Nuevos relatos publicados: 17

Sobrina caliente. El clima frío nos puso calientes

  • 15
  • 40.217
  • 9,76 (33 Val.)
  • 0

La mañana estaba fría y lluviosa. San Clemente en invierno era precioso, para mi gusto. Las olas danzaban, encrespadas en un mar totalmente verde, para un cuadro.

Me gusta la costa atlántica, ese fin de semana, primera pero particularmente frío y ventoso, desde la comodidad y calidez de mi departamento, un balcón sobre la avenida costanera, observar el juego de las olas es un maravilloso espectáculo.

Mirando hacia abajo, en la avenida costanera, acurrucada en su campera de nylon, lucha contra el viento y la pertinaz llovizna con un paraguas, pelea ganada por la intemperie. Abandoné la contemplación del mar para terminar el café, la jovencita seguía con su bolso “de piel marrón” ja! Me hacía recordar a la Penélope de la canción de Serrat.

Bajé al quiosco a buscar el diario. La calle está desierta, ni un alma, un páramo, daba pena verla así con este clima hostil. Volvía con el diario bajo el brazo, cruzamos una mirada, continué mi camino, ingresé al hall, estaba esperando el ascensor, pero giré la vista y desde la comodidad del hall vidriado podía verla en una desapasionada espera.

Un sentimiento solidario me motivó para salir, acercarme a la muchacha.

- Te he estado observando desde hace un buen rato. No quiero que me malinterpretes, pero me pareció que debía atreverme y ofrecerte un lugar que te proteja de la intemperie. Por lo menos te hago compañía, podés esperar en el hall del edificio a esa persona que se demora en llegar… -con resignación o frío, asiente.

- Le agradezco, señor, la verdad es que está bien frío ahí fuera.

Permanecimos un tiempo, sin tema de conversación, ella con la timidez y el temor de estar a solas con un desconocido, yo sin saber cómo hacer para que estuviera tan a la defensiva.

- Venite, conmigo, tomás algo caliente y después te vas. No tenés nada que temer, no muerdo…

Me miró sin responder, una mezcla de temor e indecisión. En esta situación dubitativa, levanté su bolso del piso, mirando el ascensor que se había detenido en la planta baja, volví a repetir el pedio, con un poco más de énfasis, con autoridad:

- Vamos, no podés seguir así, con frío y mojada! Vamos! -asintió con un gesto, sumisa me siguió, subimos al ascensor, mirándola en el reflejo del espejo dije: - Cómo te llamas?

- Susana… Susy. El suyo?

- Ernesto.

Respondí en el preciso momento que llegamos al segundo piso, abrí la puerta y le cedí el paso, llegamos al departamento, entré, dejé el bolso sobre una mesita del livingroom -Ponte cómoda, voy a preparar café. Estás achuchada, como un pollito mojado. .-sonrió.

Preparé café con leche, me parecía que el desayuno era lo más adecuado, mientras hacía las tostadas se me ocurrió ofrecerle la comodidad de una ducha caliente y reparadora luego de escucharle decir que había estado ahí, a la intemperie por casi una hora.

- No pretendo poner incómoda, pero... me parece que estás necesitando una ducha bien caliente que te saque ese frío y la humedad de la llovizna. –se muestra dubitativa, insisto con autoridad: - Ven te abrí la ducha para tengas el agua caliente.

Abrí la puerta del baño, para acercarle la bata de baño, colgada en el soporte de la pared. La cortina de baño trasluce la silueta de la muchacha, enjabonándose la entre pierna, me demoré un poco, lo necesario para ver como el agua jabonosa servía para acariciarse los voluptuosos pechos..

- Aquí te dejo la bata de baño y las chinelas para cuando termines la ducha. El desayuno y yo te esperamos…

Apareció en la puerta de la kitchinette, la cabeza con un turbante de toalla y el cuerpo enfundado en la mullida bata de baño, con un lazo al frente cerraba su aromática presencia. A pesar del lazo la parte superior permitía ver bastante del nacimiento de los pechos, el resto quedaba para la erótica imaginación.

