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Dulce y amarga amistad (03)

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Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro

Estábamos tumbados al lado de la piscina, la mañana había transcurrido divertida, jugando en el agua pero un poco alejados sentimentalmente, sin hablar de lo pasado, como si sintiéramos vergüenza de mirarnos, o para ser exactos, como si él la padeciera, desayunamos en su casa y para comer nos llamaron de la casa de sus tíos. No volvimos a hablar de lo que había sucedido. Rehuía mi mirada y realmente tenía miedo de haberlo jodido todo por mis ganas de puto loco por gozar su verga.

Quería creer que el problema venía de que aún estuviera pensando en Mónica y pretendía no darle importancia para justificarme. Por lo demás el culito me escocía un poco, no le concedía importancia, otras veces me había pasado lo mismo si estaba mucho tiempo sin recibir una verga. Su primo no había estado en la comida, habían salido muy temprano, sin haber dormido apenas para recorrer una senda que tenían previsto hacer.

A media tarde se presentó Jesús acompañado de Alberto y otros amigos, venían sudorosos y deseaban bañarse con nosotros para quitarse el cansancio que traían de la larga caminata. Agradecía su presencia que me liberaba en parte y Álvaro enseguida se tiro al agua a jugar con ellos, yo me quedé sobre el verde pensando que esto lo tenía que hablar con mi amigo. No estaba dispuesto a renunciar a su amistad y necesitaba saber lo que pensaba.

Seguía sus evoluciones en el agua y ahora miraba con más atención el bulto que se le marcaba en el bañador.

-Se le ve tentador y deseable. –Me sobresalté al escuchar la voz cerca de mi oido. No me había dado cuenta de que Alberto estaba a mi lado mirándome, a mí y a lo que yo miraba. Sentí acaloradas mis mejillas.

-¿De quién hablas? -Intentaba disimular mi sorpresa.

-¿De quién crees tú que puede ser? -Se tendió a mi lado y desvié la mirada buscando a otros nadadores en los que fijarme.

-Hay chicas y chicos que no saben lo que pierden pero hay que respetar las decisiones de los demás, yo le conozco poco pero es un chico estupendo…, en todo. –Lo último lo decía con retintín y supe lo que quería decir.

-Yo sí que le conozco y es como un niño, pequeño para algunas cosas y muy hombre para otras. -Le repliqué defendiendo a mi amigo.

–Muy niño para saber llorar sus penas sin complejos, y muy hombre para ser gentil, preocuparse de los demás y hacerles felices, supongo. -Me sorprendía de poder mantener esta conversación con Alberto.

-Parece haberse olvidado de su problema y se le ve feliz y diferente. Tiene que haberle pasado algo, algo bueno. -Alberto era listo y observador.

-¿Tú le crees contento? -Le preguntaba como ignorante de lo que quería significar y poniéndome más rojo.

-Algo a alguien le ha cambiado en una noche. –Miré a Alberto, no había malicia en él ni segundas intenciones pero presentía que, de alguna manera, él conocía que el causante del cambio de actitud de Álvaro, hasta cierto punto, había sido yo. Creo, además, que el intenso rubor de mi cara se lo confesaba.

-¿Qué tal es en la cama? -No iba a dejarme en paz y me estaba poniendo nervioso.

-¡Ohhh! Alberto, él no es gay.

-Vale, de acuerdo, no es maricón como nosotros, pero tú le gustas, ¿qué tal es? ¿Cómo se siente tener todo eso dentro? –Me quedé en silencio un momento. Alberto deseaba desviar mi atención y que pensara solamente en el aspecto sexual, en el tamaño de su pene que tanto nos llamaba a los dos la atención, entonces yo también le interrogué.

-¿Álvaro te interesa? Sientes algo por él, tú me descubres a mí pero no puedes ocultar lo tuyo. –Solté una risita baja y él me acompañó como una forma de darme la razón.

-¿Quién no estaría interesado por un hombre con ese aparato reproductor, es el sueño de todos los maricas? Otra cosa no se puede esperar de él, tú lo has dicho, él no es gay.

-Pues te seré sincero, hacerlo con él es, sentir su verga es…, todo él es…, diferente, distinto a otros y muy bien. –Nos echamos a reír.

-Si solo es eso no me importaría compartirlo y sentirlo yo también, pero…, no te engañes rey, lo que tu sientes por él es mucho más –Las risas continuaban y algunos volvían las cabezas para mirar a dos chicos locos tirados revolcándose sobre la hierba.

