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Confesiones de un putito, nuevamente

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Estoy cursando el último año de la escuela secundaria y vuelvo a casa al mediodía, cuando papá y mamá no están porque trabajan y vuelven a eso de las ocho de la noche…

Les cuento que mamá es modista y tiene en el comedor un gran espejo para que sus clientas puedan verse de cuerpo entero durante las pruebas…

Lo primero que hago es desnudarme y mirarme en ese gran espejo…

Me inquieta la fascinación que siento por mi cuerpo, un cuerpo turbadoramente raro, con algo de… de femenino…

Me da morbo mirarme… Me excita ver lo alto y fino de la cintura, la delicada pero notoria curva de las caderas, algo más anchas que lo habitual en los varones; las piernas largas, de muslos llenos, mórbidos y bien torneados… Me encanta no tener vello en la piel clara y tersa…

Además tengo linda cara, de facciones delicadas y cabello castaño y enrulado…

Cuando voy por la calle me doy cuenta de que muchos hombres me miran, todos señores grandes, incluso viejos…

Hace poco empecé a sentir que… Me da vergüenza decirlo pero… pero siento que… las miradas de esos hombres me… me excitan... Me dan miedo pero me excitan… ¿Qué harían conmigo si me tuvieran?... ¡Me estremezco de sólo pensarlo!...

Empecé a meterme en cierta página web que descubrí y en la que hay fotos de señores maduros y viejos, desnudos y mostrando sus… sus penes, bueno sus… ¡sus pijas!... Son hermosas esas pijas bien erectas… ¡Y qué grandes!... Me calientan y a la vez pienso que deben doler mucho si me entraran en el culito…

Siempre termino en el baño masturbándome después de estar un rato mirando a esos señores… Algunos tienen caras de perversos y son los que más me gustan…

Hoy me masturbé e hice que el semen me cayera en la palma de mi mano izquierda… ¿Para qué?, para lamer todos esos goterones y ver qué sabor tienen y qué siento al tragar toda esa lechita…

¡Ay, que rica la lechita!... ¡Y qué placer tan grande al tragarla toda!... Mientras la estaba bebiendo pensé qué debe ser glorioso tragar la de los viejos de esa página…

Me pregunto si me atreveré a responder a las miradas de esos sátiros, a darles alguna señal que los anime a encararme… ¡Ay!... Me debato entre el miedo y las ganas…

Y bueno, al fin me atreví… Hoy salí del colegio y como todos los días caminé dos cuadras para tomar el colectivo… De pronto un señor que caminaba en sentido contrario me dijo cuando yo pasaba a su lado:

-Cosita linda, qué rico estás…

Entonces me detuve, giré la cabeza por sobre mi hombro izquierdo y seguí caminando muy despacio… “Ay, ¿habrá entendido?”, me pregunté…

Sí, entendió… Déjenme que les cuente…

(continuará)

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