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Mis machos del campo (tercera parte)

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Aquel baño fue fantástico ¡estuve largo rato sintiendo el agua tibia sobre mí y el roce permanente de la piel joven de mis chicos que disfrutaban de mi tanto como yo de ellos!

Estuvimos largo rato haciéndonos caricias suaves pasándonos jabón y espuma mutuamente por cada lugar de nuestros cuerpos. La cogida que me habían dado y la ducha me relajo y me calmo la ansiedad por un momento. Salí primero del baño, busque toallones para mí y mis chicos les pregunte si estaban más tranquilos a lo que respondieron que sí, de modo que les propuse un descanso sentados a la mesa. Quería saber cosas de su vida, de su familia de su infancia, si habían tenido novia. El más conversador era Ricardo que contó que hacía cuatro años habían perdido a la mamá y de ahí en más su padre empezó a tomar y perdió las ganas de vivir. Habían terminado la primaria en la pequeña escuelita rural a 8 kilómetros a la que iban a caballo día a día. Cuando murió su padre temieron que don Carlos les pidiera que se fueran, pero muy al contrario de eso, les brindo contención y pasó a ser como un segundo padre para ellos, acompañándolos y aconsejándolos respecto a la vida. Era un buen hombre don Carlos, me empezaba a caer bien, además era un señor mayor educado y muy buen mozo. Solo Ricardo había tenido una novia en el pueblo, pero la veía muy de tanto en tanto y el muy descarado me dijo que solo le había tocado las tetas, y que se necesitaba una docena de esas para hacer una como las mías. Como me reí escuchando sus vivencias, eran muy jóvenes, algo toscos, pero muy inocentes, respetuosos y gentiles. Me causaba gracia que me trataran de usted después de todo lo que habían hecho conmigo. Cuando les pregunte que opinaban de esta mescolanza que habíamos armado me confesaron que nunca habían tenido sexo y jamás hubieran imaginado que una mujer tan hermosa y fina se fije en ellos. Y que ni siquiera en sus charlas más íntimas habían pensado que podían hacer tantas cosas con una mujer. Mi ego estaba por las nubes!! Les conté que era hija única, educada en una familia muy religiosa y siempre cuidada y vigilada por mis padres, que durante el secundario me prohibieron tener un novio, no me dejaban ir a bailes, salvo a alguna fiesta de 15 años de compañeras de la escuela, hasta que conocí a Luis que les cayó bien porque era trabajador e hijo de una familia de clase media baja, como la nuestra. También les conté (y juro que esto es cierto) que jamás había imaginado que podría transformarme tan rápido en semejante clase de puta, pero que sus pajas en mi ventana me habían despertado excitación y logrado llevarme a un lugar de calentura que jamás tuve.

Mientras contaba esto me calentaba y ellos también, el melli Juan se paró a buscar un vaso de agua y al volver se puso detrás de mi silla y empezó a manosearme las tetas y pellizcar mis pezones, Ricardo y Luis también se pararon, yo ya me había calentado pero los calme, les pedí que traigan el colchón doble de mi cama y lo pongan sobre el piso del comedor, porque pensaba hacerles tantas cosas que la cama no nos resistiría a los cuatro, se rieron de mi ocurrencia y fueron a buscar el colchón. Yo ya estaba recaliente pero quería estimularlos más, antes de tirarme sobre el colchón les pregunte si alguna vez habían visto a una mujer pajeandose, me miraron sorprendidos, les pedí que esperen sentaditos, me tire en la cama y empecé a tocarme y meterme los dedos mirándolos con cara de puta, mi objetivo era calentarlos más, pero me vencí a mi misma y la más caliente era yo. Cuando vi sus caras de calentura supe que era el momento, le pedí a Juan que apague la luz y que vengan conmigo. Sentí como se tiraban sobre mí, manos que me tocaban por todos lados, bocas que me besaban y tres pijas anónimas en la oscuridad ¡Mi morbo estaba a mil, en la oscuridad no supe quién fue el primero que me estaba cogiendo, ni quien tenía su pija en mi boca, otro lamia mis pezones y trataba de meterme el dedo en el culo pero no podía pasar la mano entre mi cuerpo y el colchón, no sé de qué modo gire, que logró ponerse debajo mío y sentí como trabajosamente me metía la pija en el culo ¡tenía todos mis agujeros llenos de pijas tiesas como un fierro! ¡Qué locura! mis gritos y gemidos se transformaron en alaridos, era tanto el placer que sentía y el morbo que me daba no saber quién era quien, olía el aroma a leche de macho y sentía por todos lados el enredo de brazos, manos, cuerpos y pijas que perdí la noción de todo. No sé cuánto duro esto ni en qué momento me dormí, pero fueron horas y horas de dar y sentir lamidas caricias y recibir leche y pijas dentro mío y tres cuerpos refregándose en mí.

Desperté sola tirada en el colchón, los chicos en algún momento se habían ido, tenía olor a leche de macho que tenía pegoteada por todos lados, mire la hora, eran las diez de la mañana, el festín había sido largo, estaba agotada y dolorida pero feliz y satisfecha. No creo que haya mujer en el mundo que tuviera tanta suerte. Lamí mis labios, saboreando la leche seca que tenía en ellos, me pare, me mire un largo rato al espejo. Yo, la chica educada y mojigata transformada en una verdadera puta en celo. Una hembra que ningún macho soñaría tener. Allí estábamos, mis machos fuertes y jóvenes y yo, la más puta de las putas. Comencé a ordenar, fui a la ducha y bajo el agua tibia supe que esto recién estaba empezando.

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