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Mientras mi hermana duerme

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Mi hermana Isabel es una atractiva mujer cuarentona, divorciada y madre de dos preciosas hijas. Su carácter es fuerte pero esto no le impide ser amable con las personas, es muy reservada y seria, y eso se refleja hasta en la ropa interior que usa: pantaletas de diversos colores pero todas ellas muy señoriales, nada de tangas ni lencería provocativa. Pero aun así yo siempre he sentido un morbo brutalmente exquisito por sus pantaletas. Siempre las busco en el tendedero, en sus cajones y en la ropa sucia para olerlas y masturbarme con ellas. Los calzones de mi hermana mayor son mi delirio, mi gran fetiche. Pero seguiré describiendo a Isabel, mi hermana mayor y mi obsesión.

Mide 1,67 de estatura, delgada y piel blanca, cara bonita, cabello de color castaño oscuro, medio ondulado y le llega un poco por debajo del cuello. Sus tetas son de mediano tamaño, muy atractivas a la vista sin llegar a ser exuberantes. Y lo mejor es que tiene un culo precioso, paradito y redondo, no gordo, rico y bien formado, fruto del ejercicio constante.

Desde temprana edad comencé a sentir un profundo deseo por mi hermana, me la pasaba mirando discretamente sus nalgas, sus pechos y su bizcocho, siempre atento cuando se le llegaban a notar las pantaletas por encima de la ropa, o si se le salían un poquito del pantalón.

Era una obsesión saber de qué color se había puesto los calzones, y por esta razón me atrevía a subirle la ropa cuando estaba dormida. Yo conocía todas sus pantaletas, pero era fascinante vérselas puestas en la clandestinidad de la noche y gracias a lo profundo de su sueño.

Recuerdo perfectamente la primera vez que esto sucedió. Eran aproximadamente las once de la noche cuando me cercioré de que toda mi familia estuviera durmiendo en sus habitaciones antes de dirigirme a la de mi hermana Isabel. Abrí con cautela la puerta y la encontré dormida de lado, me acerqué a su cama, nervioso por lo que estaba a punto de hacer, pero aquel momento era inevitable.

Con mucho cuidado para no despertar a mi hermana hice a un lado sus cobijas y vi que tenía la bata de dormir a la mitad de sus muslos. Mi impresión fue mucha, pero mi descomunal lujuria me pedía ver más, así que poco a poco fui subiendo la bata hasta descubrir la prenda anhelada. Era una pantaleta amarilla, que se perdía entre las deliciosas nalgas de mi hermana. Tal visión me tenía babeando de morbo y placer ¡El sueño de verle a mi hermana los calzones se estaba haciendo realidad!

Mis manos temblaban por los nervios y la excitación cuando me atreví a tocarla, sentí la firmeza y la tibieza de sus nalgas por encima de su pantaleta, la misma con la que ya me había masturbado. Pérdida mi razón por aquel momento tan ardiente, acerqué mi boca a ese trasero prohibido y pegué mis labios con infinito placer. Aspiré el aroma de su culo y de su vagina antes de separar mi cara de las nalgas de mi hermana Isabel. Luego busqué sus labios para darle un beso de piquito ¡Otro momento fascinante!

Pensé que sería muy arriesgado quedarme más tiempo en el cuarto de mi hermana, entonces me retiré sin dejar de ver sus pantaletas amarillas y con la verga a tope.

Entré al baño y encontré en la ropa sucia una pantaleta negra, tenía los huevos a punto de estallar y me vine en la prenda interior de mi querida hermana, recordando lo que acababa de hacer. Lejos de arrepentirme, estaba felizmente emocionado, y desde ese momento comencé a idear la manera de sedarla para tenerla totalmente a mi antojo.

Pero esa será otra historia.

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