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Visitas a mi vecino (El esposo de Sofía - 1ª parte)

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Después de la sesión de sexo que tuvo Rafa en el cumple de Gustavo, a las 07:?, más o menos, ¡por fin!, pudo bajar a su casa.

D. Tomás, tuvo a gala ser el rumboso que acostumbraba a ser; y le agradeció sus servicios con una muy buena propina.

Más, los 300€ de D. Carlos y Mario…

… ¡en fin!, que salió hecho un hombre de esa casa.

Cuando llegó, procuró no hacer mucho ruido; no quería despertar, ni a su madre, ni a su hijo. Se duchó y se metió en la cama.

Soñó con Dieguito, al que perseguía... pero no podía atrapar, y se despertó casi a las 14:00, porque su madre le zarandeó diciendo:

- ¡Pero, bueno!, ¿que es lo que te pasa a ti hoy?. Con lo madrugador que eres. ¡Anda!, ¡levantate ya!, hombre, ¡que son las dos!

Se sentía agotado y sucio, y algunos de sus pensamientos le inquietaban.

Después de comer llamó a su madrina para hablar con ella.

Pero, cuando la vio entrar en la cafetería, acompañada de su hija, la mayor, pensó que había perdido la tarde. Charo, enseguida, se despidió de ella y se acercó a él...

- Solo ha venido a acompañarme; tiene que hacer unas compras... ¡no te preocupes!…

¡Anda!, dame un par de besos, hijo... que yo ya sé que quieres hablar conmigo a solas.

Rafa, aliviado, la invitó a sentarse, y después de acomodarse en la mesa, empezó a contarle todo lo necesario para que estuviera al corriente de su vida en estos últimos días.

- ¡Por favor!, dile a Sofía que hable con su esposo. No encuentro nada... y estoy desesperado; y preocupado por si cojo algo raro. Una enfermedad de esas, ¡ya sabes!…

¡Tu me entiendes!, ¿verdad?

- Claro que te entiendo, hijo... pero, te estoy oyendo y se me cae el alma a los pies.

Dña. Charo se quedó en silencio un ratito, y continuó...

Tu sabes que no te voy a juzgar... y también, que soy una tumba; así que, yo misma hablaré con Ramón para que te reciba lo antes posible, ¿te parece bien?

- Perfecto.

- Ya sabes que es urólogo, ¿verdad?. Y que tiene la clínica detrás de casa... por si necesitas algo.

- ¡Si!…

… te lo agradezco, de corazón, madrina. A ver cuando te animas y te pasas por casa; que Marcos se acuerda mucho de ti.

- ¡Está bien, hijo!, pero, ¡lo dicho!... que, luego te llamó y te digo cuando puedes pasarte por la consulta; y así le cuentas todo a él, ¿vale?…

- ¡Vale!

- ¡Venga!… y dale un beso a tu madre, de mi parte… y otro para Oscar ¡eh!. Que yo también tengo ganas de verles.

- ¡Muchas gracias, madrina!

-¡Mira!, por ahí llega Sofía... ¡adios, cariño!

- ¡Adios!

Miró el reloj; y se dio cuenta de que ya se le había hecho tarde para ver el partido...

Siguió calle abajo, y cogió el 27…

Ya, en el autobús, llamó a Diego; y después de preguntarle como iba el partido, quedó con él para ver el segundo tiempo en su casa.

Le apetecía pasar la tarde con él.

Ese día, al esposo de Sofía le costó bastante trabajo aparcar. Le había pedido a Mirta, su secretaria, que abriera la consulta; y llegaba tarde.

El portero le entregó los periódicos del día, y se disculpo ante él.

- ¡Lo siento mucho!, Dr. Prieto, me disponía a subirlos cuando le he visto. Espero que no le importe. ¿Se los entrego a Vd.?. Hoy tengo el día muy ocupado.

- ¡No se preocupe!, Federico. ¡Yo los subo!.

Entró en el ascensor, ojeándolos... y cuando llegó, vio que la puerta estaba entreabierta.

- ¡Buenos días Mirta!, disculpe la tardanza…

- No se preocupe doctor, me ha llamado mi madre y, parece ser, que el vuelo se ha retrasado una hora; así que puedo estar aquí otros veinte minutos…

- ¡Estupendo!… ¡ah!, y no se vaya a molestar, Mirta, pero ya sabe que detesto que la puerta de la entrada se quede abierta.

- ¡Lo siento!, doctor. Debe haber sido el recomendado de Dña. Rosario.

Y en ese momento volvió a él la conversación en la que su suegra le había pedido que atendiera a su ahijado... y también recordó lo que su suegro decía de él.

- Es una maravilla, Ramón. No te puedes imaginar lo rico que está.

