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Un nuevo vecino en el barrio (4)

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Al día siguiente de haberme convertido en su mucama y feminizado mi nombre, debí presentarme ante el señor Abelardo a las tres de la tarde, porque según me dijo por teléfono había mucho para hacer…

-Y si hacés bien tu trabajo y te portás como una buena nena te voy a dar una buena ración de verga…

En cuanto llegué me mandó al supermercado cercano con una lista de compras, y fui alentado por la promesa…

Las dos bolsas pesaba bastante y cuando volví a la casa quise depositarlas en el suelo, pero él me lo impidió con tono duro:

-¡No, mucama! ¡A la cocina!... ¡Vamos, movete!

-Sí, señor Abelardo…

En la cocina debí poner en las alacenas los productos que correspondían a ese lugar y después hicimos lo mismo en el baño…

-Bueno, Jorgelina, ahora ponete en pelotas que vas a barrer toda la casa… -me ordenó…

-Sí, señor Abelardo… -acepté sumiso y provisto de una escoba y una pala hice el trabajo seguido por él, que cada tanto me alentaba con una palmada en la colita…

Hacerle de sirvienta y que me tiranizara empezó a excitarme mucho y mientras trabajaba en el barrido y después en pasarle lustre a los muebles sentí un tremendo hambre de verga…

Por fin terminé la tarea y entonces me puso de espaldas, me apretó contra él y me dijo:

-Sos una buena mucamita, nena puta, así que voy a premiarte con lo que más te gusta… ¿Qué es lo que más te gusta?...

Sentí vergüenza de reconocerme tan nena puta, pero tragué saliva y le dije:

-La… la verga, señor Abelardo…

Él lanzó una carcajada hiriente:

-¡Claro que sí!... Y decime, Jorgelina, ¿podrías vivir sin la verga que te doy?...

Esa posibilidad me angustió:

-¡No, señor Abelardo! ¡No!...

¿No qué, Jorgelina?...

Le gusta humillarme, creo que lo calienta y… y a mí me calienta que me humille… ¡Ay, soy cada vez más una putita!... ¡Una perra!...

-No, que… que no podría vivir sin su verga, señor…

-Sos muy puta, Jorgelina…

-S… sí, sí, señor, soy… soy muy puta…

-¿Una puta hambrienta de verga?...

-¡Sí!... Sí, señor, soy… una puta hambrienta de verga…

-¿Y qué harías por la verga, Jorgelina?...

-Cual… cualquier cosa, señor… Lo que… lo que usted quiera… -dije impulsivamente, llevado por la calentura, y lo que dije abrió una puerta a lo desconocido…

Al día siguiente me llevé una sorpresa: el señor Abelardo no estaba solo… Me abrió la puerta y cuando me llevó al comedor vi ahí a un hombre de su misma edad, más o menos…

-Aquí está el nene, Genaro… -dijo el señor Abelardo y el tal Genaro se puso de pie… Vi que era gordote, con papada y pelo gris…

-Te quedaste corto cuando lo describiste, Abelardo… Es más lindo de lo que imaginé…

-Sí, es un manjar, y ya vas a ver lo putito que es… ¡Le encanta la verga!... Se llama Jorge pero yo le digo Jorgelina porque es una nena muy puta…

-¡Ah, qué bien!, pero ahora quiero verlo desnudito…

-Claro, ponete en pelotas, Jorgelina…

Tiemblo cada vez que el señor Abelardo me llama así o me dice “putita”… Soy varon, soy puto y no quiero ser mujer, pero me calienta mucho esa forma de feminización…

Bueno, lo cierto es que me desnudé y entonces el señor Genaro exclamó:

-¡Es increíble, che! ¡Qué cuerpo tiene!...

-Y todavía no le viste el culito… Date vuelta, Jorgelina… -me ordenó el señor Abelardo, y cuando giré oí el encendido elogio de su amigo:

-¡No! ¡No se puede creer! ¡Tiene el culo de una chica! ¡Me lo quiero comer ya!...

-¿No querés que antes te la chupe? La chupa genial y traga toda la leche…

-Mmmmmhhhhh, sí, es una buena idea…

-Bueno, bajate los pantalones y el calzoncillo, y vos, putita, arrodíllate ante mi amigo…

-Sí, señor Abelardo… -y me arrodillé y abrí la boca sin que me lo ordenaran, ansioso de engullir esa verga que empezaba a pararse…

¡Ay qué buen sabor! Y que lindo fue sentirla pronto bien dura… Chupé y chupé apasionadamente mirando al señor a los ojos cada tanto…

-Tenías razón, Abelardo, ¡qué buen mamón es!... –dijo en un momento, y yo orgulloso…

Poco después se corrió jadeando y gimiendo y me echó en el fondo de la boca varios chorros de ese néctar delicioso que es el semen humano… Tragué todo mientras él me sacaba la pija de la boca y daba unos pasos hacia atrás y yo empezaba a sentir un fuerte deseo de ser tomado por el culo…

Pero el señor Abelardo se había excitado con la escena y me exigió que ahora se la chupara a él:

-No te levantes, putita, y abrí la boca…

-Sí, señor Abelardo… -ay, me calienta decir “sí” cuando me dan una orden… Abrí la boca y tragué esa otra pija, pero antes dije: -Quiero que… que me tomen por el culo…

-¡Claro que te vamos a dar verga por el culo! ¡pero antes chupá, putita! –me exigió el señor Abelardo, y chupé inflamado de ganas de que mi culo de putita comiera esas dos vergas adorables…

(continuará)

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