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Karina, el segundo encule de mi vida (1)

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Aquel día de otoño, mi amigo Rivas me invitó a que le acompañara a la exposición de productos en la cual la compañía para la que trabajábamos participaba. Era un evento nacional y aquel pabellón donde tomaba lugar dicho evento, estaba abarrotado de cientos de gente, pero en especial la tienda más conglomerada era donde estas chicas mostraban más que las herramientas de la construcción que eran la nueva innovación en el mercado, pues su centro de atención eran sus rostros angelicales y bien esculturales cuerpos.

Mi amigo Rivas, sin perder mucho el tiempo se dirigió a las mesas donde estas chicas lo saludaron con un beso, lo que me dio a entender, que tenían ya lazos de amistad entre sí. Segundos después me presenta con estas lindas chicas entre las edades de 20 a 30 años y quienes vestían estos pantalones de licra color negra y una camiseta roja con el logotipo de la compañía que representaban. Realmente era una delicia verlas y era entendible el porqué su tienda siempre estaba abarrotada de hombres de todas las edades. Era simplemente divino ver como esa licra ceñía sus bien trabajados glúteos, esas piernas largas y bien torneadas y el punto excitante, cómo les ceñía hasta exponer esa rajadura de sus ansiados sexos.

Todas me llamaron la atención, todas ellas eran hermosas, pero me llamó más la atención la chica de cabello oscuro y ojos almendrados. Cuando mi amigo Rivas me la presentó, ella con una sonrisa perlada, de una dentadura y sonrisa perfecta me dio su primer nombre: Karina. –dijo. Su rostro era delgado y alargado, con un cabello espeso y oscuro que le llegaba acariciando su precioso trasero, unos labios carnosos y ahora pintados de un rojo muy llamativo, sus cejas eran anchas pero bien recortadas, pero encajaban bien con la simetría y estética de su maquillaje y su léxico era atractivo, claro y muy seductor. Realmente me llamó mucho la atención y pareció que teníamos mucha química que en breve ya estábamos bromeando con más confianza. Fue Rivas el que me insinuó que la debería contratar para la compañía diciendo:

- Zena, ¿qué te parecería tener como tu secretaria a Karina?

- Sería fabuloso, pero no creo que sea su línea de trabajo… no creo que le guste estar encerrada en una oficina. –dije.

- ¿Por qué lo dice? Cuando me gradué en contabilidad, siempre busqué un trabajo en el área, pero siempre se me negó. Realmente esto de edecán como que no es lo mío. –dijo la chica.

En aquella primera apreciación de Karina le calculaba era la menor de todas con unos 22 años, pero me equivocaba, era la mayor y contaba con casi 28 años. En la plática descubrí que tenía una licenciatura en administración con una inclinación en contabilidad, pero que las circunstancias siempre la llevaron a ese tipo de trabajo donde explotar su belleza y que era más fácil según mi apreciación, aunque no era la apreciación de Karina. Me habló de los viajes constantes, de dormir en hoteles y una serie de inconvenientes que dicho trabajo conllevaba. Aun así, solo contemplaba esa posibilidad tan remota, de hacerla mi secretaria, pues quien podría concentrarse en el trabajo con semejante belleza y tener ese hermoso trasero rondando mi oficina. Era una tentación, pero la manejé como siempre manejé esas tentaciones con el sexo opuesto en mi ambiente laboral. Concluí con un apretón de manos y por cortesía le dejé mi tarjeta de presentación con la certeza que era la única y última vez que la vería.

En realidad estaba en busca de una secretaria, pues me iniciaba como vicepresidente de ventas y era regla y un privilegio el tener mi propia secretaria personal y cuya posición estaba ligada a mi estadía en aquella posición. En esas primeras semanas había entrevistado a 5 potenciales candidatas y estaba a punto de tomar mi decisión cuando recibo la llamada de Rivas, quien era el vicepresidente de recursos humanos:

- Zena, ¿sabes a quien acaban de entrevistar para la posición de tu secretaria?

- Dime, no tengo idea.

- Karina, la chica que conociste en la expo. ¿Dime cuando la cito para que la entrevistes?

