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Un pepino, mi padrastro y mi culo

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Hola Me llamo Robert y he sido un cabrón toda mi vida. He tenido experiencias con algunas tías desde los 14, pero con 16 me aburrí de ellas. Desde entonces ando con tíos y me molan más. Me los follo, no hacen preguntas, disfruto al máximo y nunca los vuelvo a llamar. Tengo suerte lo reconozco tengo un cuerpo de adonis perfecto, con músculos no demasiado marcados, unos labios carnosos y perfectos, un culete respingón y una polla poderosa de 21 cm bien gorda y lechera… Ahora ando medio vestido tipo emo, aunque tampoco es que me caracterice esta facha. Es solo que le da rabia a mi madre.

Cuando tenía 16 mis padres se divorciaron. Al cabrón de mi padre no lo he vuelto a ver y casi mejor. A mi madre le he hecho la vida imposible, los psicólogos dicen que le echo la culpa del divorcio y abandono de mi padre a ella. No sé, la verdad es que me mola joderle la vida a veces, es divertido.

Todo cambió cuando se volvió a echar novio, yo tenía 18 años ya. Entonces empezó a pasar de mí. No estuvo mal esa época, pero la echaba de menos e intenté suicidarme un par de veces, pero nada serio solo para joder. Pero no cambió nada, en un par de años mi madre se casó y nos fuimos los tres juntos a vivir a una casita con jardín y todo al extrarradio.

El cabrón de padrastro que me toco era como un grano en el culo. Atento, servicial, amable, pero estricto con las normas. No se le podía tomar el pelo, pero siempre daba segundas oportunidades. Se veía que estaba enamorado de mi madre y se preocupaba por mí. Pero era el intruso y yo solo miraba para mí. Empecé a llevarme tíos a casa y me los follaba con la puerta de la habitación abierta. Pero mi madre lo único que hizo fue comprarme condones.

Los muy mamones felices de mierda pasaban de mí olímpicamente. A los pocos días tuve un accidente con el coche, porque iba súper mamado, no me pasó nada; pero eso me dejó encerrado en casa. Ninguno de los dos quería llevarme de fiesta. No tenía pasta para el taxi, solo tenía la puta paga que no me llegaba para nada; pero eso era mejor que trabajar.

Así que andaba como alma en pena caliente a más no poder por la casa. Me hice pajas por todos los rincones, pero mi polla quería más. Vino algún amigo de vez en cuando, pero como era un cabrón solo venían cuando ellos querían, me descargaban y se iban. Estaba solo en el mundo y me lo había buscado yo solito.

Un día entré en la cocina, abrí la nevera y vi un enorme pepino. No me calenté mucho la cabeza, me baje los calzoncillos, porque siempre ando en calzoncillos por casa y empecé a pajearme. Poco a poco, me fui introduciendo dedos en mi ano para dilatarlo, pues el pepino tenía un buen calibre. Me senté sobre la encimera, recosté hacía atrás y empecé a introducir aquella enorme hortaliza. Me imaginé que me estaba follando un extraterrestre.

Pronto me puse en cuclillas sobre la encimera y aguantando el pepino con una mano lo cabalgaba a lo bruto, sin contemplaciones. Empecé a gemir a saco. Tanto disfrutaba que no me di cuenta ni de qué hora era. Cuando abrí los ojos allí estaba mi padrastro viéndome. No dijo nada, se quedó allí mirándome como un pasmarote. Yo estaba tan caliente y el pepino apretaba tanto que me corrí como un salvaje. Me bajé de la encimera y pasé por su lado como si tal cosa.

Pero el cabrón me la jugó bien. Ese día él preparó la comida porque mi madre se había entretenido en el trabajo. Preparó una rica ensalada de pasta fría. La verdad es que cocinaba bastante bien. Cuando estábamos terminando mi madre alabó la ocurrencia y le dijo que le había salido muy bien. Él dijo que todo el mérito no había sido suyo, que yo le había ayudado limpiando las verduras. Mi madre puso los ojos como platos y me dio dos grandes besos antes de que yo pudiese reaccionar. La verdad es que estaba en shock, el cabrón había puesto en la ensalada a mi pepino amante. No daba crédito a lo que estaba sucediendo, no entendía nada. Yo me esperaba la mega charla, una bronca, un castigo o la indiferencia de siempre… pero esto era raro.

