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Una amiga de mi esposa

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—¿Puedo confesarte algo?

—Dime, ¿Qué es lo que tienes que confesarme?

—En realidad, todo este tiempo que llevamos platicando juntos me han surgido las ganas de conocer el sabor de tus labios.

—¿Y por qué dices eso, o cómo fue que te diste cuenta?

—No lo sé, solamente comencé a notar que mi mirada hacia ti ha ido cambiando a tal grado de comenzarte a ver con deseo.

—¿Por qué no me lo habías dicho antes?

—No me atrevía a decírtelo pero el día de hoy ya lo hice.

Así finalizó aquella conversación en el mensajero del celular, no sabía si lo que había dicho en esos mensajes era lo correcto o una vez más era uno de mis actos precipitados o impulsivos.

Pasaron varios días y aquella mujer que era amiga de mi esposa no me había vuelto a escribir ningún mensaje; yo entendí que tal vez era debido a lo mismo que había dicho en aquella ocasión; pero ¿quién podía detenerse a no decir esas palabras?; ella era una mujer frondosa, de caderas exuberantes, unos labios carnosos y sensuales, su piel invitaba a querer robarle una caricia.

Un día salí a realizar los pagos de los servicios de la casa cuando me la encontré en los portales de la ciudad, no pudimos evitar saludarnos ya que era más que obvio nuestro encuentro frente a frente; nos saludamos e intercambiamos algunas palabras para hacer algo de plática; ella iba vestida con unos jeans entallados que era inevitable no ver lo bien que se veía con ellos, su blusa algo holgada por el calor que se sentía del ambiente y el cabello recogido dejando al descubierto sus oídos, esas gafas que llevaba puestas le quedaban muy bien y hacia que mi mente se mal viajara.

Le hice el comentario de porqué ya no me había escrito desde aquella ocasión, que me hubiese gustado seguir leyendo lo que opinaba al respecto; no imaginé que en ese momento me fuera a responder que ella también deseaba estar conmigo pero por respeto a mi matrimonio se mantenía al margen.

—¿En este momento no tienes ganas de hacer algo prohibido?

—De querer hacerlo si tengo ganas pero depende de ti si también quieres hacerlo; además ahorita creo que estás ocupado o vas a algún lugar con prisa.

—Si quieres puedo hacer a un lado eso y escaparme contigo, ¿Te parece?

—No sé qué estamos haciendo aquí entonces…

Caminamos en dirección a mi Volkswagen que había dejado estacionado cerca del banco para escaparnos a un lugar más íntimo y privado; las ganas de estar con ella hicieron que me olvidara de todo, no tenía idea si existiría alguna repercusión, si tendría problemas o cualquier cosa, en ese momento perdí los estribos por poseer a tan bella mujer, era tal vez mi única oportunidad que iba a tener y no lo pensé dos veces.

Llegamos al motel y pedí una de las habitaciones del fondo que son las que mejor están acondicionadas, subimos al cuarto, mandé pedir unas bebidas para poder relajarnos y tener un momento agradable; mientras llegaban las bebidas ella pidió pasar al baño para poderse arreglar un poco, llegaron nuestros tragos y fue ahí cuando ella salió del tocador; cuando gire mi cabeza para poder verla, ella se había quitado los jeans y la blusa, salió únicamente en ropa interior dejándome ver tan escultural cuerpo.

—¿Era así como me querías tener?

—Eeeh!! Pues no pensaba que fuera de esa manera pero si, así quería verte, me hubiera conformado con solo poder verte pero ahora creo que será mucho más de lo que yo esperaba.

Comenzó a caminar en dirección hacia mí, yo estaba sentado en el filo de la cama tomando con ambas manos el trago de ella y el mío, agarró su bebida y le dio un trago, coloco en envase en el tocador de la habitación y volvió a acercarse a mí.

—¿y ahora qué sigue?

—Que te puedo decir, mejor me pongo a actuar…

La tome de la cintura, comencé a besar su abdomen, lo frotaba con mi mano derecha como si fuese un escéptico de tenerla frente a mí, la acaricie de arriba abajo, bese su abdomen, sus caderas, con mis manos trataba de abarcar tan hermoso culo de esa mujer, lo frote como queriéndolo lustrar; mientras yo estaba acariciando su cuerpo, ella frotaba mi pene con su rodilla, que inmediatamente tuve una erección.

—¿No piensas quitarte los pantalones?

—Claro que sí, solamente quiero disfrutar poco a poco este momento, no quiero apresurarme a nada.

—Entonces demuéstrame que tantas ganas tienes de hacer rendir este momento.

Mi piel se puso chinita cuando la escuche decirme eso, nuestra respiración comenzaba a ir más a prisa, comenzó a quitarme la camisa botón por botón y con sus uñas me trazaba una línea en mi pecho, lo hacía suavemente y eso conseguía que mi piel se erizara de la excitación.

Mis manos sudaban por la emoción y la adrenalina, la coloque sobre la cama en posición de cuatro patas y así comencé a besarle su espalda hasta bajar a sus hermosas nalgas, ahí me detuve y con mis dientes le fui bajando poco a poco su tanga, la deje al descubierto y ahí comencé a frotar con mi lengua esa zona hasta terminar haciéndole un rico oral y con mis dedos frotar su clítoris, ella me ayudó a que ese acto fuera más placentero moviendo su trasero con movimientos pélvicos como si estuviera siendo penetrada por mí, comenzó haciéndolo despacio y conforme se iba excitando iba incrementando sus movimientos.

Le pedí que ahora se recostara en la cama y así continué haciéndole el sexo oral y ella se tocaba sus pezones gimiendo y haciendo un sonido excitante, se mordía los labios, frotaba con un poco de más intensidad sus pezones y continuaba haciendo esos movimientos pélvicos que ya me estaban dando ganas de penetrarla pero me seguía conteniendo a hacerlo, quería probarla completamente porque también estaba consiente que tal vez eso no volvería a pasar.

Me quité mi pantalón y ropa interior mientras ella se masturbaba, volví a acercarme a ella, la tome entre mis brazos y comencé a besarle el cuello, los labios, sus pómulos y los lóbulos de los oídos…

Continuará...

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