- Pensaba tomar la decisión mañana viernes con las candidatas que tengo, pero si le quieres dar una oportunidad, cítala para hoy en la tarde o mañana por la mañana.

- Está bien, ahora se lo comunicamos.

Habían pasado dos semanas desde que la conocí, precisamente el tiempo que se toma en estos papeles burocráticos. Karina accedió a una entrevista conmigo esa misma tarde y desde ese momento me envolvió la ansiedad de cómo iría vestida, si se presentaría como la misma chica de aspecto coqueto que representaba como edecán los productos de construcción o si llegaría con un aspecto más conservador, proyectándose como la secretaria ejecutiva que aspiraba ser.

Me anunciaron su llegada después del almuerzo y me sorprendí al verla cruzar la puerta de mi oficina. Su cabello estaba suelto y su rostro lucía un maquillaje más conservador, de tonos más pálidos. Una falda ejecutiva de tono gris que bajaba por sobre su rodilla, zapatos blancos con una blusa del mismo color y un chaleco también gris, el cual tenía unos broches color de oro. Karina se miraba divina y muy profesional, al punto que llevaba unos lentes claros, que la hacían ver más madura o académica, lentes que después supe no necesitaba y todo aquello era más que un intento de vender esta nueva imagen. Realmente lo estaba logrando, y aunque nunca había tenido experiencia como secretaria, me incliné por su conocimiento con los números y las finanzas. La contraté aquella misma tarde y por compromisos adquiridos con la otra compañía, debería de comenzar hasta entre dos semanas.

Debo decir que Karina y yo teníamos buena química, pero al igual ella tenía una buena vibra con toda la gente. Inclusive muchos de nuestros potenciales clientes siempre me pedían que la llevara a nuestras reuniones y eventos sociales. Siempre intenté complacerlos a todos y eso generó a que tuviera una convivencia muy cercana con esta linda chica, que creo llegó el punto donde ella también lo tomó a mal, pues prácticamente desayunábamos, almorzábamos y algunas veces cenábamos juntos.

Recuerdo que para esas primeras fiestas de fin de año, donde todos los ejecutivos y el personal de oficina nos reuníamos, Karina me hizo una confesión que al principio pensé era un intento para alejarme un poco. La realidad que me gustaba estar con ella, pero tampoco le di motivos para que pensara que quería algo mas con ella. Esa noche antes de despedirnos y quizá con esa influencia y valor que le daban algunas copas de champagne me confesó algo muy íntimo: - Sr Zena, espero no me lo tome a mal y no sé sus intenciones para conmigo, pero debo serle honesta: soy lesbiana y tengo una pareja.

Realmente no recuerdo muy bien por qué me lo dijo o qué motivos le di, pero creo más que todo, fueron mis atenciones en esas primeras semanas que ella tomó como un intento de llevarla a la cama, pero en realidad, hasta ese momento siempre traté de una manera muy profesional a todos mis subalternos. No sé si era una confusión del alcohol de parte de ella, pero le dije que no se preocupara, que su confesión era algo confidencial y que nadie más lo sabría.

Realmente con los meses y con los años Karina se encargó de darlo a conocer y fueron las otras chicas que trabajaban en las oficinas las que se encargaron de darme a conocer del mal gusto de la bellísima Karina. Todas hablaban de Ana, su pareja, como una mujer sin delicadeza, de aspecto tosco y obeso. Cuando la conocí tampoco yo lo podía entender; cómo una mujer tan bella como Karina podría tener como pareja a alguien tan disparejo. En las siguientes fiestas de fin de año, nos dimos un apretón de manos cuando oficialmente me la presentaba Karina y en los minutos descubría todo lo que los demás hablaban: Esta mujer lesbiana, quería ser más macho que el peor de los machos.

Mi relación con Karina la conllevamos de una manera muy profesional por todo ese tiempo, hasta que llegó el tercer año y donde las cosas curiosamente cambiaron sorpresivamente. Recuerdo era un día viernes por la noche y me preparaba para ir a mi cama después de una larga semana de trabajo. Las chicas de la oficina como siempre me habían invitado al convivio que tradicionalmente tenían una vez al mes. Ese día no los quise acompañar, pues además del cansancio, llovía constantemente y decidí llegar temprano a mi casa, tomarme un par de whiskys, oír música y descansar. A las once de la noche suena mi celular y es Karina quien sorpresivamente me habla. Entre unos sollozos escucho algunas palabras quebrantadas diciendo:

- Tony, puedes hacerme un gran favor, ¿puedes venir por mí al mismo club que siempre venimos?

