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Ay los sábados... (3 de 3)

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Increiblemente, tardaron bastante en volver a dormir juntas.

No hubo durante los días posteriores, ni comentarios al respectos ni miradas, ni reproche.

Era tan grande lo que había ocurrido, tan bonito, tan sensual, tan tierno que ambas no quisieron continuar. Quizás para no estropearlo.

Quizás.

Continuaron con sus vidas.

Mama era psicóloga pero trabajaba de asesora en un despacho de abogados. Asesoraba psicológicamente a testigos y clientes para juicios, toma de decisiones etc...

Estudió psicología sin demasiada convicción. Sabía que tenía un don para escanear emocionalmente personas, situaciones, contextos...También sabía que no quería tener su propia consulta. No le iba.

Era esclavo, pensaba que los pacientes te succionaban tu vida, tu esfuerzo, tus emociones. Aunque aprendió con el tiempo a tratar el trabajo, como “trabajo”, siempre acababa extenuada.

Había elegido esa carrera por ser cortita, relativamente sencilla para su inteligencia, y por los fiestones que sabía que se organizaban los jueves en cualquier punto de la ciudad.

Mamá jamás imaginó que acabaría trabajando en un despachos de abogados, vistiendo con la última moda de los centros comerciales y nunca de rebajas, con su Suzuki Vitara negro tres puertas, suyo y pagado, y una casa en una urbanización de casitas pareadas de ensueño, que no era exclusiva, pero que unos ingresos medianos no soportaría.

Jamás imaginó que dicha casita la podría pagar en cinco años.

Y que todo eso lo lograría principalmente con sus ingresos.

La Pasta la traía ella. Él aportaba todo lo demás. Tranquilidad, protección, unidad.

Jamás pensó que en su primer trabajo de estudiante, mal pagado y desagradecido, encontraría a su marido, antes incluso de acabar su carrera y de ser independiente económicamente.

Su marido era un chico fuerte y sano. Era el encargado del supermercado donde trabajó. Era de esos que se afeitan todos los días sin excepción, y que se cuidaba en general. Era de esos que conservó con el tiempo su aire bohemio en cuanto aficiones o cultura y no era nada aburrido. Feroz lector y oyente de debates, tertulias, política etc...la hacia reir con frecuencia, era como tener a un periodista, columnista, monologuista, deportista en casa. Era de esos que te despertaban de madrugada para follar y aun que no tuvieras absolutamente nada, pero lo que se dice nada de nada de ganas de sexo, sentias su enorme miembro acercarse sin maldad a una nalga o al darse la vuelta en la cama durmiendo rozaba su misil con la mano y notaba ese vigor imposible después de diez horas de trabajo que no se podía negar a un apasionado polvo vespertino que la dejaría cansada para el resto del día pero daba igual. Era de esos que con la regla no insitía en tener sexo, sabiendo que era a ella a quien le daba pudor.

Era tan bueno.

El siempre se sacrificaba por la familia. Siempre se ponía el trozo de carne mas feo, o no se compraba sus caprichos para que su mujer pudiera ir a la última. Soportaba el peso de su familia, la responsabilidad de darles una buena vida a sus chicas. Era la hormiguita. Su mujer acabó ganando tres veces más dinero que él, pero jamás bajó el pistón en su trabajo. Su vida profesional se la tomaba muy en serio. Actuaba como si solo existieran sus ingresos.

Tenía que casarse con él.

Las amigas del despacho, auténticas brujas pensaba ella, le decían que no había nada mejor que un hombre más joven que tu y que ganara menos que tu, siempre y cuando te lo pudieras permitir económicamente claro. Que lo tendrías a tus pies para el resto de tu vida. Y siempre mandaría ella en su vida. Tenía que reconocer que las condenadas no se equivocaban.

Ella decidía la decoración, la casa, el coche, las vacaciones, la compra, la cena y todo. Era en consenso, pues eran partidarios del diálogo. Pero en el fondo sabía que sin apenas forzar ella se salía con la suya.

Curiosamente su hija consiguió lo que nadie había conseguido en su vida. Que fuera ella la que cediera.

Para empezar quería un hijo, y vino su nena.

Quería hijo único y sin quererlo su hija provocaría la llegada de un miembro más en la familia. Y para más inri niña también.

Quería una escuela y su hija se decidía por la otra.

Quería ponerla la ropa que a ella le gustaba y su hija se negaba en redondo. No la reñía, claro. No le daba opción.

Era su viva imagen. Sería abogada en vez de psicóloga, o juez, pensaba graciosamente mama.