Según le había comentado, ese Rafael era tremendo macho.

- ¡Mirta!, haga el favor de avisar al paciente. A ver si tengo suerte y acabamos pronto…

… y, ¡por favor! avíseme cuando se vaya a ir a recoger a su madre, ¿Ok?

- Si, doctor.

- Y déjeme las llaves; y así no hace falta que venga a cerrar la consulta. Hoy tengo muchas cosas que hacer.

Luego, desayunó lo mas rápidamente que pudo… y cuando oyó la puerta (que se abría). Se encontró con un pedazo de tío, que pedía permiso para entrar…

Apartó su taza de café y....

¡Adelante!… pasa, pasa…

- ¡Buenos días doctor.!

- ¡Buenos días!… siéntate por favor…

- ¿Te han hecho la ficha?…

- ¡No!.

- ¡Bueno! pues voy a hacértela, yo…

… ¿como te llamas?

- ¡Rafa!…

... Rafael Roca García

- ¿edad?

- 34 años

- ¿Domicilio?…

No hace falta que me lo des...

… lo tengo anotado en mi agenda, que ayer me lo dio mi suegra…

¿Algún problema físico, o enfermedad?…

- ¡No!.

- ¿Tienes alergia a algún medicamento?

- ¡No!, que yo sepa, doctor.

- ¡Está bien!...

Terminó de rellenar la ficha con los datos necesarios, y…

- Bueno, pues... ¡a ver!, cuéntame... ¿que te trae por aquí?

- Pues verá, Dr.:

Ayer estuve hablando con Dña. Rosario, mi madrina, y le confesé algo que nadie debe saber doctor...

… supongo que se lo habrá contado ¿no?. Me dijo que Vd. lo entendería y que sería muy discreto. Y también que le hablara con toda confianza.

- ¡Por supuesto!...

- Solo llevó unos días, haciéndolo; y me he visto en la necesidad de hacerlo, para que a mi hijo y a mi madre no les falte, porque no encuentro trabajo de nada.

De momento, no encuentro otra forma de ganarme la vida… ¿me sigue?

- ¡Si!. ¡si!… continúa...

- Pero, mi madrina me dijo que no podía hacer las cosas como las estaba haciendo, y que tenía que venir a verle; para, al menos, estar controlado por un buen médico.

Insistió en que me pusiera en sus manos.

- Al oír esto, y viendo al ejemplar que tenía delante, el Dr. Prieto se puso a cavilar.

- ¡Que bueno está el cabrón!... era la frase que se repetía en su cabeza.

- ¡Bien! pasa detrás de ese biombo y te desnudas hasta quedarte en calzoncillos.

- ¡Si!, doctor...

El podía verle perfectamente desde su mesa (a través de un amplio espejo que mandó poner encima del lavabo, ya hace tiempo, situado frente a la camilla de reconocimiento).

Se sentó en su butaca y le observó mientras se desnudaba. Era muy excitante, ver como poco a poco se iba quedando en calzoncillos y dejaba al descubierto ese hermoso cuerpo. Al terminar, Rafa se sentó en la camilla y esperó al doctor... que pasados unos minutos, se acercó a él.

- Bueno, voy a hacerte un reconocimiento completo. Túmbate en la camilla, ¡por favor!...

- ¡A ver esos oídos!…

Mientras los examinaba aprovechó para acariciarle las orejas, suavemente…

... Rafa, solo se encogió un poquito, pero no dijo nada.

Siguió con los ojos. Unos preciosos ojos verdes que mostraban cierto nerviosismo.

- Será mejor que te ayude a tranquilizarte, pareces nervioso…

- ¡Si!... un poco...

Y aprovechó para inyectarle algo que había conseguido a través de su suegro y que producía una agradable relajación…

… y continuó con el reconocimiento.

- ¡Bueno!, a ver la nariz!…

... ¡bien!, ¡muy bien!

¡Y la boca!…

… y le introdujo un dedo, queriendo atrapar la humedad de su boca (con el pretexto de examinar la dentadura)... pero, por un momento, tuvo la sensación de que si se entretenía un poco más, empezaría a sospechar; y eso aumentó su nerviosismo ostensiblemente (procuró disimular).

Bajó, con naturalidad, a su cuello; y lo acarició suavemente. Miró si su garganta presentaba alguna inflamación y siguió bajando, para colocarle el fonendo en el pecho; y, con mucho disimulo, estuvo acariciándolo.

- ¡Mmmmmmm!, que suavidad, pensó… y se mojó los labios.

Luego, le pidió que se sentara en la camilla y comprobó sus reflejos; respondía perfectamente…

Después, decidió avanzar un poco mas, y cogiendo uno de sus pies, lo examinó minuciosamente, dándole un pequeño masaje mientras lo sostenía levantado a la altura de sus ojos; aprovechó para echar una visual intensa a su entrepierna.