- ¿Te encuentras bien? ¿Te ha sucedido algo?

- Ven por favor, quiero salir de aquí, pero no quiero tomar un taxi… no quiero que los demás sepan que me he ido.

Se oía que estaba tomada y en aquel momento tomé mi auto y salí en busca de ella al lugar donde siempre nos reuníamos cada primer viernes del mes. Por la lluvia no supe que era ella, pero Karina había identificado mi auto y estaba completamente mojada del aguacero incesante de aquel día. Se sube al auto y veo sus ojos almendrados aguados por el llanto y su maquillaje totalmente descompuesto. No le pregunto nada y solo manejo con dirección a mi casa. Ella solo guarda silencio y va como hipnotizada viendo su reflejo en el cristal de su puerta.

Llegamos a mi casa, la cual Karina nunca ha visitado y la invito a pasar. Le ofrezco que se dé un baño caliente para recuperar su calor y le ofrezco una de mis batas, de esas que son absorbentes como una toalla. Como es invierno, tengo la chimenea encendida, ella sale de darse la ducha y le ofrezco que lave y seque sus ropas en la lavandería que está en el segundo nivel ve mi casa. Ella sigue mis instrucciones y se va a la lavandería. Cuando baja, baja llorando y solo imaginé algún quebrantamiento emocional con la insípida de Ana. No me equivocaba.

- ¡Ana tiene a otra mujer! – me dijo sollozando.

- ¡Lo siento Karina! Imagino debe ser muy doloroso.

Recuerdo me acerqué para brindarle un abrazo y a la vez ofrecerle un whisky el cual aceptó. Aquello abrió el zaguán de la confianza y comenzó a contarme como lo había descubierto. En el club esta mujer se le acercó y le confrontaba el por qué estaba tomada de las manos de su marimacha. Hubo una confrontación entre las tres y Karina había abandonado el lugar hasta recobrar la compostura debajo de la lluvia.

Aquella noche le ofrecí una de las habitaciones, al igual que le ofrecía una de mis camisas para que le sirviera de camisón de dormir. Aceptó y después de tres whiskys más y como a la una de la mañana ambos nos fuimos a descansar. El siguiente día sábado, yo ya le tenía desayuno cuando despertó y comió un poco, con la queja de que no quería regresar a su apartamento por su ropa, ni por su automóvil. No quería estar cerca ya de Ana y le propuse que se quedara temporalmente en la casa, que usara uno de mis automóviles y que podríamos ir de compras para que tuviera que vestir y calzar.

Aquel fin de semana se habrá gastado una buena parte de sus ahorros, pues mi cálculo fue que por lo menos unos $5000.00 se fueron en zapatos y vestidos y lo más emocionante de todos aquellos ajustes, fue acompañarla a la compra de su lencería. Para abreviar aquella transición, se instaló en mi casa donde no tenía que pagarme alquiler y por lo único que se acercó días después al apartamento, fue por su automóvil y dejó todas sus demás cosas en el apartamento que compartía con Ana. Cambió su número de celular para no estar siendo hostigada por las llamadas de Ana y al igual cambió la rutina de mi vida, pues Karina lo había cambiado todo.

Karina se ajustó a mi pequeña familia, quien era mi cuñada a quien quiero como una hermana y mi hijo que en esa época rondaba sus doce años. El ajuste fue muy cordial, pues por esa época Kashira, mi cuñada, vivía con mi hijo en California, y no se había mudado a la nueva casa para no incomodar a mi hijo y a quien ella quiere como el suyo propio. Kashira, le abrió la casa a Karina, con la obvia equivocación que entre nosotros existía más que una simple amistad o una relación profesional. Fue una época que idealizo, pues me gustaba encontrarme con Karina todo el día. Compartir con ella el trabajo y por las noches mi techo, fue algo muy especial y sin temor a equivocarme, puedo decir que me estaba enamorando de ella.