Mandaba en su corta vida, y sin imponerse, en las de su alrededor. Era Aries como ella, y ella lo notaba. Sin duda. Los Aries, dicen, no mandan, sencillamente les haces caso.

Pero esta vez se había pasado.

Sin embargo, no estaba enfada con ella. No se sentía enojada.

Repasó los hechos por enésima vez mientras conducía a toda velocidad hacia la escuela para buscar a su nena.

Que la nena quisiera dormir con ella, vale.

Que la nena se abrazara y la acariciara, vale.

Que la nena le tocara los pechos por encima de la blusa, en fín, vale.

Que la nena le tocara los pechos por debajo de la blusa, bueno, esta descubriendo su futuro cuerpo, vale.

Que le dibujara corazones imaginarios con el dedo en su ombligo mientras le besaba sus pechos, ya no vale. Pero valió.

Que se quedara horas entre sus piernas con la nariz pegada a su coño por encima de las bragas, tampoco valía, pero valió.

¿Como entonces iba a negarle aquella mañana de invierno que la bajara las braguitas para poder olerla en vivo? Ya era tarde, ya había decidido su hija. Se había salido con la suya, como ella hacía. Sencillamente no se pudo negar.

Pasaron varios sábados sin dormir por las mañanas juntas. Sin dormir la siesta. Pero, como digo, actuando como si nada hubiera pasado. Los domingos se metían en Land Rover de papa y se iban a visitar bodegas, lagos, parques, y eran felices como siempre. Ni una muestra de cariño más, pero tampoco menos.

Le parecía raro que la niña de repente no quisiera dormir con ella.

La razón era que la niña estaba feliz y extenuada. Porque cada noche cabalgó su almohada sin necesidad de oler a su mama, ni de braguitas ni nada. Fue tan grande lo que pasó aquel sábado que su loca cabecita tuvo que digerir poco a poco.

A la mama ya le pareció bien que se enfriara la cosa de golpe, que demonios. No se atrevía ni a decirse a sí misma frente al espejo, en voz alta, lo que había pasado.

Pero en el fondo, muy en el fondo de su cabecita, entre el consciente y el subconsciente le rondaba una pregunta, que como resultado tenía un sentimiento. ¿Acaso la nena ya no quería dormir con ella, porque ya había obtenido lo que quería y se había decepcionado? Ésta era la pregunta y el sentimiento era de tristeza. ¿La añoraba?¿Echaba de menos a su hija?

Se había notado así en las semana posteriores a aquella mañana de sábado. Y se acentuó una tarde que fue a buscar a su hija al colegio.

Tardaba y tardaba. Se demoraba y mama fumaba esperando, ya que con la nena en el coche nunca fumaba, ni en su presencia prácticamente. El boletín informativo de las cinco ya finalizaba la meteorología y atacaba los dichosos y omnipresentes deportes con lo que eran casi las cinco y quince minutos.

Entonces la vió aparecer cuando ya no había casi mamas ni niños. Venía de la mano de una maestra. Una maestra nueva y que no conocía. Más joven que ella, por lo menos diez años.

La nena entró en el coche como si nada. ¡Hola mama! Besito en los morros y para casa.

Mama se quedó de pensativa. Le preguntó por la maestra y dijo que estaban repasando unas cuestiones matemáticas que no acababa de entender. El dichoso Rufini. Bien, pensó mama. Nada que objetar, sin embargo ¿Qué le ocurría? La respuesta era fácil pero complicada.

Estaba celosa.

Y llegó la primavera.

Fueron a pasar un sábado entero al centro comercial, que los tres disfrutaban a su manera. Por la mañana se dedicaban a las atracciones para la nena. Jugaba a Bolos, en la sala de videojuegos, etc...comían algo de Fastfood, y por la tarde papa se fue a ver fútbol en la superpantalla y mama de compras con su nena, por fin.

Fue una auténtica fiesta para Raquelita, que se hartó de mirar ropita chula para su mama, se la imaginaba puesta en el bajito y sensual cuerpo de su latina madre, y entonces se la vendía a mama.

La nena se fijaba en otras mamas, cosa que antes no hacía. Otros culos, otras tetas, otros cabellos, otros cuerpos. Eso pensaría un chico, claro. Ella solo se fijaba en las combinaciones para ver que le podía quedar bien a su mama. No tenía ojos para nada más.

Rieron juntas como nunca. Recorrieron Zara, Bershka, Stradivarius, Mango ( más adecuada para mama, pensaba la niña), Massimo Dutti ( ésta le encantaba a mama ) Blanco, Dsigual, etc...

