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En manos de dos perversos (6)

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Me costó un poco poner dura y parada la pija del veterinario mientras él se deshacía en gemidos y jadeos, pero así, medio dura, me la metí en la boca y ahí sentí que se iba acercando al punto ideal…

Cuando llegó a ese punto y me palpitaba en la boca empecé a chuparla y a sentir el intenso placer que siempre siento al hacerlo…

El veterinario me tenía agarrado del pelo y respiraba fuerte por la boca hasta que después de un rato rugió como un animal y me echó una eyaculación asombrosamente abundante, tanto que casi me ahogo… Empecé a tragar rápido y ansiosamente todo ese semen mientras él vacilaba sobre las piernas, de tan violento que había sido el orgasmo…

-¿Le gustó cómo la chupa el nene? –preguntó la “señorita”…

-Es… es una maravilla…

-¿Se lo va a culear?...

-¡Claro!... En cuanto recupere fuerzas se la… se la meto hasta los huevos…

-Perfecto… -aprobó la vieja y me ordenó que me echara en el piso para después seguir hablando con el veterinario:

-Le cuento algo, Silvio…

-Dígame…

-Al nene lo tenemos con Ángel a nuestra disposición todas las tardes, desde que llega del colegio a eso del mediodía, porque los papis trabajan y vuelven a las ocho de la noche…

-Qué interesante…

-¡Ya lo creo!... A mí me gusta calentarle la colita con unos buenos chirlos y después Ángel le da verga… Hoy se van a sumar tres amigos de él… ¡A partir de ahora cuatro pijas para Jorgito!... ¿No le gustaría sumarse, Silvio?... Imagínese agarrarlo entre cinco…

-¡Claro que me gustaría!... Deme su dirección y su teléfono, así arreglamos…

Escuché que la “señorita” le daba esos datos y él le decía que la iba a llamar para ir a casa al día siguiente…

-Yo cierro el negocio entre la una y las cuatro de la tarde, así que si arreglan con los otros en ese horario a mí me vendría muy bien…

-Delo por hecho, Silvio… -prometió la “señorita”…

Mientras tanto el vejete había recuperado fuerzas y estaba listo para darme verga por el culo… ¡Ay, qué lindo!... Entre él y la “señorita” me pusieron en cuatro patas y vi que el veterinario mojaba con abundante saliva su verga, para lubricarla…

La “señorita” entreabrió mis nalgas y enseguida sentí el contacto del glande en mi agujerito…

-Ay, sí, señor, métamela… -supliqué…

-Claro que te la voy a meter, putito… ¡Hasta los huevos te la voy a meter!...

Y me la metió con violencia, de una sola arremetida… Me mordí los labios ante ese conocido dolor inicial y después no paré de gemir de placer hasta que el veterinario se puso a jadear con fuerza…

-S… sí, sí, señor… ¡Síiiiii!... exclamé y segundos después la verga me llenó el culo de leche caliente mientras el veterinario me aferraba las caderas con ambas manos para luego caer sobre mí y arrastrarme al suelo junto con él, que quemaba mi nuca con su aliento…

Después de un rato la “señorita” me ordenó que me vistiera y tras la despedida y la reiterada promesa del viejo de visitarnos volvimos a casa con los cuencos, el collar y la bolsa de alimento, a la espera de los tres amigos de don Ángel…

-Date una ducha, lavate bien el culo por dentro y andá a mi cuarto… Y ya sabés, a partir de ahora, con nosotros siempre en cuatro patas…

-Sí, “señorita”… -acepté mientras ansiaba sentir la sensación del cuero del collar en mi cuello…

Corrí al comedor, me desnudé rápidamente y salí a la galería, donde me puse en cuatro patas y así fui al baño… Disfruté del agua caliente de la ducha en todo mi cuerpo, me enjaboné, me limpié bien el interior del culo, me lavé la cabeza y me sequé cada vez más impaciente por la llegada de los amigos de don Ángel… “¡Ay! ¡voy a comerme cuatro vergas…” pensé con una mezcla de ganas y un cierto temor… “¿Las aguantará mi culito?”… me pregunté y elegí ser optimista…

Cuando en cuatro patas fui a la habitación de la “señorita” ella tenía el collar en la mano… Es un collar hermoso, de cuero negro con tachas plateadas…

-Muy bien, perrito… ¡Muy bien!... –aprobó al verme sobre mis manos y rodillas y me ordenó acercarme…

Me puso el collar y después tuve que enderezar la cabeza para que los dos vieran cómo me quedaba…

-¡Perfecto, Jorgito! ¡perfecto!... –se entusiasmó don Ángel y la vieja estuvo de acuerdo…

-Bueno, oíme, nene, cuando lleguen los amigos de Ángel vamos a tenerte un rato parado, para que puedan apreciarte bien…

-Sí, “señorita”, lo que ustedes digan… -acepté mientras tener puesto el collar aumentaba mi excitación…

A las tres de la tarde llegaron los tres señores y cuando sonó el timbre don Ángel fue a recibirlos…

-Parate, cachorro… -me ordenó la “señorita” y mi corazón empezó a latirme aceleradamente…

(continuará)

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