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Y de regalo una esclava (2) Mi venganza

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Cómo anteriormente conté, un viaje de trabajo me hizo volver con una esclava, Habiba, a la que habían arreglado los papeles para que entrase en el país como mi esposa. También conté que estoy divorciado y que tengo muchos gastos a mi cargo para terminar de pagar la casa común con mi ex y mantenerme yo.

Desde que Habiba está conmigo, la suerte me ha favorecido mucho. Volver de su país con una buena cantidad de dinero y con ella, a la que considero mi esposa realmente, una mujer sumisa y agradecida a mí, es algo que valoro mucho. ¿Cuántos de vosotros querríais algo así? Además, fui agraciado con una parte del primer premio de la lotería de Navidad gracias a ella. ¿Qué cómo fue?

Desde que volvimos a España, aunque yo la he tratado como a mi esposa, porque el papel dominante no lo tengo muy asumido, ella se ha mostrado siempre muy sumisa, imagino que tendrá algo que ver el haber nacido en un país árabe y que su destino era la prostitución o ser follada y castigada sin piedad por algún soldado amargado.

El caso es que aproveché unas vacaciones para llevarla visitar algunas ciudades y que conociese el país. En una de ellas visitamos la denominada Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde ella disfrutó como una niña pequeña. A la salida, nos sentamos en la terraza de un bar, que por cierto, me costó muchísimo conseguir que se sentase, ya que siempre permanecía a mi lado de pie, cuando iba a bares o restaurantes. Había conseguido que se sentase, pero todavía no el que se tomase alguna consumición. El caso es que, frente a él, había una administración de loterías (para quien no sepa lo que es, tienda dedicada a la venta de billetes de lotería.)

-¿Por qué hay tanta gente en esa tienda de ahí delante? –Me dijo Habiba, señalando un grupo que hacía fila con inicio en la Administración de Loterías.

-Esperan comprar billetes de lotería. Es un sitio donde suelen caer muchos premios…

Tuve que explicarlo todo sobre el tema, Al final, cuando quedó satisfecha su curiosidad, me dijo que le gustaría tener un billete. Le pedí que fuese a comprar un número y que, si ganábamos algo, lo repartiríamos al cincuenta por ciento. Le di el dinero suficiente y fue como si le hubiese hecho el mejor regalo de su vida. Se acercó a comprarlo y me entregó los diez décimos en los que se divide el número. Quería que se quedase con la mitad, pero era como si le hubiese dicho que se fuese con el diablo. No consintió quedarse con nada.

-De todas formas, te los guardaré para ti. Si nos toca, podrás volver a tu país y mantenerte tú y a tu familia el resto de vuestra vida.

No podía haber dicho algo peor. Si la hubiese amenazado con desollarla viva no se habría horrorizado tanto.

-¡No amo. Por favor. Eso no! Ahora no podría volver. Déjame estar contigo. Haré todo lo que quieras. No tendrás ninguna queja de mí…

Me estuvo contando algo de que ya no era virgen y que no tenía valor para nadie, que el dinero pasaría a su padre y hermanos, que allí sería la esclava de cualquiera de su familia, que hasta su madre y hermanas la echaría de su saldo… Y un montón más de excusas para no volver. Aquí se siente segura y protegida, mientras que allí no hay ninguna seguridad.

Al día siguiente, me despertó una extraña sensación en mi polla. La sentía hinchada y dura, con una sensación de humedad. Cuando me despejé un poco, vi como Habiba se estaba metiendo totalmente la polla en la boca, hasta que su nariz chocaba contra mi pubis.

-Pero… ¿Qué haces? –No era la forma habitual de despertarme. Generalmente lo hacía besándome.

-Como sé que lo que más te gusta son las mamadas, desde ahora te voy a despertar todos los días así, además de hacértelo a cualquier hora. Así no desearás que te deje.

Yo, encantado, la dejé hacer, mientras ella lamía desde los huevos hasta la punta, deteniéndose un momento en el borde del glande para repasarlo con su lengua alrededor volver a metérsela toda entera de nuevo, succionando y soltando para darle un ligero movimiento de entrada y salida, a la vez que presionando con la lengua contra el paladar.

La sacaba, me pajeaba un poco volvía a repetir.

Me estaba matando de placer.

Tomar con una mano mis huevos y, con el dedo medio, presionar sobre mi perineo con movimiento circular, fue el detonante que lanzó toda mi corrida en su boca, sin darme tiempo a avisarla, como siempre hacía, aunque ella no se retiraba y tragaba toda.