Aunque ganaba mucho dinero, no le gustaba ir de marca. Prefería tener el triple de ropa y renovarla cada año o en pocos meses que menos prendas exclusivas que a lo sumo se las pondría tres veces.

Mamá volvió con decenas de bolsas que el padre miró de reojo enarcando ambas cejas sin decir ni esta boca es mía.

Se lo pasaron super, después de lo ocurrido fue genial por parte de ambas comprobar que todo estaba bien.

Aquella noche al ir a acostar a su nena rendida, la niña insistió que se probara la ropa.

-Es tarde, cariño, ¿No estás cansada?.-replicó la madre sentada en su camita.

-va, porfa, porfa, por lo menos el vestidito naranja..-sugirió la nena- quiero ver que tal te va, porfa, porfa.

El marido estaba durmiendo ya, cansado, pues eran pocos los sábados que libraba y los utilizaba para descansar, y aquel día de descansar nada.

-Joder con la niña, eres pesadita eh.-balbuceó en broma , mama.

-bieeeeen- susurró la niña para no despertar a su papa.

-Solo el conjuntito naranja, que además es más para verano, todavía hace fresquito, cielo.-se quejó la madre.

-Ya lo se mami, solo quiero ver como te queda. Y ponte las Sandalias de tacón lila de Stradivarius, ¿vale?-propuso la nena.

-¿Lila con naranja? Estas loquita de verdad.

Se dirigió al comedor a por las bolsa pertinentes con sumo silencio y se dirigió a la habitación de la nena. Se hubiera cambiado en el baño pero claro, el marido dormía y las bolsas hacían demasiado ruido. No pensó en el espectáculo que estaba a punto de ofrecerle a su nena. ¿O sí?

Lo que si pensó es que la Raquelita se había vuelto a salir con la suya.

Se quitó los vaqueros D&G que le había regalado su marido, ella no quería marquitas. Y descubrió sus hermosas piernas, aún blanquitas por el invierno. No llevaba bronceador. No estaba sexy, pensó aliviada mama. La nena exclamó un ah!! al ver las braguitas moradas a juego con los sujetadores morados también.

-Que bonitas!!- se le escapó a la nena.

-¿El qué mi vida?- preguntó extrañada la mama, pués todavía no se había probado nada.

-¿Son nuevas? -pregunto la hija

-Si cielo -respondió estupefacta la madre -¿Por?

-nada, por nada. Son muy chulas. -dijo la nena.

Acabó de ponerse el conjuntito naranja. Y ciertamente era muy bonito. Fresco y con movimiento. Unas faldillas al vuelo de gasa con unas pocas lentejuelas raras, con un enorme cinturón de quince centímetros de ancho tan solo decorativo.

-¿qué cariño? ¿mola?-preguntó graciosa la madre, mientras se empazaba a poner la parte de arriba.

-es supermonaaa!!-le salió a la nena.

Acabó de ponerse la rebequita naranja que se ciñió bien a su cuerpo, y claro sus pechos.

-¿Que tal?-preguntó

-oohh!- exclamó la nena.

-ssshhh!, cielo que vas a despertar a papi-

-estas super, mama.-dijo la nena

-claro, nena, claro. Así que estoy “super”-dijo en broma mama

La nena le hizo una fotito con el movil, a lo que la madre accedió a posar sintiéndose ridícula, pero en fin, la niña mandaba.

Y entonces se desvistió, se puso su camisón y se enfundó una bata pues ya hacia rato que la calefacción se había parado, era tardísimo ya.

-mami- llamó la nena.

-¿Qué? -se giró de repente la mama.

La nena no dijo nada.

-¿Queee? -dijo la madre.

A la nena le había cambiado la cara. Estaba más seria, y la miraba fijamente.

-¿¿Que quieres??¿¿Se puede saber??-

-nada, nada, que buenas noches- dijo con algo de tristeza la nena.

-¿Que te pasa, mi vida?- dijo la madre y se sentó en el borde de la cama. Ha llegado la hora de afrontar lo que pasó, pensó.

-Solo quería darte un besito de buenas noches- dijo la nena

-claro, cariño, ¿Por eso te pones así?- dijo la madre y le dio un besito el los labios, cosa que siempre había hecho habitualmente.

-nooo, pero no así- resignada afirmó al niña.

¿Cómo “no así” ? -se extrañó la madre.

La nena entonces actuó otra vez poseída por yo que sé y le abrió la bata con una risita capaz de abrir las puertas del paraíso y se abrazó a su madre, metiéndole los brazos por debajo del camisón palpando su su caliente piel, acariciando su espalda mientras le daba besitos en el cuello.

