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La fiesta con las ricachonas de la ciudad

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Recuerdo ese año con mucho agrado, Lora y yo por fin lográbamos salir de fiestas cada vez más, dependiendo del lugar al que fuéramos decidíamos si iba de mujer o de hombre, aunque ya estaba muy feminizada a veces pasaba como uno más entre tanto melenudo de mediados de los 70s. Los jóvenes imitábamos a los gringos en su vestimenta unisex y eso me facilitaba mucho las cosas para jotear. Así una vez nos fuimos a una fiesta en la casona de un chico ricachón que no sé cómo pero, hizo amistad con Lora, la invitó y ella me coló a la fiesta.

La gente más rica de la ciudad y sus infaltables lamepelotas estaban ahí, el ambiente era diferente a muchas de las fiestas a las que anteriormente habíamos acudido, chicas muy guapas, blancas de ojos claros, chicos igual, bebidas finas y hasta meseros, música de “onda” de buenos grupos norteamericanos se escuchaba en el potente equipo de sonido muy fino. Varios sofás y sillones por la inmensa sala, realmente era gente que sabía vivir bien, buenas botanas, de salmón con galletas, cremas condimentadas, paté y muchas cosas ricas para llevarse a la boca. Los chicos hablaban de tópicos interesantes, que los Beatles, del falso Paul, de la integración de la gente de color en Norteamérica, de Europa y sus últimas modas, de muchas cosas de las que Lora y yo no sabíamos casi nada. Ellos también hablaban de sus viajes a Norteamérica, que en Canadá esto, que en USA aquello, que en Ginebra no sé qué, que…

Lora rápidamente se integró a su amigo y su grupito, yo me puse a deambular por la casona para conocerla, me di cuenta que los ricos de la ciudad vivían una realidad muy distinta a la de nosotros los pobres. Unas chicas muy hermosas reían en una palapa en el jardín, me acerque disimuladamente un poco, hablaban de hombres, reconocí a una de ellas como la hijita de un empresario para el cual mi padre había estado haciendo viajes de sus productos. Era una hija de españoles muy linda, delgada, con una cara preciosa y vestida a lo hippie con una minifalda que mostraba sus lindas y blancas piernas, arriba vestía una chamarra de gamuza con tiritas de cuero al estilo “apache”, el pelo suelto y lacio de color dorado que resaltaba sus ojazos verdes, calzaba unos finos huaraches amarillos con rojo muy originales.

Noté que hablaban de su último viaje a Madrid y de un chico que la dejó loquita de amor. Las otras cuatro chicas eran igualmente hermosas, una que nunca había visto antes me llamó la atención por su belleza, de 1.65 de estatura, muy blanca y con el cabello lacio negrísimo y ojos color miel, de labios rojos, una beldad verdadera se llamaba Samdra, así con “m”, decía que acababa de regresar de Líbano, a donde había ido a visitar a su abuela. De pronto ésta chica notó mi presencia y al mirarme fijamente las demás voltearon sus ojos a mí. Me sentí apenada, una intrusa, me recorrieron de arriba abajo y una, la más alta se me acercó ¿Se te ofrece algo? Preguntó duramente. No, disculpa solo estoy conociendo la casa ¿Eres…? Julieta, bueno así me gusta que me llamen. Pero ¿Qué eres… hombre, niña o que madres? Soy niño-niña, dije al instante ¡Ah! Bueno, si no te importa… es una plática entre amigas y, creo que tú no lo eres de nosotras. Me retiré muy avergonzada, entré de nuevo al salón buscando a Lora, ésta ya estaba bailando con el anfitrión, un chico hermoso de cabello crespo rubio y alto, de ojos azules y vestido con ropa fina marca Topeka. Busqué una silla vacía y me senté a mirar mientras me tomaba un cuba libre.

De repente se me acercó Samdra ¡Disculpa a mis amigas son un poquito groseras! Me llamo Samdra y tu ¿Julieta dices? Sí, no te gusta. No es que eres rara, bueno ¿Eres un tío verdad? No, soy una nena en el cuerpo de un tío pero me estoy arreglando para ser yo, una mujer igual que tú. Pero eso que dices no puede ser, no puedes tener bebés. Si puedo, solo que necesito a una mujer para ello ¡Entiendo! Me extendió su manita suave y fina y yo le di la mía, nos saludamos, se sentó a mi lado, su vestido blanco de manta (una tela con la que se confeccionaba la ropa indígena en México) se levantó un poco y pude admirar sus rodillas perfectas, debajo unas pantorrillas bien torneadas… ¡Qué delicia de muchacha! pensé inmediatamente ¿De dónde eres Samdra? De aquí solo que estuve en Canadá en una escuela para niñas. Yuli ¿Te gusta Barry White? ¿Quién? El que canta ahorita. No lo había oído antes. Es que ese disco es nuevo, lo trajo Charo de Estados Unidos. Que bien ¿No? ¿Quién es Charo? Me señaló a la hija del empresario. Bien te dejo, eh, voy un ratito con mis amigas, que te diviertas Julieta.

