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La insoportable susceptibilidad de una mujer

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La carretera cada día estaba más saturada, entre los problemas que había tenido en mi tienda con la nueva dependienta se me añadía ese plus de la separación con Juan, para el colmo a menudo tenía que desplazarme de forma diaria para concretar pedidos robándome tiempo, incluso días en esa localidad. Encima me saltaron el chivato de la reserva; y es que de todo eso del coche se encargaba Juan, hay que reconocer que todo lo tenía a punto. Gire en la primera gasolinera, en esa que estaba ese chaval tan grotesco en sus modales y sobreactuadas deferencias, no obstante, siempre repongo gasolina aquí, es curioso, a veces las personas somos repetitivos a pesar de todo.

—¡Buenos días! señora, qué le pongo.

—Buenos días, llénamelo por favor.

—Jo vaya buga potente tiene, pa pisarle a toda hostia.

—Lo tengo para desplazarme, de coches solo busco que vayan bien

—Pue no vea, un Audi no es poco moco de pavo.

—Veo que te gustan los coches.

—Me van la rehostia, aunque no puedo permitírmelo, el currele no da para tanto.

—Ya, ya… bueno, que te debo.

—40 euracos nena. Por cierto, por el Excelsia que ta la otra noche —dijo sarcásticamente.

—Como… como sabes tú…

—Uno se las apaña, na, tranqui no quería…

Volví a arrancar, estaba ofuscada y enfadada; busqué un cigarrillo en la guantera y lo encendí, la bocanada me alivio algo; puse música alegre, quería desconectar, estaba defraudada y algo extrañada, pare en una estación de servicio y me senté; olía a fritanga y a gasoil de camiones. Pedí una ensalada de la mierda de menú que había en el lugar, acompañado de algo de cerveza. Salí y ya en el coche hice la llamada:

—Hola, ¿qué tal nena?, que sorpresa, qué te cuentas.

—Javi, vuelvo a estar por la zona, y mira, he repostado en una gasolinera y el pelandrusco que me ha atendido ha hecho referencia al lugar que estuvimos la última vez.

—Ese es el Santi, es conocido por aquí —risas sonoras.

—¿De qué le conoces?

—Es colega, cuando estuve en la obra de la escuela, él estaba intentado sacarse la ESO, es un poco zopenco en los estudios, y en el curro se lo pedían.

—Tu no le habrás contado nada de…

—¡Oye!, a tu edad ya deberías saber ir por el mundo, ¿no crees?

—Por qué dices eso.

—Si cuando sales no sabes controlar la bebida, por eso de tu separación…

—Pensaba que había algo entre nosotros.

—Ja, ja, ja; tengo mi vida Nata, incluso novia, así que tu veras…

—Tenía que haberlo supuesto.

—Pues bien que disfrutaste —risa jocosa— las cuarentonas no veas como vais y aún tienes los melones duros.

—No te creía capaz… creí que no eras de esos…

Colgué en el acto, tenía que haberlo supuesto, hacerme ilusiones vanas y lo bueno es que en el fondo tienen razón, no tendría que buscarme esos objetivos tan fútiles, encima la bebida. Me zumbaban los oídos, ni siquiera el verde campo que bordeaba la carretera me parecía bello.

La razón ostensible para que esa misma noche me encontrara otra vez delante de la barra de un pub se debe a que los seres humanos somos repetitivos, si dicho lugar es el que había encontrado, tal vez ejerzan influjos mi separación… No sabría, ya que había tenido un día fatal, la gestión de mis pedidos me obligo a quedarme en la localidad y en ese abotamiento cerebral salí a tomarme un respiro y a ordenar mis pensamientos.

El ambiente era cargante, el olor a local estancado casi provocaba claustrofobia; los reflejos de los cristales colocados en la pared tras la barra del local me dejaban ver el ambiente hasta los topes; había elegido un lugar cercano con el que quedaba con Javi. En un momento dado me pareció ver unos movimientos característicos de una persona, como si fueran familiares. En efecto se trataba del chico de la gasolinera el cual al verme me dirigió una sonrisa socarrona.

—Hola, como estás hermosa —dijo él.

—Tú eres…

—Que pequeño es esto, a veces vengo por aquí a ver la mandanga.

—Ya veo…

—Se te nota algo preocupada; ¿quieres tomar algo nena?