- Hummm, qué rico aroma de tostadas, qué apetito tengo…

- Sentate, te sirvo? asintió o.

La imagen era un regalo para los ojos. Un lascivo pensamiento invadió mis pensamientos más eróticos: ”Cómo te comería, que buena estás”.

Devoró el desayuno, se comió las tres tostadas, sonrió cuando preparé otra ración de pan tostado con jalea de membrillos. Más calma y repuesta, preguntó que hacía en la costa. Dije: -Tengo una empresa constructora, vengo seguido a controlar el negocio. A mi turno pregunté que estaba haciendo aquí.

- Vine a pasar un tiempo con la tía, quedó en recogerme en donde me encontraste, me había dicho que necesitaba ir a la ciudad de Dolores por un trámite pero que estaría para recogerme, ahora me doy cuenta que se demoró más de la cuenta por eso me quedé varada, esperándola. Ahora se me presenta un problema, donde pasar el resto del día y la noche hasta que se regrese mi tía, era un costo que no había calculado, hasta tanto, estoy en la vía, por eso estaba en la calle pensando qué hacer... y apareciste…

- Entonces nada de preocuparte, tengo otra habitación, puedes quedarte y mañana te llevo con tu tía. Si quieres comunicarte, ahí está el teléfono. (No existía el teléfono celular)

Se había establecido una corriente de simpatía y confianza. Enfrentados, podía contemplar sus gestos mientras hablaba, se iban esfumando sus dudas, también el temor, la conversación tornó más animada, hasta más cálida, y no me refería al clima. Los temas variaban de la contingencias del viaje a saber a qué se dedicaba, llegar a los temas personales y hasta de intimidad:

- Noviecitos, no hay? Pregunté, con repentina curiosidad.

- Y... no. Amigos, pero nada serio; enseguida te quieren “voltear” (llevarte a la cama)

- Pero el sexo también es importante.

- Y, claro que es importante, pero no es lo que estoy buscando. Busco...,

Guardó silencio, apenada, dicho más de lo prudente, sobre todo en esta ambigua situación, sentía que no debía mostrar sus debilidades, se encogió de hombros para acompañar esa afirmación involuntaria. Me acerqué, tomé de los hombros, contenedor.

- No lo tomes así chiquita, disculpá la pregunta. Yo puedo ser tu tío, quédate tranquila.

Le di un besito en la mejilla, la sentí acalorada, estremecer al sentir el roce de mis labios.

- Como un tío? –pícara sonrisa.

- Qué tiene de malo ser tío, también eres hombre...

Le subieron los colores al rostro, los gestos la delatan, manos inquietas, leve temblor en los labios, mirando al piso.

Me ubico delante de ella, se mira en mis ojos, serena a medias y comienza a relatarme que: Le atraen los hombres maduros, porque le dan seguridad, saben querer, conocen “lo que una necesita, dónde y cuándo”…

- Así como yo?

- Sí, por qué no? Me inspiras confianza, seguridad…

Continúa su relato, más tranquila, sentado a su lado, e recuesta en mí, se deja abrazar, continúa con el relato: - Vivimos con un tío, no de sangre, sino en el afecto, mi madre y mi hermana con su hijo y marido… Te la hago cortita (abreviar el relato) con ese “tío” sentía una admiración erótica, todo el tiempo, y en una ocasión que nos quedamos a solas en la casa, se me presentó la oportunidad de hacer realidad esa imagen tan erótica. Le confesé todo lo que me sucedía por él, la fascinación y la calentura constante… Esa misma tarde me hizo su mujer, me entregué toda. Desde ahí fui su mujer, su hembra, su puta. Siempre me cuidó mucho, sobre todo de evitar las consecuencias, como tiene alergia al látex, no puede usar condón, por eso nunca me termina dentro. Esto sucede desde hace tres años, me enseñó todo y bien, pero… Lo bueno no dura para siempre, en una ocasión mi cuñado nos pescó “haciendo la porquería” (cogiendo) y desde ahí me extorsionó amenazó con contarle a mi madre de lo que había visto, y como él está en abstinencia sexual por la preñez de mi hermana, si no me dejo por él dice que contará todo a mi madre.