El tiempo fue pasando, los días se convirtieron en meses y yo disfrutando como nunca con las mamadas matutinas y las folladas a medio día y/o por la noche.

Un día, estando en el trabajo (si, aunque con dinero suficiente para no necesitarlo, trabajo porque me gusta), sonó mi teléfono móvil. Ya iba a descolgar, pensando que sería Habiba, que como todas las mañanas me llamaba para decirme lo mucho que me deseaba, cuando me fijé que no era ella. Era el número de mi ex.

-¡Será hija de puta! –Exclamé sin poderme contener, mientras tiraba la llamada.

Ya de mal humor, continué con mi trabajo. Bueno, es un decir. El teléfono siguió sonando una y otra vez. Unas veces llamada, otras sms, otras guasap.

Cabreado, decidí dejar el trabajo y marchar a casa. Apagué el teléfono y me disponía a marchar, cuando mi jefe me llamó para comentar algunos proyectos muy interesantes. Eso me fue relajando poco a poco, hasta que a mediodía hicimos una parada para comer algo mientras seguíamos hablando. Yo avisé a Habiba desde el teléfono de la empresa y seguimos hasta terminar la alargada jornada.

Cuando llegué por la noche a casa me recibió Habiba totalmente desnuda y arrodillada, esperando que follásemos, ya que me había saltado la del medio día. Me acerqué, me bajó los pantalones y el slip y se llevó mi polla morcillona a la boca.

A la tercera chupada, se la sacó y me dijo:

-Amo, hace unas horas ha venido una mujer preguntando por ti, ha dicho que era tu ex y que tenía que hablar urgentemente contigo…

-Me c.go en… Si esa puta quiere algo, que lo diga a través de su abogado. ¡Que se gaste el maldito dinero que se quedó! Si vuelve, no le abras la puerta. Ni le hables.

Mi ataque de ira había vuelto, solo que más fuerte.

-Sí, amo. Lo que tú digas.

-Vamos a la cama. Necesito relajarme. –Dije mientras me dirigía al dormitorio desnudándome y mascullando por el camino.

Al contrario que otras veces, esta vez no fue un sexo amable. Fue una relación brutal, más encaminada a satisfacer mi ira que a obtener placer.

Me acosté sobre la cama. La erección se me había bajado, por lo que le dije de modo imperativo:

-¡Vuelve a ponerme a tono!

Ella subió a gatas a la cama por el otro lado y se puso a chupármela. Arrodillada a mi lado, con el culo en pompa, no pude resistir la tentación de darle azotes con la mano.

-Chupa, puta. Y hazlo bien.

No sé porqué, pero me estaba costando más que de costumbre. Pero Habiba se había hecho una experta y pronto la tuve como una piedra.

Me incorporé y la giré para colocarme a su espalda, dejándola a cuatro patas y se la clavé directamente en el coño. Estaba algo excitada y con la polla bien ensalivada le entro sin problemas. Un gemido, más de molestia que de placer, acompañó mi penetración.

Seguí dándole duro. Se la metía hasta el fondo para sacarla toda, volviéndola a meter con fuerza hasta que mi pelvis chocaba con su culo. Cuando se la sacaba, palmeaba los cachetes duramente.

Ella gemía con fuerza. Yo pensaba que la estaba lastimando, que era lo que pretendía para satisfacer mi venganza y calmar mi ira con ella, pero resultó que estaba disfrutando como nunca, como me diría más tarde.

Con el culo totalmente rojo y dos orgasmos a su favor, se la saqué del coño y se la metí directamente por el ano.

Su gemido coincidió con su nuevo orgasmo y mi creencia de que le había hecho realmente mucho daño.

Después de un buen rato follándole el culo, una monumental corrida que me dejó sin fuerzas, llenó su recto.

Caí rendido a su lado. Ella se abrazó a mí, puso su mejilla en mi pecho y nos quedamos dormidos.

Mis sueños estuvieron repletos de escenas vividas con mi ex. Mi cabeza se llenó de todas las vivencias que recordaba de lo que me había hecho, como ya os conté…

He vuelto a mirar lo que conté y he visto que no os dije nada, Si me perdonáis, os contaré un poco mi vida.

Aunque… Como es un poco largo, mejor os lo cuento otro día.

(9,50)