-¿Mi niiiña, qué te pasa?¿Estás tontita?-preguntó mama.

La nena no decía nada, tan solo la besaba y la acariciaba. Y palpando llegó sin querer, lo juro, hasta el sujetador por la parte de detrás. Sus manitas no dudaron en intentar torpemente desabrocharlo con celeridad sin consguirlo hasta que se puso a estirar a lo loco.

-Oye, oye, oye -le paró mama, y le agarró sus bracitos.

-En serio, cosita, ¿se puede saber que te pasa?- preguntó la madre. La niña la miraba y le puso morritos como diciendo Jo!.

Mama entonces actuó otra vez sin pensar y se quitó los sujetadores para su nena.

-Así ¿lo ves?- le dijo -¿Y ahora qué quieres?

La nena que seguía sin hablar, no parecía ella y se lanzó a apartar a un lado la bata y subiendo ella sola todo el camisón. Aunque a la altura del vientre mama la ayudó.

-Espeeera, so impaciente- dijo mama. Y se quitó la bata y después finalmente el camisón.

-Ya está ¿Mejor así? -le susurró mama, como si svasito de leche estuviera a punto.

La niña seguía sin hablar. Ahora ya estaba rozando su carita, su naricita y su boquita contra los pezones adormecidos de mama. Y no paró, ni mama tampoco la paró hasta que no estuvieron bien duritos. Estuvo un buen rato. Mama miraba al techo con los ojos cerrados. ¡Cuanto te he echado de menos mi amor!, pensaba, pero no se atrevía a decírselo. No podía decírselo. Era su madre.

-Vale nena- interrumpió la madre- Ya. Yaaa, cariño- la susurraba.

-Nooo- balbuceó la nena con un pezón en su boca y la manita en el otro.

-Sii cariño, ya está, vale ya, de veras- Dijo su mama, un poco obligada.

Le costó dios y ayuda parar a la nena pero al final lo consiguió. La nena puso carita de pena, de forma magistral. Eres una manipuladora genial como tu madre al fin y al cabo, pensó su mama.

-Es que te quiero mucho mami- por fin dijo algo la niña.

-Lo se mi vida, lo se- respondió la mama- pero ahora ya está. Vamos a dormir. Oye, yo también te quiero mi niña. Pero mucho mucho ¿eh?-añadió la madre.

-Pero yo más- dijo la nena graciosa.

-No creo que más que yo- Respondió la madre. Y acto seguido pasaron a hacerse cosquillas una a la otra.

Cuando ya se marchaba de la habitación, se giró con las defensas bajas por las risas y por las carantoñas de su nena.

-Si quieres más ya sabes donde estoy. Pero ahora a dormir- fue su última palabra. La nena le dijo “adiós adiós” con la mano saludando como la reina madre.

La madre no sabía si acababa de meter la pata o darle esperanzas, pero ciertamente ella tampoco sabía si lo que tenía que hacer era cortar de raiz o no. ¿Quien sabe si la nena se le insinúa a la profe si no le hago caso y me mete en un buen lio, gordo de verdad? Se preguntaba la madre de camino a la habitación. Lo que sí sabía era que estaba, primero, contenta e ilusionada, pues su nena la seguía queriendo, y segundo, absolutamente cachonda y excitada.

Había sido un duro día para el marido, su sábado de descanso en el centro comercial, pero que cojones, “ella” era una oferta que no se atrevería a rechazar. Ella era una magistral manipuladora, recordó con una sonrisa. Y se dirigió a la cama, con las bragas en los tobillos y acto seguido en el suelo, y despertó a su marido de forma deliciosa. Follaron de inmediato, pues su marido estaba bien dormido lo que significa, ya lo he dicho, empalmado a tope, y ella ya estaba a puntito, lo deseaba dentro a la de ya.

Folló como en la universidad, haciendo posturas diferentes y haciendo bastante ruido. Se corrió gritando como una adolescente sin tapujo alguno, a lo que él no puso ningún reparo y no se quedó atrás. Ya le explicarían a la nena que estaban haciendo gimnasia o lo que sea, pensó. Acabaron juntos como un buen matrimonio, besándose en plan pasional y la hija lo había escuchado todo. Se puso muy contenta por mama, sabía que era como hacía ella con la almohada pero a lo bestia y que eso a mama le encantaba.

También escuchó como fumaban después del polvo y mama le susurraba a su marido que tenían una vida maravillosa, una hija maravillosa que era lo mejor que les había pasado.

-¿quién sabe si ahora tendremos otra? -dijo tontamente el marido.

-Sí. Quién sabe- dijo ausente la madre, mientras exhalaba el humo.

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