Algunos de los muchachos salían del agua entre risas y peleas, varios desnudos, al no llevar bañador no les importó meterse al agua sin ropa, total todos eran machos y estaban habituados a verse desnudos. No había chicas que se escandalizaran al ver sus juveniles cuerpos, destacando sus aparatos reproductores, con sus atributos viriles sueltos y danzando, como la misma naturaleza que nos envolvía en el frondoso jardín de la casa de mi amigo.

A Alberto y a mí no nos importaba en absoluto, preferíamos verles así y recrearnos en sus bonitas y masculinas figuras de machos en plenitud, haciendo distintas posturas que realzaban sus cuerpos mientras jugaban pretendiendo tirarse unos a los otros al agua.

Después de vestirse con la ropa que habían traído, sudada y sucia, se fueron marchando entre risas, empujones y varoniles bromas, Alberto también terminó por dejarnos después de hacernos prometer que nos veríamos a la noche para tomar unas cervezas, y Jesús se quedó para ir con nosotros a su casa y cenar con su familia.

Estuvimos en el mismo bar de la noche pasada y la fiesta resultó más tranquila ya que Mónica y su pareja no aparecieron durante el tiempo que estuvimos. Bailamos y bebimos pero sin intención de emborracharnos. Jesús y los otros chicos intimaban con las chicas que nos acompañaban y otras que encontraron en el bar, por otra parte Alberto no perdía la ocasión para acompañarnos a mi amigo y a mí bailando sin separarse.

-¿Y éste de qué va, que anda buscando? ¿Ya te quiero coger otra vez? -Notaba a Álvaro muy abierto y despreocupado, totalmente diferente a lo de ayer.

-Creo que te equivocas, tú le interesas, tiene curiosidad… –A Álvaro no le debió parecer mal mi observación y sacó una sonrisa pecaminosa y de confianza en sí mismo.

Todo fue bien a partir de aquel momento, bailamos los tres, a veces abrazados, y otras con el resto de los amigos de su primos. Las horas pasaron y comenzaron a retirarse como cuentas de un rosario, lentamente cada uno o haciendo pareja fuimos abandonando el local.

-Si queréis os puedo acercar hasta casa en el coche. –Alberto y su amabilidad, me rodeó la cintura con su brazo para acercarse a mi oído.

-Tenemos que estar, te debo una. –Me hablaba a mí pero miraba a nuestro común amigo.

-Aún me quedan un par de días, déjame con Álvaro, aún me necesita. –Lo cierto es que lo aventuraba y no sabía, pero quería estar a solas con él para saber lo que pensaba.

Emprendimos el camino hacia su casa, caminando uno al lado del otro, cercanos y alejados a la vez. Como la mayoría de las noches en la montaña hacía frío, y además un suave viento lo aumentaba. Había luna llena, con el cielo despejado haciendo posible ver la impresionante Vía Láctea. La calle discurría con un terraplén a la izquierda protegido por un murete de piedra y rematado por la barandilla de hierro. Me detuve y miré el inmenso cielo estrellado.

-¡Es precioso! –Me estremecí sintiendo el frío de la noche. Mi amigo se quitó la chaqueta y la colocó sobre mis hombros.

-Vamos para casa o mañana tendrás que quedarte enfermo en la cama. -Paso el brazo por mis hombros y avanzamos hasta llegar al abrigo cálido del hogar. Nos dimos una ducha muy caliente y después de lavarnos la boca nos fuimos a acostar.

Estábamos cada cual en su cama y me giré para mirarle, hubiera preferido compartirla con él pero no lo sugirió.

-¿Estas arrepentido de lo de ayer? –Estaba cubierto por la ropa de cama y solamente dejaba ver mis ojos.

-¿Qué dices? Estás loco. He pasado todo el día queriendo repetirlo y no sé si tu lo quieres y en como tendrás el culo. –Álvaro se había puesto rojo. Salte de mi cama para ir corriendo a la suya y me cobije bajo las mantas abrazándome a él.

-Eres un amante delicado y perfecto, por mi culo no te preocupes ya está bien y recuperado. –Se estaba muy bien a su lado, sintiendo su calor envolvente, su cálido aliento rozando la piel de mi cara. Me mantenía abrazado besándome la frente.

-Tenía miedo de que estuvieras arrepentido y nuestra amistad se hubiera malogrado. –Le cogí una mano entrelazando los dedos.