Nunca me sobrepasé con ella, ni siquiera pensarlo… bueno, debo admitir que algunas veces soñé tener sexo con ella, era fácil caer preso de sus encantos y es que Karina tenía esa vibra dulce, melosa y ciertamente coqueta, sin olvidar todos esos atributos femeninos que la naturaleza le dio. Sus pechos el cual calculaba en una copa C38, se miraban redondos y sólidos, y si nos es que hubiese tenido la oportunidad de apreciarlos detalladamente, siempre hubiese pensado que eran el arte plástico de un buen cirujano. Me gustaba llegar a casa para los días de verano, pues después de un largo día de trabajo con sus trajes profesionales la solía ver bajar por las gradas del segundo nivel, ya con una vestimenta más relajada y me gustaba verla con esos pantalones cortos de algodón donde se le podían ver sus dos suculentos glúteos que a cualquiera hacía soñar y hacer volar la imaginación. Recuerdo esos bustier ajustados proyectando sus dos deliciosos melones, donde me dejaba ver su sensual ombligo donde le brillaban tres pequeños diamantes que realzaban su cintura perfecta, esa cintura de avispa, esa silueta perfecta que eran un valle de ilusiones.

Llevamos una relación muy cercana y la convivencia fue de mucha confianza. Con el tiempo nos quedábamos dormidos en el sillón de la sala principal para luego al despertar en la madrugada cada quien salía a su respectiva habitación. Cocinábamos juntos y nos repartíamos el trabajo de limpieza de la casa. Los vecinos comenzaron a identificarla como la Sra. Zena y me gustaba que Karina no intentara aclarar el estado de las cosas, y me gustaba que mis vecinos o conocidos pensaran que ella fuera mi esposa. Y el tiempo se iba fácilmente con ella, y fue por esa época que me asombré que el hombre promiscue que me había convertido después del fallecimiento de mi esposa, se encontraba en reposo y sin el hambre de encontrar una pareja con la cual fornicar y encontrar el alivio y desahogo sexual.

Mi mundo se llamaba Karina y era todo lo que en ese momento pensaba a sabiendas que era una chica por decir imposible para mi, pues que más cuesta arriba uno puede encontrar cuando se me ha dicho frente a frente que es atraída por las mujeres y no por el sexo opuesto. Era fácil nuestra relación, pero difícil a la vez; solo podía soñar, solo podía imaginar y fantasear de hacer aquel cuerpo escultural de un metro y setenta y cinco centímetros mío; y esto solo pasaba por un sueño o la imaginación, aunque de vez en cuando me rozaba con sus glúteos y senos, cuando sentía su aliento con su sabor de vino, cuando me tenía que encontrar con esa prenda íntima que había olvidado en la lavadora o secadora. Eran muchas cosas las que hacían difícil mi situación, mas sin embargo se aplacaba aquella tensión con la atención exquisita y melosa de la bella y escultural Karina.

La casa era espaciosa y nos brindaba espacios libres a ambos y quizá por ser solo dos en una construcción de 2500 metros cuadrados, nos buscábamos mutuamente para no sentir la soledad. Cuando vivía solo, quizá ya me había acostumbrado a no escuchar otra voz. Hoy procuraba encontrar su mirada, escuchar su voz, sentir su olor y de vez en cuando el calor de sus manos. Y recuerdo mucho los veranos con ella, pues salía con su pequeño bikini a nadar a la piscina y donde más de alguna vez procuré sentir su torso desnudo. ¡Que delicia es volver a recordar su sensual silueta!

De esta manera pasaron los meses y ese arreglo de una estadía temporal se había alargado y yo esperaba que continuara así. Por mi cuenta hubiese querido que se extendiera por décadas, yo necesitaba de su presencia aunque después de cuatro meses estaba forzado de una manera inconsciente a una dieta sexual. Las chicas con las que me acostaba por aquel tiempo, quedaron relegadas al olvido y me conformaba con el dulce olor a Karina.

