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Desafío de galaxias (capitulo 53)

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En el plazo señalado por Marisol, todo estaba preparado para iniciar la ofensiva. El movimiento de tropas y naves había sido detectado por los bulban, que previendo un ataque contra Faralia, habían trasladado contingentes desde el Sector 25, al mismo tiempo que, con lo que quedaba allí, mantenía asediado Sigma Trumzely.

La actividad del Cuartel General volvía paulatinamente a la normalidad, instalado provisionalmente en grandes módulos prefabricados situados en la parte trasera del Palacio Real. Los dormitorios estaban divididos entre los sótanos del propio palacio, y cientos de tiendas de campaña. Marisol y Anahis, que después de mucho insistir había conseguido que la trasladaran al palacio, ocupaban su antiguo dormitorio de «soltera» en la zona de la chancillería.

—¡Qué ganas tengo de que me quiten la escayola de los brazos! —exclamó Anahis mientras Marisol la aseaba pasando la esponja por su cuerpo desnudo.

—¿No te gusta como te lavo?

—Claro que me gusta, pero estoy hasta la raja de no poder tocármela, —esta situación de impotencia la mantenía constantemente irritada, pero Marisol lo combatía con cariño y mucha paciencia.

—Solo te quedan doce días para los brazos, que para la pierna, un poco más.

—El fémur me da igual, pero no poder usar los brazos me tiene desquiciada. ¡Joder!, que ni siquiera me puedo limpiar el culo

—Para eso estoy yo aquí.

—Y no poder mover la cola.

—No te quejes que por lo menos la conservas. Has estado ha punto de quedarte sin ella.

—Con todo lo que tienes encima soy una carga.

—Tú nunca eres una carga para mi, aunque tenga que limpiarte el culo… o tocarte la raja, —la dijo empezando a rozarla suavemente el clítoris externo con la esponja.

—¡Eres mala y perversa!

—¿Perversa?

—Si, perversa; cuándo me quiten está mierda me voy a vengar, ¡que lo sepas!

—¿Y como lo vas a hacer? —preguntó tumbándose sobre ella y cogiéndole un pezón con los labios.

—Te voy a atar a la cama y me voy a aprovechar de ti.

—Para eso no hace falta que me ates a la cama, soy muy facilona, me dejo, ya lo sabes, —dijo Marisol ascendiendo hasta sus labios mientras con la mano la acariciaba la vagina. Anahis intento acariciarla el pelo, pero le dio un coscorrón con la escayola—. ¡Ay! A ver si te voy a tener que atar yo a ti.

—Lo siento mi amor pero es que me pone nerviosa el no poder hacer nada.

Riendo, Marisol saltó de la cama y de un cajón saco un vibrador después de rebuscar en él. Se quitó la camiseta y se colocó a horcajadas sobre el pie de Anahis. Comenzó a frotarse con el mientras, después de echarla un chorro de lubricante, la introducía el vibrador en la vagina alcanzando el clítoris interno de las mandorianas. Como si hubiera accionado un interruptor, Anahis empezó a gemir mientras ella seguía masturbándose con el pie de su amada. Poco a poco, fue alcanzando el clímax, y cuándo lo hizo, Anahis ya había encadenado unos cuantos orgasmos. Se tumbó sobre ella buscando sus labios, y sus sudores se mezclaron.

—¡Joder! Como te quiero mi amor.

—¡Si ya! A quien quieres es a mi pie.

—La verdad es que es muy bonito, ¡y tiene cinco dedos! Como los míos.

—¿Y cuantos quieres que tenga?

—Los faralianos tienen seis.

—No sabía que te interesaran tanto los pies, —dijo con retintín—. ¡Pues que no te vea mirando otros que no sean los míos!

—Yo solo tengo ojos para los tuyos, mi amor.

Por la tarde, el Estado Mayor se encontraba reunido para recibir instrucciones para la segunda fase. Marisol entró en la sala, donde Marión, apoyada en unas muletas, daba consignas para suavizar los problemas surgidos con el nuevo organigrama. Sarita activó el mapa holográfico mientras Marisol colocaba sus notas sobre la mesa. Por primera vez en mucho tiempo, solo había militares en la reunión, todos los políticos habías desaparecido.

