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En manos de dos perversos (7)

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Los tres de la misma edad de don Ángel, que me los fue nombrando: Anselmo, Leandro y Guillermo… y después les preguntó:

-¿Y? ¿Qué les parece el nene?

La aprobación fue unánime y el señor Leandro comentó:

-Parece una nena de tan lindo…

-Sí… -coincidieron los otros dos…

-El cuerpito que tiene, esa carita, además es lampiño…

-Che, ¿y el collar? –quiso saber el señor Guillermo mientras yo ardía de ganas de probar esas nuevas vergas y ver si mi culo resistía tantos asaltos…

-Es que es un perrito, por eso lo tenemos con collar… -intervino la “señorita”…

Los tres parecieron asombrarse, pero enseguida se repusieron y el señor Leandro dijo:

-Bueno, que el perrito nos muestre el culo… -y yo, de tantas ganas que tenía, casi me pongo de espaldas sin esperar la orden, pero pude contenerme…

-Date vuelta, Jorgito, mostrales ese lindo culo que tenés… -me ordenó don Ángel y obedecí… Y de espaldas escuché las exclamaciones:

-¡Qué culo! ¡qué buen culo!...

-¡Parece el culo de una chica!

-¡Sí! ¡tan redondito y carnoso!

-¡Y bien paradito!

-¡Un manjar!

-Bueno, ¿por dónde quieren empezar? ¿por el culo o por la boca? –preguntó don Ángel y agregó: -Les aviso que la chupa maravillosamente y traga toda la leche…

-Me tentaste, Ángel, que me la chupe y después de un rato se la doy por el culo… -eligió el señor Guillermo…

-Yo, primero por el culo… -dijo el señor Anselmo y el señor Leandro coincidió…

-Bueno, decidido entonces, date vuelta, Jorgito, y ponete de rodillas…

-Sí, don Ángel, sí…

-Es todo tuyo, Guillermo…

-Abrí la boca, nene… -me ordenó el señor Guillermo cuando me tuvo arrodillado ante él mientras sacaba la verga afuera del pantalón…

“¡Ay, que verga hermosa!...” pensé…

La “señorita” seguía sosteniendo la cadena de mi collar y eso me calentaba todavía más…

-Sacá también los huevos, Guillermo, al perrito le encanta lamerlos… -recomendó don Ángel…

-¡No me digas! –se alegró el señor Guillermo y me ofreció también sus huevos, ya bastante hinchados por la excitación…

Empecé a lamerlos y me puso a mil comprobar cómo se hinchaban cada más a medida que mi lengüita iba haciendo su trabajo… Estábamos en un estrecho círculo formado por la “señorita”, que seguía sosteniendo la cadena de mi collar; don Ángel y los otros dos amigos de él…

Después de un rato el señor Guillermo quiso que empezara a ocuparme de su verga, que yo sentía durísima contra mi cara… Me la metí en la boca y empecé a chuparla apasionadamente mientras todos me alentaban con frases obscenas y humillantes que aumentaban mi calentura…

Por fin, el señor Guillermo empezó a jadear fuerte hasta que su verga lanzó varios chorros de semen con tal violencia que los primeros comenzaron a descender por mi garganta sin que yo tuviera que hacer nada para tragarlos… Después bebí el resto de la leche y quedé a la espera de lo que quisieran hacer conmigo…

-Dejámelo a mí, Ángel, quiero gozar de su culo… -se adelantó el señor Anselmo…

-Es tuyo… -concedió don Ángel y le dio el pote de vaselina para que se lubricara la verga…

-Tomá, nene, poneme vos la vaselina… -dijo el señor Anselmo dándome el pote mientras sacaba su verga ya bien parada… Fue un placer untársela y sentirla muy dura, palpitante entre mis manos ansiosas…

-Ya está, Jorgito, ahora ponete en cuatro patas… -me ordenó don Ángel y segundos después esa pija empezaba a penetrarme…

“¡Ay, qué dolor cuando está entrando!” pensé y me mordí los labios, “pero ya pasa… sí, ya pasa… ¡Y qué lindo cuando empieza a ir y venir dentro de mi culo y ya no me duele…”

Poco después las varias explosiones de leche caliente que mi culo recibe siempre agradecido…

Luego le llegó el turno al señor Leandro, que quiso que yo se la chupara un poco pero sin hacerlo acabar para después dármela por el culo…

¡Fue gloriosa esa tarde!... ¡Me cogieron cuatro hombres!... Don Ángel y sus amigos… Era la primera vez que yo tragaba tantas vergas y quedé con un poco de ardor anal, pero ¡qué me importaba!...

Cuando me liberaron lo primero que hice fue aplicarme en el agujerito una crema suavizante de mamá que encontré en el botiquín…

Al día siguiente les conté a la “señorita” y a don Ángel lo del ardor y se rieron y en medio de las risas sonó el timbre cuando la “señorita” me estaba poniendo el collar…

-Debe ser el veterinario, voy a abrirle… -dijo don Ángel… -y poco después ambos entraban a la habitación…

(continuará)

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