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Por putear tuve que dejarme coger por la policía (Parte 1)

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Como en muchos lugares de Latinoamérica, siempre hay que andárselas con cuidado cuando se trata de los policías, pues nunca sabes de qué lado están: con la ley o para joderte. En mi caso, me jodieron, pero como siempre, al final salí ganando en placer.

Fue hace tres semanas atrás, un fin de semana de trabajo. Como todos los sábados, esa noche me tocaba caminar por el parque centenario (los otros días de la semana simplemente espero paciente en algún hotelito de la ciudad). Para ese día opté por un vestidito de licra negro, sin mangas, tipo tubo, es decir, súper pegado, dejando ver todas mis curvas; además era lo suficientemente corto como para dejar de ver casi todos mis muslos; un centímetro menos y se podría ver la trusa roja que llevaba puesta. Acompañaba el vestido con unos zapatos de stripper, con tacones de 12 cm de alto (y ya me he vuelto una experta con esos). Mi pelo largo y ondulado acariciaba mis hombros desnudos mientras caminaba por el parque. Estaba contenta, me sentía una diosa: bella, sensual, y con muchas ganas de coger.

Salí de mi departamento como a eso de las 9 pm. La noche había estado lenta… ya eran pasada las 10 y solo había hecho feliz (pero muy feliz) a un tipo en sus 50s. Si no me apuraba, simplemente perdería ese sábado. En un momento un chico, de quizá 25, detuvo su auto a mi lado, y llamó mi atención.

-“Hola cariño, ¿nos puedes acompañar” –dijo con una sonrisa pícara.

Le devolví la sonrisa y miré el interior de su auto. Eran tres, todos casi de la misma edad.

-“¿Qué tienen en mente?" Pregunté.

-“Simplemente algo rapidito, una buena mamada de verga para cada uno. No tenemos mucho tiempo disponible”

Una simple mamada. Bueno, ¿qué más da? Si son tres, puedo sacar algo simplemente mamando vergas.

-“Ok, pero sería 100 mil (pesos) cada uno, ¿Les parece?”

Se miraron entre ellos, como dudando, pero al final aceptaron. “Ok cielo, pero lo hacemos aquí en el auto nada más”.

Tenían un SUV bastante espacioso así que no me opuse a la idea.

-“Súbete! Vamos a buscar otro lugar más reservado”

Subí, en la parte trasera, al costado de uno de los chicos (ni me di tiempo de preguntar sus nombres). El conductor nos llevó por el parque de la marina, hacia la Av. Santander. Conocía la zona: había algunos estacionamientos algo escondidos pasando el parque. Mientras íbamos los otros dos tipos ya habían sacado sus vergas, exponiéndolas. Quizá tenían algo de tragos (y quién sabe qué habrían fumado), pero obviamente estaban en plan de juerga. Igual, esas vergas empezaron a excitarme así que tomé la que tenía más a la mano y empecé a masajearla.

Finalmente llegamos al estacionamiento. Buscamos la esquina más oscura; el auto no tenía lunas polarizadas así que mejor cuidarse. El asiento trasero serviría como el “mini-burdel” – cada uno de ellos pasaría por allí. Pusieron música suave, de Sade (por supuesto) y se podía respirar sexo en el aire.

Empecé chupándosela al primero, llamémoslo Mario. Tenía una buena verga: dura y gorda, cabezona, llena de venas hinchadas y sobre todo, bien pero bien negra. En realidad era una delicia. Como siempre, empecé lamiendo la cabeza, tratando de gozarla. Mis labios rojos formaron un anillo alrededor, apretándola mientras mi lengua masajeaba el orificio de ese mazo negro. Yo estaba completamente en celo; tenía el vestido levantado hasta la cintura, exponiendo mi trusa roja. No podía esperar más así que empecé a tragarme esa rica verga negra – de un solo tiro, terminó en el fondo de mi boca, casi raspando mi garganta. Empecé a mamarlo como solo yo sé hacerlo: como una verdadera puta, frotando cada centímetro de piel con mi lengua. Mario empezó a gemir, era obvio que lo estaba pasando de maravillas. Los otros dos, con sus vergas afuera, se masturbaban mientras gozaban el show.

