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Vacaciones en la ciudad con una madura

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Salió del agua como si de una sirena se tratase, por unos segundos en los que parecía que la tierra giraba a cámara lenta, mis sentidos estaban pendientes solo de ella. No es que se tratase de una chica joven con unas medidas esculturales, no, era una mujer ya en plena madurez, estaría muy próxima a la cuarentena pero para un veinteañero como lo era yo entonces era toda una mujer, una mujer con mayúsculas, verla subir los escalones de la piscina mientras el agua le arrollaba por todo el cuerpo era una imagen extraordinariamente sensual. Por un segundo nuestras miradas se cruzaron y una tímida sonrisa apareció en su rostro, lentamente se volvió y se dirigió a su toalla donde había otras tres mujeres de edad similar a la suya, aunque muy lejos de tener su atractivo.

Estaba harto de las chicas jóvenes, Carmen era sensacional en la cama, insaciable, pero solo se la podía aguantar precisamente si estábamos jodiendo, sino era una niñata que me levantaba dolor de cabeza. Decididamente había sido un acierto no irme de vacaciones con ella.

Aquella mujer me atraía terriblemente, no era una top-model, no llevaba un minúsculo bikini sino uno muy normalito pero tenía un algo, una mirada, una forma de mesarse el cabello, una forma de andar, una sonrisa ... un todo, que la hacía tremendamente seductora. Se la veía relajada, cómoda y muy segura de sí misma.

Sinceramente, esa mujer me interesaba mucho, pero que podía hacer yo con mis 22 añitos frente a una mujer de esa categoría.

Pasaron tres días desde esa primera vez que la vi, ya creí que no volvería a saber de ella cuando un martes después de comer volvimos a coincidir en la piscina, ese día estaba sola, sus amigas a parecer no la acompañaban.

Estaba encendiendo un cigarro cuando de pronto alguien me toca en la espalda, me giro y es ella, por un segundo que creo que fue eterno solo la miré, sin reaccionar.

—Me puedes dar un pitillo, por favor. Me he dejado el tabaco en casa y aquí en la cafetería no tienen. —Dijo despertándome de mi alelamiento.

—Pues claro no faltaba más. —Le di el cigarrillo y también fuego.

—¿Vienes bastante a menudo por aquí, verdad? Te he visto en alguna ocasión antes.

—Si, lo cierto es que me he hecho un habitual últimamente, estoy de vacaciones y he decidido pasarlas aquí en la ciudad en lugar de irme fuera y la única manera de paliar este bochorno que tenemos es venirse a la piscina.

—Es cierto, yo también he decidido pasar las vacaciones en casa, para dos semanas que tengo este verano no merece la pena. ¿Trabajas por aquí? Porque no me parece que seas un estudiante.

—Jajaja, no, no soy un estudiante, aunque hace nada que he dejado de serlo, trabajo en una sucursal del Banco XXXX.

—Aja, yo trabajo como correctora en la editorial XXXX, por cierto me llamo Lucía que no nos hemos presentado. —Me estrecho su mano.

—Encantado Lucía, me llamo Jesús. —¿Me lo parecía a mí o había algo de química entre nosotros dos? Quizás son imaginaciones mías y tan solo pretende ser amable.

—Encantada. ¿Y cómo es que siempre vienes solo a piscina? Disculpa, es una pregunta estúpida, a veces soy una impertinente.

—No, tranquila, no pasa nada, simplemente casi todos mis amigos están de vacaciones fuera y los que están aquí tienen trabajo, así que por eso he de venir solo.

—¿Te apetece tomar algo? Aquí hace un calor de muerte. Podemos tomarnos una cerveza en uno de los bares de la plazuela, aquí en esta cafetería no tienen casi de nada. —Dijo como si fuera lo más natural del mundo.

—Claro!! me apetece beber una cañita. —Dije como si fuera un niño al que le ofrecen una golosina.

Nos sentamos en la terraza bajo una inmensa sombrilla y pertrechados con unas cervezas bien frías nos pasamos la tarde charlando. La cerveza que nos íbamos a tomar se convirtió en cuatro que nos bebimos cada uno y la charla fue tan fluida y cómoda que cuando nos dimos cuenta eran las 21:00.

