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Aurora Boreal (2)

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No llegaba a conciliar el sueño, no dejaba de dar vueltas de un lado a otro en la cama pensando en lo que había pasado con Aurora. ¿Lo buscaba ella? ¿Lo buscaba yo de manera inconsciente? Simplemente surgió, y cómo me alegro de que surgiera.

Al cabo de un rato dando vueltas, me rendí y fui a la cocina a por un vaso de agua. Para mi sorpresa, apareció ella detrás de mí. Esta vez llevaba solamente la camiseta de antes y un culotte.

- Tú tampoco puedes dormir, ¿eh? - Me lo dijo, más que como una pregunta, como una afirmación. Me lo dijo con una voz tan sensual, casi susurrando, que me puso la piel de gallina.

- Imposible... ¿dónde tienes los vasos?

- Espera, te los alcanzo - me apartó agarrándome de la cintura, y se paró delante de mí con los pies de puntillas, con intención de dejar caer su culo en mi vista.

Cuando se giró, se dio cuenta de que me había quedado mirándola. Me sorprendí a mí misma con la respiración algo agitada, y vi cómo sonreía con malicia. Me serví un vaso de agua y me lo bebí casi tropezándome con la respiración. Lo dejé en el fregadero y, cuando me di la vuelta, estaba ella detrás de mí. Se lanzó y me besó sin dudarlo ni un segundo, y yo seguí su beso.

Me subió a la encimera y se quedó de pie entre mis piernas, sin dejar de besarme ni un segundo, agarrándome el culo con fuerza. Escuchamos un ruido desde la habitación de sus padres y paramos unos segundos, ella quiso continuar pero yo me preocupé por si venían. Antes de bajar de la encimera, levantó mi camiseta y rodeó mis pechos con sus manos, mi aureola con su lengua y, finalmente, mordió mis pezones por turnos con tanta firmeza que tuve que reprimir un gemido. Agarré su pelo echando su cabeza hacia atrás y la besé con tantas ganas que entendió cuáles eran mis intenciones.

Me llevó de la mano hasta su habitación, con tanta prisa que nos tropezamos varias veces por las escaleras. Entramos corriendo y me empujó contra la puerta, pegando todo su cuerpo al mío, sin dejar de besarme. Nuestros pezones se habían endurecido muchísimo y, al estar tan juntas, rozaban, creando un ambiente lleno de morbo. La aparté agarrándola de las caderas y la empujé hacia la cama. Cayó boca arriba. Tenía a Aurora en la cama, con la camiseta levantada, con las piernas medio abiertas y diciéndome con la mirada que la hiciera mía en ese momento. Era una vista espectacular.

Me acerqué a ella lentamente, apreciando cada centímetro de su cuerpo, hasta quedar encima de ella. Me posicioné entre sus piernas, de manera que nuestros pubis rozaban. Agarré un cordón que vi en su escritorio y até sus manos por encima de su cabeza. La besé con ganas, mordía sus labios cada vez con más intensidad y nuestras lenguas se buscaban, generamos adicción a nuestros besos.

Le quité la camiseta, dejándola a la altura de sus muñecas atadas, y quedó debajo de mí casi desnuda. Sólo su culotte la cubría.

Me quité la camiseta, quedando desnuda de caderas para arriba, y me agaché para besarla. Nuestros pezones rozaban mientas mis labios recorrían los suyos y cada vez se iban poniendo más duros. Bajé por su cuello hasta sus pechos y comencé a morder, primero un pezón, y luego el otro. Su respiración ya estaba muy acelerada y tenía que hacer un esfuerzo por no gemir, lo cual me encendió aún más.

Me puse de pie para quitarme la poca ropa que me quedaba, le quité la que llevaba ella y volví a acercarme, esta vez quedando su cabeza entre mis piernas. Bajé las caderas hasta que mi sexo quedó pegado a su boca y noté su lengua en mi clítoris. Gemí tapándome la boca para hacer el menor ruido posible, moví las caderas sintiendo su lengua cada vez más y, cuando notaba que iba a tener un orgasmo, me levanté, me giré y volví a apoyarme en ella, pero esta vez me agaché yo también e hicimos un 69.

Cuando su vagina ya estaba suficientemente húmeda, introduje dos dedos y busqué su punto G. Cuando lo encontré, tardó poco en correrse.

Desaté sus manos, la besé y nos quedamos dormidas con el cuerpo totalmente pegado y relajado.

Continuará...

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