaban hasta que escuchamos un fuerte golpe, como si algún objeto pesado hubiera caído al suelo, papá se puso en pie y subió las escaleras.

Los escuchábamos hablando a los tres, a veces lo hacían a la vez, frases como: “es mío”, “no me lo vais a quitar”, “antes no os interesaba”, y siempre era a Óliver a quien se le oía gritar.

José y yo nos fuimos a la sala, la discusión se prolongaba y mi hermano me cogió la mano apretándola con la suya.

-Tranquilo llegarán a un acuerdo, Óliver cederá. -las voces se fueron calmando y a veces se escuchaba la risa de Rafael y después la de Óliver. Al rato bajó papá, con la cara relajada y sonriente mientras los otros seguían arriba hablando y se notaba que Óliver se estaba duchando por el ruido del agua que se escuchaba caer.

-Vamos a preparar la cena. -seguimos a nuestro padre a la cocina y empezamos a colocar la mesa y la comida, sin hablar, quería que me dijera algo sobre lo que habían acordado, pero esperaba a que todos estuvieran reunidos.

Cuando bajaron parecía que no había habido la discusión que me había asustado hacía pocos minutos y cualquiera creería que se llevaban mejor que antes, nos sentamos para cenar como siempre, yo al lado de Óliver y los mellizos enfrente.

-Habla tu Rafael. -papá le daba el mando sin que nadie se opusiera, comenzó a hablar y me miraba a mí.

-A partir de ahora todos somos libres, quiero decir que ninguno te puede forzar a que hagas lo que no quieras, nos gustas a todos, te queremos tener en la cama, que seas nuestra mujercita. –sus palabras sonaban un poco fuerte y él mismo se puso rojo, pero esa era la realidad de lo que querían más o menos.

-Todos queremos que así sea, excepto José que no sabemos lo que le pasa. -todos miraron a José, yo a mi padre, según lo que entendía él también estaba dispuesto a follarme, lo que nunca quiso hacerme y era consentidor de la nueva situación y lo que pasara a partir de ese momento.

Estaba dispuesto a que me usaran, como ellos quisieran, pero me sentía molesto de que no hubieran contado con mi opinión y lo dieran todo por consentido.

-Se creerá más hombre que nosotros por no follar con Alonso. –Óliver miraba maliciosamente a José y después de lo que dijo se echó a reír.

-No es por eso, no me siento más macho que vosotros…, si que quiero hacerlo pero… -se detuvo, tendría que hablar con él y saber lo que sucedía.

-No te metas con tu hermano, Alonso lo arreglará con él. -mi padre ya estaba poniéndome deberes que yo aceptaba con gusto, que todos ellos estuvieran bien era mi deseo más ferviente y no quería ser la causa de enfados entre ellos.

-Papá tenemos que estar todos de acuerdo en como usaremos a Alonso y al mismo nivel, no vamos a discutir otra vez. -Rafa era el que dirigía la reunión, se había ganado el mando sobre Óliver y papá, y era junto con Óliver el más decidido.

-Y bueno, ahora eres tú el que tienes que decidir si estás de acuerdo, eres el personaje principal. -todos clavaron la mirada en mi que les miraba asombrado por cederme el protagonismo, tenía que decidir si estaba dispuesto a follar con los cuatro hombres de la casa, con los viriles machos que me encantaban, ¿cómo iba a dudarlo si lo deseaba igual que ellos?

-Estoy de acuerdo pero…, necesito tener mi espacio, poderme relacionar con otros chicos que me gusten y no sentirme vigilado. -por sus caras sabía que el acuerdo estaba sellado. Se había terminado aquel sub-real e increíble encuentro de mi familia con un acuerdo unánime para repartirme entre ellos.

Comenzamos a comer la cena fría que nos esperaba como si fuera un día normal en nuestras vidas, pero terminaba de aceptar que sería su amante durante años. Nos reiríamos en la cena, cuando Óliver contaba como eran algunos de los lugares donde tuvo que dormir con sus compañeros del intercarril y las aventuras vividas.

Era la hora de ir a la cama y ninguno se movía de las butacas mirando televisión hasta que abrí la boca bostezando. Nuestro padre fue el primero que se levantó estirando los brazos.

-Voy para arriba, tengo que lavarme y aún ando torpe. -Rafa le miró y dejó de acariciarme un pie que tenía en la mano al estar tumbado con la cabeza sobre las piernas de Óliver y los pies en su regazo.