Para no hacer más bardo (causar más problemas) me dejé coger por él, pero muy desgraciado se resistió a ponerse forro (condón) y se corrió dentro por dos veces, por suerte fueron las veces que no estoy en mi período de fertilidad. Sentí mucho temor a que este hijo de puta me pueda embarazar, por esa razón decidí mudarme a la costa para vivir con mi tía Raquel.

Ahora vos me hacés recordar al tío por buen tipo y muy contenedor. Mi tío Ernesto no está, vos estás aquí y ahora. Te gusto?, no me adoptás como sobrina??

-Claro que sí. Toda... todita! Respondí, sorprendido, nervioso y sobre todo excitado a mil.

Fue un impulso mutuo, nos abrazamos, besé en los hombros, cuello, orejas, le comí la boca. Nos besamos hasta lo profundo de la boca, lenguas enroscadas, salivas intercambiadas, el deseo latiendo en su sexo húmedo que asoma en la abertura de la bata indiscreta.

Descorrí la indiscreción, los pequeños pechos se mostraron en su plenitud para ser acosados, besados y mamados a morir. Me apretó contra ellos mientras gemía. Deprendí la bata, emergió como a una alhaja sin estuche, luciendo con luz propia, a merced de mis labios y mi lengua. La recorrí toda, sus intimidades, sus rincones, sus pliegues, encontré la desafiante raja entre sus muslos, anhelante, húmeda y ansiosa por ser invadida.

Me deshice del pantalón, el miembro salto erecto como resorte, apuntando a su sexo. Susy lo tomó en su mano, acarició con particular delectación, respetuosamente se hincó, arrodillándose entre mis piernas le hizo los honores de una mamada lujuriosamente inquietante. La pija agitada entre sus manos y la introduce en su boca, la lengua jugaba con la cabezota metiéndose entre ella y el prepucio. La calentura manda, tomo de los cabellos y empujo su cabeza para sentirla hasta la garganta. Me la cogí por la boca cuanto pude.

Imposible resistir esa mamada tan intensa, tanto placer “me podía”. Con un quejido, desde el alma, me dejé correr, eyaculé espeso semen, gruesos chorros llenaron esa apetecible boca. No se detuvo, tragó y siguió chupando, necesitó tragar en dos veces. Siguió con las lamidas, hasta que retomó su dureza inicial. Qué calentura! Qué calidad para chuparla!

Nos abrazamos nuevamente, nos besamos. Le volví a chupar esos pezones.

La volqué sobre el sillón, de espaldas, ofreciéndose todita desnuda, las patitas en mi hombro. Repté por su vientre plano hasta la mata de vello suave y muy poco enrulado, separé esos “labios” y mi lengua recorrió la humedad salada, de mujer caliente. Degusté su sabor y su aroma. Lamí y chupé ese clítoris inflamado de deseo.

Gemía y jadea, cada vez más fuerte, movía la pelvis, activa e inquieta por la calentura que la recorre cuando sentía entrar mi lengua en su cuevita. Para hacerla gozar más, metía un dedo dentro de la concha, lubricado, lo fui introduciendo en su delicado culito, tierno y apretadito.

Sus tobillos se aprietan en mi cuello, los espasmos de su vientre, eleva la pelvis y convulsiona todo su cuerpo. El furioso orgasmo está gestándose, se le ahogan los gemidos, echa la cabeza hacia atrás, los ojos fuertemente cerrados y los dientes mordiendo el labio inferior son algunos de los síntomas del atroz orgasmo que la somete.

