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De compañero de carrera a amante (Spin off)

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Después de la llamada con Paola me bañé y bajé a desayunar. En las escaleras me topé con la roomie de Paola, me preguntó una vez más por ella, respondí lo lógico “no sé”.

Mientras bajábamos por las escaleras Paola subía por ellas:

Roomie: ¿dónde estabas?

Paola: Fui a caminar un rato

R: Ah ok

En el restaurant desayunábamos y la roomie comenzó a cuestionar las ‘desapariciones’ de Paola de su cuarto

R: Ayer fue lo mismo, me desperté y no estaba, y la verdad no creo que haya ido a caminar, si sudada venía.

Pensé, “la hubieras visto anoche”

Yo: Pues no sé

Pasó el día solamente que en esta ocasión la lluvia no ayudó mucho para trabajar, aunque tratándose de un cortometraje de terror estaba perfecto no contábamos con material para proteger el equipo de grabación. Dejaríamos prácticamente el resto para el último día.

En la mañana grabamos escenas donde se ocupaba estar en interiores, fue todo. Regresamos al hotel y me encerré en mi habitación, bañé de semen el brassier blanco de Paola y me quedé dormido.

Durante la tarde salí a caminar por el pueblo, fui a un riachuelo que corre cerca. Es un bello paisaje. Escuché que alguien se aproximaba, era Mariana, la mesera. La vi y se veía lindísima, ella era de complexión delgada, unos senos hermosos aunque no tan pronunciados como los de Paola y unas nalgas que tampoco tenían las dimensiones de la antes mencionada pero bien formadas, daba la impresión que se cuidaba.

Vestía una blusa negra con flores dibujadas en la tela y un pantalón que le hacía relucir su linda retaguardia. La vi y sonreí

Yo: Podría jurar que me andas espiando

Mariana: Te vi pasar por mi casa, y decidí seguirte.

Yo: Oh (entre risas nerviosas)

Se sentó junto a mí y se recostó en el pasto húmedo, se veía hermosa.

M: ¿Cómo les fue hoy?

Yo: Casi ni grabamos, la lluvia no nos dejó.

M: Y para lo que se trata su película quedaba bien, ¿no?

Yo: Como anillo al dedo, pero no teníamos como proteger las cámaras y los micrófonos, y lo dejamos para mañana.

Mariana cortó una pequeña flor de manzanilla que crecía cerca de ella y se la puso en su cabello, su belleza aumentó.

M: Y… ¿qué otras cosas puedes hacer hoy?

En cuanto escuché eso me di una idea para donde iba

Yo: Pues, con este clima se antoja para estar encerrado, tomando una taza de café y comiendo un pan.

M: Parece que sabes algo de la vida en pueblos

Yo: Mi papá vive en uno, el año pasado lo visité y el clima es similar a este.

M: ¿Quieres ir a tomar café a mi casa?

Yo: ¿Solo tomar café?

Ella sonrió

M: Tal vez

Mientras se reincorporaba apoyó su mano en mi muslo interior y la deslizó a mi pene, que se encontraba más o menos ‘emocionado’.

M: ¿Pero qué tenemos aquí? Tranquilo, muchacho

Me encantó su forma de ser, era hermosa. Su cara parecía tallada por el mismo Miguel Ángel, tenía unos hermosos ojos y una bella sonrisa, sus facciones eran finísimas; pero más me deslumbraba lo provocativa era. No era como Paola, un tanto vulgar para eso (aunque no voy a negar que me excitaba como se refería al sexo).

Fuimos a su casa, y si, pasé justo por su casa, no vivía muy lejos del riachuelo. Entramos y puso a calentar el agua y sacó una casta con pan.

Nos quedamos platicando, nos fuimos conociendo un poco más. Ella ya tenía un tiempo viviendo allí y fue donde me pregunté “¿cuántos años tendrá?”. No me esperé y le hice la pregunta, su respuesta me dejó sorprendido: “29”. No los aparentaba, parecía más de mi edad.

Seguimos platicando hasta llegar al punto, a lo que nos tenía allí, pero no fue de manera abrupta.

Yo: Explícame algo, ¿qué fue eso de anoche en el elevador?

M: Sinceramente fue un arranque de pasión, desde que platicamos me gustaste, algo tienes que llamar la atención. Eres muy lindo conmigo, se platica muy a gusto. Pero me prendió el saber que tendrías una noche llena de pasión.

Tomé un poco de café.

Yo: No negaré que eres bastante hermosa, debes de gustarle a medio mundo en cuanto te ve, y si, también me gustaste. Aunque contigo sería muy distinto.