-Enseguida subimos los demás. -escuchábamos correr el agua y al cabo de unos minutos Óliver me habló.

-Ve a prepararte que traigo fuego en mi polla para darte. -tiré del pie que mi otro hermano besaba y me dejó levantar. Mi padre había salido del baño y veía luz en su habitación, me lavé y preparé para lo que tuviera que llegar, no sabía lo que iba a ocurrir y actué con normalidad pasando a la habitación, tumbándome boca abajo sobre la cama, desnudo y listo para ser usado.

Enseguida llegó Óliver y se encaramó sobre mis nalgas apretando el pecho en mi espalda, montándome bien acoplado, me besó la cabeza y sentí la suavidad de la piel de su verga en contacto con mis piernas.

-¿Te has acordado de mí?, has estado un mes sin tu macho, porque lo sigo siendo, ¿verdad que sí putita? -era una forma de hablar, le gustaba sentirse así y por mí no había inconveniente, le daría a cada uno lo que pidiera y le gustara.

-Sí Óliver, he extrañado tu rica verga. -se sentó en mis muslos y con las manos daba masajes en mi espalda y los hombros, bajando hasta los muslos y apartó su culo para llegar a las pantorrillas, otras veces me besaba causándome cosquillas, llegó al cuello para posar los labios donde sabe que me gusta.

Comenzó a restregar el cuerpo con el mío logrando que comenzara a gemir y sentir un gran placer, esperaba que me hubiera metido la verga sin piedad en el culo y estaba dándome amor, me encantaba.

Cerré los ojos para disfrutar de sus roces, del masaje que me daba con el cuerpo frotándose con suavidad, haciéndome sentir la verga dura en la espalda y las nalgas, el roce del vello de su pecho y sus testículos en las piernas cuando me las abrazaba entre las suyas, gozando del alivio y la relajación después de unos momentos tan tensos escuchándoles discutir.

Me sentía en una nube flotando placenteramente lleno de sensaciones maravillosas mientras resbalaba sobre mi piel, hasta que colocó las manos sobre mis redondos glúteos, abriendo con los dedos mi culo, pasándolos ensalivados por la raja de arriba abajo.

Me gustaba, me enloquecía y abría deseoso el anito cuando comenzó a deslizar la polla por la raja anal, luego me separó las piernas para seguir dando masaje a mi hoyito y a besarlo.

-¡Ohh! Sí, mi Oliver, cuanto placer mi amor. -escupió sobre mis testículos y los encerró en la mano para acariciarlos, era todo tan suave y delicioso.

Ya tenía dura la verga, mi cuerpo respondía a sus caricias y toques, entregado sin hacer nada para impedirle que hiciera lo que deseara, al revés, esto me agradaba y de mi polla manaban los líquidos que mojaban las sábanas, facilitando el deslizarse para continuar hinchándose sintiéndola en mi abdomen.

Llevé las manos a mis nalgas para abrirlas más y que pudiera besarme y meterme la lengua en el ano, ¡ohh! sí, ahora podía lamerme y besarme todo, notaba su lengua húmeda, maravillosa, apretando queriendo entrar y volviendo a ensalivar para pasarla una y otra vez llevándome a la locura celestial.

¡Ummmm! tu lenguita, la siento rica, métela amor, come mi culito que es tuyo mi vida. -apretaba para que se me abriera el ano y pudiera meterla.

Volví la cabeza para me besara en la boca y abrí los ojos, allí tenía a mi Óliver, totalmente desnudo con su tremenda verga muy tiesa para perforarme el ansioso culito, que temblaba emocionado adelantado a la alegría que le iba a dar la polla de mi hermano.

Colocó la verga en la raja y se apoyó para besarme como yo deseaba mordiéndome los labios para comérmelos.

-Date la vuelta putito, aún no has recibido bastante. -me volví rápidamente con las piernas abiertas. Se inclinó y ahora comenzó a chuparme la polla. Yo me retorcía musitando cosas incoherentes y sin sentido, delirando de gozo cuando se metía la verga hasta el fondo de la boca.

Alguien le había enseñado en su viaje, venía como un hombre diferente, sabiendo dar placer a su hembra antes de dominarla y dejarla marcada con la semilla del macho. Succionaba queriendo extraerme las entrañas por la uretra, de una manera deliciosa y volvía a cogerme los testículos y lamerlos, me hacía feliz como nunca.