—Esta es una reunión clasificada, —anunció rutinariamente Sarita.

—Bueno chicos, por fin estamos solos y vamos a tener una reunión sin sobresaltos. Al menos eso espero, —dijo Marisol riendo al igual que los demás.

—Pues a mí me gustan: son… divertidas, —comentó Opx con humor, provocando más risas.

—¡No seas bobo, anda! —guardó silencio unos segundos y prosiguió—. Ahora en serio chicos: sé, que en los últimos días he estado un poco desquiciada, y quiero pediros disculpas…

—¡Nena, no tienes que disculparte por nada! —exclamó Opx interrumpiéndola mientras los demás asentían apoyándole—. Dinos de una puta vez que quieres que hagamos.

—¡Bueno vale! Como ya sabéis, el enemigo ha trasladado fuertes contingentes desde Trumzely Prime a Faralia, en previsión de un posible ataque. A esa conclusión llegaron después de que naves de la 3.ª Flota, operaran en sistemas propicios para tal ataque. Estaba previsto, quería conseguir dos objetivos: uno, hacer creer al enemigo que íbamos a ir a Faralia, y dos, conseguir que trasladaran tropas para aflojar la presión en el Sector 25. Los dos objetivos se han alcanzado, —Marisol empezó a activar archivos con el puntero—. El almirante Esteban y el general Opx, lanzaran un ataque total, duro, con todos los medios disponibles, contra Petara a través del Grupo de Sistemas Taaramok, y el antiguo Consorcio Bellek. Por otra parte, Oriyan y Pulqueria, enlazaran con Nar, e iniciaran un ataque contra Cayely, mientras las fuerzas de reserva presionan Kalinao para impedir que el enemigo se mueva de allí. Una vez alcanzado Cayely, continuaréis el avance hasta enlazar en Petara con las fuerzas de Opx y Esteban. Con estás dos ofensivas, conseguiremos embolsar a Kalinao y lo más importante, aislar a Faralia del resto del Sector 26. No tengo que explicaros la importancia estratégica de Faralia, según Inteligencia, es la capital del Mundo Bulban. ¿Preguntas? —durante un par de horas estuvieron desmenuzando los pormenores de los planes de batalla diseñados por Marisol, que como siempre eran exhaustivos.

»Antes de concluir está reunión, quiero hacer dos precisiones: la primera, que es obvia, si tenemos éxito, el enemigo se vera obligado a retirar más fuerzas del Sector 25, y eso, permitirá al general Torres, avanzar a través de los sistemas abandonados en este repliegue defensivo. La segunda es más peliaguda. Necesariamente, entraremos en sistemas colonizados, algunos, con un estado de colonización casi definitivo. Según Inteligencia, Cayely y, sobre todo Faralia, tienen sociedades totalmente asentadas y organizadas, incluso en está última, la población civil bulban dobla a la existente antes de la evacuación. La presencia de civiles no debe entorpecer el desarrollo de las operaciones militares, ahora bien, los ataques indiscriminados que hemos llevado a cabo hasta ahora por orden mía, deben finalizar totalmente, y eso significa, que no va a haber actos de represalia individuales o colectivos, ejecuciones sumarias, ni nada por el estilo. He dado instrucciones claras a la gobernadora militar para que alerte a la policía militar y a los servicios jurídicos militares. Chicos, este asunto no se nos puede ir de las manos, tenemos que hacer de tripas corazón, y saber torear este toro que va a ser muy jodido. Os recuerdo, que la postura oficial del presidente y del Parlamento Federal, que también es la mía, es de integrar, con ciertas restricciones, a los bulban en la República, —Marisol se había ido moviendo hasta situarse detrás de Oriyan cogiéndola por los hombros—. Mi mosca cojonera, acompañó a Opx en la primera batalla de la guerra en Karahoz; participó también en la evacuación del ejército, y de la población civil, de Faralia, su patria: sin duda momentos muy duros. Los políticos decidirán en su momento que hacer con Faralia, una decisión en la que lógicamente también participaran los faralianos, pero que no se nos olvide que somos militares, y que somos hombres y mujeres de honor, algo de lo que los políticos no tienen ni puta idea… salvo excepciones. Estamos para servir y para cumplir ordenes, y no para masacrar injustificadamente a civiles indefensos. Quiero que mis palabras recorran toda la cadena de mando y lleguen hasta la tropa. Me sentiré, profundamente decepcionada, si actos tan cobardes, se producen en el seno de este ejército que tanto amo.