M: ¿Qué sería distinto?

Yo: El amor de una noche

M: ¿Por qué?

Yo: Mira, con quien estuve anoche es una relación… vamos a decirle… prohibida. Ella tiene novio pero hay algo que nos conecta y en cuanto estamos juntos estalla. Estoy seguro que contigo no sería así.

M: ¿Entonces cómo?

Yo: Sería algo más, lleno de amor, de pasión, de entregarnos el uno al otro sin que nada ni nadie importe, algo más lindo. Además, tu belleza exige que te traten como a una reina, como a un ángel.

Ella sonrió y bajó su mirada

M: ¿De verdad crees eso?

Yo: Claro, es más, ni debería ser yo quien te haga sentir mujer. No sé cuando volvería a verte y tampoco quiero que sientas que solo fuiste una noche.

M: En serio que si eres lindo, ojalá así me lo hubieran dicho todos los demás en quienes confié.

Yo: Es la verdad, no quiero ilusionarte ni nada, tu voz me encanta, tu mirada, tu sonrisa… (Tímidamente) sin mencionar tu cuerpo, pero si de verdad estás de acuerdo podríamos…

Ella se levantó y se puso frente a mí

M: Hazme tu mujer, confío que me tratarás bien.

Me tomó de su mano y me llevó a su sala, nos sentamos y comenzamos a besarnos. No fue como con Paola, que nos arrebatábamos y nos dejábamos llevar por la pasión. Con Mariana era distinto, era amor, puro amor, sabía que no debía tener simplemente sexo con ella, sino dejarle saber que de vez en cuando un hombre -aunque sea una vez- puede dejar una huella en ella con lo bien que la trata en la cama.

Nos recostamos en su sillón, seguimos besándonos. Me separaba de ella un momento, abríamos los ojos y nos mirábamos. Nos sonreímos. Ella rozó mis labios con su dedo índice. Acercó su cara a mí y con su nariz tocaba la mía, quería que siguiera en su juego. Se volvió a recostar y seguimos besándonos. Está de más decir que ya tenía una erección.

Mariana abrió sus piernas y me puse en medio de ellas, ella se movía frotándose con el bulto que tenía en el pantalón mientras nos seguíamos besando. Mordía mis labios.

M: Perdón, es una maña que tengo

No me importó, continuábamos así hasta que bajé por su barbilla y le besé el cuello, ella correspondió. Era basta excitante sentir como lo lamía y sentir su respiración en él. Por alguna extraña razón me sentía como un novato en las cuestiones del sexo, no sabía que más hacer. Sólo una vez había hecho el amor como tal, las demás, puro sexo. Y ustedes, queridos lectores, saben muy bien que no es lo mismo.

Le retiré la blusa, tenía un brassier café con unas cintas blancas. Nada que ver con lo que Paola me tenía acostumbrado, pero lindo. Sin quitárselo comencé a besarle su pecho y me fui bajando hasta llegar a su abdomen, tenía un físico de maravilla, el deseo de cualquier hombre. Lo besaba con amor, lo lamía, y lo rodeaba. Besaba su costado y me subiendo hasta su axila y una vez más comenzamos a besarnos.

Me recostó en el sillón y me quitó la playera. Era el turno de ella de prenderme, emuló mis movimientos, se sintió de maravilla cuando puso su mano y con las yemas de sus dedos fue bajando hasta mi abdomen.

Se volvió a recostar en el sillón y le quité su brassier, tuve mis complicaciones para hacerlo.

M: ¿Te ayudo? (esbozando una sonrisa)

Yo: Espera… ahí está

Moría por ver sus aureolas y sus pezones. Se retiró el sostén y allí estaban, unos lindos pezones café claro en unos pechos morenos de la misma tonalidad, sus aureolas apenas eran más extensas que sus pezones. Como lo había dicho, no eran del tamaño de los de Paola pero estaban lindísimos.

La besé mientras los sobaba. Pasé mis manos sobre ellos y sentía como sus pezones estaban duros. No los apreté, no los pellizqué. Nada. Bajé a su pecho, quedé encantado por su aroma. Me fui a su pecho derecho y lo comencé a besar, con cariño. Mientras lo hacía ella acariciaba la parte trasera de mi cabeza y su cabeza la reposó en la mía. Llené toda su teta de besos y me fui en círculos hasta llegar a su pezón. Lo besé, y no una, varias veces hasta comenzarlo a chupar. Lamía sus aureolas siguiendo la figura. Ella soltó un ligero gemido lleno de pasión. Lo mismo hice en el izquierdo.