-¿Puede haber algo serio entre nosotros? Creo que te quiero Jesús, mejor dicho, lo se. –Pasé mi brazo debajo del suyo, lo atraje empujándole de la espalda y escondí la cara en su cuello.

-Yo también te quiero, lo sabes, y mucho, pero somos muy jóvenes, tenemos que vivir la vida, y conoces que no soy muy fiel, tú mereces algo mejor y además aún no tienes decidido si eres gay, bisexual o no eres ninguna de esas cosas, es mejor que lo dejemos así, como hasta ahora, amigos que nos queremos. –Me miró elevando las cejas, en un gesto de enfado que conocía muy bien.

-Quiero, necesito estar contigo Jesús, no me digas lo que siento listillo no te busques disculpas que no existen. –Me había soltado y ahora miraba al techo con gesto frustrado y adusto.

-Anda ven, no te enfades, tus padres estarán aquí en dos días y yo tengo que marchar, vamos a pasarlo bien el resto del tiempo. –Le acariciaba el pecho hasta que esbozó una sonrisa, si él supiera cuales eran mis deseos, el cambio de mis sentimientos hacía él en estas horas, pero necesitaba que él estuviera seguro, había tenido dos amores fallidos y no quería un tercero.

-Eres muy guapo, varonil, buena persona y un chico estupendo. Alberto se ha dado cuenta y le interesas, por cómo eres y por esto. –Coloqué mi mano sobre su polla y le acaricié los huevos.

-Tienes una herramienta prodigiosa y no debes ocultarla, hay hombres y mujeres que darían un reino por tenerla. –Su verga reaccionaba a mis caricias con rapidez inusitada. Escondí la cabeza debajo de la ropa y recorrí con besos su pecho sin dejar descuidada la verga.

-Voy a volver a romperte el culito si continúas así.

-Lo estoy deseando, ¿no lo ves? -Álvaro tomó la iniciativa y lo primero que hizo fue quitarse el pantalón para que continuara dando mi cariño a su polla. Sacó de la mesita la crema que usamos la noche pasada para tenerla a mano, me dejó desnudo mientras me besaba el cuerpo.

Mi amigo parecía ahora un caballo desbocado ansioso de mí y quería pasar las manos por mi cuerpo entero sin cansarse, las manos, sus labios y su lengua, como si yo fuera un dulce y sin mirar donde lamiera.

Besaba mi espalda ahora cambiado de postura, cruzado sobre mi y alguna vez sentía ese vergajo enorme tocarme dándome escalofríos.

-¡Qué rico Álvaro! La chupas divino mi amor, aprendes muy rápido. –Chupaba mi pene como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, no se lo se metía del todo pero aspiraba con ganas llevándose el prepucio.

-Tantas ocasiones perdidas teniéndote tan cerca Jesús, otros fueron más listos. -Se detenía para hablarme y sacaba el glande de su boca brillante y rojo a punto de explotar. Luego lo besaba y volvía con él a su boca.

-Me gustas Jesús, al final voy a preferir los chicos a las chicas, tu vales como los dos. –Con picardía me guiñó un ojo volviendo seguido a lamerme el capullo de la polla.

Yo quería alcanzar su pene pero se alejaba de mí dejando que el hilo de sus flujos cayera sin aprovecharlo.

-Deja que toque tu verga, me encanta, quiero tenerla en la boca, en mis manos. -Le hablaba acariciándole el pelo y empujando su cabeza para que me comiera más verga.

-¡No!, si me corro no voy a podértela meter y prefiero tenerla dentro de ti y preñarte con mi leche. –Sabía sus limitaciones y me resigne a simplemente admirarla babeante.

Hizo que me estremeciera con sus palabras apasionadas y llenas de deseo, pensar que volvería a tenerla muy dentro de mi cuerpo me volvía loco. Solamente podía alcanzar su cabeza, sus hombros y algo de su ancha espalda donde pasaba mis manos acariciantes, temblando sintiendo su boca y sus manos en mi ano.

-Álvaro, mi vida, eres el mejor amante. ¡Ahh! Qué placentero se siente. –Estaba estirando la entrada de mi culo alternando la boca con tiernos besos, la lengua penetrando y sus largos dedos durante un tiempo muy largo.

Cuando pensó que me tenía listo se tendió a mi lado para dejar que le besara la boca, de que lamiera sus labios rojos a punto de sangre de lo que había chupado.

