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Un nuevo vecino en el barrio (2)

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Él se detuvo de golpe, seguramente asombrado, me miró sonriendo y dijo:

-Gracias, lindo… Gracias… -y lo de “lindo” aceleró todavía más los latidos de mi corazón…

-¿Cómo te llamás?

-Jorge, señor…

-Yo me llamo Abelardo; decime, Jorgito, ¿dónde hay un quiosco por acá?, necesito cigarrillos…

-A la vuelta, señor… ¿Quiere que se los vaya a comprar?...

-Mmmhhhh, qué chico tan bien dispuesto… Vamos juntos…

Fuimos y él me contó que había enviudado hacía poco y que se mudó para no sufrir en la casa que compartió con su mujer durante muchos años…

-Claro, señor Abelardo, lo entiendo… -y con audacia de putito le dije: -Si… si alguna vez se siente solo y quiere… quiere conversar llámeme… Después le doy mi móvil…

-Sí, Jorgito, sí… Seguramente te voy a llamar para que me hagas compañía…

La promesa me encendió entero, porque estuve seguro de que cuando estuviéramos en la intimidad yo podría seducirlo…

Antes de separarnos busqué en casa un papelito, anoté ahí el número de mi móvil y se lo di…

-En serio, señor, llámeme…

-Claro que sí, Jorgito… No tengas dudas, me caés muy bien… Sos un chico muy… muy simpático…

El tono con que lo dijo aumentó mi confianza y a partir de ese momento esperé ansioso el llamado…

Fue dos días después, cuando yo había vuelto del colegio y estaba desnudo ante el espejo del comedor, mirándome, acariciándome y calentándome…

Temblé al reconocer su voz…

-Hola, Jorgito, ¿cómo estás?...

-Bi… Bien, señor Abelardo y… y contento con su llamado…

-Ah, qué lindo eso… Y hablando de lindo, decime lindo, ¿cuándo podés venir a casa?...

-Cuando usted quiera, señor…

-Bueno, venite ahora entonces…

-Sí, señor Abelardo, voy para allá…

Elegí una ropa que me pareció adecuada: una remera blanca bien ceñida al cuerpo, un jean celeste muy ajustado y zapatos mocasines sin medias... Me vestí rapidísimo y salí poco menos que volando hacia deseada aventura…

La mano me temblaba cuando toqué el timbre y el señor no me hizo esperar…

-Hola. Jorgito, pasá…

Una vez en el living me ofreció tomar algo…

-No, gracias, señor Abelardo… -y nos sentamos… El vestía una bata de baño y yo imaginé que debajo no llevaba nada… ¡Ay, cómo me excitó esa idea!...

-Gracias por venir a hacerme compañía, lindo…

-De nada, señor… ¿Le… le puedo hacer una pregunta?...

-Sí, claro, Jorgito, y después yo te hago otra…

-Bueno… ¿Usted es… es casado?...

-Viudo, querido… Mi señora murió hace dos meses…

-Ay, qué pena, señor…

-Por eso me mudé, porque no aguantaba vivir donde había vivo con ella…

-Sí, me imagino… ¿Iba a preguntarme algo, señor Abelardo?...

-Sí… ¿Tenés novia, Jorgito?...

-No, señor…

-Qué raro siendo un chico tan lindo…

Entonces me decidí a ir para adelante…

-Es que… no me… ay, qué vergüenza… no me gustan las chicas…

-¡No me digas!... Te gustan los chicos…

Sentí que me había puesto colorado, que las mejillas me ardían, pero ya no podía parar…

-No, señor Abelardo, los chicos tampoco… En la escuela hay varios que me tienen ganas, pero no, con chicos no…

-No te entiendo, Jorgito… ¿Ni chicas ni chicos?...

-Me… me gustan los… los hombres grandes, los… los señores como… como usted… -y al confesárselo me sentí liberado de un enorme peso y al mismo tiempo creció el deseo de su verga…

Él quedó mudo durante un rato que me pareció eterno mientras yo tenía la cabeza gacha y miraba el piso moviéndome inquieto en la silla…

-¿Estás hablando en serio, Jorgito?... –dijo por fin…

-S… Sí, señor…

-Bueno, entonces yo también te voy a hablar en serio… Me calentás, lindo… De entrada me gustaste, me calentaste, pero ahora mucho más al saber que sos…

-Putito… -lo ayudé…

-Eso, putito, un lindo putito y así vestido, con esa ropa ajustada me dan ganas de comerte crudo… Hace muchísimo que no tengo sexo, ¿sabés?... Con la enfermedad de mi mujer y su muerte vivo a pura puñeta…

-Ay, señor, qué lástima… Pero bueno, ahora me tiene a mí…

-¿Vas a ser mío, lindo?...

-Sí, señor Abelardo… Todo suyo… Para que me haga lo que quiera y que yo haga lo que a usted le guste…

-¡Qué bien!... Bueno, empezá por desnudate, Jorgito…

-Sí, señor… -y me quité los zapatos para después pararme y empezar el striptís mientras mis ganas de verga era ya dolorosas de tan intensas…

(continuará)

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