Dos semanas después, las operaciones militares se centraban en el Grupo de Sistemas Taaramok, donde Esteban y Opx progresaban según lo previsto pero con dificultades. Con el Fénix liberado de la función de Centro de Mando, Marisol había viajado por el Páramo Tenebroso y se encontraba en las proximidades de Jairo. Marión y Anahis, aún convalecientes, se habían quedado en Mandoria junto a Hirell para que las ayudara.

—¡General Martín, acuda al puente de mando! —Marisol se encontraba en el gimnasio corriendo en la cinta junto con Sarita. La paró y secándose con una toalla salieron en dirección al puente.

—¿Qué ocurre capitan? —preguntó al entrar.

—Los sistemas han detectado una pequeña nave no identificada.

—¿Corsaria?

—No lo parece, pero no responden a nuestra llamada y van en inercia adentrándose en el Páramo.

—En inercia tardaran años en atravesarlo ¿A qué distancia están?

—300.000 km.

—¿Hay más naves cerca?

—Salvo las de escolta, no hay más naves en cuatro millones de kilómetros.

—No corramos riesgos, zafarrancho de combate, arriba escudos, intercéptela, pero que los escoltas no la ataquen. Mientras voy a cambiarme, —diciendo esto, salio del puente mientras las alarmas de zafarrancho saltaban estridentes. Unos minutos después, regresó duchada y uniformada—. ¿Alguna novedad?

—La tenemos asegurada con un haz magnético. Es una pequeña nave civil de recreo y está abarrotada: las bioseñales son múltiples y son bulban. No tienen asegurado el computador de navegación, podemos intervenirlo.

—¿Sistemas de armas, explosivos…?

—Negativo. Están limpios.

—De acuerdo. Controla sus sistemas e introdúcela en el hangar de vuelo. Alerta a la infantería, que tomen posiciones.

Lentamente la nave entró por el portón del Fénix y aterrizó mientras era rodeada por los soldados. La escotilla de la nave se abrió y varios entraron en su interior encarando sus armas, mientras Marisol, desde un punto resguardado, asistía al asalto. Los ocupantes fueron saliendo y los soldados los obligaron a pegarse contra la pared donde fueron cacheados. Profundamente sorprendida, Marisol se acercó lentamente al sitio donde una veintena de niños bulban, sentados o arrodillados en el suelo, se arremolinaban detrás de siete hembras que intentaban protegerlos con sus cuerpos. Los niños lloraban asustados, pero cuándo vieron a Marisol, instantáneamente el miedo se transformó en pánico, tanto, que las hembras, con cara de terror, casi no podían controlarlos.

—Pepe, que los soldados bajen las armas y se retiren unos metros, —le dijo al coronel al mando—, deja solo uno a cada lado.

Los soldados se retiraron, pero las muestras de terror seguían, por lo que Marisol optó por agacharse y poner una rodilla en el suelo, al tiempo que hacia un gesto a los dos soldados para que hicieran lo mismo. Poco a poco, los niños se fueron tranquilizando al igual que las hembras. Marisol señaló a un niño que tenía una herida en un brazo, he hizo un gesto a la hembra más cercana para que se acercara.

—Está herido, podemos ayudarle.

—¡Por favor, no nos haga daño! No somos combatientes.

—No os vamos a hacer daño. El niño necesita ayuda.

—No somos combatientes, no somos combatientes, no le hagas daño a los niños.