Comprobó si al paciente le había llamado la atención ese detalle, y como lo vio tranquilo y confiado, repitió lo mismo con la otra pierna; aunque, ahora, ya lo hizo con mucho más descaro y detenimiento.

Le ordenó que se pusiera de pie; y él mismo le bajó los calzoncillos…

- ¡Mmmmm!… ¡que buen rabo tiene, el cabrón!… y, ¡vaya par de huevos!… (era su voz interior, que no paraba de hablarle).

Terminó de quitárselos; y le metió la mano debajo de los huevos, para sopesarlos...

- ¿Puedes toser?…

- ¡Si!, doctor...

Llegó a pedírselo hasta cuatro veces…

Luego, le descubrió el capullo; y estuvo mirándoselo detenidamente… y creo que se entretuvo demasiado con la polla en la mano; porque Rafa le miró fijamente, con gesto interrogante.

- Necesito que vuelvas a tumbarte en la camilla, y te des la vuelta ¡por favor!.

- ¡Si!, doctor.

Se separó un poco (acercándose a la ventana) y con el móvil en la mano, le mandó el número mágico a su suegro.

Le tenía completamente al palo.

Luego se acercó a su mesa; y cogiendo un termómetro, se lo enchufó en el culo.

- Tengo que tomarte la temperatura… ¿estás mas tranquilo ya?

- ¡Si, doctor!, mucho más...

Continuó recorriendo ese cuerpo con su fonendoscopio, para no perderse nada; y estuvo varios minutos simulando seguir con el reconocimiento. Luego, volvió a su mesa para coger de su bolsa de aseo una pomada muy especial… y regresó junto al paciente.

- ¡Bueno, de momento todo parece estar bien. Tienes una buena temperatura. Pero, aún me falta echarle un vistazo a tu próstata…

Le separó las nalgas y miró ese ojete durante un buen rato; mientras lo acariciaba con la yema de los dedos, delicadamente.

- ¡Precioso!, pensaba…

Pero, le pareció oír la moto de Juan Carlos, su suegro; y se acercó a la ventana para comprobar si ese ruido era el del motor de la Harley Davidson.

Efectivamente, así era. Y en segundos, sonaba el timbre de la puerta de entrada.

Llegaba con una amplia sonrisa…

- ¿Hay pajarito?

- ¡Shhhh!…¡calla!, y pasa al despacho...

Nada mas entrar, pudo verle tumbado boca abajo

- ¡Wow!… dijo, esbozando esa exclamación con los labios, sin emitir sonido alguno.

- ¿De donde lo has sacado?

- Es el ahijado de tu ex, ¡joder!... ¿es que no lo reconoces?... me lo ha mandado ella, para que le haga un control.

- ¿Rafa?… ¿no me digas?. Con la ganas que le tengo

- ¿Sabes que le espiaba antes de irme de casa?. Tenía controlados todos sus movimientos. Creo que me enamoré de él cuando fuimos a ver al pequeñajo que dio a luz su mujer.

Nos acercamos a la camilla y...

- Es mi suegro, espero que no te importe

- ¡Ah!, no, no… claro que no…

¡Buenos días! D. Juan?, ¿como está?... ¡hace mucho que no le veo!.

- ¡Hola, Rafa!. ¿Algún problema?

- No, contestó el doctor. Parece que todo está en orden. Más bien son cosas que conviene tener controladas…

- Entonces ¿lo has examinado a fondo?

- ¡Por supuesto!, pero me vendría bien tu opinión, si llega el caso.

No se si sabes, que mi suegro esta haciendo un estudio sobre nuevos fármacos para enfermedades venéreas…

… y, también lleva a cabo una investigación con su equipo médico, para facilitar un mejor control de la salud sexual. ¿Si quieres colaborar con él?. Es el mejor control que te puedo ofrecer, Rafael.

- ¡Genial!... me parece genial.

- Aunque, tendrás que venir por aquí a menudo ¡eh!…

- ¡Si!, ¡Si!... y además, tendrá que firmar algunos papeles, para autorizarnos, dijo Juan Carlos.

¡Levántate y ven a la ventana, Rafa, que quiero que veas lo último que me he comprado.

Rafa se levantó y se acercó al ex de su madrina, que le echó el brazo por los hombros y se lo llevó tranquilamente a la ventana.

- ¿Que te parece mi última adquisición?…

Rafa, se asomó a la ventana y se quedó mirando la Harley durante un rato. Sonreía, pero se le veía pensativo…

Sin embartgo el Dr. Prieto miraba en dirección a la ventana con el rabo a punto de estallarle.

