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El reencuentro con Silvia

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Gracias a las nuevas plataformas en internet y a estos nuevos medios sociales, de alguna manera se nos hace fácil acercarnos y quizá a muchos alejarnos de nuestros seres queridos. Un buen día revisando mi cuenta en FB, encuentro una solicitud de amistad de una chica de nombre Silvia. Ese nombre me llama mucho la atención, pues viví un breve romance de un par de meses con una chica de ese nombre, aunque con diferente apellido. Han pasado alrededor de treinta años y a primera vista al ver su foto, pues no lograba reconocerla.

La última vez que supe de ella, fue cuando al encontrarme una vez con su mamá hace 28 años, antes que yo me casara, su madre estaba casi segura que el hijo que tenía Silvia, era realmente mío, pues Silvia le había puesto mis dos nombres. Silvia me lo negó, pero siempre me quedé con esa espinita.

Cuando anuncié a mis amigos a través de FB que iría a California a visitarlos, muchos me ofrecieron sus casas para llegar y quedarme con ellos, pero nunca me ha gustado causar molestias y siempre me quedo en un hotel y voy cambiando de hotel dependiendo en qué lugar me encuentre. Al igual que muchos de mis amigos, Silvia me ofreció una habitación en su casa, la cual rehusé, aunque sabía que ella estaba separada de su marido, pero acordé en dedicarle todo un día para ella solamente.

Quedamos en encontrarnos en un restaurante de comida rápida, el mismo que solíamos atender cuando éramos jóvenes y comenzar desde ahí a revivir esos idealizados recuerdos. Llegó a la hora establecida por la mañana y quedé realmente admirado que a pesar que han pasado tres décadas de nuestras aventuras, Silvia se mantiene juvenil y quizá solamente le ha agregado unas tres tallas de aquel número 6 que ella usaba a los 19 años cuando nos conocimos. Vestido azul con falda sobre la rodilla, mostraba una silueta envidiable para una mujer que tiene 49 años. No sabía cómo saludarla, si con un abrazo y un beso en la mejía, pero Silvia quizá se cuestionaba lo mismo y surgió ese sentimiento juvenil y comenzamos a descubrir que donde hubo fuego, cenizas quedan: Nos saludamos en ese encuentro con un beso en la boca.

No recuerdo a nadie más que a Silvia, que besara tanto como ella. El preámbulo a tener sexo, siempre fue de apasionados besos y caricias prolongadas que solo necesitaba de un par de minutos de sentir mi pene en su vagina, para encontrar el paraíso de los orgasmos. Transitamos del sexo vaginal al anal con la misma pasión y entrega, en ese afán de ser totalmente el uno del otro y llegábamos a este encuentro después de casi tres décadas, con idealizados recuerdos y esa penosa experiencia cuando su madre nos encontró cogiendo en su apartamento.

Comenzamos con ese recuerdo de su madre, pues yo sabía que le caía muy bien a la señora, que en vez de reprocharme o regañarnos, simplemente nos aconsejó ese día a tener mucho cuidado y evitar a llegar a ser padres a muy temprana edad. Siempre que salíamos o nos dejaba a solas en su apartamento, siempre nos recordaba usar preservativos. En los primeros días me daba un tanto de pena cuando lo decía, pero después me acostumbré a su presencia a nuestra sexualidad con su hija, que un par de noches que me quedé con Silvia cogiendo en su sofá cama, su madre dormía o pretendía dormir en la única habitación del lugar. Aquel día que supo que su hija se volvería a reunir conmigo por la mañana, Silvia me cuenta que su madre le dijo: Recuerda hacerlo con preservativos, pues hoy están ya muy viejos para ser padres. – nos hemos reído. Aquello fue como una confesión familiar y de esta manera Silvia lo decía:

- Mi madre creo que se enamoró tanto como yo de ti.

- ¿Por qué lo dices?

- Por un tiempo hasta me quiso convencer que mi hijo era tu hijo.

- ¿Y no me has mentido?

- No… no te hubiera mentido con algo así. Mi madre siempre deseó que yo me quedara contigo y me ha reprochado toda la vida, el haber regresado con mi ex. Pero ni modo, las cosas fueron así y los “hubiera” no existen.

