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Mi Breve Exposición Sobre la Credibilidad

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En inglés hay un término muy importante a la hora de las historias, y para el cual no tengo una traducción exacta: suspension of disbelief. Significa, a grandes rasgos, que cuando nos sentamos delante de una película o una novela, estamos dispuestos a aceptar cosas que normalmente no creeríamos: el prota es super majo y fuerte, la chica sexy e inteligente, juntos salvan el mundo contra un ejército liderado por un grandísimo general al que derrotan en un duelo final, el amor surge, se hacen cosas que en la vida real desafiarían la física, etc. Podréis rápidamente imaginaros infinitas historias que sirvan de ejemplo.

Por tanto, ante un relato, todos estamos dispuestos a creer que la protagonista sea una modelo sacada de un catálogo de lencería aunque sea secretaria, o que el jefe sea un madurito atractivo como Sean Connery, o un joven de cuerpo trabajado y fibroso por el gimnasio, o quizás ella sea una milf, y ellos tienen unos penes de 2 metros y ellas sujetadores de la 110 con pechos que se mantienen firmes pese a su tamaño. Todo eso está bien, al fin y al cabo, los relatos son fantasías, y nadie fantasea con acostarse con miembros del otro (o mismo) sexo que no le resulten atractivos.

Sin embargo, cada vez que se fuerza la "suspension of disbelief", esta se resiente. De acuerdo, hemos aceptado que las descripciones son todas de pivones y chicos macizos, pero la historia a nivel subconsciente ya comienza a resultarnos poco creíble. Sin embargo, cada vez que contamos algo que a nuestro cerebro no le resulta creíble, va lentamente cargándose un poquito cada vez, hasta que finalmente se acumulan tantas inverosimilitudes que se rompe la suspensión.

Esto es especialmente notorio en la narrativa. La historia va a llevarnos a que héroes y heroínas logren grandes proezas poco habituales: el chico que seduce a su profesora, la mujer que enamora a su compañera de piso, lo jovenes que descubren el sexo juntos, etc. Muchas de las veces, eso se consigue de forma en principio complicada: la profesora es una fiel esposa, la compañera de piso se creía heterosexual, y los jóvenes son de distintas subculturas opuestas. Cada vez que leemos como la "pija" se lía con el "bakala" un poco de nosotros pensamos "eso no se lo cree nadie, con lo remilgada que la describen". Es obvio que son cosas que pueden pasar, pero no son frecuentes. Así que se suman al cargador de inverosimilitudes.

Pero no todas suman de igual modo. Si a la mujer fiel se la va seduciendo poco a poco, se juega con sus insatisfacciones, etc. nos resulta mucho más creíble que si ella directamente es abordada por un chico en la disco y se abre de piernas para él en el baño sin más explicación. Así, es muy importante cómo narramos los eventos, porque el cerebro es capaz de aceptar (por la suspensión) hasta las historias más absurdas, siempre y cuando se le den las razones suficientes para ello.

Y esto es muy importante, porque a menudo las historias más excitantes son las que juegan en el límite entre lo creíble y lo no creíble. Así, el morbo (fruto de nuestras propias experiencias, deseos, y demás) surge a menudo en el conflicto de las historias que sólo pueden ser fantasías. En el atrevimiento de un personaje que se arriesga y sale ganando en una apuesta que el 99% restante del mundo hubiese perdido. En lo prohibido en lo que todo es arriesgado. En el éxito sobre lo que nosotros consideraríamos que no conseguiríamos, y en los juegos y negociaciones que todo ellos implican de seducción, de poder (especialmente en los relatos de dominación), de voluntad, de habilidad, etc.

Sin embargo, jugar en este límite es complicado, porque cada persona considera creíbles unas cosas u otras, y necesita más o menos explicaciones. A un pijo que ha estado liado con una bakala, por ejemplo, la historia de antes le puede resultar mucho más creíble que a un heavy a muerte que sólo se relaciona con otros heavies, por ejemplo.

El problema, por supuesto, es cuando se sobrepasa la línea de credibilidad, sobretodo si se sobrepasa por mucho. Entonces la historia se vuelve una "fantasmada", una "paja mental" o cualquier otra expresión. Una cosa, por ejemplo, es que Bond pueda disparar a quince tíos a la vez sin que le den... otra que pueda hacer derrapar un tanque o coger un avión en caída en picado. Cuando eso ocurre, el lector o espectador se retrae de la lectura, le presta menos atención, se engancha menos. Se distancia. Con eso va muriendo el morbo, la excitación, y finalmente el interés, hasta que llegados cierto punto el lector cerrará el relato y pasará a otra cosa que le parezca más interesante o excitante.

Como conclusión, supongo que todo se podría resumir en que hay que jugar en el límite, pero con cuidado de no sobrepasarlo demasiado. Para ello es necesario cuidado en la redacción, y un trabajo en la historia que lleve a que esta, por increíble que parezca a priori, pueda resultarnos suficientemente creíble al final, de modo que el morbo y la excitación puedan más que la incredulidad.

(9,60)