- ¡Pffffffffff !... que culazo tiene ese cabrón, pensaba…

... no podía apartar la vista.

- ¡Que quiere que me parezca, D. Juan!. ¡Una maravilla!.

Pero, Juan Carlos se acercó a su oído y le preguntó

- ¿Es que hay algo que te preocupe, Rafa?

- Pues, es que… eso de firmar una autorización...

- ¡Va!, no te preocupes, Rafa. Ahora todo va así. Para cualquier prueba que te hagamos, tenemos que pedirte una autorización, es una simple formalidad. Por si las moscas…

… así nos curamos en salud...

A ver, ¡siéntate en esta silla!…

Y cogiendo la silla de la mesa del despacho la puso frente a él.

- La primera prueba requiere algunas muestras… pero, con Ramón y conmigo, todo será muy fácil. ¡Ya verás!.

Ramón dale un pequeño masaje en el cuello, mientras yo le preparó para que se relaje ¿ok?

- ¡Ok!, dijo el Dr. Prieto.

Juan Carlos sacó un colgante del bolsillo del pantalón y lo levantó. Era una bonito cristal blanco de un brillo poco frecuente, que reflejaba los rayos de sol que estaban empezando a entrar por la ventana del despacho.

Y empezó a moverlo como si fuera un péndulo delante de Rafa.

- Mira este cristal fijamente, no le quites la vista de encima ni un solo momento… empezarás a sentir un gran relax…

… ¿sientes como te relajas, Rafa?.

- ¡Si!

- Poco a poco, te sentirás muy a gusto, ¡ya verás!…

Lo mantuvo en ese balanceo pendular cierto tiempo; y al rato...

… tienes mucho sueño, ¿verdad?

- ¡Si!

- Pues, duerme y descansa ¿vale?

Rafa, no contestó…

Al rato...

- ¿Me oyes?, Rafa… ¿me oyes?

- ¡Si!

- ¿Estás bien?

- ¡Si!

- Estas lleno de energía, ¿verdad?... y lo único que quieres es hacer lo que el Dr. Prieto y yo pidamos…

- ¡Si!, señor

- ¡Ponte en pie!, y acércate.

Rafa, se levantó de la silla y se acercó al doctor…. y se quedó quieto, esperando volver oír la voz de Juan Carlos

Ramón (el Dr. Prieto) empezó a acariciarle las nalgas, por indicación de su suegro.

- ¿Te gusta, lo que te hace el doctor, Rafa?...

- ¡No sé!

- ¡Si!... ¡claro que te gusta!... ¡por supuesto!... ¡te gusta mucho!... ¿verdad que te gusta?

- ¡Si!, me gusta mucho

- A partir de ahora, te gustará todo lo que el Dr. Prieto y yo te hagamos ¿de acuerdo?… y harás todo lo que el doctor y yo te digamos

- ¡Si!, D. Juan...

Se acercó a él y empezó a comerle la polla…

- ¿Te gusta lo que te hago, Rafa?

- ¡Si!, me gusta mucho

- ¡Muy bien!… a mi también me gusta

Sacó de su bolsillo un par de chicles con sabor a menta y se los metió en la boca.

- ¡Masticalos!, Rafa...

Ya lo tenían...

Le cogió la mano; y se quedó extasiado mirando sus dedos. Se los metió en la boca y se dedicó a chuparlos, mientras decía:

- ¡Mmmmm!, como me gusta este cabrón. ¿Has visto que manos tiene?, Ramón; y siguió chupándolos... ¡me encantan!…

Luego, se lo llevaron al cuarto de baño, y tras meterlo en la ducha, se dedicaron a lavarle con verdadero esmero.

Su suegro, empezó a lavarle la cabeza, cubriendola con shampoo Johnson’s para niños, de una botellita roja que había en el estante; y frota que te frota, en cuestión de segundos, consiguió un montón de espuma.

Disfrutaba teniéndolo así; con la cabeza entre sus manos... acariciándolo y sintiendo ese pelo, tan suave entre sus dedos…

… pero, no tardó mucho en aclarárselo. Siguiendo el impulso de su más profundo deseo empezó a lamerle la cara y a comerle la boca... y a besar los paŕpados de esos preciosos ojos verdes…

Luego pasó a morderle en las orejas y a darle mordisquitos en el cuello…

… y mientras, bajaba con las manos al pecho para estimular esos pezones y seguir haciendo espuma con el gel que le escurría desde los hombros.

Ramón, se había dedicado a frotarle entre las piernas, a fondo... y se había hecho cargo de ese rabo, los huevos y sobretodo esa tremenda raja, repleta de espuma, por la que paseaba sus dedos insistentemente.

Pero, de repente, Juan Carlos se acordó de que su cámara de video la llevaba en uno de los bolsillos de la Harley.

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