Siempre tuvimos un apasionado sexo, pero siempre quise descubrir y saber si ella había disfrutado el sexo anal a como parecía hacerlo. Con esa confianza en el recuerdo de esos días se lo pregunté:

- Contigo, todo fue delicioso… Tony, todo lo tuyo lo idealizo como lo mejor de mi vida. Mira, esos dos meses fueron de ensueño… y el sexo anal, que podría decirte, se me eriza la piel de solo recordarlo. Tony, todo fue delicioso.

- ¿Tuviste algún orgasmo haciéndolo?

- Recuerdas que no sabía que era un orgasmo, nunca había sentido uno en mi vida y cuando sentí el primero fue tu rostro el que vi al abrir de nuevo mis ojos, ahora, toda esa potencia multiplícala por 1000, para que tengas una idea de lo que sentí cuando sentí el primer orgasmo cuando me lo hacías por ahí. Sabes, un día mi madre me dijo una frase, que pensé estaba segura que ella sabía que me habías cogido por ahí, me dijo: vos estas enculada de Tony.

- El día que nos encontró en la sala cogiendo, eso me estabas dando. –Silvia se ríe.

- Tú no sabes lo que me dijo mi mamá a solas ese día.

- ¿Qué te dijo?

- ¿Cómo te cabe semejante verga tan grande? – y se vuelve a reír.

Por aquellos años, en esos dos meses que se refería Silvia como de ensueños, fueron dos meses maratónicos de actividad sexual. Cuando lo recuerdo no lo creo, y tuve que preguntárselo a Silvia para corroborar lo acertado de mi memoria, pues por aquellos días, Silvia quedaba adolorida y acalambrada de tanta actividad sexual. Lo hacíamos en el apartamento y en cualquier lugar que tuviéramos la oportunidad. Lo hacíamos en el carro, en el parque, una vez lo hicimos cerca de un río, y la que recuerdo como una de mis mejores experiencia con ella; una noche en una calle oscura cerca de su apartamento, lo hicimos sobre la motocicleta que tenía por esos días y donde Silvia llegando al orgasmo siempre me decía: Amorcito me vengo, me vengo amorcito. Le dio un calambre, pero totalmente olvidó pues entre la oscuridad alguien nos divisaba y gritó: -Vayan a coger a un motel. Fue Silvia la que me recordaba las veces que la llevé a mi casa, donde sobre el guarda coche había un ático con espacio donde había una cama y desde donde podía observar si mi hermana o madre venían. Aquel día cuestionaba a Silvia:

- ¿Recuerdas cuantas veces lo hicimos en un día?

- Si… una vez lo hicimos 8 veces.

- ¿Y tú, te viniste esas 8 veces?

- Yo experimenté alrededor de 12 orgasmos. No podría decirlo con seguridad, pues analmente se me hacía difícil en distinguir si eran uno, dos o tres. Es una sensación distinta muy difícil de descifrar por la potencia que conlleva.

- Terminábamos adoloridos y acalambrados. –le dije.

- Sí, mi madre una vez que me dio un calambre cuando estaba dormida, recuerdo me dijo: De seguro es Tony el que te tiene así.

Realmente quedábamos agotados y había ocasiones que teníamos sexo y Silvia no me permitía mamarle los pechos, pues de tanto mamarlos, le quedaban adoloridos. Era tanto sexo, que llegaba al extremo que los testículos me dolían y ardían cuando intentaban eyacular el poco semen que contenían. En aquellos dos meses, fueron contados los días que no cogíamos y pasamos la incertidumbre si ese periodo menstrual llegaría cuando debería de llegar, pues en muchas ocasiones tomamos el riesgo de hacerlo sin condón.

Recordamos muchas cosas y varios jugos de naranja y café yacían por sobre la mesa. Esa conversación con Silvia fue fluyendo con ese morbo de que pasaría al abandonar la mesa del restaurante. Yo quería probar esa panocha y su culito de nuevo, aunque sabía que descubriría esas marcas que nos deja el tiempo y no sabía si Silvia sería capaz de exponerse desnuda ante mí después de casi tres décadas y a solo un año de ella cumplir los 50. Ya no éramos los mismos jóvenes; hoy éramos padres, e inclusive ella ya es abuela. La percepción es diferente, las ideas son diferentes, y las mujeres son también muy diferentes especialmente a esa edad. En son de broma se lo propuse:

- ¿No te gustaría experimentar otro maratón sexual como la de esos días?

- ¿Es una propuesta al azar lanzada hipotéticamente o es una propuesta directa para una respuesta inmediata? Sabes… te la voy a contestar en las dos maneras: Si.

