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Mi sobrina universitaria

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María vivía en un pueblo pequeño, en el que todo el mundo se conoce y nunca pasa nada interesante. Cuando cumplió 18 años y tuvo que elegir Universidad en la que estudiar se vino a Madrid. Mi cuñada (la esposa de mi hermano) me había pedido el favor de que se quedara en mi piso conmigo un par de semanas, hasta que arreglaran los papeles de su residencia de estudiante. A mí no me había quedado más remedio que aceptar. Hacía dos años que me había divorciado y supuse que no me vendría mal algo de compañía.

A María hacía cerca de 10 años que no la veía. La recordaba una niña de piel clarita, pelirroja (ya que su madre es irlandesa y tiene rasgos extranjeros) y de ojos azules. Cuando fui a buscarla al aeropuerto no la reconocí. Tenía ante mí a una “adolescente” muy desarrollada. Era bajita y de caderas anchas, tenía unos senos demasiado grandes para su edad. El pelo lo seguía teniendo pelirrojo y ondulado, además tenía unas pocas pecas que no recordaba que tuviese.

Tuvimos que pasar una hora en el aeropuerto porque la compañía de vuelo había extraviado su equipaje y nos pusimos al día el uno al otro.

-Bueno María, ¿qué tal todo? ¿Nerviosa por empezar en la Universidad?

-Sí, la verdad… Estoy bastante nerviosa…

La notaba muy tímida. Cuando me hablaba apenas me miraba a la cara y solía ponerse roja con facilidad. Me parecía muy raro ya que las chicas guapas como ellas suelen tener más confianza en sí mismas.

-Tranquila, ya verás que todo va a ir bien. La etapa en la Universidad es algo que nunca se olvida.- Le dije para tranquilizarla.

-Eso espero.- Dijo algo más animada.

Cuando llegamos a mi piso ya había oscurecido. No habíamos podido recuperar el equipaje de María y se le notaba triste por ello, así que decidí intentar animarla y pedí unas pizzas.

Cuando terminamos de cenar María ya no parecía tan tímida como en el aeropuerto. Le ofrecí un pijama mío para que se duchara y entró a la ducha. Yo entré a mi otro baño para ducharme. En el baño no pude evitar pensar en lo bien desarrollada que estaba mi sobrina y tuve que lidiar con una erección de esas que no bajan. Me di asco a mi mismo por pensar en mi sobrina de esa forma, pero soy un hombre y no pude evitarlo. Ducha fría y solucionado.

Cuando salí de la ducha María aún no había salido, así que me senté en el sillón y puse la tele. Estaban poniendo una película mala, no recuerdo cuál era. Al rato María salió de la ducha y maldito el día en el que perdió las maletas y tuve que dejarle mi pijama…

Llevaba puesta sólo la parte superior del pijama, que le quedaba largo, y unas braguitas lilas que apenas se le veían debido a lo largo del pijama.

-¿No te gustó el pantalón de pijama que te dejé?- Le pregunté bromeando.

-Me quedaba muy largo, era ridículo.

-Bueno… ¿Quieres ver la tele?

-Claro.- Dijo alegremente y se sentó a mi lado.

La tenía sentada a mi lado y podía notar su olor de mujer. La miré de reojo y maldición… Se le veía mucho escote debido a sus grandes tetas y a que mi pijama le quedaba largo… Estaba demasiado sexy sólo con la parte de arriba de mi pijama y sus braguitas lilas. Tan sexy que tuve una erección aún más dura que la anterior. "Por favor, que no note mi erección" pensaba yo…

Después de 15 minutos de película mi erección se mantenía y ya había imaginado mil formas de follarme a mi sobrina. De repente dijo algo:

-Tengo frío, Ricardo. ¿No tienes una manta?- Preguntó. Y claro que tenía mantas. ¿Quién no? Pero no fue lo que le dije.

-Se están lavando. No pasa nada, acércate.- Le dije mientras le ponía mi brazo por encima.

-Gracias, tío.- Contestó sin apartarse.

Entonces, tras unos minutos con mi brazo sobre ella decidí hacer algo más. Estaba completamente seguro de que ya había notado mi erección que no había bajado ni lo más mínimo, así que empecé a acariciar una de sus piernas suavemente.

-Qué suaves tienes las piernas María, ¿no tienes frío en ellas también?

-Sí… Un poco…

-Yo haré que entren en calor.

Suavemente seguí acariciándole las piernas. No parecía haber muestras de que no le gustara lo que estaba haciendo así que decidí subir y llegué a su vagina.

Ella no decía nada así que no me detuve. Le estaba rozando la vagina cuando noté que estaba mojada. Le gustaba lo que estaba haciendo.

-Ya no hace tanto frío… ¿Por qué no te quitas mi camiseta del pijama?

-Está bien tío, ya que has conseguido que entre en calor.- Dijo quitándose mi pijama.

La tenía ante mí, con sus grandes tetas al aire. Únicamente con sus braguitas lilas. Parecía que la polla me iba a estallar de lo hinchada que la tenía. Entonces empecé a tocarle las tetas con mis manos. Gracias a que mis manos son grandes podía cubrirlas casi todas. Se sentían genial. Empecé a lamerle los pezones como hacía con mi ex mujer. Parecía que le gustaba así que comencé a mordérselos con cuidado. Para mi sorpresa cuando le mordí los pezones gimió y eso fue el detonante. Mi polla ya no aguantaba más así que me desnude completamente. Nunca había visto mi pene tan erecto como lo estaba aquella vez. Se le notaban mucho las venas e incluso parecía más grande de lo normal.

María se quitó las bragas y me miró el miembro sonrojada.

-Está así por ti. Agárralo.

Ella se acercó lentamente a él y lo agarró con manos inexpertas. Empezó a mover su mano en mi pene.

-Está caliente…

-Es por ti, María. Por ti.

Entonces le dije que parara. Estaba demasiado caliente y no quería correrme tan pronto.

-Ábrete para mí.- Le dije.

Ella obedeció sonrojada. Una vez la tenía abierta ante mí me acerque a su vagina y comencé a meterlo los dedos. Estaba muy húmeda. Acerqué mi cara a su coñito y lo olí. Olía tan bien… Comencé a lamerlo y a hacerle en el clítoris lo mismo que le hacía a mi ex mujer. Ella gemía mucho y yo cada vez estaba más cachondo.

-Está bien, es la hora de que entre en ti, María.

-Adelante…- Me contestó sonrojada.

-Pero antes necesito que me humedezcas algo el miembro para ponerme el condón…- Le dije.

Ella captó la indirecta y comenzó a chuparme el pene. La verdad es que no lo hacía del todo bien, así que se me ocurrió preguntarle algo.

-Oye, María… ¿Por casualidad no serás virgen?

-Sí…- Dijo sin mirarme a la cara.

No sé por qué pero eso me puso aún más cachondo de lo que estaba. Saber que tenía ante mí a mi sobrina virgen de 18 años me iba a hacer explotar.

Rápidamente me puse el condón y le dije que se abriera. Ella me obedeció de nuevo. Conduje mi miembro con la mano hasta su vagina y la metí lentamente. Ella gritó un poco. Empecé a moverme cada vez más rápido. Se sentía tan bien estar dentro de ella… Mientras la penetraba le tocaba las tetas y ella se agarraba del vello de mi cuerdo y gemía. Minutos después me corrí debido a lo cachondo que estaba. Cuando acabamos de follar nos miramos el uno al otro. Las fundas del sillón de habían manchado de sangre, pero no me importaba. Acababa de tener el mejor sexo del mundo con mi sobrina. Eso era lo único que importaba.

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