-¡Gracias! Álvaro, eres especial, extraordinario, consigues que desee tu larga verga aunque me mate.

-¿Tú me das las gracias? ¡Ohhh! Jesús. Lo voy hacer con amor, te quiero, deseo tenerte y penetrarte, estar calentito en tu interior.

Temblé emocionado, mi amigo conseguía de mí que afloraran mis mejores sentimientos, lo que no había sentido desde hacía dos años, que dejara de ser malo y olvidara mis rencores hacia los hombres.

Mientras me decía esas cosas tan bonitas no dejaba de besarme y lamerme las orejas, abracé su cabeza contra mi pecho acariciándole el pelo.

-Cumple tu labor de macho, fóllame ya vida mía. ¿Cómo quieres cogerme? ¿Por atrás? -Me miró dudoso.

-Quiero cabalgar sobre ti, montarte y tenerte dominado, me gustaría pero aún no confío y es mejor que sea como ayer.

Sin más abrí las piernas y las recogí entregándole mi cuerpo. Apoyó la verga en la entrada de mi culo y éste se abría y cerraba queriendo tragarlo. Me miró pidiendo permiso y fue mi sonrisa la que le respondió. Ahora confiaba en él y no le retuve para nada, él se controlaba y empujaba con fuerza pero agarrándose la polla para que no entrara de golpe.

Me relajé y yo también empujaba hacia él para no resbalar sobre la sábana, tuve un pequeño dolor que no supe si fue al vencer mi resistencia o era porque mi culito aun estaba resentido de la anterior cogida, puedo decir que resultó como una segunda desvirgada.

Resultaba delicioso sentirle avanzar en su recorrido por mi recto, como lentamente iba llenándome con su virilidad esplendorosa, a empujones lentos para terminar de encajar el pene en mi cuerpo hasta sentir los pelos de sus testículos golpeando en la entrada de mi ano.

Álvaro sudaba y le miraba como se formaban las gotas en su frente mordiéndose los labios y a veces cerrando los ojos, resultaba todo un espectáculo observar al semental realizar su labor para la que estaba dotado. A mi vez, aguantaba como buena hembra, disfrutando al ser penetrada por la polla del macho que la encantaba, sintiendo como me llenaba hasta temer que me reventara, pero estaba allí para que él me gozara y se sirviera de mi cuerpo para su placer que era el mío.

-¿Estás bien? -Casi no se le oían las palabras por lo agitado de la respiración.

-Estoy bien cariño, lleno de ti mi vida. –Sonreía satisfecho y descansó posado sobre mi pecho, besándome con suavidad, haciendo pequeños movimientos de giro que hacía que temblara y me derritiera.

Lentamente comenzó a moverse, a bombear en mi culo su largo y riquísimo pene, notaba su dedicación e interés en no correrse muy pronto y como se detenía cuando estaba a punto de eyacular para alargar más la cogida, la cópula perfecta de dos seres que se acoplan.

Resultaba todo un detalle su deseo de que fuera yo el que obtuviera mi orgasmo primero, él no se dio cuenta pero ya lo había sentido sin que me saliera la leche. Iba a coger vicio por mi amigo, por su polla, por su inmenso cariño.

-Me voy a correr Álvaro, ¿y tú?

-Hazlo ya, quiero ver cómo te hago disfrutar. –Y unos segundos después sonreía viendo mi cara de placer al eyacular perdiendo el control, y saltando mi culo sobre la cama gozando fuertes espasmos con cada eyaculación que tenía cuando expulsaba el semen de mis testículos.

Había cumplido con su deber de hombre, de macho que deja a su hembra satisfecha y entonces comenzó a follarme fuerte sin sacar mucho la verga, lo disfrutaba también como una continuación de mi cénit de placer, mi culo gozaba de nuevo aunque me hubiera corrido.

Había sido una de las mejores folladas que me habían dado, un muchacho que era su segunda vez y resultaba todo un poderoso y viril hombre, le abrace gozando su peso posesivo encima de mí trémulo cuerpo.

Tenía que meditar sobre su ofrecimiento, Álvaro era un dulce demasiado tentador y sabía que terminaría por estar a su lado si él quería, pero necesitaba que se lo pensara seriamente, para tenernos siempre o hasta que se cansara de mi como Demian, eso ahora no importaba, solo abrazarle y recibir sus descargas del néctar que expulsaba de sus testículos a mi vientre.

Sigue…

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