Me siguió por ese bulevar por donde un día vivió en esos apartamentos hasta llegar al hotel donde me hospedaba. Silvia muestra el mismo nerviosismo como aquella chica de 19 años y soy yo quien le desabotono su vestido azul y le rozo con mis labios el cuello. Su piel se eriza y yo me embriago con su perfume mientras a la vez le despojo de su brassier. Tomo con mis manos sus senos, los cuales a mis 18 años mamé hasta saciarme y que hoy más flácidos por la gravedad del tiempo, estaban dispuestos de nuevo para mí después de casi tres décadas. Silvia se voltea y me besa con esa pasión que siempre lo hizo. Su lengua de nuevo explora delicadamente mi boca y hoy con su experiencia de 49 años, sus manos me toman de mis glúteos y me desabrocha el pantalón. Yo paso después a despojarle de sus ligas o medias, y la dejo sólo con su prenda íntima que es un diminuto bikini también color azul. Veo ya esa mancha de sus jugos vaginales y en mi bóxer tengo también evidente la humedad de mis secreciones seminales. Estamos excitados, pero Silvia me dirige a la cama, me remueve mi bóxer y antes de llegar al sexo oral me dice: Sabes, recuerdo que era grande, pero creo que hoy está más grande que cuando tenías 18 años.

Creo que decía la verdad, recuerdo haber notado un mayor crecimiento después de los 18 y especialmente cuando comencé con la rutina de levantar pesas, de alguna manera creo que influyó en el grosor también. Silvia me hace un delicioso oral y se toma su tiempo lamiendo en su totalidad mi verga, pues hoy no hay prisas, le he prometido todo el día a ella. Me dio una rica mamada en mis huevos y muchas veces llegó con su lengua a mi ano. Yo le he correspondido con lo mismo, con un intenso masaje oral y también llego a lamer su rico culo y recuerdo esos gemidos y alaridos a sus 18 años. Ella me monta y al tomar mi verga para hundírsela en su caliente y húmedo vientre me dice: Que deliciosa verga tienes amorcito.

Comenzó con un ritmo medio, que elevó en un minuto a uno más violento, mientras veía ese balanceo de sus ricas tetas, las cual tomó con sus manos, para que no la sacaran del ritmo emprendido. A los minutos toca el paraíso y gime de placer disfrutando un orgasmo. Puedo sentir su vientre como el fuego y más húmedo que antes, y se escucha ese chasquido, de mi pene entrando y saliendo de su deliciosa panocha, el golpeteo de sus nalgas contra mi pelvis es evidente, y el crujir de la cama lleva ese mismo ritmo, ese mismo compas del vaivén de las caderas de esta hermosa mujer. Me hace venir y ella lo sabe, y acelera el ritmo una vez más y goza ella, haciéndome gozar y me dice: Dame amorcito, dámela toda. – Yo solo gimo de placer.

Nos reponemos de tal sacudida sexual dándonos una ducha y donde Silvia y yo nos seguimos acariciando nuestros cuerpo, y son poca las palabras, pues Silvia es incansable con sus apasionados besos y me remonto a eso años mozos, donde no nos cansábamos de besarnos. Soy yo quien la interrumpo:

- ¿Sera que me volverás a dar ese culito?

- ¡Mi amor, siempre ha sido tuyo, siempre será tuyo!

Silvia a sabiendas que le romperé el culo, ella me lo lubrica con otra rica mamada, que me deja con tremenda erección y lista la pija para hundirla en el paraíso de su precioso ano. Yo al igual, le correspondo y le doy un masaje oral a su esfínter y le paso por minutos mi lengua por esta exquisita rajadura, que incluso Silvia ha comenzado a gemir y a jadear divinamente. Llega el momento y Silvia encorva su cuerpo con esa flexibilidad que descubrí desde los 18, y me deja el ojete apuntando al cielo de la habitación. Intuyo que no se quiere perder un milímetro de mi verga y en aquella posición, se la hundo delicadamente y es cuando Silvia exclama: Tony, que divina verga tienes… no sé cuántas veces la soñé, pero en la realidad, está más rica que lo que soñé… Amorcito que rico, nunca pensé volverla a sentir en mi culito de nuevo.