Todo cambió desde el día que jugando futbol en el parque, llegué rengueando y apenas subí las gradas que conducen de la cochera a la entrada de la casa. Tenía el tobillo y rodilla hinchada y al verme Karina entrar en esa condición, se me acercó y me permitió que me apoyara en su hombro. Me ayudó a subir hasta el segundo nivel y me aconsejó que tomara un baño caliente y que ella buscaría algún ungüento y alguna venda. Al salir de mi baño, la vi sentada en la cama de mi habitación. Era la primera vez que recuerdo entraba hasta ahí. Me pidió que me acostara y comenzó a masajear mi pierna desde los dedos de mis pies hasta llegar a mi entrepierna. Su toque era delicado y con todo lo que encerraba Karina para mi, su dulzura, su belleza, su melosidad para conmigo, todo aquello me excitaba al sentir su roce de las yemas de sus delicados dedos al masajear mi piel. No pude evitarlo y creo que ella notó mi erección. Lo tomó de lo más natural y prosiguió. Me puso unas vendas y luego me comenzó a masajear la espalda y me dio un masaje en la cabeza y todo aquello, mi dolor y cansancio, hizo que cayera en sueño y cuando desperté en la noche, ahí estaba Karina, dormitada y abrazada a mí, con su pierna sobre mi espalda con su pequeño pantalón corto de algodón y de un color celeste. Contemplé su sueño y no quise interrumpirla y goce con tenerla en mi cama, aunque no pasara más que aquella atención fraternal.

Como el siguiente día no fui a trabajar dada mi condición, ella se salía temprano de la oficina, pues su jefe, quien era yo, le brindaba convenientemente tal permiso. En la compañía nadie sabía que Karina y yo vivíamos en el mismo techo y de esta manera nos mantuvimos para evitar rumores y malos entendidos. De hecho, Karina siempre llegaba en su coche y yo en el mío. Fue por medio de Karina que descubrí de las mujeres de la oficina que se querían acostar conmigo. Ella lo decía en son de broma, como sugiriéndome a aprovechar tal situación:

- ¡Le gustas a Diana! Ella está loca por ti… si solo la invitaras a salir.

La verdad que habían chicas muy lindas en la oficina, desde la secretaria de recepción hasta las que trabajaban en contabilidad, mi amigo y vicepresidente de recursos humanos, empleaba todos sus recursos para emplear las chicas más bellas posibles. Aunque debo admitir, eran bellas y muy competentes. Y ese era el caso de Karina. Al principio me sentía culpable con ese sentimiento corrupto al haber dejado atrás a candidatas que parecían tener mejor experiencia y mejor entendimiento del negocio, mas sin embargo, Karina disipó todo aquello mostrando y ganándose el respeto de todos mis subalternos. Era una chica muy eficiente y parecía que estaba conectada a mí de una manera telepática, que siempre intuía los pasos a seguir.

Aquel día lunes se aparecía a través de la puerta de mi habitación y me sugería ir al médico, a lo cual me negué. Volvió a darme ese delicado masaje en mi pierna y el cual volvió a provocarme otra erección y esta vez la vi sonreír cuando mi glande se elevó y puso presión al pantalón corto que vestía. Después del masaje de unos 20 minutos, por primera vez me pide que le ayude a desabrochar su vestido y sostén que tenía, con la explicación que se iría a poner cómoda con ropa más ligera. Regularmente en el tiempo de verano usaba pantalones cortos de algodón y en el invierno de esos pantalones sueltos del mismo material. Siempre intuí que no llevaba prenda íntima, pues no recuerdo haber divisado el relieve donde se marcan regularmente los bikinis o tangas. Obviamente no lo podía preguntar, solo imaginar y quedarme callado.

Regresó a mi habitación y nuevamente se había sentado en contra del espaldar de mi cama y me pidió que me acomodara y puso mi cabeza sobre sus piernas, mientras con una mano me masajeaba mi sien y con la otra sostenía un libro que leía de William Faulkner. Estaba con sus pantalones cortos y sus camisas sueltas que regularmente eran grandes para que sus hermosos pechos pasaran desapercibidos, pues estando en casa le gustaba sentirlos sueltos. Yo con cierta desconfianza posaba mi rostro sobre su regazo y mientras ella me leía el cuento en turno, yo solo imaginaba que mi rostro estaba a solo centímetros de esa deliciosa abertura de su sexo, pero me quedaba contemplando sus muy bonitas piernas, las cuales soñaba abrir algún día y hundir con delicadeza mi erecto pene.