Parecía que Mario no aguantaría mucho. Tomó la parte trasera de mi cabeza y empezó a empujarla hacia sus bolas, forzándome a hacerle una garganta profunda. Yo, claro, feliz de hacerlo. Sus gemidos se aceleraban… sabía que en algún momento explotaría. Como ya casi me faltaba el aire saqué su rica verga de mi boca, y justo cuando apenas salía, a solo un par de centímetros de mi cara, su bolsa de semen explota… ¡lanzando un chorro de esperma caliente directo a mi cara! ¡Esa no me la esperaba! Noté que era su primera vaciada de la noche porque disparó una cantidad descomunal… diría más de media taza de leche salada; la leche salió con tal presión que ahora tenía media cara bañada de esperma. De inmediato lo agarré con la mano izquierda y seguí masajeándolo de arriba abajo hasta que salga la última gota. Llegué a verme en el espejo retrovisor: realmente me había dado un baño facial: mi frente, nariz, mejillas, labios, mentón… semen por todos lados, el mismo que ahora empezaba a correr por mi cuello. Los otros dos chicos estaban en completo éxtasis… creo que para ellos era como ver porno pero en vivo… y yo era la perra en esa película (lo cual me hacía sentir súper orgullosa!).

Y mientras pensaba qué hacer con todo ese esperma en la cara, pasó lo impensable: una patrulla se estacionó a nuestro costado. ¡No! ¡No justo ahora!

Los chicos se asustaron; apagaron la música. Hablaron de huir… no, sería peor aún. De la patrulla sale un policía con una linterna, alumbrando el interior.

-“¿Qué pasa aquí? Ya, salgan todos en este instante”

Pero… pero… ¡pero tenía la puta cara llena de esperma! Apenas tuve tiempo para arreglarme el vestido. No me quedaba otra: tenía que salir tal como estaba. Salimos los cuatro, algo avergonzados. El policía empezó a pedir documentos a medida que alumbraba cada cara con la linterna; y claro, al llegar mi turno, lo primero que notó fue mi rostro medio bañado en semen. Se limitó a solo dar una ligera sonrisa.

Regresó a su auto; lo vi conversando con el otro oficial; luego hizo una llamada por la radio. No sabía que pasaba.

Al cabo de unos minutos habló.

-“Ok, ustedes tres se pueden ir”. “Tú (dirigiéndose a mí): sube a la patrulla”

¡¿Qué?! ¿Solo yo? ¡Eso era injusto!

Era mi primera vez que me arrestaban por prostitución. ¿Cómo salgo de esta ahora? ¿Qué me espera? Felizmente no me esposaron. Subí al asiento trasero, mientras trataba de remover todo el semen de mi cara sin arruinar mi maquillaje. Los chicos se fueron, sin pagarme un centavo, mientras a mí me llevaban quién sabe a dónde.

El copiloto me miró lascivamente de pies a cabeza.

-“¿Cómo te llamas?” me preguntó

-“Claudia”

-“¿Siempre trabajas por aquí Claudia?”

-“Bueno, no estaba ‘trabajando’ nada… simplemente somos un grupo de amigos que nos reencontramos luego de mucho tiempo” respondí.

-“Sí, claro” dijo. Entonces noté que no dejaba de mirar mis pantis. “Tal como lo veo, tienes dos posibilidades: te quedas unos días tras la reja por puta, o, ‘colaboras’ y te vas a tu casa esta noche”

¿”Colaboras”? ¿Qué significaba eso? Y claro, entonces me di cuenta: esto no era un arresto. Me llevaban con otro propósito… Entonces respondí:

“Claro oficial, voy a colaborar con ‘todo’ lo que quiera usted”

Ellos dos solo se mirados de reojo como diciendo “genial”. El copiloto agarró el micrófono del radio comunicador y dijo “avisando a base: ya vamos para allá. Avisen a todos”

¿Avisen a todos?

Empecé a sospechar que no serían solo dos vergas las que tendría que atender. Sería casi un escuadrón.

Continuará…

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