Silvia me hablaba de una manera muy excitante y creo que ella se emocionaba también. Me dejó tan lubricada la verga y yo el culo de mucha saliva, que ese chasquido que producía en un incesante entrar y salir, era riquísimo. Pasé por unos minutos donde totalmente le sacaba la verga a Silvia y su culo se cerraba ante mis ojos, para luego volverlo abrir con otra embestida. Luego me pidió que se lo taladrara constantemente, en un ritmo mucho más violento, pues en esta posición Silvia tiene menos movilidad. Se lo taladro como ella dice y pide y Silvia se vuelve a una monotonía de gemidos y cumplidos y explota en un potente orgasmo diciendo: Amorcito, dame, dame… me estás haciendo acabar. –Le taladro el culo más fuerte y ella sólo gime de placer y aquello se extiende a los minutos, pues parece que se calma, para volver a explotar en otro orgasmo y esta acción junto a sus gemidos de placer me hacen acabar y le lleno su precioso culo de mi esperma. Veo como desliza entre sus preciosas y aun solidas nalgas y el cubre cama queda salpicado de mi esperma blanco.

Nuevamente nos fuimos a la ducha a recobrar fuerzas porque me había gustado el polvo que le había echado a Silvia en su culo, cuyos orgasmos eran intensos y quería volvérselo a provocar y vivirlo de nuevo junto a ella. Lo hicimos una vez más analmente antes de ir a almorzar, pues el desayuno no era suficiente para mantener la energía de tal encuentro sexual. Emocionado y admirado le tuve que preguntar:

- ¿Cuántos orgasmos alcanzaste?

- ¡No sé! Muchos… analmente se me hace difícil distinguir cuando termina uno y empieza el otro… creo 5.

- ¿Quieres más?

- ¿Tú, quieres más?

- Si, aunque no te prometo los 8 polvos que te di en un día, pero creo que me alcanza para dos más. – Silvia se ríe.

- Bueno, quiero esos dos y dos más si quieres y puedes, pues todo este día eres mío, pero antes quiero que vayamos a ver a mi madre, quien me pidió y me hizo jurar que te llevaría conmigo, porque tiene unas grandes ganas de verte personalmente.

Después del almuerzo no fuimos a casa de su madre y quien me recibió con un abrazo y mucha alegría. Se sentía tanto en confianza conmigo, como si estas tres décadas no hubiesen pasado que incluso se atrevió a bromear olvidando que ahora ella tenía 74 y nosotros pellizcando los 50: Si van a andar juntos por estos días, recuerden los preservativos… ahora ya están muy viejos para que se les ocurra ser padres. – Y nos hemos reído todos.

Ah Tony, usted siempre guapo y con su cara de niño, mi hija hubiera sufrido junto a usted. – Me decía la señora y me contó lo mucho que sufrió su hija cuando por aquel tiempo me fui a una universidad al norte del país y no la volvía a ver hasta después de dos años, ya cuando estaba viviendo en pareja con su novio y tenía su primer hijo. Ella se encargó de corroborarme y de alguna manera echarme en cara aquel sufrimiento que le provoqué a Silvia. Pasamos platicando un par de horas, pues Silvia me señalaba que nos fuéramos, pues el tiempo pasaba y quería aprovechar aquellas horas para pasarlas follando en el hotel. Me despedí con un abrazo y un beso de la madre de Silvia, no sin antes escuchar otro de sus refranes: Donde hubo fuego cenizas quedan. No la vuelvan a encender para quedar lastimados. – nos dijo.

Nos hemos ido a encerrar al hotel y continuamos cogiendo hasta agotarnos. Increíblemente pude echarle los 6 polvos a Silvia y ella no sé cuántos orgasmos haya alcanzado en los cuales solo tuvimos una pequeña interrupción. La mamá de Silvia le llama al celular y ella no le contesta. Continuamos follando con un nuevo ritmo y de nuevo vuelve a llamar. Silvia me dice que le debe contestar o no desistirá de llamar y se escucha la conversación pues Silvia la pone por el pequeño parlante en voz alta:

- Aló, mamá… dime.

- De seguro no me contestas porque ese condenado de Tony, te ha de tener con las patas abiertas.

- Mami, con cuidado, la tengo en voz alta

- A mí me tenés en voz alta y a vos te tiene con los calzones abajo… como si no los conociera a ustedes.

Me causó tanta gracia que tuve que reírme, pues en realidad no tenía los calzones abajo… Silvia no tenía ni calzones ni nada puesto, e irónicamente tenía a su hija, en esa posición de perrito, dándole por el culo a su querida hija, al igual que como un día nos sorprendió cogiendo a la edad de los 19 años.

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