Aquellos encuentros en mi cama se hicieron rutina. Ya al recuperarme, Karina siguió entrando a mi habitación con su libro en mano y algunas veces era ella la que posaba su rostro sobre mis piernas mientras yo le leía. Aquello se había vuelto como una rutina religiosa y me gustaba mucho más los encuentros en mi cama los días viernes, pues además le agregábamos vino o algún whiskey al ambiente y en varias ocasiones nos quedábamos dormidos y amanecíamos abrazados. Por alguna razón a Karina le gustaba posar su rostro sobre mi pecho.

Además de platicar acerca de los libros que leíamos, también nos desviábamos con cosas triviales, como el día que pensé que llegaríamos al coito, pues Karina esta noche había tomado más que de costumbre e inició una plática excitante, la cual dio comienzo al dar un cumplido a mis piernas:

- Tony, tienes bonitas piernas… me encantan y solo me pregunto ¿cómo se verían sin un vello en ellas? Uno de estos días te los voy a remover con cera. –y sonríe.

- ¡Ouch! Eso suena a tortura…

- Para que sientas lo que las mujeres pasamos por mirarnos bellas.

- ¿Tienes muchos vellos en tus piernas?

- Si dejo que me crezcan son evidentes en mis brazos y en mis piernas.

- Bueno, cuando quieras te voy a dar el placer para que me remuevas los vellos de las piernas solamente. – ella vuelve a sonreír.

- Tony, ¿tienes novia?

- Acaso en los meses que has vivido conmigo has visto que viene alguna chica a visitarme o que salgo por ahí por largas horas.

- Eres un hombre muy guapo para que sigas soltero… en la oficina hay muchas chicas que se mueren por ti. – ahora yo me río.

- Lo mismo pienso yo de ti, y al igual, tú te has encerrado en mi casa por los últimos meses.

- ¿Es suficiente la autosatisfacción?

- ¡Creo que es una pregunta bastante intima!

- Sr. Zena, vivimos en el mismo techo, compartimos el mismo trabajo: estamos las 24 horas juntos y ahora, me parece increíble, hasta dormimos en ocasiones juntos. ¿No cree que podemos tener más confianza entre nosotros?

- Quizá sea más tímido que lo que parezco, por lo menos más tímido que tú por lo que veo.

- Bueno, déjeme abrirme yo para usted y de esta manera conocernos mejor. Mi nombre es Karina, creía ser lesbiana, pues últimamente creo que soy bisexual, pues me siento atraída por un hombre. Nunca he tenido una relación heterosexual en mi vida, pero estoy dispuesta a tener por lo menos una experiencia en mi vida. Creo en la autosatisfacción y de vez en cuando, dependiendo mis necesidades recurro a ella, creo que es lo más natural en nosotros los humanos. Me gusta que mi pareja sea un buen amante y un gran amigo. Ahora usted… dígame. – dijo.

- Mi nombre es Tony, soy heterosexual, jamás podría ni imaginar una relación homosexual, no paso juicios, pero no es lo mío. No me gusta la autosatisfacción. Lo he intentado en un par de ocasiones cuando joven, pero siempre quedé frustrado pues nunca voy a compararlo con el calor y cariño de una mujer. Me gustan las chicas sinceras y bellas como tú y como tu amigo, espero que esa persona que hoy te atrae y quien es tu sexo opuesto, te corresponda y llene tu vida de mucha alegría.

Karina me sonrió y se fue sobre mí y me abrazó y me dio un beso en la mejía. Imaginé que nos besaríamos en la boca, pues pensé que ese hombre que la atraía y que la cambiaba de lesbiana a bisexual, era yo. Por conocer la naturaleza de la mujer, supe que no tenía que traspasar esa confianza y dejé que las cosas tomaran su curso y aquella noche Karina volvía a dormir conmigo, siempre abrazada contra mis pectorales desnudos.