—Será mejor que nos levantemos, si seguimos aquí vamos a coger una curda de aúpa!! Jajaa. —Su sonrisa era encantadora, me embelesaba.

—Sí, es cierto, el tiempo ha pasado volando, lo he pasado muy bien esta tarde.

—Vaya, me alegro Jesús, yo también. Pero tus palabras me suenan a despedida, ¿te vas ya?

¡Dios mío! ¡Eso era una invitación a quedarme! Yo podía ser un despistado, pero no un estúpido, a esta mujer yo también le atraía.

—Me encantaría quedarme contigo, pero mira las pintas que llevo, no estoy para ir a ningún sitio.

—Podemos tomar algo en mi casa, vivo aquí en la esquina.

Y allí que nos fuimos, estaba claro que había una gran atracción entre nosotros y era el momento de dejarla salir.

Entramos en el portal y cuando ella apretó el botón del ascensor, la besé, fue un beso cálido, suave y ligero y ella me respondió de la misma manera. Sus labios eran suaves y carnosos, jugosos y expertos.

—Espera un segundo. —Dijo al pararse el ascensor.

Entramos en su piso y nada más cerrarse la puerta, estábamos en brazos el uno del otro. Los besos pasaron a ser apasionados, nuestras lenguas jugaban y batallaban, nuestras salivas se mezclaban y nuestros cuerpos ardían de ansiedad.

Mis manos bajaron por su cuello y llegaron a sus pechos los acaricie sobre la ropa, un leve gemido salió de su garganta. Se separó de mi boca e impaciente me desabotonaba la camisa mientras yo hacía lo propio con su blusa. Ante mí apareció la parte superior de un bikini, fue sencillo deshacerme de él. Sus pechos no eran muy grandes, pero tenía unos pezones tremendamente grandes y oscuros. Me lancé sobre ellos, los besé, los lamí y mordí. Mi lengua jugaba con esos pezones oscuros y maravillosos, estaban duros como diamantes. Sus gemidos iban en aumento, sus manos acariciaban mi pelo y mi espalda.

Mi lengua bajó por su vientre, dejando la huella de su paso, alcanzó su ombligo, jugó con él y lo inundó.

Mis manos desabotonaron sus vaqueros, la miraba a los ojos mientras le bajaba éstos y la parte inferior del bikini. Su olor era embriagador, su sexo era hermoso, prominente, y estaba completamente depilado, sobre su monte de Venus había perlas de sudor que mi lengua se encargó de lamer, separé un poco sus piernas, y allí mismo de pie, me lance a engullir su sexo. Mi lengua lo recorría completamente, de adelante hacia atrás y viceversa. Mi lengua intentaba separar sus labios y penetrarla pero la posición no era muy cómoda.

—Vamos a la cama.

Me tomó de la mano y me condujo a su habitación, se sentó en el borde de la cama y me quitó los pantalones y mis calzoncillos. Sus manos cogieron mi pene y comenzaron una lenta y maravillosa masturbación. Mi sexo comenzaba a levantarse y ella comenzó a lamerlo a la vez que sus manos iban de su base hasta el glande. Cuando mi erección era la adecuada, se engulló de una sola vez toda mi polla. Ohm Dios mío, jamás ninguna mujer me la había engullido tan profundamente, notaba todo el calor y la humedad de su boca, su paladar, su lengua juguetona y sus labios deliciosos. La mamada que me estaba dando era increíble, me absorbía, hacía que gimiera y que disfrutara como nunca antes una felación lo había conseguido.

—Espera, aún no, es pronto. Túmbate en la cama y ábreme tus piernas.

