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Un nuevo vecino en el barrio (5)

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-Mañana vamos a ir de compras, putita…

-¿De… de compras, señor?...

-Sí, te voy a comprar un lindo uniforme de sirvienta…

-Ay, señor…

-Imaginate vestida de sirvienta, Jorgelina… Conozco una tienda donde venden uniformes para personal doméstico y ahí vamos a ir…

Esa noche, por la ansiedad, me costó dormirme… ¿Cómo me veré vestido de sirvienta?...

Fuimos… Es un local muy grande, con una vidriera donde se muestran varios modelos y un espacioso salón con un mostrador a la derecha… Detrás había un señor mayor, de unos sesenta años…

-Buenas tardes… -nos saludó… -¿Qué andan buscando?...

-Un uniforme de mucama…

-Muy bien, ¿talle?...

-Es para él… -dijo el señor Abelardo con desparpajo mientras me señalaba con su mano derecha y yo creía que iba a morir de vergüenza…

Bajé la cabeza y por eso no pude ver la cara del comerciante, aunque sí darme cuenta de que hizo una pausa bastante larga antes de su siguiente pregunta:

-¿Para… ¡¿para el chico?!...

-Sí, señor, para el chico, que es mi mucama, mi sirvienta… Es putito, ¿sabe? Y le encanta servirme…

El vendedor hizo otra pausa y dijo:

-Bueno, cada cual sabe lo suyo… Pero esto de meterse con menores…

-¡No!, Jorgito parece menor, todo el mundo le da quince o dieciséis, pero ya tiene dieciocho…

-Bueno, usted sabrá, señor… ¿Vieron en la vidriera algún modelo que les interese?...

-Sí, vi uno muy lindo, azul con vivos blancos en las mangas, es de mangas cortas, con solapas, abotonado por delante y con cinturón…

-Ya se los alcanzo…

Cuando el hombre volvió con el vestido el señor Abelardo le preguntó si había probador…

-Sí, ahí al fondo del lado derecho…

-Bueno, Jorgito, tomá tu vestido, quiero ver cómo te queda… -y fuimos al probador… Ahí debí desvestirme y ponerme el vestido en medio de sensaciones encontradas: humillación pero también calentura…

Fue un impacto verme con esa ropa de mujer… ¡Y para colmo de sirvienta!... ¿A qué extremos me está llevando este viejo perverso?... Pero no hay caso, me tiene totalmente en sus manos, soy su mascota… No puedo ni quiero resistirme… Ésa es la verdad… Ya estoy resignado y dulcemente ansioso a la vez: que haga conmigo lo que quiera, todo lo que le dé su imaginación de pervertido…

Volvimos a su casa, yo llevando el vestido en una bolsa con el nombre y las señas del local...

En cuanto entramos me ordenó que me pusiera el uniforme:

-S… Sí, señor Abelardo…

-Y le das una buena barrida a toda la casa… Además hay vajilla para lavar en la pileta de la cocina…

-Sí, señor, lo que usted quiera… -Ay, me calienta decir eso cada vez que me da una orden…

-¡Muy bien, Jorgelina! Veo que sos una mucamita muy disciplinada… Ahora lo voy a llamar a Genaro, no quiero que se pierda este espectáculo…

El señor Genaro vino cuando yo estaba barriendo el living y al verme aplaudió y dijo:

-¡Pero qué belleza de mucamita! ¡Te felicito, Abelardo!...

-Gracias, che, ¿vos tenés mucama?

-No, me arreglo solo, es un monoambiente…

-Bueno, una vez por semana te mando a Jorgelina para que te haga una limpieza general y vos después lo mantenés…

-¿El nene vestido así?

-Claro, te lo mando con el vestido en la bolsa y ahí se cambia…

-Y cuando termine que me la chupe y me lo culeo…

-¡Por supuesto!... Jorgelina es una mucama todo servicio… -y ambos rieron…

Yo me había excitado mucho escuchando el diálogo y ansié que cuando terminara mi tarea doméstica me dieran verga…

¡Y me dieron!... Me usaron vestido de mucama… Primero tuve que chupársela a los dos, al señor Abelardo y enseguida al señor Genaro… Ni tiempo me dieron a que tragara la primera leche, que ya tenía en la boca la otra pija… Fue maravilloso tragar tanto semen y mientras lo estaba tragando me hicieron poner en cuatro patas…

-Ahora te vamos a dar por el culo, nene puto… -me advirtió el señor Abelardo… -Genaro, primero vos, cortesía de la casa… Ponete vaselina y enterrásela hasta los huevos…

-¡Con mucho gusto! ¡Prepará el culito, Jorgelina…

Me la enterró sin contemplaciones y después de ese dolor inicial me llevó en un viaje sin escalas al Paraíso del goce…

Estaba yo en ese lugar idílico cuando me penetró el señor Abelardo y no mucho después sentí en el fondo de mi culito los varios chorros de semen caliente que soltó su pija…

(continuará)

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