Lo tenía ante mí, con garbo hortera, achulada de forma mecánica, sórdido. Vestía pantalones vaqueros ajustados, marcaba paquete como un macarra, camiseta hortera con la marca Pirelli negra. Ni que decir tiene que desentonaba con mi presencia, ya que, en un lance de ganas de salir y despejarme me había puesto un vestido negro, algo escotado, por encima de las rodillas.

—Estás muy molona tía.

—¿tú crees?

—Te invito a una pinta, no se hable más —lo dijo mirando al camarero guiñándole un ojo con ostentosa chulería, para que viera que estaba en pleno apogeo de la caza.

En el cuello, así como en sus brazos llevaba tatuajes, los cuales los lucía orgulloso aprovechando sus ademanes para realzarlos más. Acepte su invitación, y no solo esa cerveza, cayeron unas cuantas más. Su lenguaje era desarticulado, limitado gramaticalmente, aunque tenía esa chispa que da el dinamismo de la juventud. Me recordaba a esos grandullones que venían a vernos cuando yo jugaba a baloncesto en el instituto, siempre acosándome, pero bueno son viejos recuerdos.

Toda mente tiene su antagonista en el momento que el cerebro es anulado por algún poder añadido, como en este caso era el alcohol; y sí, señores, en ese momento ME REGALE, así como suena, empezó a morderme una oreja, me cuchicheaba, sus rudas manos me agarraban; estábamos en un local público era consciente y no podía evitarlo. La fuerza hormonal me ganaba. Desistí de esa galantería barata y fui al grano:

—Vamos a un lugar más cómodo.

—Como quieras nena —contesto él, no exento de una cara de triunfo, al mismo tiempo que miraba al camarero, en señal de victoria—. Tengo el buga afuera, ¿si quieres?

—No, me alojo a la vuelta de la esquina, será más cómodo.

—Te lo aseguro nena, no te arrepentirás.

Nada más salir me dio un morreo de dinosaurio, su lengua atrapo la mía como los lametazos de una vaca. Lo hizo delante del local para pasear su gloria delante de la concurrencia del local, para que quedara bien patente esa nueva adquisición.

Dios mío, que distintas somos cuando hemos sufrido un revés y estamos fuera de nuestra rutina cotidiana. ¡Tonta, tonta, tonta! ¿Por qué accedo a hacer estas cosas? Bueno, basta de peroratas mentales, lo hecho hecho está. El avance post follada estaba en marcha y solo me cabía disfrutar del momento; era una persona libre y no tenía que rendir cuentas a nadie.

Ya se ha relatado cómo fui convencida, mejor dicho: autoconvencida. Caminaba al lado del chico, él iba agarrándome con propiedad y consciente del principio que le otorgaba el triunvirato de su conquista. Mas ahora resta por concluir el último desenlace de la noche que no es otro que la entrada en el alojamiento que me hospedaba esa noche.

Aun no habiendo llegado me manoseaba, me besuqueaba. Entramos por la puerta uno tras otro, por no llamar mucho la atención; inclusive de esta forma fui escrutado por el gordinflón sereno, el cual se abstuvo de poner impedimento alguno, aunque su mirada hacía mi acompañante fue de complicidad varonil. Una vez dentro de la habitación sin dilación alguna me morreo como una fiera, al mismo tiempo que me estrujaba el culo. Su boca tenía sabor a alcohol y tabaco, sus lametones me dejaban saliva en mi cara. En un diligente movimiento de sus manazas me sospeso mis pechos, para después de un tirón carente de sensualidad quitarme el vestido y contemplarme en ropa interior.

—Tienes meneo nena —dijo él

—Veo que te gusta ir al grano —En el mismo instante que me despojaba de mi tanga y sostén.

—Siempre me gusta ver en pelota picada la chica que me voy a cepillar, para saber a que atenerme.

—Pareces muy seguro y chulito.

—¡Oye! soy joven, pero he tumbado a mucha hembra, y bien veo, que tú no te lo has pensado mucho, ¿no crees?

—Estoy algo alegre y con ganas de desconectar, será eso, tú estabas… y bueno…

Quitándose de repente su hortera camiseta, así como su pantalón y calzoncillos quedo delante de mí completamente desnudo y mirándome retador se empezó a pajear y a cogerse los testículos. En la ingle llevaba un escorpión tatuado. Su polla era larga, gruesa, nervuda y descapullada. Se sentó en el pequeño butacón de la habitación con sus piernas separadas al mismo tiempo que yo en un reflejo automático me agaché y le empecé un pajeo. Su piel era suave; subía y bajaba la piel del pene, para después engullirlo y lamerlo con mi boca; él de su parte me dirigía la mamada presionándome la nuca, su glande me llegaba a la campanilla de la boca, me atragantaba, a ratos babeaba, tenía que respirar por la nariz, ese mástil me ocupaba toda la boca bloqueándome la tráquea.

