Al día siguiente de haberme convertido en su mucama y feminizado mi nombre, debí presentarme ante el señor Abelardo a las tres de la tarde, porque según me dijo por teléfono había mucho para hacer…
-Y si hacés bien tu trabajo y te portás como una buena nena te voy a dar una buena ración de verga…
En cuanto llegué me mandó al supermercado cercano con una lista de compras, y fui alentado por la promesa…
Las dos bolsas pesaba bastante y cuando volví a la casa quise depositarlas en el suelo, pero él me lo impidió con tono duro:
-¡No, mucama! ¡A la cocina!... ¡Vamos, movete!
-Sí, señor Abelardo…
En la cocina debí poner en las alacenas los productos que correspondían a ese lugar y después hicimos lo mismo en el baño…
-Bueno, Jorgelina, ahora ponete en pelotas que vas a barrer toda la casa… -me ordenó…
-Sí, señor Abelardo… -acepté sumiso y provisto de una escoba y una pala hice el trabajo seguido por él, que cada tanto me alentaba con una palmada en la colita…
Hacerle de sirvienta y que me tiranizara empezó a excitarme mucho y mientras trabajaba en el barrido y después en pasarle lustre a los muebles sentí un tremendo hambre de verga…
Por fin terminé la tarea y entonces me puso de espaldas, me apretó contra él y me dijo:
-Sos una buena mucamita, nena puta, así que voy a premiarte con lo que más te gusta… ¿Qué es lo que más te gusta?...
Sentí vergüenza de reconocerme tan nena puta, pero tragué saliva y le dije:
-La… la verga, señor Abelardo…
Él lanzó una carcajada hiriente:
-¡Claro que sí!... Y decime, Jorgelina, ¿podrías vivir sin la verga que te doy?...
Esa posibilidad me angustió:
-¡No, señor Abelardo! ¡No!...
¿No qué, Jorgelina?...
Le gusta humillarme, creo que lo calienta y… y a mí me calienta que me humille… ¡Ay, soy cada vez más una putita!... ¡Una perra!...
-No, que… que no podría vivir sin su verga, señor…
-Sos muy puta, Jorgelina…
-S… sí, sí, señor, soy… soy muy puta…
-¿Una puta hambrienta de verga?...
-¡Sí!... Sí, señor, soy… una puta hambrienta de verga…
-¿Y qué harías por la verga, Jorgelina?...
-Cual… cualquier cosa, señor… Lo que… lo que usted quiera… -dije impulsivamente, llevado por la calentura, y lo que dije abrió una puerta a lo desconocido…
Al día siguiente me llevé una sorpresa: el señor Abelardo no estaba solo… Me abrió la puerta y cuando me llevó al comedor vi ahí a un hombre de su misma edad, más o menos…
-Aquí está el nene, Genaro… -dijo el señor Abelardo y el tal Genaro se puso de pie… Vi que era gordote, con papada y pelo gris…
-Te quedaste corto cuando lo describiste, Abelardo… Es más lindo de lo que imaginé…
-Sí, es un manjar, y ya vas a ver lo putito que es… ¡Le encanta la verga!... Se llama Jorge pero yo le digo Jorgelina porque es una nena muy puta…
-¡Ah, qué bien!, pero ahora quiero verlo desnudito…
-Claro, ponete en pelotas, Jorgelina…
Tiemblo cada vez que el señor Abelardo me llama así o me dice “putita”… Soy varon, soy puto y no quiero ser mujer, pero me calienta mucho esa forma de feminización…
Bueno, lo cierto es que me desnudé y entonces el señor Genaro exclamó:
-¡Es increíble, che! ¡Qué cuerpo tiene!...
-Y todavía no le viste el culito… Date vuelta, Jorgelina… -me ordenó el señor Abelardo, y cuando giré oí el encendido elogio de su amigo:
-¡No! ¡No se puede creer! ¡Tiene el culo de una chica! ¡Me lo quiero comer ya!...
-¿No querés que antes te la chupe? La chupa genial y traga toda la leche…
-Mmmmmhhhhh, sí, es una buena idea…
-Bueno, bajate los pantalones y el calzoncillo, y vos, putita, arrodíllate ante mi amigo…
-Sí, señor Abelardo… -y me arrodillé y abrí la boca sin que me lo ordenaran, ansioso de engullir esa verga que empezaba a pararse…
¡Ay qué buen sabor! Y que lindo fue sentirla pronto bien dura… Chupé y chupé apasionadamente mirando al señor a los ojos cada tanto…
-Tenías razón, Abelardo, ¡qué buen mamón es!... –dijo en un momento, y yo orgulloso…
Poco después se corrió jadeando y gimiendo y me echó en el fondo de la boca varios chorros de ese néctar delicioso que es el semen humano… Tragué todo mientras él me sacaba la pija de la boca y daba unos pasos hacia atrás y yo empezaba a sentir un fuerte deseo de ser tomado por el culo…
Pero el señor Abelardo se había excitado con la escena y me exigió que ahora se la chupara a él:
-No te levantes, putita, y abrí la boca…
-Sí, señor Abelardo… -ay, me calienta decir “sí” cuando me dan una orden… Abrí la boca y tragué esa otra pija, pero antes dije: -Quiero que… que me tomen por el culo…
-¡Claro que te vamos a dar verga por el culo! ¡pero antes chupá, putita! –me exigió el señor Abelardo, y chupé inflamado de ganas de que mi culo de putita comiera esas dos vergas adorables…
(continuará)