No me pude aguantar y entre temblores eyaculé llenándole la boca de semen, para él fue una sorpresa y sacándose mi verga colocó la boca en la mía dejando salir toda la leche que contenía.

-Trágate tu leche putito, es tuya y te gusta. -la degusté y me sabía deliciosa.

-Ahora colócate bien, de rodillas, te voy a dar la verga como pedías. -mientras me colocaba vi su polla deseosa de penetrarme, su pre semen le salía chorreante hasta la cama, me hubiera gustado mamarlo pero solo obedecía a mi macho.

Me apartó las piernas para colocarse entre ellas, bajé un poco el culo y me enchufo el glande en el hoyito sin meterla, con un empujón seco comenzó a entrar en mi sin causarme dolor, estaba tan dilatado que podría haber aceptado una verga de caballo y lance un hondo gemido de placer.

Entonces vi unas piernas asomando por encima de la cama, levanté la cabeza que tenía sobre el colchón y allí estaba Rafi, desnudo y con su verga en la mano masturbándola, no podía llevar mucho tiempo o yo no me había dado cuenta, pero seguro que Óliver lo había visto.

-Os escuchaba y no me pude aguantar. -no necesitaba disculparse, yo quería mamar verga y Óliver no me había dejado la suya, se la sujeté y él se colocó acuclillado dejando su polla a centímetros de mi boca hambrienta.

Mi hermano se había quedado quieto escuchando, con la verga dentro de mi culo y y cuando vio mi reacción tomó la iniciativa. Comenzó a moverse follándome a mucha velocidad, haciendo que la verga que tenía en la boca se me saliera. Se movía muy rápido dándome verga, follándome como a una perra, sus estocadas llegaban hasta el fondo de mi vientre, largas, angustiosas, que impedían que mantuviera la otra verga dentro de la boca y solo la lamía y besaba cuando podía.

Me clavaba con su falo y comenzó a gritar, relinchaba como un caballo satisfecho montando a su yegua hasta que con un empujón comenzó a vaciarse en mi culo, el golpe me había lanzado la cabeza contra el abdomen de Rafa.

-¡Ahh! Estaba desando romperte el culo, ¡toma!, ¡toma!, ¡toma tu leche putito!

Me sabía todo riquísimo, a pesar que me había corrido hacia poco, mi polla había vuelto a ponerse dura, el frotamiento de su pene embarrado en leche, entrando y saliendo me excitaban hasta un límite increíble. Sacó la verga de golpe dejándome en vacío.

-Es tu momento, fóllatela. -le hablaba a Rafael y este destrabó las piernas y de rodillas se trasladó a ocupar el lugar de Óliver. Sin miramientos metió la polla en el agujero que antes ocupaba Óliver y empezó a bombearme de inmediato, yo en la misma posición entregado y sumiso a mis sementales folladores y de repente se detuvo y se inclinó sobre mi espalda.

-¿Cómo estás?

-Bien, sigue, no pares, no pares.

Continuó con su culeada, aprisa, lentamente y profundo, más rápido, más y más fuerte.

-Tienes un culo maravilloso nene, eres el puto más sexy que he follado. -me iba a correr de inmediato, Óliver me acariciaba los testículos y Rafi me abrazó sin dejar de moverse y me envolvió el glande con los dedos. Exploté llenándole la mano de semen, él continuó entrando y saliendo cuatro veces y se vino soltando sus chorros de semen y gritaba atronando la habitación con su voz ronca.

Caí sobre la cama temblando de placer y de cansancio, me temblaban las piernas y las rodillas me dolían, Rafi cayó sobre mí con la verga dentro y aún moviéndose como si quisiera seguir follándome en un segundo raund.

Se desacopló de mi culo sacando la polla y se arrodilló a mi lado, bajó la cabeza y me dio un beso en la mejilla.

-Ha estado muy bueno, muy bueno. –y se marchó a su habitación.

Oliver me abrazó y recliné la cabeza en su pecho, con su mano en mi culo jugando con la leche que salía de él y yo cogiéndole la verga, así nos quedamos dormidos.

Al día siguiente volvía de mi trabajo para comer con mi familia, no podía dejar de pensar en lo que había pasado a la noche, la experiencia había resultado sublime y placentera, además de por las dos veces que consiguieron llevarme al orgasmo, por ver que dejaban de pelearse y sabían utilizarme sin mayores problemas. El primer paso estaba dado, entre mis dos hermanos había terminado la rivalidad, sabían que los dos podían quedar satisfechos.