—No les voy a causar ningún daño a los niños, soy…

—Todos sabemos quién eres y las cosas que haces: no nos hagas daño, no somos combatientes.

—¡Pero que cojones…! Podemos ayudar a ese niño. Por favor, deja que el médico le vea, —dijo Marisol armándose de paciencia y tendiéndola la mano con la palma hacia arriba. La hembra, después de unos segundos, hablo con el niño que se negaba a separarse de ella. Finalmente, optó por cogerle en brazos y acercarlo. Marisol hizo una indicación al médico, que se acercó y se puso a reconocer al niño—. No sé que os han contado de mi, pero no voy a haceros ningún daño.

—Pero tú eres el general Martín.

—Si, lo soy, pero te repito que nadie os va a hacer daño.

—Mi señora, —dijo el médico después de explorarlo con un escáner medico— tiene el brazo roto. Tenemos que llevarlo a la clínica.

—Vamos a llevarlos a todos para que los reviséis, —le dijo Marisol, y mirando a la hembra bulban, añadió—: si te parece bien.

La hembra la miró detenidamente y finalmente asintió. Se volvió, dijo algo en bulbanes, y todos se levantaron.

—¿Las demás hablan también mi idioma?

—No, solo yo.

—De acuerdo, cuándo hayas pasado la revisión, quiero hablar contigo, —la hembra contestó afirmativamente con la cabeza.

Mientras Marisol esperaba a que se completara el reconocimiento médico, envió las imágenes del encuentro al Cuartel General que a su vez las reenviaron a Edyrme, la capital federal. Sentada en la mesa junto al ventanal del comedor del Fénix, su cabeza no hacia más que darle vueltas al tema provocándola un montón de sensaciones contradictorias.

—Ni señora, los hemos tenido que numerar para el historial médico porque al parecer no tienen nombres, —dijo el médico sentándose a la mesa.

—¿Cómo están?

—Agotados, algo desnutridos y deshidratados, y sobre todo muy asustados. Al niño con el brazo roto se lo hemos entablillado, creemos que se recuperara pero está en observación, la fisiología bulban es muy diferente.

—Doctor, he observado que las hembras bulban tienen pechos, pero no amamantan a sus crías, tengo entendido que hasta los cinco años están en criaderos acuáticos.

—Así es mi señora, pero podrían hacerlo. Con su aparato digestivo pasa algo parecido, en la universidad de Mandoria vi esa papilla de proteínas que comen, pero podrían digerir cualquier tipo de alimento, incluso sólidos con el tiempo, —mientras terminaba de hablar, la hembra bulban entró en el comedor vestida con ropa militar y escoltada por dos soldados. El revuelo entre los que estaban en el comedor fue considerable, pero nadie hizo nada que pudiera amedrentarla. Marisol se levantó y se acercó a ella.

—¿Tienes hambre?— la bulban asintió y Marisol la condujo al mostrador del autoservicio. Se mostró indecisa, mirando todo con interés pero sin decidirse—. El doctor me ha dicho que podéis comer lo mismo que nosotros.

—No sé, siempre he comino lo que nos dan los lideres, —Marisol pidió al cocinero algún tipo de puré o crema y un café solo para ella. Con la bandeja, se encaminaron a la mesa y se sentaron. La bulban olisqueo desconfiada el plato y Marisol, cogió la cucharilla del café y probó la crema. La bulban cogió su cuchara como si viera un elemento de alta tecnología y lo probó también; no le desagrado y continuo comiendo sujetando la cuchara como si fuera un palo.

—¿Qué hacíais en el Páramo Tenebroso?

—Queríamos escapar.

—¿De quién, de los lideres? —la bulban asintió—. ¿Eres consciente de que si no os hubiéramos encontrado, moriríais? —la bulban la miró sin comprender—. A la velocidad que ibais tardaríais años en atravesar el Páramo y ahí no hay nada.

—No lo sabía… gracias.

—¿Por qué os habéis asustado tanto cuándo me habéis visto?

—Nos han dicho que eres una… asesina despiadada, un monstruo.

—¿Y tú que opinas? —la bulban la miró con ojos escrutadores.