Me retiré de sus pechos y desabotoné su pantalón y se lo quité. Tenía una tanga color beige con tejidos del mismo color. También me quité el mío. Me recosté junto a ella y la volví a besar. Sus besos eran ardientes, me enloquecía. Bajé mis manos y toqué sus muslos internos, los acariciaba con delicadeza. Pasé mi mano por encima de su flor, la cual estaba mojada, pero no en exceso como la de Paola. Toqué la otra parte de su muslo de la misma forma.

Con su mano tomó la mía y la llevó a su vulva, hizo a un lado la parte media de su tanga y con mi misma mano comenzó a tocar el borde externo de su vulva y luego la soltó. Lo entendí. Seguí tocando de igual manera hasta que me fui haciendo un poco más al centro. Con mis dedos anular e índice comencé a frotar su clítoris. Mariana apretó los dientes y soltó un ligero jadeo

M: Así…

Seguí haciéndolo, como me lo había dicho y los fui acercando a la entrada de su vagina, hasta que los metí, mi dedo pulgar suplió a los otros dedos en la estimulación del clítoris.

Sobaba su vagina en las paredes cercas a la entrada de manera suave. Seguíamos besándonos. Besaba su cuello y le susurraba al oído lo bella que es. Mariana seguía moviendo sus caderas, vi que lo disfrutaba. Seguí masturbándola hasta sentir que su cuerpo vibró, tuvo un espasmo que movió súbitamente su pecho hacia arriba.

M: ¡Ay, que rico!

Había tenido un orgasmo, me di cuenta que hasta en eso era más linda. Abrió los ojos y me miró. Bajó su mirada a mi boca y se lanzó por ella.

Bajé hacia su entrepierne, le retiré su tanga levantando sus piernas y quedó expuesta su vulva, una bella y vulva, se notaba recién depilada. No tengo las palabras para describirla, era una muy hermosa vulva, y estaba dispuesto a comérmela.

Me acerqué a ella, inicié con besos en sus muslos y me fui arrimando hasta su vulva, de verdad, era muy bonita. Con mis dedos separé los labios y la lamí, hasta su sabor era distinto, y qué decir de su olor. Me enamoré de esa vulva.

La comía con vigor, lamía su clítoris, su vagina, la seguía masturbando. Escuchaba sus suspiros como eran cada vez más audibles. Me tenía tomado de mi cabello. Sentía como su vagina se ponía cada vez más húmeda a través de mi lengua que se encontraba dentro de ella, volví a sentir un espasmo de ella acompañado de un extenso y bastante fuerte “¡Ay!”. El trabajo con mi boca había terminado.

Quedé sentado en el sillón y ella se hincó en el piso, se acercó a mí.

M: Me toca

Tomó con sus manos mi bóxer y lo bajó, jugó con mi pene, lo sobó, me masturbó y jugó con mis huevos también. Vio como una gota de semen brotó de mi glande, y no la pensó dos veces: con su lengua la quitó de mí. Sentí un gran placer sentir su lengua en mi pene que lo apreté con mi mano y lo jalé hacia arriba intentando sacar lo que tenía dentro de él, y si, salió un poco más. Me miró y sonrió. Repitió el movimiento.

Se metió mi pene a su boca y comenzó a mamar. Lo hacía con amor. Puso su mano en la base de mi pene y el resto en su boca. Veía el empeño que le ponía al oral. Acaricié su cabello mientras ella hacía lo suyo, por un momento frenó y después continuó. No me hizo terminar, pero ya había hecho demasiado, estaba muy excitado.

Nos volvimos a recostar en el sillón y volvimos a la rutina de besos, pero ahora con nuestros cuerpos desnudos juntos, sentíamos el calor del otro. Me volví a poner en medio de ella y ya con mi pene al descubierto frotó su vulva con él. Mariana suspiraba, jadeaba.

Yo: ¿Lista?

M: Hazlo

Con mis dedos separé sus labios y con mi otra mano puse la cabeza de mi pene en la entrada de su vagina. Entré. Estaba húmeda, además una vagina estrecha, caliente. Sentí la gloria. Fui metiéndolo poco a poco e inicié mi vaivén. Me apoyé en mis brazos mientras la besaba, después me tumbé sobre ella siguiendo con mi movimiento.

Sentía como su vagina se mojaba cada vez más, por lo que mi verga se deslizó cada vez con mayor facilidad dentro de ella. La rodeé con mis brazos y mis embestidas cada vez eran más profundas, pero nunca aumenté la velocidad. Me levanté y le pedí que se volteara. Accedió.