Al día siguiente mi madre se fue de viaje, por trabajo y nos dejó a los dos solos. Era jueves e iba a estar fuera todo el finde. El sábado mi padrastro estaba en la piscina tomando el sol, tostando su cuerpo. He de reconocer que no tiene mal cuerpo para tener unos 50 o así, no sé ni los que tiene. Me acerqué a él y le pregunté por lo del pepino, no lo entendía.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Te hubiese gustado más que se lo hubiese dicho a tu madre?

— No sé —respondí con voz entrecortada.

—Si se lo hubiese dicho a tu madre se habría ido cabreada y preocupada de viaje. Además, deberías haber visto la cara que pusiste al enterarte. Eso compensa el espectáculo.

—Pero tú también comiste.

—Lo lavé a conciencia no te creas. E incluso al principio me dio un poco de aversión, pero creo que te merecías un escarmiento.

—Psicópata.

—Mira Robert, tienes problemas y van a ir a más, yo solo puedo protegerte de las broncas de tu madre. Y sabes que nunca te reprocho nada, nunca le digo a tu madre que te castigue más o que eres una decepción. Ni utilizo la charla de yo con tus años… o mi padre con tus años me hubiese dado tantos o cuantos tortazos… Pero no sé qué más hacer contigo o qué es lo que quieres.

Empecé a llorar y salí corriendo a mi habitación. Me tumbé en la cama y seguí llorando. Al rato llegó él, se sentó en mi cama y me puso las manos en los hombros. —Venga hombre, no pasa nada —me dijo.

Me senté en la cama y me abracé a él. Fue un abrazo cálido y lleno de amor incondicional. No recordaba el tiempo que hacía que nadie me abrazaba así o si alguien lo había hecho alguna vez. Entre lágrimas empecé a besarle el cuello y a darle las gracias, sin saber por qué se las daba. Y fue automático se me puso tan dura que hasta me dolía, empecé a gemir mientras le besaba más fuerte y le mordisqueaba la oreja. Él intentó zafarse de mi abrazo de forma suave, pero le pedí por favor que no y me corrí en los calzoncillos. Me quedé paralizado, no sabía bien lo que había sucedido y me empezó a entrar vergüenza de la situación.

Seguí llorando cuando se zafó y pensé que me abandonaba. Pero volvió a los poco minutos, me cogió en brazos y me llevó a la bañera. El agua estaba perfecta y empezó a bañarme con la esponja mientras las burbujas del hidromasaje me relajaban. Le pedí que se metiera conmigo, que necesitaba otro abrazo como el de antes. Me miro con condescendencia. Se desnudó y se metió conmigo. Me volví a abrazar a él y en cuanto noté su cuerpo cálido se me puso dura otra vez. Traté de acariciar su cuerpo, pero me inmovilizó las manos.

—Yo no soy otra de tus conquistas —Me dijo mientras me miraba fijamente.

—No, es solo que al abrazarte he notado una sensación que nunca había sentido. Eres mi padrastro y es horrible lo que quiero, pero lo quiero, te necesito…

—Vale, no te preocupes. De tu madre ya me ocupo yo, pero de ahora en adelante vas a hacer todo lo que yo te diga. No quiero preguntas, no quiero protestas y no quiero tonterías.

Y diciendo esto me dio un gran beso en la boca metiendo su poderosa lengua en mi boca y explorando toda la cavidad. Salió de la bañera y se secó, estaba empalmadísimo y la tenía casi tan grande como yo. Me hizo salir a mí y me secó con delicadeza. Me llevó a mi dormitorio y me acostó. Empezó a acariciarme con suavidad y exploró todo mi cuerpo con sus hábiles manos. Me dolía de lo dura que la tenía. Acto seguido empezó a besarme, primero en la boca, luego me lamió los pezones y fue bajando por mi vientre plano. No sé lo que hizo en el ombligo, pero mi polla empezó a chorrear. Se saltó la entrepierna y me lamió las piernas. Yo temblaba de la excitación. Fue subiendo la cabeza por entre mis piernas y yo me abrí como una vulgar fulana.