Noté que hablaban de mí, me miraban como a un bicho raro. Así y todo Lora se veía muy hermosa entre tanta chica rica, no desentonaba para nada, al contrario era más audaz y vivaz que otras por lo que los galanes estuvieron atendiéndola todo el tiempo. Yo bebí copa tras copa, hasta quedar ebria y en un desplante de locura me acerqué a Samdra y le dije al oído ¿Me ayudas con algo? ¿Con qué? Ven vamos a buscar un cuarto y te explico. Pero, es que… estoy ocupada ¡Ándale ayúdame un poco! Intrigada me acompañó pero se hizo de Dulce María, otra chica rica para que fuera también. Entramos al tercer piso a una habitación enorme decorada con espejos ¿Aquí está bien? Preguntó Samdra ¡Perfecto! ¿Qué quieres que hagamos por ti? Préstame tu vestido y ponte mi ropa ¿Qué cambiemos de ropa. Sí solo por un rato, tú serás yo y yo seré tú. Dulce dijo ¿Cómo para qué? Para divertirnos, a ver que hacen los tíos, a la mejor alguno cambia de bando gracias a mí. Parece un plan loco pero interesante.

Dulce María llevaba un minivestido ajustado negro sin tirantes y medias negras, con zapatos de aguja delgada y de punta. Ella dijo ¡Ponte mi ropa! Samdra, ve por maquillaje y aretes de clip. Yuli, será nuestra amiga. Así intercambiamos ropa, no le sorprendió a Dulce que yo llevara pantaletas debajo de los pantalones, al quedar desnuda, me dijo… ¡Increíble, eres una chica con pene, hasta tienes tetas! Me acomodé el vestido y me quedó a la perfección, Sambra me maquilló y llamó al bajar a sus demás amigas, las otras reían divertidas y me miraban fascinadas por cómo me metí el pene hacia atrás y lo oculté con una toalla sanitaria de una de ellas, me calcé los zapatos de aguja y me solté el pelo haciéndome un flequillo ¡Wow, que hermosa te ves, eres una nena! Dijo Charo impresionada por mi cambio, me puse las medias negras y eso estilizó mucho mis piernas de por sí ya femeninas. Una chica, la altota, con tipo de gringa dijo… Cierra la puerta mirando a Igonne (con g), se arrodilló enfrente de mi y me sacó la verga. Espera, me la acomodé ya dije. ¡Quiero ver! La tomó dulcemente entre sus manos mientras las otras reían nerviosamente y me la acarició con maestría ¿Sientes algo? ¡Claro que siento! ¡Qué chiquito lo tenés! Una de ella dijo es que es argentina la muy puta. Se lo metió en su deliciosa boquita y me lo mamó a gusto.

Mientras Samdra aun desnuda de la cintura para abajo (solo tenía puesta mi playera negra estampada con un Mickey Mouse) se acarició la papaya ¡No mamen, me estoy poniendo cachonda niñas! Igonne sacó mi pene de su dulce boca y le ordenó a Samdra, acuéstate y abre las piernas, este puto te va estrenar ¡No cómo crees! ¡Anda tonta, por Dios que ninguna vamos a decir nada! Las otras dijeron al unísono. ¡Sí, hazlo! Se acostó en la orilla del sofá y dio un trago largo a su bebida de whisky se bajó las pantaletas blanquísimas y separó las bellas y blanquísimas piernas, noté un lunar negro del tamaño de una moneda pequeña en la cara interna del muslo derecho, Igonne me alzó el vestido y acarició nuevamente mi pene para que se pusiera duro, me inclinó hacia Samdra y lo guío hacía esa vagina que supusimos todas que era virgen pero, al entrar en ella me di cuenta que no lo era, comencé a bombearla mirándola a la cara preciosa que hizo un gesto de enorme placer, comencé el mete y saca con lujuria, se mojó rápidamente mientras Igonne y Charo levantaban sus piernas lo más alto que podían. Suaves gemidos salieron de la boca de Samdra ¡Ay, ay, me vengo! ¡Vente puta, vente rico!, se me ocurrió meterle un dedo en su ano lubricado con sus propios fluidos y se vino retorciéndose de placer, yo lo saqué rápidamente y le embarre mi semen en ese lunar frotándole mi verguita de arriba abajo ¡Bravo, Bravo! Gritaron las chicas.

Un rato después bajamos al salón a ver que hacían los chicos al verme de mujer… Solo me miraban curiosos, noté que no sabían quién era esa chica que iba con sus amigas. Busqué a Lora y por fin me vio poniéndosele la cara roja como un tomate maduro. La fiesta siguió hasta la madrugada. Aunque dijeron ellas que me llamarían o me buscarían en mi dirección… Nunca me buscaron ni me llamaron, las veía en la calle, aun ahora que son damas de sociedad con hijos y nietos… parece que ninguna de ellas me recuerda y menos me saludan.

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