Aún en el trance de su acabada, me salgo de la posición, sostengo los pies en mis hombros y mando la verga por la húmeda raja, de un solo envión entro todo el grosor de mi poronga. Se quejó un poco, cuando se la mandé al fondo, reanudé con más fuerza e intensidad, como martinete, entraba y salía maltratando esa carne deseosa de mi carne.

En un momento de lucidez, dijo:

- Ponte el forro (condón), ¡Ya!, no me termines adentro que me preñas!!

En ese momento, tarde ya, recordé que no tenía en la casa.

- No tengo condón, pero no te asustes, sé controlarme, cuando esté por venirme te la saco.

- ¡No!, Tengo miedo a quedar embarazada, no me cuido. -decía con susto. – Acábame… en la colita. E en la cola, por favor, no me jodas…

- Quédate tranquila, cuando me falte poco, te la saco y te termino en el culito. No tengas miedo puedo controlarme. No te voy a acabar adentro.

- Te creo, pero… no me falles! Seguí, te quiero todo adentro, más adentro!!!

Más confiada se entregó al goce con desenfreno. Pedía más, se retorcía y gozaba a más no poder, sentía que le estaba entrando y abriendo su carne joven y estrecha, con la mía, caliente y madura.

En el momento preciso, siento que la corrida está próxima, y con un giro oportuno la elevé un poco más y se la mandé por el culo.

Las piernas en mis hombros, la pija lubricada con sus jugos empujó en el hoyo, afirmado en el borde del sofá la tenía literalmente doblada en dos, mi cuerpo sobre el de ella, las piernas en medio, la poronga entrada a tope. Gemía y se debatía en vano, la penetración alucinada por la estrechez de su ano, sentía el dolor propio de la desarmonía con el miembro que horada su recto. Gemía su dolor, el tío grita su place de hacerle el culito que parece virgen. Jadeante gritó su dolor:

- ¡Pará!, ¡Pará, me estás matando!

Me quedé algo asustado, quieto, todo adentro, sin moverme. Se calmó, despacio me fui moviendo dentro del recto. Me duró poco el susto, la estaba culeando con vehemencia y hasta con cierta brusquedad propia de la sinrazón de la calentura.

- ¡Me estás destrozando!, ¡Termina ya, por favor termina!. Después te dejo echarte otro polvo. Termina de una vez me está doliendo mucho…

Nos calentamos a más no poder, ambos nos transportamos en una vibrante danza de avance y retroceso. La calentura le hizo olvidar de todo, se la tenía hasta las bolas. En una arremetida suprema le anuncié que me venía. Finalizado el último chorro de caliente semen que se escurrió dentro de su recto, la escuché gemir y agitar fuertemente, hasta pensé que había tenido un orgasmo. Al retirarme de su culito, se salía un poquito de sangre.

- Has visto como me dejaste… hmmm un poco de sangre

- Ya te limpio…

- Dejá, me limpio sola. Por eso eso me dolía. Me estabas desvirgando el culo. La tenés muy gorda, pero qué buena estaba! No estaba acostumbrada a una “cosota” tan gorda, por eso me rompiste el culo, ¡Cabrón!

- Lágrimas…

- Son por lo que me hiciste doler, me dijo cuando las recogía en mis dedos. No podía interrumpirte el polvo, aunque doliera, te lo merecías, dolía pero… me gustó.

- Te lo agradezco tanto. Cuánto hacía que no me daba el gustazo de hacer un culito tan estrechito como el tuyo. Qué rebuena estás. –beso la pija con ternura.

Permanecimos adormilados, hasta que sus besos y caricias me despertaron. Estaba acariciándome la chota. Qué grande es, cómo me hizo doler la colita, la había usado pero con esta “cosota” me la desvirgaste. La pajeó un poco, se puso dura, la besó con deleite y fruición.

