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Semen blanco, piel negra. Todo el color del sexo

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Al momento de escribir este relato aún conservo el calor de la cama compartida, su perfume de la noche anterior persiste en la almohada. Hoy al despertarme, totalmente al palo, con el choto recontra duro por la excitación de solo pensar que en la tarde nos encontraremos, con Xoana, para repetir la experiencia de ayer, en el mientras tanto voy a recrear y matizar la espera relatando este suceso por sus características tan insólito y excitante como erótico y lujurioso.

Voy a intentar ordenar la secuencia de los hechos para hacerlos entendibles, no es fácil, son tantas las emociones y nuevas las sensaciones que cuesta asentarse en el estado de cosas tal como se presentaron. Como dicen los viejos, empecemos por el principio…

Soy dueño de un depósito de materiales eléctricos, por estos días sin actividad para realizar el balance e inventario semestral, se había terminado la tarea del día, el personal afectado a la tarea retirado, bueno eso creía. Estaba recorriendo el primer piso, mirando sin mirar, café en mano, sin apuro.

Al pasar delante de la oficina, la veo a Xoana, una empleada muy especial. Se destaca entre el resto de las chicas empleadas, por la graciosa cadencia en su forma de hablar, un mix de español y portugués en armoniosa consonancia con el gracejo en los movimientos de su raza, joven mujer, negra, venida en la reciente ola migratoria de Cabo Verde. Está degustando un café, también mirando a la nada. Golpeo la puerta abierta para llamar su atención, giró la cabeza y dijo:

- Adelante, pase jefe. Quiere un café? Con crema?

- Si, por favor, pero negro… -me disculpo por decir algo sin intención de molestarla.

- No necesita disculpa, entiendo… pero las negritas también somos calientes como este café…

- Gracias. –recibo el jarrito con la infusión, tomo el pie para responderle. – Bueno… debo aceptar lo que me dices, si pudiera comprobarlo te diría si me dices la verdad…

- Ja, ja, podés – por primera vez nos tuteamos. – pensé que no se fijaría en esta “negrita”…

- No te lo creas tan así, te he mirado, pero temía que pudieras sentirte acosada, y no era intención ponerte incómoda. Sí me he fijado y más de lo que te imaginas…

- Solo fijado? Tal vez… alguna otra intención… hmmmm, te… le… brillan los ojos… hmmm

- Ejem… soy bastante torpe para disimular no?, tanto se me nota?...

- Y… sí. Pero eso importa?

- Creo que ya no.

En los casi seis meses que trabaja era la primera vez que nos encontramos sin compañía, como ahora, sentados frente a frente, escritorio por medio, y tuteándonos como viejos camaradas.

- Puedo ser indiscreto?

- Puede –fija la vista en una planilla, descorriendo el velo de sus íntimos pensamientos.

- Qué está pasando, puedo ayudar en algo... Aquí estoy, no muerdo y soy confiable…

Tenía gracia natural de su raza, transmitía vida y alegría por todos sus poros, pechos levemente hacia abajo, pezones paraditos y apuntándome, buena silueta, destacándose del conjunto las torneadas piernas y la cola firme y parada, fue el detalle que me decidió a tomarla cuando me la presentaron, sobre todo esa textura de la piel negra, tersa que la hacía tan exótica como deseable. Hoy, no era la misma, el estado de confidencia había restado brillo a sus ojos que habían virado del tono verdoso de la alegría al gris de la tristeza, la boca sin lucir la mejor de sus sonrisas.

Comprendí que esperaba esa pregunta para dejar fluir las emociones contenidas, compartirlas con un corazón sensible, buscaba un referente, un confidente.

Roto el dique, dejó libre sus emociones. Ocultando sus ojos, comenzó diciendo que a cada minuto que pasaba se hacía más y más difícil, lejos del terruño, de sus afectos más íntimos, alejada del novio y extrañando sus atenciones, sobre todo la abstinencia de sexo la tenía bien inquieta. Esta última referencia fue con el pudor propio de confiarse al jefe, sobre todo al hombre.

- Fue difícil, hablarlo, pero es que… esta forma de soledad…

Apoyé mi mano sobre las suyas, comprendiendo su sentir. Le levanté el mentón para mirarme en sus ojos y expresarle, que estaba con ella. Fue un diálogo sin palabras, que solo el lenguaje de la mirada puede expresar, con toda la elocuencia y comunicación establecida en un instante tan especial.

- Gracias. –se levantó para besarme en la mejilla.

Tomé de la mano, atraje hacia mí, rodeé su talle, por un momento quedé apretado a su cuerpo, embriagado con ese aroma tan particular que tienes las mujeres de raza negra.

Sin decir palabra, la lleve de la mano a un lugar reservado para ocasiones como esta, detrás de mi oficina, amplio sillón, para dormitar alguna siestita. Serví unas copas, bebimos, sentada en mis rodillas. En la segunda vuelta de licor, entramos en la intimidad de las caricias.

Se dejaba llevar al terreno del macho cazador, sin mayor resistencia, la carencia de relaciones desde varios meses, se le hacía insoportable.

Hora de confiar, dije, que en las necesidades sexuales teníamos coincidencia, mis relaciones sexuales no pasaban por su mejor momento, por el contrario transito una insatisfecha relación marital, mi esposa sin deseo sexual, forzada y por obligación, es natural que cada vez menos en cantidad y calidad.