Con los días una noche me dio la sorpresa que se había llegado mi día. Me embarró las piernas con cera y por primera vez desconozco mis piernas, estaban rojizas y sin vellos en ellas. Karina había gozado aquel proceso, el cual creo le dio esa confianza para sentirnos más unidos y fue esa noche que por primera vez me dio un pequeño beso en los labios. No quise continuar, pues intuía que ella deseaba llevar el control de esta relación y a mí me hacía gozar su misterio, pues era encantador como el rostro moreno claro de esta bella mujer.

La noche previa a mi cumpleaños 38, como siempre se había hecho costumbre, llegó con su libro en turno y después de unas copas de vino sucumbimos al sueño. Ella tomó esa misma posición de poner su rostro contra mis pectorales, pero en esta ocasión Karina se despojó de su camisa de dormir dejándome sentir la piel de sus dos hermosos pechos. Me emocionó su proceder, pero nuevamente estaba dejando que llevara el control y que fuera ella la que descubriera si realmente un hombre la atraía. Yo siempre dormía con mis bóxers y nada más, y Karina regularmente con sus pantalones cortos de algodón y una camisa del mismo material, pero en esta ocasión, estábamos nivelados: ambos solamente cubiertos de nuestros sexos.

En la madrugada desperté con esa sensación deliciosa de sentir esa humedad caliente de su boca tomando con ella mi pene. Me tomó algunos segundos comprender que no era un sueño y mi verga erecta yacía parcialmente introducida entre sus sensuales labios. Ella no puso atención si yo estaba despierto o dormido y continuó con un sexo oral tan delicadamente delicioso y por mi dieta sexual de los últimos meses, sentía que me podría venir en cualquier momento. Cuando supe que estaba cerca del paraíso se lo advertí, pues al ella haberme confesado que nunca había tenido una relación heterosexual antes, no sabía cómo reaccionaría si le dejaba ir mi eyaculación en su boca. Karina solo dijo una frase que me indicaba no le importaba: ¡Feliz Cumpleaños! – me dijo.

Sentí que el placer no me pasaba y esos fueron los segundos más largos de placer que sentía en mucho tiempo. La corrida fue tan impresionante que toda la boca de Karina estaba empapada de mi esperma, al igual que las colchas de la cama. Por primera vez veo sus pechos libres y sueltos cuando salió al baño a limpiarse. Cuando regresó volvía a decir la misma frase y le agregó algo más: ¡Sabe a jugo de naranja!

Eran las cinco de la mañana y con Karina habíamos descubierto que coincidíamos a ser más predispuestos al sexo por las mañanas, pues llegábamos tan cansados mentalmente en la noche, y la rutina de la lectura y un par de vinos nos relajaban para dormitar, pero despertábamos temprano juntos a preparar desayuno y ver televisión aunque entrabamos a las 8 de la mañana a trabajar. Aquella mañana ese beso de Karina después de haberme dado placer oral lo idealizo y está en uno de mis mejores recuerdos. Le dije que quería comerme el pastel, en fin era mi cumpleaños y ella solo sonrió.

Quise disfrutar su lindo cuerpo poco a poco, mirar sus ojos cuando la besaba y mi lengua invadía ese orificio que tanto placer le dio a mi verga. Fui bajando por su cuello con esos besos y prácticamente lamidas que se extendían hasta alcanzar su lóbulo, el cual le provocaba tremenda reacción, pues su piel se erizaba, que era lo único que le quitaba esa sensación sedosa a su fresca piel morena. Bajé a sus pechos y los lamí delicadamente, besé sus pezones mil veces, los mordisqué y los chupé a placer mientras Karina se retorcía del placer. Su ombligo era divino, siempre con esas piedras brillantes y yo le di más brío con mi lengua. Hacía aquello mientras mi lengua saboreaba esa parte que un día la conectó a su madre, mientras masajeaba con mis dedos sus dos pezones.

