Nuevos relatos publicados: 6

Travestido en una fiesta

  • 2
  • 18.143
  • 9,25 (24 Val.)
  • 1

Nunca me había atrevido a hacerlo en público, por muchos motivos y el primero de todos por cobardía. Bien es cierto que a solas, a escondidas, desde hacía muchos años, había pasado horas delante del espejo mirándome mientras abotonaba la falda que acababa de comprar o había hurtado de alguna amiga, mientras pintaba mis labios y mis ojos de colores. Bajaba las vista de la cara al pecho reducido y la cintura, bajando después al pubis y allí, deteniéndome un rato observaba con desánimo lo abultado de mi pene, no había prácticamente forma de disimularlo. Seguía bajando y la contemplación de mis muslos volvía a subirme la moral, eran tan redondos. Pero llegó el día en el que todo iba a cambiar.

Era la fiesta del orgullo gay y en mi ciudad se estaba preparando una gran cabalgata, con carros, coches y bailarines. Todos desfilarían recorriendo las calles, acompañados de música y confeti. Mi amiga Lourditas, una maravillosa transformista, sabía mi historia y me convenció para que desfilara con ellas. Dudé al principio pero luego me decidí a decir que sí. El día señalado, dos horas antes de salir, fui al gran almacén donde íbamos a vestirnos para salir y allí me encontré con un grupo de cerca de cien transformistas y transexuales preparándose. Lourditas que era la responsable de este grupo me entregó una bolsa con ropa y me dijo, "toma es para ti, póntelo". En ese instante se acabaron todos mis complejos, vi esos preciosos y reducidos vestidos que dejaban a la vista casi todo, llenos de colorido y alegría.

Me desnudé completamente, me sentí como en mi casa, casi tuve ganas de quemar mi ropa de hombre (estuve a punto de tirarla a la basura). Desnudo, o desnuda, llenaron mi cuerpo de purpurina, me maquillaron maravillosamente y me ayudaron a vestir un pequeño tanga de color rojo, una chaquetita, un tocado y unas botas de gran plataforma. Cuando estuvimos listas salimos a la calle, desfilando, bailando, cantando, detrás de una larga hilera de personas y grupos que también formaban parte del gran desfile. Fui consciente de que parte del público también me miraba a mí, de que les gustaba y eso ayudó a que tomara la decisión de no echarme atrás nunca más.

Al caer la tarde, agotadas de tanto andar y bailar, de tanta excitación, volvimos al almacén a cambiarnos. Apenas teníamos fuerzas y muchas nos quedamos a dormir allí mismo. En un rincón, casi desnudas, dormí junto a cinco compañeras, con nuestros cuerpos rozándose. A medianoche me despertó la caricia profunda y erótica de varias manos tocándome por todas partes. Mis compañeras estaban haciéndose dulcemente el amor y me hicieron partícipe. Frotaron y chuparon el pene de mis complejos y en ese momento ya dejó de acomplejarme. Yo también tomé sus penes y también los comí. Nos tocamos ampliamente, acaloradamente, nos penetramos e hicimos el amor hasta el final.

A la mañana siguiente, fui consciente de que nuestra amistad había quedado sellada para siempre y no nos hemos vuelto a separar.

(9,25)