Así lo hizo, exponiéndose completamente a mí. Me arrodillé en el suelo y enterré mi cara en su sexo. Mi lengua se mezcló con la humedad ya existente, sus labios mayores eran amplios y jugosos, jugaba con ellos estirándolos y sorbiéndolos, sus labios menores eran muy sonrosados, tiernos y finos. Mi lengua se desenvolvía entre ellos con deleite y pasión. Su humedad era tremenda, repartía mi saliva y sus jugos por todo su sexo. Mi lengua encontró aquello que ansiaba, su clítoris, aún estaba escondido bajo su piel. Presioné con mi lengua, sorbí y lamí con frenesí hasta que todo su clítoris estuvo fuera y tremendamente erecto y sensible, mis labios lo sujetaban con suavidad mientras mi lengua jugaba con él. Lucía gemía constantemente, notaba las contracciones de su vientre. Empapé en saliva dos de mis dedos y mientras mi boca se dedicaba a su clítoris, la penetré con mis dos dedos, ella rugió, movía mis dedos en círculos, tocando las paredes interiores de su vagina, notando como su sexo aprisionaba mis dedos, los absorbía. Aumente el ritmo de la penetración, mis dedos entraban y salían de su vagina, sus gemidos aumentaban de tono, mi mano entera estaba empapada, así como mi barbilla, y de repente estalló, fue algo increíble, se corrió salpicándolo todo, parecía como si se hubiera orinado, jamás había visto correrse a una mujer así, fue un chorro largo, como si brotara de una fuente, Lucía gritó mientras se corría. Cuando esa maravillosa fuente dejó de manar, volví a acercar mi boca a su sexo y continué chupándola y lamiéndola.

—Ohhh Dios mío!!! Me vas a matarrr!! Qué placerrr!! —Gritó con auténtica lujuria.

Continué con mi cunnilingus durante unos minutos más y conseguí que se volviera a correr en un par de ocasiones más, pero en estas ocasiones lo hizo más pausadamente, sus fluidos salían despacito como regueros en busca de un río mayor. Su sabor era salado, fuerte pero a la vez delicioso.

—Oh cielo, ven aquí, ahora me toca a mí. Creo que jamás he disfrutado tanto del sexo oral como hoy! Quiero demostrarte lo feliz que me has hecho. Ven aquí.

Me tumbó en la cama boca arriba y ella se acercó a mi sexo. Sus manos expertas tomaron mi pene y comenzaron a acariciarlo, sus dedos se desplazaban a lo largo del tronco de mi polla como si fueran de seda. Mi sexo respondía a sus caricias poniéndose cada vez más duro y erecto. Su lengua se acercó a mi glande y con la punta recogió las primeras gotas de líquido preseminal que asomaban, colocó un manto de saliva sobre mi glande y comenzó a repartirlo por todo mi pene. Sus labios oprimieron la base de mi glande mientras su lengua lo recorría milímetro a milímetro. Comenzó una felación lenta y pausada, al principio solo engullendo la mitad de mi pene y posteriormente engulléndole en su totalidad, unas veces un ritmo lento, otras rápido, alternando para impedir que me acostumbrara a él. Con sus manos acariciaba mis testículos, empapados éstos con la saliva que caía por las comisuras de sus labios y por la que arrollaba de mi polla.

—UUUfff, mi vida, eres increíble, es la mejor mamada que jamás he tenido!! Dios, vas a hacerme estallar de placer!! —Dije en un gemido.

Sus labios aprisionaban mi pene, su boca se lo tragaba con deleite, su lengua y su paladar me volvían loco, hasta que no pude más.

—Cielo, me voy a correrrrr. —Le grite.

Separó su boca de mi sexo y continuó masturbándome con sus manos hasta que de mi pene salió una tremenda eyaculación que fue a estrellarse contra sus pechos y su vientre. Con su mano repartió mi semen por todo su cuerpo y se recostó sobre mí besándome con desenfreno.

Abrazados sobre la cama, besándonos, acariciándonos y diciéndonos lo mucho que habíamos disfrutado, poco a poco nos fuimos reponiendo. Nuevamente teníamos ganas el uno del otro. Lucía empezó nuevamente a masturbarme y a realizarme el comienzo de una mamada para conseguir que mi pene alcanzara su máxima erección, una vez conseguido y muy lentamente, fue sentándose sobre mi sexo. La visión era mágica, con una de sus manos abría su sexo mientras con la otra acercaba mi pene a ella, cuando éste estuvo en la entrada de su vagina, ella muy lentamente se fue dejando caer, disfrutando ambos de cada centímetro de penetración, hasta que sus labios vaginales tropezaron con la base de mi pene.

Lucía se movía con pasión, subía y bajaba con un ritmo cadencioso, giraba a un lado y a otro, se recostaba adelante y atrás. Mi polla era literalmente absorbida por su vagina, los músculos de ésta la aprisionaban cuando intentaba salir, haciendo que la penetración fuera maravillosa. Aún queríamos más, Lucía se puso en cuclillas sobre la cama y así la penetración era aún más profunda. Fue increíble, sensacional, los dos terminamos casi a la vez, rotos el uno sobre el otro y empapados en sudor y jugos.

