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Sara: el camino de la sumisión (1 de 6)

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Dos cuerpos húmedos de sudor rozándose. Piernas entrelazadas. Gemidos intensos… No puedo quitarme de la cabeza la imagen de Alex y Sonia, mi novio y mi mejor amiga, follando como salvajes en nuestra habitación.

¿Por qué el destino es tan cruel y retorcido?

Dado el poco volumen de trabajo que tenia hoy viernes, mi supervisor ha decidido darme la tarde libre. ¿Cómo podía imaginar entonces que al llegar antes de hora a casa me daría de morros con la realidad oculta de mi vida?

Ya oscurece y sigo encerrada en una gris habitación de un motel barato. No puedo permitirme desperdiciar mucho dinero. Desde que huí de Ibiza, mi tierra natal, para irme a vivir con Alex a Barcelona, mis fondos escasean, y mis ingresos provienen de un trabajo temporal, así que son también escasos, además están íntegramente destinados a pagar el alquiler, la comida y los extras, ya que Alex, mi queridísimo novio, está pasando por una "terrible depresión" (como él mismo lo llama) y no podía ponerse a trabajar.

No entiendo como he podido ser tan estúpida.

En mi mente se repiten sin cesar estas palabras, mientras lleno por enésima vez el vaso de vodka. Han pasado ya varias horas, pero en mi mundo el tiempo sigue detenido en aquella imagen. Me veo de pié, tras la puerta de nuestra habitación, con la puerta abierta de par en par. Frente a mí esos dos cuerpos tan conocidos follando. No he podido reaccionar. Esto es lo peor. Ni una lágrima, ni un grito, nada. En ese momento mi vida ha dejado de tener sentido. Ni si quiera sé quién soy. Tengo 24 años y un trabajo de mierda. Mis únicos amigos me han dado la espalda. Estoy perdida y sola en una ciudad aún nueva para mí. Pero tampoco en Ibiza me esperaba nadie.

Me dispongo a llenar de nuevo el vaso, pero la botella ya está vacía. Y yo sigo completamente desvelada. Siento pánico al ver frente a mí una larga noche de soledad, amargura y sobriedad, así que cojo el abrigo y bajo a la calle en busca de algún bar donde comprar alcohol. Me da igual que pienses que soy una borracha, lo único que importa ahora es llegar a perder el conocimiento y no pensar más en esta mierda de vida… veo un cartel luminoso…

"CYBER_LAND 24 h"

Vaya, un cyber-café, no creo que tengan vodka. Me doy la vuelta pero no consigo alejarme mucho de ese lugar. En mi mente una idea empieza a coger forma. Decido entrar y me siento en un ordenador escondido tras un panel, para que nadie vea lo que escribo, aunque no hay muchos que puedan intentarlo, ya que el sitio esta casi vacío.

Siempre me ha gustado escribir, y mis obras más bellas siempre han sido de género erótico, por llamarlo de algún modo sin tener que usar la palabra "pornográfico". Entro en el buscador y selecciono una de las muchas páginas que se me ofrecen. Antes de poder colgar un relato es necesario que rellene una pantalla de datos, para crear mi ficha. Supongo que mucha gente miente al rellenar las casillas, pues nadie puede descubrir si es verdad o no lo que se ha escrito. Yo prefiero ser sincera, pues gracias al hecho de que la mayoría miente, cuando alguien dice la verdad pasa desapercibido. Empiezo a teclear los datos solicitados:

NOMBRE: Sara

EDAD: 24

NIK: Mademoiselle de Sade

MAIL: [email protected]

UNA FRASE QUE TE DEFINA: De profesión escritora, sumisa de vocación.

Aunque me avergüence decirlo, escribir relatos subidos de tono es lo que mejor se me da. No me enorgullece decir esto, ni se por que me ocurre, pero solo llego a plena excitación con historias de sumisión, humillación y dolor. Por nada del mundo querría vivirlas, pero solo así me excito. Ya sabía yo que pasar tantos años en colegios de monjas no podía ser bueno.

Escribiré un relato nuevo, así en vez de pasarme la noche pensando en mi novio, la pasaré pensando en el sexo. Buen plan. Se titulará…

*** LECCION A UNA CALIENTAPOLLAS ***

"La chica rubia, de ojos azules y grandes tetas se pasea vestida con una bata blanca, quizá demasiado ceñida, marcando sus bellos glúteos, tersos y firmes como sus pechos erguidos, que buscan liberar su opresión huyendo por el amplio escote. Esta zorrita rubia trabaja de enfermera nocturna en el ala norte, la de los maníacos. Violadores, torturadores, asesinos. Individuos de muy bajos instintos. La zorra se divertía provocando a aquellos pobres tipejos, siempre atados a sus camas, olvidados entre esas paredes grises. Pero la enfermera había cometido un error: suponer que todos los locos son tontos. Eso es falso. En ocasiones la mente criminal más brillante encuentra bajo el disfraz de la locura su más preciada alternativa a la encarcelación de por vida- Y el interno L.S. encajaba perfectamente en este perfil. Tenía el C.I. bastante superior a la media, lástima que al mismo nivel se hallaba su crueldad.