—La mamas como una estrella del porno, se nota que estabas con hambre de polla y ahora la tomas como si fuera tu vitamina, en el fondo eres una puta desesperada. —Me decía mientras me miraba a los ojos y ronroneaba de gozo—. Ahora succiona mis testículos y mírame a la cara, me gusta ver cómo te los engulles uno por uno.

Se agarró su bolsa testicular y la aprisiono como si de un globo se tratara, quedando un escroto tensado; lo lamí lentamente para después aspirarlos como un huevo hervido se tratara, pero con piel rugosa. Emitía gruñidos roncos y profundos. Mientras tanto yo me notaba mojada. Me friccionaba con mi mano el clítoris, estaba excitada, comía con más ansiedad sus testículos con frenesí.

—Necesitabas alguien que te diera caña de la buena, ahora tienes material para saborearlo. —Cerraba los ojos, apretaba la mandíbula; sus piernas empezaron a temblar—. Túmbate de una vez, te voy a preparar para joderte.

Ya sobre la cama me abrió de piernas empezando a dedearme el clítoris, removía en círculos como si estuviera pasando el puré de patatas por el túrmix para quitarle los grumos. Me levanto las piernas cogiéndome de las rodillas aupándolas hasta arriba; su lengua era rápida, me lamia la parte superior de mi clítoris, yo me ponía de cada vez más mojada, estaba ansiosa de gozo. Mi alma estaba separada de mi cuerpo, se me nublaba la vista.

—Veo que estás a punto nena, te voy a follar como nunca te lo han hecho, este coño parece mantequilla derretida, ahora vas a probar una polla de verdad.

Su glande apuntaba a mi vagina y en un movimiento rápido de cadera me la clavo entera de una tacada sonora dejándola dentro sin moverse.

—¿La sientes? —Mientras me miraba con ojos voraces y líquidos.

—¡Sí, sí! —Dije desesperada de placer—, dame más por favor.

—Tendrás tu ración puta, pero tendrás que pedirla, ¿te gusta así, dentro toda?

—¡Por dios, dame más, muévete! No me hagas desesperar.

—Estás acostumbrada a que lo hagan todo a tu manera nena, no seas impaciente. —al mismo tiempo que la sacaba entera y con el mismo proceder anterior volvió a dejarla otra vez clavada e inmóvil.

Apretaba sus nalgas para que se moviera, estaba inmutable en esa posición, nunca pensé que hubiera deseado con más vehemencia que se hicieran mis dictados, estaba a merced de un chulapo, me daba una auténtica lección de gozo y delirio. Ninguna voluntad podía resistirlo.

—¿Así nena? —Dijo empezando a moverse despacio— pues prepárate que llega el espectáculo.

—¡Dame, dame! Mmm, como me gusta. Quiero más, más…

—Toma, toma; la sientes ahora puta, dime la sientes —mientras incrementaba el ritmo.

Empezó un ritmo de menos a más. Mis rodillas estaban sobre sus hombros, me bombeaba con impulso, sus mete-sacas se volvieron rápidos, de tacadas profundas y sonoras, al rato mantuvo una uniformidad de adentros afuera siendo este el ritmo uniforme y constante; notaba como sus testículos rebotaban en mi culo, me la clavaba hasta el fondo, mi coño chapoteaba, emitía un ¡chap, chap!; ¡chop, chop! constante, llegue a emitir pedos vaginales.

—Toma, toma; siéntela. —Respiraba profundo, sudaba, jadeaba.

—Así, así… ¡Mmm, oooh, ahhh! Me vengo, me vengo. —dije gritando de forma desesperada.

Sus embestidas parecían trallazos eléctricos, estaba descargando su semen dentro de mi vagina, hasta que emitió ¡Ohhh! gutural y profundo para quedarse tendido boca arriba a mi lado. Notaba como el semen me resbalaba por los muslos, su corrida había sido abundante. Yo de mi parte me notaba quebrada por el placer corporal recibido; él mantenía ese aspecto de majestad de poderío, inmutable a mi lado, ni una caricia ni tan siguiera un beso de final de coito. Quede somnolienta, sin ánimo de ir al lavabo tan siquiera; él estaba montando un canuto de marihuana mientras tenía en su boca un pitillo. El aire era cargante, la ropa por el suelo, la cama desecha, los dos tendidos.