Pasé a removerle ese pantalón corto de algodón con los que siempre dormía y que en esta ocasión era de color amarillo con estampados rosa. Como lo intuí, no tenía nada más abajo, Karina no usaba prenda íntima cuando estaba en casa o en el trabajo, siempre y cuando no estuviera pasando o se le acercaba su periodo menstrual, como también cuando usaba pantalones. Removí su pantalón corto y me queda esa visión, ese paisaje de ver su bien formado pelvis, con un monte Venus, completamente desierto, sin vellos en ningún lugar. Una panochita de idilio, que tenía ese brío cuando la luz difusa de mi habitación chocaba con los líquidos vaginales que me indicaba estaba más que lubricada. Quería oler su concha, quería saborear la miel de su sexo, y fui delicadamente hacia ese rico orificio, al igual que Karina delicadamente me había dado placer oral. Su olor me fascinó e hechizó, su sabor me volvía loco, y al escuchar los gemidos de Karina, mi excitación se elevó al máximo.

No sé cuantos minutos pasé rozando su rosado e inflamado clítoris con la punta de mi lengua. Los gemidos de Karina eran quebrantados y su pelvis temblaba. Karina es de las chicas de sexo delicado, intuía que no era de las del sexo tosco o apresurado. Ella disfrutaba el leve roce de mi lengua recorriendo toda su pequeña abertura. De vez en cuando mi lengua se hundía en su orificio para hacerla gemir con más ímpetu. Solo recuerdo sus breves y cortadas palabras: Tony, me estas volviendo loca.

Le elevé sus bien torneadas y alargadas piernas para poder llegar a su perineo, creo que aquello le fascinó pues su jadeo conllevaba esa respiración de la desesperación, al sentir la presión de mi lengua entre sus dos preciosas aberturas, su rica concha y su apretado culo. Fue cuando Karina comenzó a pedirme con su manera delicada y su exquisito léxico al decir: Tony, quiero sentirte dentro de mí.

Yo jugué con su desesperación y aquel conmocionado deseo y continué con esos besos sutiles y delicados alrededor de su rica concha, para atacarla desesperadamente con penetraciones de mi lengua en lo más profundo de su vulva. Lo hice hasta que supe que no podía más, que tocaba las nubes, que el paraíso se le abría, que la utopía del amor caía con la idea de sentir su primer pene en su vulva y cuando su pelvis comenzó ese ritmo del cual ya no hay regreso atrás, me preparé y en un movimiento bien coordinado y con la velocidad de la luz, he apuntado mi glande a ese precioso y exquisito manjar y por primera vez siento lo caliente de su vientre, el cual vibra de emoción y de placer; Karina solo gime y su jadeo es grave, impetuoso: por momentos parece que son de dolor, pero me convence más su placer, y comienzo con ese vaivén de un taladrar incesante y solo escucho sus palabras como si fuera una canción: Tony, eres un loco.

Karina explotó en un potente orgasmo y sus gritos aquella mañana bien despertaron a los vecinos cercanos. Lloraba de la emoción, del placer, de la idea de haber tenido sexo por primera vez con un hombre. No podría describirlo, mis palabras se quedan cortas para transmitir su emoción y la mía. Me conformo a decir que era algo similar a la emoción y sensación de nuestros primeros sueños húmedos. La abrace y estuvimos en esa posición del misionero pompeándole su rica conchita hasta que también por primera vez, sentía como me volvía a correr y mi esperma invadía su deliciosa vagina.

Minutos después al recobrar la compostura, nos fuimos a bañar por primera vez juntos y nos acariciamos y besamos como si fuéramos dos enamorados mozuelos. Por primera vez Karina me dice con esa sencillez y delicadeza que transmiten sus labios: ¡Te amo! – Yo, le respondo lo mismo, pues verdaderamente me sentía enamorado a mis 38 años de esta linda chica. Compartimos nuestra desnudez por esos minutos y descubrí que Karina, tenía un lunar con forma de corazón en su glúteo derecho, al principio pensé que era un tatuaje, pero me he reído de lo que produce la naturaleza.

Después de cinco meses teníamos por primera vez sexo. Bueno, realmente no era sexo… Karina siempre dijo que lo que había ocurrido había sido amor y nada más. Ella me entregó todo o casi todo, pero yo al cuestionarla si realmente era toda mía ella lo dijo con unas sencillas palabras: Tony, soy toda tuya porque ganaste mi amor, dime que más quieres de mí y si está dentro de mis posibilidades, todo lo que yo tengo es tuyo.

Continúa…

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