Así, unidos, estando todavía dentro de ella, nos dormimos unos minutos, descansando brevemente.

Me desperté antes que ella, me acerqué al baño y cuando retorné a la habitación Lucía ya se había despertado. Me miraba con su hermosa sonrisa.

—Ha sido precioso, hacía muchos, muchos años que no gozaba tanto en la cama. Y conste que no soy de las que les gusta dar coba!! Jajaja.

—Jajaja, está bien saberlo!! Lo cierto es que yo también hacía mucho tiempo que no hacía el amor con tanta pasión.

Me acerqué a ella que estaba sentada sobre la cama y la besé. Mientras nos besábamos Lucía acariciaba mi entrepierna, consiguiendo que mi polla volviese a crecer.

—¿Sabes? No estaría mal un último round, jajaja, ¿te animas? ¿Podrás repetir la actuación? Jajaja.

—Jajaja, ¡¡animado estoy!! Y creo que podremos repetirlo una vez más, jajaja.

Se levantó de la cama y nos besamos de pie, mi sexo se apretaba contra su vientre, mi excitación volvía a ser máxima. Se giró apoyando su espalda sobre mi pecho y haciendo que mi polla golpease sobre su culo, mis manos acariciaban y jugaban con sus pechos y pezones, ella movía su trasero en círculos jugando con mi pene.

—Ven aquí. —Dijo mientras apoyaba sus manos en la cama y me ofrecía su culito con las piernas abiertas.

Me acerqué a ella, y muy lentamente la penetré por detrás, su vagina aún estaba húmeda y me recibía con ardor y dulzura.

Coge la vaselina que hay en el primer cajón de la cómoda. Me dijo mientras se giraba y me miraba con esa mirada mágica y pícara.

La encontré enseguida, y volví a su lado, continué penetrándola en la misma posición mientras embadurnaba con vaselina mis dedos y también su ano. Despacio y con mucho cuidado mi dedo comenzó a penetrar en su culito, era más que obvio que estaba acostumbrada a este tipo de penetraciones. Tras el primer dedo introduje el segundo, dilatando poco a poco aquel culo que me estaba enamorando, mientras continuaba penetrándola con un ritmo uniforme y ella se masturbaba a la vez acariciando su clítoris.

Introduje mis dos dedos pulgares, haciendo presión hacia los laterales y dilatando y ensanchando más su ano, hasta que éste tuvo un tamaño que consideré oportuno. Manteniendo mis dedos que abría su culito, saqué mi polla de su sexo y la aproxime a su anillo anal, hice mayor presión con mis dedos e introduje la cabeza de mi pene, saqué los dedos y su ano se cerró sobre mi polla en un abrazo doloroso al principio, pero que posteriormente dejó paso a un placer distinto. Poco a poco, centímetro a centímetro fui horadando su esfínter, penetraciones lentas para que se fuera acostumbrando a tener mi sexo en su interior, hasta conseguir que la totalidad de mi pene la penetrara. Aumentamos el ritmo, ella gemía, yo también, amasaba sus pechos, ella se masturbaba.

Las penetraciones se volvieron más rápidas, duras, el ritmo era endiablado, Lucia pedía más, yo la obedecía, sudábamos a mares. De pronto sentí humedad en mis piernas, Lucía se estaba corriendo nuevamente y eso hizo que yo terminara también en su interior. Me derrumbe sobre ella y ella sobre la cama, y así permanecimos unos minutos, extasiados, rotos.

Era tarde ya, pasaban de las doce de la noche y era el momento de volver a mi casa, me vestí mientras ella me contemplaba.

—¿Nos veremos mañana?

—Me gustaría que así fuera, ¿te parece bien que quedemos para comer?

—Claro, pasa a buscarme sobre las dos de la tarde, ¿vale?

—Aquí estaré puntual. —Se levantó de la cama y me beso nuevamente.

Desnuda me acompañó hasta la puerta de su casa, y allí volvimos a besarnos con ternura. Nos despedimos hasta el día siguiente.

Esas fueron sin lugar a dudas unas vacaciones inolvidables en la ciudad, junto a Lucía.

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