—Voy a buscar mi tabaco. —dije.

—Está aquí.

—Ni tan siquiera me ofreces un cigarrillo, que encima son de los míos.

—No soy tan diligente tía, creía que querrías descansar un rato, no veas como has disfrutado nena.

—Ahora acabo el peta y nos lo fumamos, ¿te gusta la marihuana?

Durante un buen rato le dimos al porro, y del minibar de la habitación tomamos algunos botellines de alcohol dejándome algo peda y somnolienta un rato.

Me desperté notando que me besaban mis nalgas, había dormido un rato, me di cuenta que hurgaban en mi ano.

—No tiene mucho uso. —dijo él.

—La verdad es que no he practicado mucho el anal… y hoy no estoy para… serás guarro, tengo que ir al lavabo.

Con la esperma que tenía mi coño aprovecho para lubrificar mi ano, primero introduciendo un dedo y moverlo como si fuera un consolador.

—Relájate, estás algo estrecha aún…

Me fue hurgando hasta meterme dos dedos, sentía placer indeseado, me sentía sucia, aunque al mismo tiempo mi voluntad no podía resistirlo. De repente se puso de pie, con seguridad, era como una maquina retroactivada, la cual había estado en reposo, el cipote volvía a apuntar al techo amenazante. El empalme era serio, se había terminado el reposo.

—Ponte en cuatro, voy a follarte el culo como a una perra. —dijo en tono autoritario y altanero.

Inducida por mi antagonista existencial, como un autómata me puse en posición de perrito, a continuación note como el me separaba las nalgas y escupía sonoramente en mi culo. Se puso a horcajadas e intento entrar la punta, la cual entro con algo de dificultad.

—Estás muy cerrada, ¿tienes por ahí algo de crema?

Fui al baño y encontré mi crema corporal, la cual en facsímil de la postura adoptada previo embadurnamiento se consiguió avanzar en la vía rectal.

—¡Ahora! Esto tiene recorrido, puedo entrarla y sacarla; empiezo unas vueltas de reconocimiento y ya te meto la enculada, así qué, estate al loro.

—¡Toma puta!

Empezó a follarme el culo al mismo tiempo que me tiraba de los cabellos, como si de un jinete que monta un caballo se tratara. Mi zona anal ardía, me escocia, notaba esa masa que ocupaba todo el conducto, ya la metía y sacaba sin compasión; yo misma me friccionaba el clítoris, notaba que me vendría otra vez, y de una manera muy diferente a lo que estaba habituada. Nuevas sensaciones; mi coño estaba viscoso, todo se mezclaba, mis flujos y el esperma vaciado con anterioridad: me vine intensamente, tanto que me oriné. Al mismo tiempo el me sacaba la polla de mi culo y volteándome me descargo en la cara. No veía nada, los ojos me escocían, a ciegas fui al baño, me duché. Al salir ya se había ido.

Sonó el teléfono, me informaron de recepción que eran las 8:00 era hora de partir; estaba resacosa y pesada, el ambiente era denso con ese olor cargado a tabaco y a sexo. Abrí las ventanas, a las 8:30 tenía que dejar la habitación. Pagué y volví a por mis cosas, al salir pude oír los cuchicheos y comentarios de dos señoras de la limpieza: “desde luego es una puerca” al mismo tiempo que encontré una cartera de bolsillo (roja con escudo de un equipo de futbol pegado, junto con la identificación). Por sus señas me quedaba lejos del lugar, así que la dejaría en la gasolinera, lo más seguro es que trabajara.

Me venía la brisa de la ventanilla, el olor a campo recién segado gire en la salida de la gasolinera, baje sin parar el motor. Les dije que le dieran la cartera, aunque me informaron que estaba en la habitación de la trastienda comiendo algo, que yo misma se lo llevara -al mismo tiempo notaba como me observaban subrepticiamente y con risas socarronas entre ellos-; entre en un pequeño habitáculo, la sensación fue de rabia contenida, estupor y sentirme estúpida y usada. En la pared estaba colgado mi Tanga (Emporio Armani. Hechos de encaje. Material: 54% poliamida, 31% poliéster) a modo de trofeo.

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