Ahora esperaría a que mi padre quisiera llevarme a su cama, quería sentir su verga penetrándome, la polla tan deseada desde hacía tanto tiempo, la más ambicionada sería mía también.

El que me preocupaba era José y tome la decisión de que este mismo día conseguiría sacarle lo que le pasaba, cuando llegué papá estaba con Óliver y Rafa en el huerto, trabajando los dos a las órdenes de papá. José estaba en la cocina preparando la mesa para comer, le di un beso y miré su cara, no estaba mal.

Rafael fue el primero que entró y llegó hasta mi, no me besó me pego un azotito en el trasero.

-Arriba tengo la pomada que me pediste para José. -hoy tenía el examen de las materias reprobadas y no me contaba lo que había pasado.

-¿Cómo ha ido el examen? -soltó una carcajada a la vez que José.

-Ves, te dije que Alonso preguntaría, pero no pensé que tardara tanto…, muy bien, creo que hasta tendré buena nota. -los dos continuaban con sus risas, lo último que quería era que cualquiera de ellos repitiera curso. Me había matriculado para tercero y Oliver empezaría primero, entre mis afanes estaba el de que todos cursáramos unos estudios que nos permitieran ganarnos la vida.

Ayudé a preparar la comida y parecía que reinaba una buena armonía, hablaban entre bromas de lo mucho que nuestro padre los hacía trabajar. Después de recogerlo todo le pedí a José que subiera conmigo, quería verle las quemaduras, aplicarle la nueva pomada y hablar con él.

-Desnúdate, no creo que sigas teniendo vergüenza de mí. -con cierto recelo se fue desnudando hasta quedarse con el slip.

-Quítatelo también.

-Pero si ahí no estoy quemado. -protestaba sin bajárselos y se los sujeté por la cinturilla deslizándolos.

Apareció un pene normal, como el de Rafa más o menos, pero más blanco y con el glande encapsulado en un prepucio del que le sobraba un pedazo, la piel era muy delgada y se veía la silueta del glande alargado, perfectamente delineado bajo la piel del prepucio. La bolsa escrotal también le colgaba tan larga como el pene conteniendo sus testículos como huevos de paloma completamente redondos.

-Si eres perfecto, no comprendo tu manía de ocultarlo. -se lo cogí con la mano y el pene pareció cobrar vida. La tenía calentita y era tan suave como pensaba.

-Imagino que te masturbaras alguna vez. -tenía que hacerlo, recordaba cuando Óliver dijo que una vez se la había agarrado a él.

-Sí que lo hago, pero me duele cuando quiero penetrar a una chica y meterla en un culo es imposible, por eso no podría penetrarte a ti como hacen ellos. Lo moví para sentarlo en la cama y le abrí las piernas, tenía la misma profusión de vellos oscuros como los demás miembros de mi familia.

Me centré en su polla y empecé a mover la mano lentamente, mirándole a los ojos, cuando se le endureció, y tardó un minuto escaso, le deslicé el pellejo del prepucio, bajaba con cierta dificultad pero sin problemas hasta que gimió y me sujetó la mano para que me detuviera.

Era el frenillo que por alguna deformación no le dejaba terminar de bajar el pellejo.

-Esto tiene una fácil solución José, tenías que habérselo dicho a papá, o cualquiera de nosotros. -le temblaba la mano que sostenía a la mía, y su pene no disminuía de tamaño a pesar de su aprensión a que yo tuviera mi mano en él, el pre seminal le escurría humedeciendo nuestras manos, el olor inconfundible a verga de hombre comenzaba a dejarse notar en mi olfato.

-¿Me dejas que te la chupe?

-Si tu quieres. -quería, vaya si lo deseaba, pero lo que no me gustaría era el no hacerlo bien y que se asustara como le sucedió con Rafael cuando le rompió su culito. La pasé la lengua por el glande y respingó.

-Perdona, voy a tener cuidado, túmbate y estarás mejor.

-Estoy bien, ha sido la impresión. -deduje que a mi hermano nunca se la habían mamado. Se tendió con las piernas abiertas y yo me arrodille a su lado, comencé a lamerle la verga pasando por el tallo hasta llegar a los testículos para metérmelos en la boca los dos a la vez y sentía como se contraía nervioso.

Volvía a lo más delicado, el glande con el frenillo, el lugar donde yo tengo el mayor grado de sensibilidad, se lo rodeé con la lengua y él se agarró de la ropa con las manos poniendo blancos los nudillos y recogió las piernas, gemía deliciosamente, me gustaban los sonidos que emitía, aproveché para recoger la saliva con sus jugos y me unté los dedos para colocarlos delicadamente sobre su ano sin apretar.