—No sé: no lo pareces.

—Bien, háblame de tus lideres, ¿ellos os proporcionan la comida?

—Nos proporcionan todo, —la bulban respondió con cara de extrañeza.

—No te extrañes, aquí las cosas son distintas. ¿Entonces, ellos os dan todo lo que necesitáis y vosotros hacéis lo que ellos dicen?

—Ellos nos dan lo que creen que necesitamos, y nosotros obedecemos: no podemos negarnos.

—¿Por qué?

¬—Porque nos mandan a las fabricas de proteínas.

—¿A trabajar?

—No.

—Entiendo. ¿Por qué no hay hembras en el ejército bulban?

—Solo combaten los machos, nosotras nos dedicamos a la reproducción, —la bulban hizo una pausa como buscando palabras— y el entretenimiento del macho, —la respuesta no agradó a Marisol— pero eso ha cambiado ahora, desde hace unos meses se está mandando a algunas hembras a las unidades de combate.

—¿Cómo hablas tan bien mi idioma, lo has aprendido en la escuela?

—¿Qué es: «escuela»?

—Donde se aprende a leer y a escribir.

—Nosotros no aprendemos eso, solo los elegidos reciben preparación para liderar.

—¿Entonces tú…?

—A mí me prepararon para ser… no sé como se dice… proporcionar placer a un líder… alto.

—Concubina, se dice concubina.

—Concubina. En su alojamiento accedí a un programa hablado de español y así aprendí. La nave es suya: la robamos para escapar.

—El resto de hembras, ¿son también concubinas? —la bulban respondió afirmativamente con la cabeza—. ¿Y los niños?

—Los trasladaron a nuestro complejo de alojamientos para protección.

—¿Protección, no entiendo?

—Los lideres piensan que si hay niños y presos… de ustedes, no tiraran bombas grandes contra ellos.

—Entiendo entonces, que te has escapado con extraños, ¿no hubieras preferido hacerlo con tu familia?

—¿Qué es: «familia»?

—Tus padres, hijos, hermanos, tíos…

—No sé que es eso. Cuándo me fecundan, hago la puesta y de los huevos se encargan los lideres. Después, regreso a mi cometido.

—¿Y no ves a tus hijos? —la bulban la miró sin entender—. Cuándo yo tenga un hijo, permanecerá a mi lado hasta que sea mayor, de hecho, hasta que comenzó la guerra, yo vivía con mis padres.

—Una vez, mirando en las cosas de mi amo, vi, que hace muchas centurias, sí nos ocupábamos de los huevos y las crías, pero luego los lideres pasaron a ocuparse de todo.

—Los niños están en los criaderos hasta los cinco años, —la bulban, que ya había terminado su crema, asintió—. Y luego, ¿qué hacen?

—Trabajan, como todos los demás. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Si, claro.

—¿Qué vais a hacer con nosotros?

—Nada malo, no temas. Hace unos meses, el Parlamento Federal decidió asignar un lugar idóneo para que viváis.

—¿Qué es un Parlamento Federal?

—Es donde tomamos las decisiones.

—Como los lideres.

—Si, pero a estos lideres los elegimos nosotros, —la bulban la miró sin entender del todo—. Vamos a hacer lo siguiente: os vamos a llevar a Mandoria, quiero teneros cerca; has aprendido a hablar muy bien español, pero no es suficiente, en un idioma entre los miles de millones que hay en la galaxia, os colocaremos el chip de traducción que todos llevamos desde que nacemos, y todos vais a ir a la escuela. ¿Qué opinas, te parece bien?

—Si general Martín… nadie la llama así, la llaman…

—General es mi cargo militar, como pretor entre vosotros, Martín es mi apellido, el nombre de mi familia, y Marisol mi nombre. Ese es un tema que hay que solucionar, mis colaboradores te proporcionaran una lista de nombres para que las hembras elijáis, para vosotras y para los niños, ¿de acuerdo?

—Iris, me gusta Iris, ¿puedo llamarme así?

—Iris, de acuerdo, te llamaras así.

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