Sin darnos cuenta acercamos cuerpos e insatisfacciones acumuladas. Sin saber cuándo ni cómo se me paró, todo era rápido, urgencia incontrolable. Notándome turbado, convicto y confeso de mis ganas de sexo, me sonreía, como en sus buenos momentos, se acercó, sentí su calor, sobre todo el fuerte aroma de sus feromonas elevan mi estado calenturiento.

Nuestras bocas próximas, sin resistencia de su parte, terminaron en un contacto de labios afiebrados, buscando alivio en la humedad del otro. Sorpresivamente fundimos en un beso lleno de intensidad, los ojos cerrados para sentirlo en toda su emoción.

Sin voluntad, irrefrenable necesidad de sexo, sin control sobre mis actos, encima de ella, me la cogí desesperado. No se resistió, se dejó como esperando una acción de este tenor, aguantó los embates del miembro rígido necesitado de concha donde expresarse.

Sin desvestirnos, aparté la bombacha y se la enchufé con todo. La dureza de la verga, el tiempo sin sexo produjo algo de dolor. Todo urgente, necesidad sexual, la urgente necesidad de una hembra, y tan caliente me hizo acabar tan de prisa y tan intenso dentro de Xoana. La repentina e intensa acabada me sorprendió, sentía pudor de adolescente calentón por haberlo hecho tan rápido.

Me disculpé por la “pendejada” de ser tan rápido. La pija se mantenía como al inicio, la concha tan caliente y mojada por su calentura y mi leche, sin sacársela había tiempo para remediar la premura del polvo.

Seguí moviendo la poronga en ella, removiendo los jugos. Antes que pudiera disculparme, ella dijo que me comprendía, que estaba todo bien. La calentura se adueñó de nosotros, éramos un solo cuerpo, un solo deseo. Xoana, seguía sentada en mi verga, comenzó a moverse, poseída por la vehemencia de una calentura atroz que la consume. Nos cogíamos como si fuera nuestra primera vez, tal vez lo era, de esta manera al menos. Cuando llegó me abrazó, tan fuerte que aún lo siento, y besó para acallar los gemidos que salían de la garganta. En el trance del orgasmo de ella acabé, otra vez. Siguió moviéndose, lento disfrutando ese momento de locura y pasión, batiendo las dos acabadas.

A medio reponer, se salió de mi verga, se sacó la bombacha, con parte de la acabada en ella. Se dejó estar, piernas abiertas que me regodeara viendo como el espeso semen, blanco se escurría sobre su piel negra, el contraste notable era un espectáculo en sí mismo, ver el producto de mi calentura fluir del interior de una concha con el interior brillante y rosada, y escurrirse por los muslos de ébano.

Nos agradecimos el desahogo mutuo, nos besamos nuevamente.

La risa afloró en el marfil de sus dientes perfectos, cuando reparó que estaba hecho un estropicio, parte de sus jugos y mi leche habían dejado las consecuencias de un polvo tan disfrutado.

Salimos, ella sin ponerse la enlechada bombacha, acordamos un encuentro más cómodo, en la salida del día siguiente.

Esta vez fue más ordenada, pero igual de caliente. Durante el día nos costó estar concentrados en el trabajo, aún más disimular cuando nos cruzábamos delante de extraños. Nos encontramos en un apartamento que comparto con un amigo para estos encuentros de “trampa”. Ahora era ella la más calentona, nos desvestimos incitándonos en cada movimiento. Nos cogimos desnudos, ella encima sacudiendo su humanidad enchufada en el falo enhiesto, casi siempre la vez siguiente todo la pasión transcurre incrementando la dimensión del placer.

Subiendo y bajando de mí, daba rienda suelta a la satisfacción sexual, se descontrolaba y gozaba a más no poder, dueña de la situación estaba disfrutando con todo. Paró, acarició su clítoris, y con los ojos en blanco, en silencio, tan solo una vibración interior estaba manifestando su jadeado y ruidoso orgasmo.

La tenía asida de las caderas, enchufada a tope. Agitándose y con sonoros gemidos de placer indicaba la seguidilla de orgasmos, a cuál más intenso.

Breve, pausa, siempre empalada. Cambiamos de postura, de bruces, enchufarla por la concha, desde atrás. Se la mandaba con la fuerza del hambre que le tenía, quería reventarle la concha, entraba hasta hacérsela sentir en el fondo del útero.

Aguanté todo lo posible, para devolver atenciones y darle oportunidad de otro orgasmo antes del mío. Cuando indicó que estaba próxima, apuré mis tiempos tratando de arribar juntos a la culminación del polvo.

Nos avisamos la cercanía, ella poco antes estalló en gemido orgasmo y al instante yo le enchufé la leche en el fondo de la vagina. Nos sacudimos sacando lo último del polvo.

Relajadora ducha, nos ponía en carrera, nos chupamos en nuestro primer 69, terminando en la boca de su compañero. Calmadas las ganas, de momento, quedamos en repetirlo al día siguiente, el deseo de tenernos va en incremento.

- Ahora voy a entrar en el período fértil... no me puedes terminar dentro.

- Y dónde entonces… te dije que no me gusta usar condón…

- Bueno… existen otros lugares donde vaciar tu lechita…

- Acá, en mi boca o… bueno tienes imaginación como para suponer donde, me da pudor decirlo…

Este fue tan solo el comienzo, el tiempo dirá de la evolución de los acontecimientos. Una historia con final abierto. Solo tengo la imagen del blanco semen escurriéndose sobre el negro de su piel…

Me gustaría, necesito saber cómo siente una mujer de su color al leer este momento de profundo erotismo y experiencia sexual que te conté dímelo e [email protected] necesito saberlo…

Nazareno Cruz

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