Era una fiera salvaje que sabía esperar pacientemente a su presa, la zorrilla rubia que disfrutaba poniendo cachondos a los sujetos cuyo nombre ya nadie recordaba. Solo unas iniciales: L.S.

Su única vivienda en los últimos siete meses había sido aquella claustrofóbica habitación de paredes grises y enmohecidas. De forma más bien alargada, tenía junto a la puerta una pequeña mesa donde las enfermeras dejaban sus utensilios de medicación. Al frente, en el extremo central de la celda, bajo una diminuta ventana con barrotes, estaba la cama. Con las patas atornilladas al suelo, y un parco colchón, enmohecido también. A cada extremo una atadura de cuero reforzado, con cierres metálicos para brazos y piernas.

Pero esa noche el pervertido hizo trampas. No estaba atado. Lo que si estaba era decidido a hacerle entender a aquella niñata presumida que con su polla no se juega. Le haría pagar cada caricia con su dolor.

La enfermera abrió la cerradura y entró en la habitación de L.S., dejando una bandeja sobre la mesita. Fue hasta la cama y se inclinó sobre el paciente enseñándole hábilmente gran parte de sus enormes tetas. A decir verdad, si sacaba la lengua seguro que podía acariciarlas…. Pero no… Aún no.

Vero, así se llamaba la angelical criatura de figura perfecta, acercó su boca a la oreja del sádico, y le susurró, casi rozándole:

- "Es hora de tomar tu medicina…"

Se giró en busca de una aguja con sedante, contorneando su virginal culito frente al ser más pervertido de la faz de la tierra. L.S. estaba seguro de que ella no era más que una cría consentida que hablaba demasiado. Una zorra calientapollas que debía aprender aquella noche que no debía prometer algo que no fuese a dar."

(Sara:) Con solo pensar que tengo el poder de decidir el desdichado destino de esa joven y guapa enfermera, siento un suave cosquilleo entre mis piernas. Con cada tecla que que aprieto mi cueva se humedece un poquito más…

"Vero volvió a la cama, calmante en mano, pensando en lo divertido que sería tocarle el paquete mientras él se dormía por el efecto del calmante. En ese mismo instante, y sin darle tiempo a nada, el pervertido, con un rápido movimiento, la cogió, apretándole el cuello mientras con la otra mano la amordazaba con sus propios calzoncillos, sucios. Para su desgracia, la rubia no supo reaccionar. Del susto dejó caer el sedante, y ya no tenía opción a gritar, por la mordaza, que además olía muy mal, y por que la estaba ahogando. Sin soltarle el cuello, el agresor se hizo con la jeringuilla y se la clavó en el muslo, justo por debajo de las nalgas. La rubia se desplomó sobre él.

Perfecto, el relevo tardará unas 8 horas en aparecer, tenía todo el tiempo del mundo para llevar a cabo su venganza."

(Sara:) Por un momento dejo de escribir, el relato ha tomado un aire quizás demasiado violento. Voy a por un refresco de cola y me enciendo un cigarro. Vuelvo a leer lo escrito. Quizás si que me estoy pasando un poco, pero siento acumulada dentro tanta agresividad, que si no la libero pronto, me derrumbaré. Y esta es una forma anónima y económica de hacerlo. Además, el cosquilleo en mi entrepierna es ya electrizante, así que me decido a seguir con la historia, a ver hasta donde puedo llegar. Esta noche todo vale, y tú, Vero, lo vas a sufrir…

"L.S. depositó el cuerpo adormilado de la zorrilla sobre la cama, boca arriba y con la cabeza colgando fuera. Forzó sus piernas hasta dejarlas abiertas al máximo y atadas a las patas de la cama. Seguidamente, antes de que despertara, tiró de sus hombros y ató sus antebrazos con las fuertes correas. Así la dejó, cerrando la puerta tras de sí, de camino a la cocina en busca de material con el que atormentarla.

Volvió al rato con una bolsa llena de objetos variados. Vero ya estaba despierta, llorando y medio ahogada. El violador se detuvo un instante y observó aquel cuerpo de insinuantes curvas que se le ofrecía sin resistencia alguna. Se acercó a su oreja y le susurró suavemente:

-"Ahora me toca a mí darte la medicina, preciosa."

A Vero se le abrieron los ojos como platos al oír esas palabras. Ciertamente L.S. había acertado de pleno al pensar en la inexperiencia de nuestra amiga. Su culito prieto era virgen, como constató él mismo al intentar introducir un dedo a través de las braguitas, y notar la resistencia de ese apretado canal. Además, tampoco nunca había hecho una felación, era una calientapollas en toda regla. Y el enorme miembro del asaltante ya se dejaba ver, amenazante, bajo la bata verde que el interno vestía. Iba a ser una noche muy larga."

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