No cesaba de mamarle la polla metiéndola con suavidad hasta el fondo de mi garganta y tocar con la barbilla los pelos del pubis, poco a poco sentía la respuesta de su ano a mis estímulos, creía que él no se daba cuenta sintiendo las intensas maravillas que notaba en su verga.

Su ano se abría a mi dedo, José no era como Óliver y Rafa, su anito resultaba muy sensible, mucho, como el mío, tratándolo bien podría gozar del placer de ser penetrado, Rafael lo había jodido con su brutalidad e ignorancia aquel día.

Sentí como se iba a correr, sus abdominales temblaban y se le encorvaba el cuerpo, se clavó en lo más profundo de mi boca y eyaculaba con ganas acariciándome la cabeza. En sus frenéticos movimientos mientras se vaciaba, mi dedo corazón había entrado en su ano hasta la primera falange.

Le miré sonriente, satisfecho del resultado de su primera corrida en mí boca aunque no me había dejado que disfrutara de su leche, fue toda al estómago directamente.

-¿Te ha gustado?

-¡Joder! Ha sido la hostia, nunca había experimentado tanto placer. -moví ligeramente el dedo que tenía dentro de su ano.

-¿Y esto? -lo volví a mover entrando un poco más.

-Sí, también lo he sentido, delicioso, increíble todo, ¡gracias Alonso! -tuve que retirarle el dedo para que se levantara y comenzara a besarme toda la cara.

-Voy a llamar a un medico amigo mío, te va a arreglar tu pitilín, esta cosa tan rica no puede quedar en desuso.

Marqué el número de Alex y no me contestaba, así un par de veces y de pronto recibí su llamada.

-¿Me buscabas? ¿Cómo te encuentras tú y tu padre?

-Bien Alex, estamos sanos los dos, pero te necesito para mi hermano. -le expliqué lo que le pasaba a José, si él conocía un médico que le pudiera atender, no se si me notó preocupado, pero soltó una carcajada y no paraba de reírse.

-No necesitas un cirujano, ya lo tienes. Yo lo puedo atender, eso no es importante ni necesita un ingreso, esta tarde no pude ser, ¿te parece bien mañana en la clínica donde nos encontramos?

Quedamos de acuerdo para ir al día siguiente, tenía que estar solo porque me envió un sonoro beso por el móvil.

-Ya está José, mañana te librarás de tu problema.

-¿Me hará daño? -estaba un poco asustado y era lógico, a nadie nos gusta que nos anden en el pene para cortar algo.

-Es el médico que atendió a papá en el hospital, puedes estar tranquilo, dice que no lo sentirás.

Al día siguiente llamé a Juan para decirle que no iría al trabajo, por si Davy llamaba y preguntaba por mí. Llegamos a la clínica y nos hicieron pasar a una sala de espera, mi hermano no podía ocultar su miedo, casi terror y tenía que arrastrarle.

-No vas a notar nada José, tranquilízate. -tuve que luchar con él cuando una enfermera nos pidió que la siguiéramos.

-¡Vaya!, sí que resultáis iguales. -fueron las primeras palabras de Alex al vernos, se acercó a nosotros y sujetó delicadamente la cara de mi hermano con la mano.

-Te hubiera confundido con Rafael, ¿cuál es tu nombre?

-José. -Alex se dio cuenta al instante de su angustia.

-¿Temes que te haga daño? -José negó con la cabeza.

-¿Tú y yo estaríamos muertos de miedo en su lugar, verdad Alonso? -Alex soltó una carcajada y consiguió que José dejara de temblar?

-Perdona la pequeña broma, seguidme, van a ser tan solo unos minutos. -nos dirigió a una puerta, la habitación contenía una camilla y vitrinas con material sanitario-quirúrgico y la enfermera anterior llevó a José detrás de un biombo.

-Quítate toda la ropa y colócate esta bata. -sinceramente y con el miedo que le tengo a la sangre miraba los instrumentos de una de las vitrinas mientras les oía como Alex hablaba con la enfermera.

Los minutos se me hicieron horas, estoy seguro de que lo pasé peor que mi hermano hasta que escuche la voz de Alex.

-Listo, se acabó. -mi hermano no había abierto la boca durante los minutos que estuvo tendido en la camilla.

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