Al fin tuve a la vista sus hermosas nalgas. Sin ponerse en cuatro me puse sobre ella, separé sus piernas con mis pies. Una vez más separé con mis dedos sus labios y me metí. Me sujeté de sus nalgas y reinicié mis embestidas. Vi que ella apuño sus manos, levantó su cabeza buscándome. Me incliné hacia ella y comenzó a besarme. Me detuve, pero ella sola comenzó a mover su cadera, dándome el placer a mí en esta ocasión.

M: ¿Te gusta?

Yo: Que rico te mueves, bella.

Me sonrió.

Así estuvo hasta que sentí que mi placer aumentaba, tomé la iniciativa una vez más. Mis embestidas aumentaron de velocidad hasta el punto en que mi glande sintió el cosquilleo. Un calor lo invadió acompañado de una chispa que ahora no solo se extendió por mis piernas, sino por todo mi cuerpo. Con mis jadeos ella notó que estaba a punto de terminar.

M: Adentro no, adentro no

Volteé a verla y me salí, reposé mi verga entre sus nalgas y comencé a frotarme con ella hasta que exploté. En esta ocasión no grité, como solía hacerlo con Paola, pero solté un gemido muy profundo.

M: Calientita, como me gusta

Yo: Otro poco

Me recosté encima de ella cayendo sobre mi semen y frotándome con ella. Eso la excitó. No le importó en lo más mínimo que siguiera manchándola con mi semilla.

Una vez que quedamos frente a frente, preguntó:

M: ¿De verdad lo hiciste anoche? Fue mucha leche

Yo: Si te digo lo de anoche capaz te vuelven a dar ganas

M: (Sonrió) Fue mucha para que sacaras esa cantidad, pienso yo.

Solo me limité a sonreír

M: Me gustó, me trataste muy bien, fuiste un romántico. No me lo habían hecho así, hoy me sentí mujer y no un objeto.

La abracé, y la pegué a mi pecho.

Yo: Cuando te vuelvas a entregar a alguien que sea así que te traten, si no es así, ya sabes qué hacer.

M: Muchas gracias, no sé si te vaya a volver a ver, pero te llevaré siempre dentro de mí, eres un hombre maravilloso. Derretiste mi corazón.

La besé en la frente y nos quedamos dormidos en su sillón.

Me desperté poco más de una hora después, ya estaba anocheciendo. Al ver su culo frente a mí me excitó, y si, comencé a masturbarme. Esperaba que no se despertara. Estaba muy entrado en lo mío cuando veo que su mano se desliza hacia atrás.

M: Yo termino por ti, no te preocupes. Me dices cuando vayas a terminar.

Se ensalivó la mano y me tomó, ni yo me la jalaba como lo hacía ella.

Yo: Estoy a punto…

Se volteó y comenzó a mamarla. Me vine dentro de su boca, lamió mi glande y me exprimió la verga. Al sacarla, vi que no salió nada de semen.

Yo: ¿Te lo tragaste?

M: Cada gota

La besé y comencé a ponerme la ropa, vi su tanga en el piso. La tomé.

Yo: Me la puedo llevar

M: ¿Por qué?

Yo: Recuerdo de la primera vez, no quiero olvidarte, y pensarte cuando me sienta solo… si me entiendes, ¿no?, además, me encanta tu olor.

Lo pensó por un momento pero al final accedió. Fue a su cuarto y me trajo el brassier con el que hace juego y una pequeña caja.

M: Aquí venían cuando lo compré, no las vayas a manchar de tu semen porque perderán el olor a mí.

Dentro de mi pensé, “¿cómo carajos sabe eso?”.

Nos dimos un beso y salí de su casa. Seguía lloviendo.

Llegué al hotel y observé a varios en la entrada fumando. Paola estaba allí.

Paola: ¿Y tú donde andabas?

Yo: Por ahí…

P: ¿Y esa caja?

Yo: Uh, un recuerdo

Subí al cuarto, vi mi teléfono en el buró, no me había dado cuenta que no me lo había llevado. Vi que tenía varios mensajes. Había de Paola, de amigos de la escuela y otros recién llegados de Mariana. Bueno, en sí no eran mensajes, sino fotos… ya sabrán cómo.

Paola marcó, me dijo que si estaba listo para esta noche, le dije que no, que estaba algo cansado después de la “caminata” que había tenido por el pueblo. No insistió más.

Así fue la primera y única vez con Mariana, la bella Mariana; dueña de la vulva más hermosa que mis ojos -hasta la fecha- han visto (literalmente).

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