Primero me lamió los huevos y luego se tragó entera mi verga. La chupaba de vicio, arriba y abajo, arriba y abajo. Su lengua se movía al mismo tiempo con rapidez sobre mi glande y succionaba bien fuerte. Dejó de chupármela y se dedicó a lamerme el ojete, mientras me pajeaba. Cuando su lengua se introdujo por mi ano me corrí. Las convulsiones fueron terribles, se me quedaron los ojos en blanco y todo.

Dejó el beso negro y fue lamiéndome allí donde habían caído lefazos míos, finalizando en un gran beso. Yo estaba tumbado y él se puso de rodillas cerca de mi cabeza, su enorme polla estaba a solo unos centímetros de mi boca y me abalance sobre ella. Le pasé una mano por entre la entrepierna y empuje desde culo hacía mí para que me la metiese a tope. Me dejo hacer. Y yo se lo agradecí comiéndosela a conciencia, me entregué como no lo había hecho nunca, solo deseaba ver como aquella polla reventaba en mi boca. Tardó lo suyo, pero lo hizo, me inundó de un líquido caliente y espeso la garganta y la boca. Tragué con deleite cada gota que escupió aquella polla.

Se tumbó a mi lado y nos besamos. Yo volvía a estar cachondo, y él lo sabía porque de acariciar mi abdomen había pasado a acariciar mis huevos y mi polla. Cuando me quise dar cuenta él volvía a estar empalmado, todo un portento. Pasó un brazo por debajo de mí y me cogió de la cadera subiéndome encima de él, dándole la espalda. Levante un poco la cadera y acomodé su verga en la entrada de mi ojete. Puse un poco de saliva y el empujó a lo bestia mientras con sus manos estiraba de mi cadera hacía abajo. Grité como una perra en celo. Me dejo recuperar el aliento y empezó a marcar un buen ritmo con su cadera y sus manos. Me hacía subir y bajar por su polla como una estríper por la barra. Mi polla estaba totalmente empalmada y rebotaba arriba y abajo. Solo con ver el movimiento de mi polla se me ponían los ojos en blanco mientras aquel macho me ensartaba sin piedad.

Me penetró a cuatro patas, de lado y como quiso. Yo estaba en éxtasis, creo que me corrí un par de veces, pero él no paró. Finalmente, me tumbo boca arriba en la cama y me separó las piernas y se acomodó allí entre mis piernas. Tenía una mirada increíble, por un lado era una bestia salvaje llena de lujuria, pero también veía amor, que coctel todo para mí. Me penetró a lo misionero y así pudo besarme a conciencia, y acariciarme las piernas, el culo, las orejas… Era fantástico. Empezó a marcar un ritmo rápido y fuerte, sus penetraciones me llegaban hasta lo más profundo. Le pedí que se corriera dentro y lo hizo, evidentemente yo tampoco aguanté y me volví a correr.

Despertamos a las 4 o 5 horas y me volvió a llevar al cielo. Ese fin de semana fue el mejor fin de semana de mi vida. O al menos lo había sido hasta ese día.

Es cierto que se ocuparía de mi madre, y de mí. Me dijo que tenía que buscar a alguien que me hiciese notar todo el rato lo que había sentido en la cama, a alguien que me mirase como él me había mirado. Y que no pasaba nada que si fallaba y me volvía a perder él estaba allí para ayudarme a recordar lo que era el amor y sentirse querido y querer. La verdad es que mi madre lo entendió bastante bien cuando se lo explicó. Claro que tardó unos cuantos meses y para entonces yo ya estaba saliendo con un chico precioso que me quería con locura y me había convertido en el ojito derecho de mamá. La verdad es que no he necesitado acostarme con él nunca más, pero aun así he repetido algunas veces. Siempre me ha mirado igual y siempre me ha llevado al cielo.

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