- ¡Es mi turno!, -diciendo esto, abrió los labios de la concha, se ahorcajó sobre mí, de un envión se la ensartó hasta el mango.

Se movía frenética, quería tragársela hasta la garganta, galopaba enloquecida empalada en el brioso corcel, queriendo llegar al final, qué entusiasmo, que fuerza ponía en su vagina para tenerlo así prisionero de tan cálido encierro. Agotada por el esfuerzo, aceleró los movimientos y en uno supremo se descargó en un orgasmo tan profundo que la dejó exánime, derrumbada encima de mí...

- Papito, me la agrandaste! Le impedí salirse, y comencé a moverme en ella, una mano la asía de las caderas tirando hacia abajo, y levantando mi pelvis la hacía mover, con la otra mano le acariciaba el clítoris.

Cuando me cansé de estar abajo, me salí y la coloqué boca abajo. No quise escuchar sus quejas, solo quería repetir la sensación de enterrarme todo dentro de su cerradito culo. Mi deseo se exacerbaba con la visión de tan prometedor panorama, ya probado. Me enloquecía una penetración apasionada entre esas nalgas deliciosas. Acariciaba su espalda, me arrojaba sobre ella con besos y lamidas. Al tiempo que la tenía tomada de las caderas, la “agarré” de los hombros aumenté la fuerza enterrándome como nunca dentro de mujer alguna.

El corazón estallaba por el esfuerzo, la lujuria me descontrolaba, la devastadora calentura me impidió seguir dándole más pija. Imposible prolongar más este delicioso polvo, cercano el momento supremo, avisé de la inminente eyaculación, para darle tiempo a sus tiempos.

- Te espero?

- Si, “porfa” Aguántate un poco que estoy cerca, “llegando”, dijo entre gemidos.

Seguí disfrutando y viendo cómo se tragaba todo el pedazo.

- Ya, ya estoy… llegando, te acompaño, dijo al tiempo que se acariciaba la argolla.

- Voy, me voy adentro tuy, tuy... tuyo!

Un par de empujones profundos y le largué toda la leche adentro, otra enema de leche. Quédate, quédate! Que se salga sola. Déjala morir adentro.

Pedimos comida por el delivery, una siesta de esas que le robamos un tiempo a la muerte. Despertados, bebiendo un café y una copa, mirando las olas bravías que venían a morirse en los médanos de la playa desierta. Hicimos el amor toda la noche.

Satisfechos de sexo a más no poder, calmamos nuestra hambre de carne. En la mañana, antes de levantarnos “el infaltable mañanero”, luego el desayuno, esperando hasta que llegó la tía Raquel para llevársela

En los días siguientes nos seguimos viendo y teniendo un sexo de primera.

Pero el devenir de la vida nos marca las obligaciones y actividades, hasta las cosas buenas tienen límite. De todas maneras ella y yo volvimos a la capital y por un tiempo, con el “diu” colocado podía terminarle dentro sin problemas, el culito se había acostumbrado a su desvirgador.

Le conseguí departamento para que viva sola, y empleo para que tenga independencia económica. Está, a sus actuales veintidós años, noviando con un buen muchacho y con intenciones de casarse.

Nuestra historia es otra, sigue por cuerda separada, tenemos nuestros encuentros, con sexo o sin él, pero en todo momento está presente el afecto que se fue generando y haciendo fuerte durante todo este tiempo juntos. Casi como un acto de comunión siempre nos recordamos de esa mañana atlántica que estaba frío afuera, caliente adentro y nos sonreímos con complicidad de un secreto que nos pertenece.

Ella sabe de este relato, autorizó su publicación, quiere, tanto como yo saber de otras mujeres en condiciones parecidas para compartirnos las pasiones esperamos en [email protected] No te hagas esperar. Gracias por entendernos.

Lobo Feroz

(9,76)