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La costurera

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Hace años, en las aldeas, las costureras iban a coser por las casas. Esta es la historia de una de ellas.

El lío comenzó una mañana de verano. Mi padre se había ido a su carpintería y mi madre a la fábrica de conservas. Yo estaba en sexto de bachiller y había sido expulsado una semana del instituto.

La costurera era una mujer de 22 años, morena, con buenas tetas, tremendo culo y muy guapa. Estaba embarazada de ocho meses. Mis padres le habían dejado una llave de la casa. Llegó a las nueve de la mañana. Subió al piso de arriba donde tenía mi madre una máquina de coser Singer. Se puso a coser al lado de una pared que daba con mi habitación. Le grite:

-¡¡También podías haber venido a las diez de la mañana!! ¡¡No me vas a dejar dormir!!

-¡Qué susto! Pensé que no había nadie en casa.

Al oír su voz supe que no tenía que alzar la voz para que me oyera.

-Pues aquí me tienes.

-Ya veo. Ya que estás en casa, ven que te tomo las medidas para el pantalón.

-No puedo. Estoy desnudo y empalmado.

Oí sus risas. No me creía.

-¿Se te levantó el gusanito?

-La anaconda. No te cabría en la boca y mucho menos en la almeja.

-Mejor te tomo las medidas cando te levantes. No me gusta el rumbo que toma esta conversación.

-Sigue hablando que me falta poco para correrme.

-¡¿No te estarás masturbando?!

-Desde que te oí subir las escaleras.

Seguía sin creerme.

-¡Anda y que te den!

Seguí meneándola. Los muelles del somier comenzaron a cantar.

La costurera se levantó de la silla y llegó a la puerta de mi habitación. Vio como mi mano, bajo la sábana, subía y bajaba. Se acercó a la cama con aquel barrigón y levantó la sábana. Vio mis 25 centímetros que no cabían en el agujero de una pala. No dijo palabra. Se quitó las bragas y se metió en cama. Se subió encima de mí y fue metiendo mi gran polla en su coño peludo. La blusa, a la altura de las tetas, se le empezó a manchar de amarillo. Lo vio y se la quitó. Como no llevaba sujetador sus grandes tetas quedaron al aire. Una vez que había metido toda mi polla dentro de su coño, me dio una teta a chupar y ¡sorpresa! Mi boca se fue llenando de leche. Tragando leche me corrí dentro de ella. Mi semen hizo de lubricante en su coño y me folló a lo bestia, hasta que dijo:

-¡Me corro me corro me corro! ¡¡¡Me corro!!!"

Gimiendo como una puta, pero con gemidos de verdad, se desplomó sobre mí. De sus tetas salía leche dorada, (calostro) que mojó todo mi pecho.

Aquella mañana la costurera se corrió seis veces en media hora, y yo le llené el coño dos veces más.

Al quitar la polla de su almeja acabamos de llenar la sabana de calostro, flujo y semen. Teníamos un problema. Aquello no eran las manchas que mi madre veía en las sábanas. La costurera tuvo que convertirse en lavandera. Menos mal que era verano, que si fuera invierno las sábanas no iban a secar.

Quique.

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